Investigadores afirman que el mayor sacrificio humano de la historia se hizo para apaciguar a los dioses tras un fenómeno climático

Nicholas St. Fleur
El año pasado un equipo de arqueólogos en Perú anunció el descubrimiento de una masacre ritual, con siglos de antigüedad, que creen que es el mayor caso conocido de sacrificios de niños.


Enterrados bajo las arenas de Huanchaquito-Las Llamas, en la costa norte de Perú, había casi 140 esqueletos infantiles, además de los restos de 200 llamas.

Aunque no se puede determinar de manera definitiva el razonamiento detrás de ese espantoso asesinato en masa de niños y niñas, que solo tenían entre 5 y 14 años de edad, ahora los investigadores dicen que el acto pudo ser una respuesta ante el desastroso evento climático conocido como El Niño.

"Parece que lo que descubrimos en Huanchaquito-Las Llamas es un sacrificio para detener las lluvias torrenciales, las inundaciones y los torrentes de lodo", dijo John Verano, antropólogo de la Universidad de Tulane y autor del artículo que se publicó el miércoles en PLOS One.

El hallazgo proporciona nueva información sobre los rituales de la antigua civilización chimú que habitaba la costa norte del Perú. También intenta reconstruir la historia sobre por qué esas personas asesinaron a los niños, presumiblemente abriendo sus pechos y arrancándoles los corazones.

Un día, en 2011, un hombre llamado Michele Spano Pescara se acercó a Gabriel Prieto, arqueólogo de la Universidad Nacional de Trujillo, en Perú. Spano le dijo que, cerca de su casa, sus hijos habían desenterrado unos huesos. Cuando Prieto siguió al hombre hasta el sitio, se sorprendió.

"Había muchos restos humanos y cuerpos completos en perfecto estado de conservación por todas partes", dijo Prieto, quien dirigió el estudio.

Prieto llamó a una colega, Katya Valladares, quien investigó los esqueletos e identificó marcas de corte en el esternón de muchos niños. Eso indicaba que el sitio de entierro no era un cementerio grupal, sino la ubicación de un asesinato masivo orquestado.

De 2011 a 2016, Prieto y sus colegas desenterraron 137 esqueletos infantiles completos y los restos de más de 200 llamas en un área que se extendía alrededor de unos 696 metros cuadrados.

Algunos cuerpos fueron enterrados en tela, muchos llevaban tocados de algodón y otros tenían pintura de cinabrio rojo en sus cráneos. Enterradas junto a muchas de las víctimas estaban las jóvenes llamas, cada una con menos de 18 meses de edad. Ellas también fueron sacrificadas. El equipo notó que los niños estaban enterrados mirando hacia el oeste, en dirección a la costa, mientras que las llamas miraban hacia el este, donde se encuentran las montañas de los Andes.

Usando la datación por radiocarbono, el suceso se remonta a una fecha cercana al 1450 d. C. lo que lo ubica temporalmente poco antes de que el Imperio Inca invadiera esos territorios. El equipo también intentó recolectar ADN de los dientes de algunas víctimas, pero solo tuvo éxito en una fracción de los casos.

Las muestras que lograron recabar les permiten afirmar que se escogieron tanto niños como niñas, lo que significa que el sacrificio no era exclusivo de un solo género. Un análisis adicional de ADN podría ayudar a determinar si los niños eran de la localidad o si provenían de todo el territorio del pueblo chimú, pero, debido a los detalles morfológicos, los investigadores creen que las víctimas provenían de toda la zona.

Una pista importante para averiguar el motivo por el cual los chimú sacrificaron a los niños es la gruesa capa de lodo que se preservó en la parte superior de la extensión de arena donde fueron enterrados. Como actualmente esa área es un desierto, la capa de lodo indica la presencia de un período de lluvias intensas como el que se vio durante el fenómeno El Niño, o un calentamiento natural de las aguas superficiales del océano Pacífico que tiene efectos sobre el clima. Ese diluvio habría devastado al Imperio Chimú, al inundar cultivos, matar los bancos de peces y arrasar con los pobladores.

También en esa capa de barro, los científicos encontraron huellas conservadas de adultos con sandalias y niños descalzos, así como señales de que las llamas fueron arrastradas hasta ese lugar. Aparentemente los niños fueron trasladados hasta ese sitio que estaba justo en las afueras de Chan Chan, la capital del territorio chimú. Los asesinatos, según los expertos, se realizaron por orden de las autoridades como una ofrenda a sus dioses o espíritus ancestrales para mitigar las lluvias.

"La imagen que comienza a emerger es que en condiciones de severas alteraciones climatológicas, el sacrificio de los niños puede haber sido el medio de comunicación más poderoso con lo sobrenatural", dijo Haagen Klaus, un bioarqueólogo de la Universidad George Mason en Virginia, que no participó en la investigación.

Tiffiny Tung, una bioarqueóloga de la Universidad de Vanderbilt, que tampoco forma parte del estudio, dijo que el hallazgo ayuda a esclarecer los rituales de los chimú, pero también ofrece una mirada a la maquinaria política de esa antigua civilización. Además afirmó que el sacrificio permitía que los líderes pudieran demostrarle a su gente hasta dónde podrían llegar para apaciguar a las deidades y proteger a la comunidad. Al mismo tiempo, ejecutar una masacre masiva de niños era un recordatorio del poder y la autoridad de los líderes sobre sus ciudadanos.

"Es una excelente manera de hacer que las personas se mantengan en el carril" dijo.

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