Ascenso y caída del "califato" del Estado Islámico: cuál es su nueva estrategia terrorista

Las milicias kurdas y árabes apoyadas por Estados Unidos capturaron el último pueblo en poder de los yihadistas y dieron por terminado el brutal experimento que comenzó en 2014 a fuerza de conquistas y matanzas. Pero ISIS aún no ha sido destruido y su paso a la insurgencia constituye una amenaza que genera nuevas preguntas

Germán Padinger
gpadinger@infobae.com
Durante años el grupo terrorista Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIS, en inglés) acaparó la atención del mundo por sus rápidas conquistas, su voluntad de fundar un estado nuevo en Medio Oriente y su brutalidad sin precedentes, unida a cierto gusto por la comunicación masiva de sus acciones a través de su agencia Amaq.


También, porque se las arregló para superar las fronteras de su llamado "califato" en Siria e Irak y lanzar sangrientos ataques terroristas en Europa y el resto del mundo, eclipsando incluso a Al Qaeda.

En su momento de mayor expansión, en 2014, el ISIS llegó a controlar un territorio de 100.000 kilómetros cuadrados habitado por 12 millones de personas dentro de las fronteras de Siria e Irak, de acuerdo a estimaciones de la corporación RAND. Un espacio más grande y más poblado que Irlanda o Austria, sólo para dar un ejemplo.

En este "califato", como lo llamó desde Mosul su líder Abu Bkr al Baghdadi en referencia a los estados islámicos medievales, se cobraron impuestos, reclutaron tropas y prestaron servicios básicos; se persiguieron a los miembros de diferentes minorías, se impuso la ley islámica más estricta y se filmaron las grotescas ejecuciones de sus enemigos (como la del piloto jordano Moath al-Kasasbeh, quemado vivo), diseñadas para el consumo indignado de sus adversarios y el reclutamiento de extremistas sunitas en todo el mundo; y se continuó extrayendo y vendiendo petróleo de los pozos sirios, como principal fuente de financiamiento.

La reconquista liderada por las fuerzas armadas en Irak, y la micilias opositoras de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, en inglés) y del régimen de Bashar al Assad en Siria, comenzó poco después. Para el 2017 el grupo había perdido el control territorial en Irak.

Y el sábado las SDF, apoyadas por la coalición internacional que lidera Estados Unidos, anunciaron la caída de Al Baghouz, la última aldea en Siria en poder del ISIS, aunque también advirtieron la caída física del "califato" no es el fin del grupo terrorista. "La lucha contra el extremismo violento está lejos de haber terminado", dijo el teniente general estadounidense Paul LaCamera, comandante general de las Combined Joint Task Force de la Operation Inherent Resolve (Resolución Inherente).

En consecuencia se proclamó el fin del llamado "califato", aunque lo cierto es que muchas facciones que juraron lealtad al ISIS y controlan pequeñas porciones de territorio en Egipto, Afganistán, Libia y Nigeria siguen activas y tienen que lidiar con el fin del proyecto central de un estado islámico, mientras al mismo tiempo la capacidad del grupo de lanzar ataques terroristas desde la clandestinidad, incluso en Siria e Irak, sigue siendo una amenaza.

"Al perder el territorio se pierde uno de los elementos centrales de su discurso. Es difícil convencer a alguien de que lo que se hace es por voluntad divina cuando se ha perdido tanto", consideró el analista Paulo Botta, investigador en el Institute fog Global Studies, en diálogo con Infobae. "Desde el punto de vista de la retórica interna, es muy duro. Si en en 2014 decían que el crecimiento rápido era una señal divina, ¿qué pueden decir ahora?" agregó.

En tanto el también coordinador del Departamento Eurasia en el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata destacó que "desde lo político, no tener una base donde obtener los recursos reduce sus capacidades significativamente".

"Pero el peligro del terrorismo sigue estando y es real. Ese es el gran problema que significa ISIS hoy, dejó de ser un grupo con control territorial y metodología terrorista, a ser un grupo sin territorio y con la misma metodología", consideró. "Esto abre interrogantes no menos complicados. ¿Qué va a pasar con los combatientes, volverán a sus territorios de origen?", agregó.

Este situación se ha vuelto especialmente importante durante las últimas batallas, cuando los combatientes del ISIS comenzaron a dejar de pelear hasta la muerte y a rendirse de a centenares, junto a sus familias e hijos. Mucho de estos, además, son extranjeros provenientes de otros países de Medio Oriente y de Europa, y su repatriación y enjuiciamiento se ha convertido en una problema, al mismo tiempo que un retorno sin consecuencias a la vida civil puede engendrar extremismo en el futuro.

Una opinión similar sostuvo Thomas Joscelyn, investigador en el think tank estadounidense Foundation for the Defense of Democracies, para quien la pérdida de territorio "ha ayudado desacreditar, hasta cierto punto, la idea de un califato". "Pero el ISIS sigue teniendo recursos y una huella significativa en Irak y Siria, aunque no estoy diciendo que vaya a alcanzar su pico de poder una vez más", señaló ante la agencia AP.

Para el profesor en Relaciones Internacionales en la Universidad de Columbia Stephen Biddle, en cambio, hay altas chances de que el ISIS persista como grupo insurgente y su intensidad incluso aumente.

"Si empeora la situación, y es lo más probable, sospecho que en el futuro se mirará hacia atrás al momento de la caída del califato y las celebraciones serán vistas como otro ejemplo más de una lectura estrecha y a corto plazo de la situación", indicó el experto al periodista Robert Burns en un reciente artículo

De la guerra de Irak y Al Qaeda al "califato"

Los orígenes del ISIS se remontan a la invasión de Irak en 2003 por parte de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, que rápidamente puso fin a la dictadura de Saddam Hussein y el control de los sunitas en el país.

Inmediatamente después comenzó una campaña insurgente en oposición a las tropas estadounidenses pero también el nuevo gobierno controlado por miembros de la mayoría chiita en el país, y pronto Irak entró en un vórtice de caos y violencia.

Entre las muchas milicias y grupos terroristas surgidos en aquellos años destacó la fundada por Abu Musab al Zarqawi, que para el año 2004 se había convertido en Al Qaeda en Irak (AQI) tras jurar lealtad a la organización liderada por Osama Bin Laden, como reconstruye RAND.

Zarqawi murió en 2006 en un operativo de Estado Unidos y el grupo perdió fuerza. Pero en 2011, cuando las tropas estadounidenses se retiraron del país y en Siria estalló la guerra civil entre el régimen de Al Assad y distintas milicias opositoras, AQI renació bajo la figura de su nuevo líder: Abu Bakr al Baghdadi.

Poco se sabe con certeza de la vida de este clérigo sunita y salafista, presunto doctor en Estudios Islámicos por la Universidad de Bagdad que mantuvo un bajo perfil durante los años de Saddam Hussein y se habría radicalizado poco antes de la invasión de 2003.

En 2004, cuando ostentaba un cargo religioso en AQI, fue arrestado por las tropas estadounidenses y enviado a la infame prisión de Abu Ghraib, donde se lo consideró un militante de bajo nivel y fue luego liberado.

En 2011 Al Baghdadi lideró una renovada campaña insurgente y terrorista contra los líderes chiitas en Bagdad y consolidó su poder sobre el grupo en 2013, cuando comenzó a llamarse Estado Islámico en Irak.

Un año después su organización rompió relaciones con Al Qaeda, reclamando el liderazgo del movimiento salafista global, y se rebautizó como Estado Islámico en Irak y el Levante, tras lo cual lanzó una campaña relámpago contra diferentes ciudades en Siria e Irak aprovechando el caos y la insurgencia que afectaba a ambos países.

Las tropas sirias, concentradas en otros frentes de la guerra civil, y las iraquíes, que por las rivalidades entre sunitas y chiitas estaban poco dispuestas a pelear, sencillamente se retiraron ante el avance de los combatientes del ISIS, que lograron capturar Raqqa y Deir Ezzor en Siria, y Hawijah y Mosul en Irak, entre muchas otras localidades.

En el caso de Mosul, menos de 1.000 combatientes del ISIS a bordo de camionetas civiles capturaron la segunda ciudad más grande del país ante la salida de las fuerzas iraquíes, muy superiores en número y mucho mejor equipadas. Como señaló en su momento el general estadounidense Lloyd Austin, ex comandante de la Operación Inherent Resolve, las tropas sunitas en el ejército sencillamente no estaban dispuestas a pelear por el gobierno chiita.

La victoria fue vista por los militantes del ISIS como posible gracias a una intervención divina, y precisamente desde la gran mezquita de Al Nuri en Mosul, Al Baghdadi proclamó en julio de 2014 la fundación del "califato" y su ascenso como "califa Ibrahim", y demandó obediencia de todos los musulmanes del mundo.

La caída de las ciudades

En el año 2015, mientras sus miembros intentaban consolidar las conquistas territoriales, el ISIS se atribuyó la responsabilidad de numerosos ataques terroristas en distintos lugares del mundo, entre estos Turquía, Túnez y Francia, así como el derribo de un avión repleto de turistas rusos en destino a Egipto.

La campaña terrorista, que parecía global, y la brutalidad del grupo contra militantes enemigos y civiles en sus territorios, generaron una ola de repudio en todo el mundo y las acciones internacionales se intensificaron. La Operación Inherent Resolve de la coalición liderada por Estados Unidos, y lanzada en 2014, aumentó en 2015 y fue instrumental para que las milicias kurdas evitaran la caída de Kobane, en el norte de Siria, y las fuerzas armadas iraquíes recuperaran la iniciativa.

Y Rusia, por su parte, intervino en 2015 la guerra civil siria en apoyo del régimen de Al Assad y lanzó una campaña aérea contra objetivos del ISIS, entre otras facciones activas en el país.

Tras un proceso de reorganización y entrenamiento, unidades especiales del ejército iraquí, flanqueadas por milicias chiitas vinculadas a Irán y deseosas de enfrentarse con el ISIS sunita, lanzaron en 2016 un asedio sobre Mosul, capital simbólica del "Califato", y con ayuda de la aviación de la coalición internacional finalmente la recapturaron en 2017 tras largos y brutales combates. Ese mismo año cayeron también otras ciudades menores, incluyendo Hawijah, y para fin de año el último reducto había sido liberado.

En Siria, atravesada por una multitud de facciones e intereses en una guerra civil que aún continúa, las operaciones tardaron un poco más pero en 2017 las SDF liberaron Raqqa, capital del "califto" en Siria, y el régimen sirio hizo lo mismo en Deir Ezzor.

Durante gran parte de 2018 el ISIS se atrincheró en un puñado de pueblos sobre el río Éufrates y en la frontera con Irak, mientras las SDF se recuperaban de los combates anteriores y "limpiaban" de yihadistas a los territorios liberados, y las fuerzas de Damasco giraban la atención a la provincia de Idlib, en manos de fuerzas opositoras y de una facción leal a Al Qaeda y muy cercana a la presencia de Turquía en el norte de Siria.

Pero hacia finales del año las tropas kurdas y la coalición reanudaron el empuje final sobre los últimos bastiones del ISIS, y en marzo de este año finalmente capturaron Al Baghouz, la última aldea.

¿Podrá volver entonces el ISIS a operar como un grupo insurgente y terrorista, como en los inicios de Al Qaeda en Irak?

Para Botta, y aunque la amenaza de esto es real, cabe destacar que tanto en los inicios del grupo como en el surgimiento del ISIS "no había nadie que reclamara ese control territorial, pero eso ya no existe ya que el estado sirio, los iraquíes y los kurdos se han fortalecido, por lo que será muy difícil".

Especialmente en Siria, la discusión parece ya haber mutado lejos del rol de ISIS en la problemática regional. "El fin del 'califato' va a ser un gran espaldarazo para el gobierno sirio. Pero el debate hoy para Siria es cómo volver a ser un país medianamente autónomo si se depende de la ayuda de Rusia, Irán y Turquía, y Damasco debe negociar con los israelíes y los kurdos", concluyó el analista argentino.

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