Fin de una era: por qué China ya no crece a "tasas chinas" y cómo afecta a América Latina

La bonanza económica que vivió la región en la primera década del milenio estuvo impulsada por la monumental expansión de la potencia asiática. Por eso, el anuncio de Beijing que anticipó para 2019 la tasa de crecimiento más baja en 29 años encendió las alarmas en los países latinoamericanos

Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
"Afrontaremos un entorno más grave y complicado, así como riesgos y desafíos que son mayores. Debemos estar preparados para una dura lucha", dijo este martes el primer ministro Li Keqiang al abrir la sesión anual del Congreso Nacional del Pueblo.


Horas antes, su gobierno había anunciado la reducción de la meta de crecimiento para 2019 de 6,6% a entre 6 y 6,5 por ciento. Para encontrar una número más bajo hay que remontarse a 1990, cuando el PIB creció sólo 3,9 por ciento, en el marco del cimbronazo que fue el proceso de disolución de la Unión Soviética.

La preocupación es lógica. Tras varios años con tasas de dos dígitos, China crece por debajo de 7% desde 2015. Lejos de ser un accidente, se está convirtiendo en una tendencia. Según las previsiones del Fondo Monetario Internacional, la desaceleración se va a profundizar: sería 6,2% en 2020; 6% en 2021; 5,8% en 2022 y 5,6% en 2023.

"China crecerá a tasas inferiores en el futuro, algo que no es sorpresivo, considerando que estuvo más de tres décadas en torno al 10% anual. Los países asiáticos que crecieron con tasas altas en el pasado, como Japón y Corea del Sur, vieron sus índices caer después de 30 años, así que sería algo sin precedentes si China continuara con el nivel anterior", dijo a Infobae el economista Rhys Jenkins, profesor de la Escuela de Desarrollo Internacional de la Universidad de Anglia del Este, en Norwich, y autor de libro Cómo China está remodelando la economía global: Impactos del desarrollo en África y América Latina.

El gabinete de Xi Jinping anunció una serie de medidas para darle cierto impulso a la economía: recortes de impuestos y de las contribuciones sociales que pagan las empresas por sus empleados, y un aumento del gasto público, que implicará un alza de 0,2% en el déficit presupuestario. Pueden servir para amortiguar la ralentización, pero nadie espera que sean suficientes para revertirla.

"Ninguna economía puede mantener una tasa de crecimiento superior a 9,5% por siempre. Cuando el ingreso per cápita de un país se acerca a los 10.000 dólares, el ritmo disminuye. Ahora la cifra de China es 9.758 dólares, así que la desaceleración es inevitable", explicó Le Xia, economista jefe para Asia de BBVA Research, consultado por Infobae.

China crecerá a tasas inferiores en el futuro, algo que no es sorpresivo, considerando que estuvo más de tres décadas en torno al 10% anual

Este cambio de época no es meramente un asunto chino. Al ser el país más poblado del planeta y la segunda economía más grande, su expansión arrastró a muchos otros, que se potenciaron satisfaciendo la voraz demanda de la República Popular.

Una región especialmente afectada por el potencial anquilosamiento chino es América Latina. La extraordinaria bonanza que vivió en la primera década del siglo XXI estuvo en buena medida impulsada por las masivas compras de materia prima por parte de Beijing. El cierre parcial de esa puerta ya se siente desde hace tiempo, y la perspectiva de que no vuelva a abrirse augura un futuro bastante mediocre para países que nunca pudieron romper la dependencia de la venta de commodities.

"El aporte de China a la economía latinoamericana se ha centrado básicamente en la compra de productos agrícolas y mineros, y en la inversión en infraestructura. Por lo tanto, se puede esperar que la desaceleración tenga repercusiones negativas en los precios de estos bienes, afectando el valor de la exportaciones. También es esperable que caiga la inversión china en la región, especialmente en el sector minero", dijo a Infobae Juan Manuel Gil Barragan, profesor de negocios internacionales en la Universidad EAN de Colombia.

El fin de las "tasas chinas"

Al comienzo del milenio, parecía que China iba a arrasar con todo. Entre 2000 y 2007 el PIB creció a un promedio anual de 10,5%, llegando a un pico de 14,2% en el último año.

El auge se cortó en 2008, con la crisis financiera internacional. No obstante, logró mantenerse cerca de los dos dígitos, y volvió a 10,6% en 2010. Entonces comenzó un lento pero decidido deterioro, que se acentuó a partir de 2015.

"Hay una serie de factores subyacentes de largo plazo detrás de esta reducción del crecimiento —dijo Jenkins—. Por los cambios demográficos, China tiene ahora una población envejecida y la proporción de personas en edad de trabajar está cayendo. Además, las exportaciones chinas crecieron rápidamente tres su incorporación a la Organización Mundial del Comercio, en 2001, pero ahora, que ya tiene altos niveles de penetración en la mayoría de los mercados, es más difícil crecer tanto".

Son varios los datos que encienden una luz de alarma. La actividad manufacturera, por ejemplo, se redujo durante tres meses consecutivos, y registró en febrero pasado su peor resultado en tres años.

"Los frutos de la inversión del gobierno chino en infraestructura y construcción llegaron a su fin. Actualmente, China tiene un serio problema con obras que se hicieron pero que nadie está utilizando. Esto ha llevado a que el sector inmobiliario se esté contrayendo. Segundo, parte del crecimiento chino se había logrado a través de deuda, situación que es cada vez menos sostenible, ya que ha llegado a niveles tan altos que representa casi tres veces su PIB. Tercero, los salarios aumentaron, y esto ha generado que la industria manufacturera se esté desplazando a países con ingresos más bajos, como Vietnam, Filipinas o Bangladesh", dijo Gil Barragan.

A todos estos cambios de largo aliento se suma un factor coyuntural: la guerra comercial con Estados Unidos. El conflicto comenzó en marzo del año pasado, cuando Donald Trump anunció aranceles del 25% a las importaciones de acero. Fue la primera de una serie de medidas proteccionistas para disminuir el rojo en el intercambio con China.

Si bien Trump fracasó en su objetivo, porque Estados Unidos tuvo en 2018 el mayor déficit comercial en diez años, sí logró lastimar a su rival. Producto de las tarifas aduaneras, las exportaciones chinas al país norteamericano se derrumbaron 20,7% en febrero.

"Hay que reconocer el papel que puede estar teniendo en estas cifras. Aunque China haya tenido cierto éxito en disminuir su dependencia de las exportaciones, es un país que todavía está muy expuesto a los mercados internacionales. La guerra comercial ha tenido un impacto en la producción industrial, en especial, porque fue un golpe directo en los sectores que habían sido incluidos en el plan 'Producido en China 2025', como las manufacturas pesadas y la tecnología. Esto está generando acumulación de inventarios, reducción de los planes de producción y una situación de incertidumbre que sin duda genera un lastre adicional", sostuvo Camilo Pérez Restrepo, coordinador del Centro de Estudios Asia Pacífico Universidad EAFIT de Medellín, en diálogo con Infobae.

En los últimos meses, delegaciones de los dos gobiernos mantuvieron contactos de alto nivel, con el objetivo de aliviar las tensiones y alcanzar un acuerdo. Si bien algunos se ilusionaron con una pronta resolución, Zhong Shan, ministro de Comercio, ofreció este martes una agria dosis de realismo al afirmar que "aún queda mucho por hacer".

El impacto para América Latina

"La demanda china fue un impulso fundamental para el crecimiento de la región hasta los años 2011 y 2012. Para varios países de América del Sur con los que prácticamente China no tenía relaciones comerciales antes de 2000, pasó a ser el primer o segundo destino de las exportaciones. Quizás los casos de Brasil, Perú y Uruguay fueron los más impactados, pero también Chile y Argentina. Es decir que casi de la nada en 2000, se creó el 15 o 20% de las exportaciones de bienes en 2010″, dijo a Infobae Gustavo Bittencourt, investigador del Departamento de Economía de la Universidad de la República, Uruguay.

La correlación entre las tendencias de crecimiento china y latinoamericana son bastante evidentes. Tras una caída en los primeros años del nuevo milenio, la región experimentó un resurgir, que le permitió promediar una expansión de 5,4% anual entre 2004 y 2007, con algunos países rozando los dos dígitos.

Obviamente, se sintieron los efectos nocivos de la crisis de 2008, que implicó una retracción de 2% en 2009, pero, al igual que China, hubo un rebote en 2010 que le permitió crecer 6,1 por ciento. Desde 2011 empezó el paulatino declive, que se profundizó a partir de 2014, con tasas siempre inferiores a 2 por ciento.

Una correlación similar se ve entre la evolución de las importaciones chinas y de las exportaciones latinoamericanas. La causa es obvia: hay una importante complementariedad entre lo que se necesita de un lado y lo que se ofrece del otro. América Latina le ofrece diversas materias primas, como soja, minerales y combustibles, que son muy importantes para la industria china.

La guerra comercial ha tenido un impacto en la producción industrial, en especial, porque fue un golpe directo en los sectores que habían sido incluidos en el plan ‘Producido en China 2025’

De todos modos, que se frenara la expansión de las compras chinas en la región era algo esperable. "El crecimiento se asoció a un proceso de emergencia de la economía china como gran importadora de bienes para los que estaba cerrada —continuó Bittencourt—. Como sucede con toda apertura, hay un salto que se da una sola vez. La tasa de crecimiento asociada a la subida del escalón es enorme, porque arranca desde cero. Hay una parte de las importaciones chinas que dependen de cuánto crezca la economía, pero no sabemos cuánto puede afectar esto a las exportaciones de los países de la región".

No es casual que las importaciones chinas hayan crecido un 33% anual en 2003, máximo en 20 años, y que las exportaciones de América Latina hayan tocado su techo casi al mismo, con el 11% de 2004. De la misma manera, el descenso sostenido de las compras chinas hasta 2009, el salto en 2010 y la nueva tendencia a la baja desde entonces, estuvo acompañado por un patrón muy parecido en las ventas de la región en el período.

"Pese a la coyuntura actual, China y América Latina continuarán teniendo una relación estratégica —dijo Pérez Restrepo—. Según cifras consolidadas por el International Trade Center, las exportaciones latinoamericanas a China pasaron de 102.100 millones de dólares en 2017 a un estimado de 134.800 millones en 2018. Un examen juicioso de las cifras muestra que, si bien se presentó una ligera reducción en el valor de las commodities, se debe a la fluctuación de sus precios en los mercados internacionales y no a una contracción en la demanda china".

Lo que hay que tener en cuenta es que el grueso de ese volumen de ventas provino de un puñado de países. Los productos agrícolas, de Brasil, Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Las manufacturas, de México y Brasil. El resto de las naciones latinoamericanas experimentaron una baja en sus exportaciones.

"Las demás economías de la región, encabezadas por Colombia, Venezuela y Ecuador, que son básicamente exportadores de commodities energéticos, tienen un desafío grande para lograr el posicionamiento de nuevos productos en este mercado asiático, para no depender tanto de las fluctuaciones de los precios internacionales", concluyó Pérez Restrepo.

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