Los euroescépticos empiezan a dar señales de apoyo a May para salvar el Brexit

La posibilidad de que el Parlamento vote posponer la salida de la UE y el respaldo de Corbyn a un nuevo referéndum suavizan las demandas de los antieuropeístas

Rafa de Miguel
Londres, El País
Durante más de dos años han controlado el debate y la agenda política de Reino Unido con el propósito de lograr un Brexit salvaje, pero los euroescépticos conservadores han comenzado a sentir el vértigo y a suavizar las formas, ante el riesgo de que el trofeo se les escape de las manos. La concesión de Theresa May a los proeuropeos de sus filas, al admitir una posible prórroga en la fecha de salida, y el respaldo oficial del laborismo a un nuevo referéndum, les ha empujado a ver con mejores ojos el acuerdo de retirada pactado con la UE.


Jacob Rees-Mogg, el ultracatólico líder del Grupo de Investigaciones Europeas (ERG), un “partido dentro del partido conservador” que ha condicionado cada paso de la errática estrategia de May, se ha prodigado este miércoles en los medios para sugerir que estaría dispuesto a conformarse con los arreglos negociados en los últimos días por la primera ministra con Bruselas. May busca desesperadamente algún tipo de compromiso con fuerza legal por parte de los líderes comunitarios que deje claro que el llamado backstop, la salvaguarda irlandesa impuesta por la UE, no se convertirá en un mecanismo sin final que retenga a Reino Unido por tiempo indefinido en la unión aduanera.

Busca, con la ayuda de su abogado general del Estado, Geoffrey Cox, algún artefacto legal que deje claro que el backstop tendrá una duración breve y limitada. Confía así en convencer a los euroescépticos, que ven en ese mecanismo una trampa diabólica que esconde el propósito de retener a Reino Unido en las instituciones comunitarias. “Me puedo conformar con una retirada de facto de la salvaguarda irlandesa, aunque no sea una retirada de iure”, ha admitido este miércoles Rees-Mogg en la cadena de noticias Sky News. Bajo la jerga jurídica de un político que acostumbra a camuflar su estrategia en un lenguaje pomposo, el líder del ERG sugería por vez primera que la facción que lidera no está dispuesta a llegar tan lejos como para poner en riesgo su objetivo vital: la salida de Reino Unido de la UE. “Si se trata finalmente de un mero apéndice al tratado —y no debemos olvidar que el backstop es en sí mismo un apéndice al tratado—, en el que se estableciera que esa disposición tendría un tiempo limitado y breve, el resultado sería acabar con la amenaza de la salvaguarda irlandesa antes de que terminara esta legislatura. Y eso, según mi punto de vista, sería un resultado razonable”, dijo.

En un enredo político como el Brexit, en el que cada matiz o sutileza hay que tomarlo, según la propia expresión británica, “con un pellizco de sal”, que el líder más relevante de los euroescépticos ya no exija tajantemente la eliminación del backstop —la clave de la discordia en todo este drama— del acuerdo de retirada y se conforme con un protocolo anexo de cuestionable fuerza legal, revela que algo está cambiando en el equilibrio de fuerzas en Westminster.
‘Sine die’

Las razones para que esto ocurra son fundamentalmente dos: por primera vez en todo este tiempo, May no ha cedido ante las exigencias del ala dura de su partido, sino ante las amenazas de rebelión de sus diputados más moderados y proeuropeos. La primera ministra ha admitido, aunque a regañadientes, la posibilidad de prorrogar la fecha de salida, prevista para el 29 de marzo, si no consigue el respaldo de la Cámara a su plan del Brexit el próximo 12 de marzo. Y el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, ha abandonado finalmente la ambigüedad de los últimos meses para respaldar de un modo oficial la posibilidad de un nuevo referéndum.

En apenas 48 horas, los euroescépticos han sentido que se movía la tierra bajo sus pies. En primer lugar, porque sospechan que cualquier retraso en la fecha del Brexit se pueda convertir en un nuevo esfuerzo por aplazarlo sine die —“un error político de extrema gravedad”, ha advertido Rees-Mogg tras conocer el compromiso de May—. Y en segundo lugar, porque la posibilidad que hasta ahora se tomaban a broma, que se comience a construir en el Parlamento una mayoría a favor de una nueva consulta ciudadana, podría dar al traste, según las últimas encuestas, con el objetivo que llevan décadas persiguiendo desde que en los noventa asumieron con orgullo el calificativo que les dedicó el ex primer ministro, John Major, al referirse a ellos como “ese grupo de bastardos”.

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