Un terremoto político sacude a Chicago

Dos mujeres negras se disputan en segunda vuelta la alcaldía de la tercera ciudad estadounidense. Un signo del fin de la vieja política y de advertencia para las pretensiones de reelección de Trump

Gustavo Sierra
Especial para Infobae America
Apuesta tu último dólar, perderás el blues".
Frank Sinatra cantaba el "himno" de Chicago. Una canción para la ciudad que competía con Nueva York y que era gobernada por la dinastía de los Daley. Richard J Daley, más conocido como el "alcalde eterno", gobernó la ciudad desde 1955 y por 21 años. Su hijo, Richard M., fue alcalde desde 1989 durante 22 años. La noche del martes, otro Daley, William M., ex ministro de las administraciones Clinton y Obama, intentó ser el tercero de la familia en quedarse con el asiento de "mayor" de la ciudad de los vientos. No lo logró. Era un candidato para un tiempo que ya no es. Y el cambio es profundo. El próximo alcalde de Chicago será una mujer negra. Competirán en una segunda vuelta dos afroamericanas, una de ellas abiertamente gay. Aquí, una vez más se evidenció la enorme brecha que hay en este país y el mismo fenómeno, aunque en reversa, que llevó a Donald Trump a la presidencia. Un país totalmente dividido, con ciudades progresistas y zonas del interior ultraconservadores, racistas y antinmigrantes. Una grieta profunda que separa a urbanos de rurales, blancos de negros, conservadores de liberales.


Y las dos candidatas que van a disputar la alcaldía el 2 de abril llegan en un momento muy especial para su comunidad. Muchos negros están abandonando sus barrios tradicionales porque no pueden pagar los alquileres o mantener sus casas y la creciente violencia. Pero todo esto está sostenido en una plataforma más compleja. Estados Unidos está experimentando un cambio profundo: un país cada vez más imprevisible, con menor movilidad social, jóvenes escépticos, epidemia de drogas legales (opioides recetados) e ilegales, con la mentira instalada en el discurso que emana desde la Casa Blanca. Una mezcla explosiva que aquí en Chicago estalló enterrando la vieja política y encumbrando a mujeres y negras. Michell Obama no abrió la boca, pero podría imaginarla esa noche de las elecciones saltando de alegría sobre la cama junto a sus hijas.

Lori Lightfoot, una madre gay de 56 años, con experiencia en la administración pública pero que nunca antes se había presentado a un cargo electoral, terminó al frente de un atestado pelotón de 14 candidatos, con apenas el 17,5% de los votos. Segunda aparece Toni Preckwinkle, líder del Partido Demócrata de la ciudad y jefa de la bancada en la legislatura, de 71 años, con gran experiencia política, forma parte de la expresión de los demócratas liberales, llegó en el segundo lugar con un 16% de los votos. Una de ellas será, en poco más de un mes, la sucesora del actual alcalde, Rahm Emanuel, un ex funcionario importante del gobierno de Bill Clinton que no quiso presentarse para un tercer mandato. El gran perdedor fue William Daley que había arrancado como el favorito para pasar al ballotage después de recaudar casi diez millones de dólares para la campaña. Muchos de sus amigos constructores que hicieron las contribuciones millonarias quedaron desolados.

"La gente está frustrada y ya no quiere alcaldes que gobiernen para el 1% más rico de la población. Esta ciudad nos pertenece a todos, no solo a las personas que viven en la Gold Coast (la zona más rica, a orilla del lago Michigan)", dijo al Chicago Tribune Sharon Fairley, ex fiscal federal y supervisor de la policía. "El mayor desafío al que se enfrenta el nuevo alcalde es generar un sentimiento de inclusión".

Lo paradójico es que este cambio profundo en la política de la tercera ciudad de Estados Unidos, con larga historia de corrupción y mafias, se da en un momento de cambio social de los afroamericanos. Todavía son mayoría, de acuerdo al último censo, el 32,4% de los 2,7 millones de chicagüenses (31,7% blancos y 28,9% hispanos). Pero en los últimos dos años hubo un éxodo importante de los barrios negros del norte de la ciudad. La zona de la Magnificent Mile, sobre la North Michigan Av., con sus elegantes 500 tiendas y boutiques, junto a la de los increíbles edificios que se levantan sobre el río Chicago que atraviesa la ciudad, están viviendo un boom económico. Miles de turistas caminan por estas áreas sin importarles demasiado los 10 grados bajo cero, la nieve o el viento devastador. Y gastan millones de dólares que mueven la economía chicagüense. Pero a unas pocas cuadras de allí hacia el sur y el oeste la vida ya no es tan glamorosa. La violencia de las pandillas, las miserables perspectivas de trabajo y el cierre de escuelas por falta de presupuesto están presionando a los negros de Chicago para que se muden. Muchos se están yendo hacia Texas. De las cinco ciudades más grandes del país, solo Chicago experimentó una disminución en su población en 2017, por tercer año consecutivo.

Bronzeville es la puerta de entrada de la zona de los residentes negros de Chicago. Es lo que hace 50 años se llamaba el "black belt" (cinturón negro). En esa área, se había instalado a fines del XIX una congregación de judíos ortodoxos pero se fueron desplazando a otros barrios con la llegada de cada vez más inmigrantes negros del sur y mexicanos. Fue cuando se formó la "villa de bronce", un término despectivo usado por los blancos basado en el color de piel de los residentes. Un siglo más tarde, se está dando el movimiento al revés. Los vecinos dicen que están cansados ​​de años de aumentos de impuestos y de tarifas. El transporte público de Chicago es bastante mejor que el de muchas de las grandes ciudades de la costa Este pero sigue siendo caro para los que trabajan en el Loop (centro) y tienen que hacer largos trayectos para llegar. Y el ancla que está echando al fondo a la ciudad es el quebrado sistema de pensiones de los trabajadores municipales. Tiene un déficit de 1.000 millones de dólares para los próximos cuatro años. La agencia de calificaciones Moody colocó a las acciones de Chicago en nivel "chatarra". La próxima alcalde tendrá que hacer magia o aumentar los impuestos.

El segundo problema más grave es el de la violencia. Si bien disminuyeron los crímenes y la estructura mafiosa de origen irlandés e italiano ya parece haber pasado de moda, Chicago es aún la primera ciudad con mayor cantidad de homicidios. En 2018 fueron 550, por encima de Nueva York y Los Ángeles. Todo esto combinado con un permanente exceso por parte de la policía blanca contra las minorías. El alcalde Emanuel estuvo jaqueado durante meses tras la muerte del adolescente negro, Laquan McDonald, por parte de un oficial de policía blanco, Jason Van Dyke, y la revelación de un video policial que mostraba al oficial disparando al adolescente 16 veces. Esto llevó a una serie de protestas que paralizaron la ciudad por días.

"El próximo alcalde va a tener que hacer algo para terminar con la forma en que tratan a las minorías en el departamento de policía. Si no termina con toda esa manga de racistas, las cosas no le van a ir bien en los barrios", advirtió Ja'Mal Green, un organizador comunitario de la zona sur de la ciudad, durante una entrevista con el canal local de noticias.

Las dos candidatas, Lori Lightfoot y Toni Preckwinkle, saben que el mayor desafió no será ganar las elecciones. Muchos ojos estarán sobre la que finalmente conduzca a Chicago. Forman parte de un intento más grande de renovación política como el que llevó a Alexandria Ocasio-Cortez al Congreso –la joven neoyorkina de origen puertorriqueño está siendo la sensación en la Cámara de Representantes y tuvo esta semana un papel clave en la audiencia con el ex abogado de Trump, Michael Cohen- y que va a ser clave en las elecciones presidenciales del próximo año.

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