Quiénes son los kurdos, qué buscan y por qué están al borde de una nueva derrota
Son más de 30 millones de personas, pero no tienen soberanía sobre ningún territorio y constituyen la nación sin Estado más grande del mundo. Muchos viven en Siria, donde combatieron a ISIS y ganaron numerosos espacios. Pero la retirada de Estados Unidos los dejó a merced de Turquía, su peor enemigo
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Kurdistán es una región de Medio Oriente no delimitada explícitamente. Abarca entre 300.000 y 400.000 kilómetros cuadrados, repartidos entre Turquía, Irak, Irán y Siria. Lo que la distingue es que es el territorio en el que siempre estuvieron asentados los kurdos.
Este grupo étnico tiene muchas peculiaridades. Sus raíces culturales e históricas son muy cercanas a las iraníes, pero tienen su propio idioma. Si bien son musulmanes, la rama mayoritaria es el islam suní, no el chií.
Pero lo que verdaderamente los diferencia de otras comunidades es su eterna lucha por la soberanía territorial. A pesar de ser más de 30 millones según estimaciones conservadoras, nunca pudieron construir un estado —al menos no por un período lo suficientemente prolongado—.
Tener una identidad muy fuerte, con el anhelo siempre latente de erigir su propio país, los convirtió en una amenaza para las naciones que los albergaron. Por eso fueron continuamente segregados.
Se calcula que más de la mitad de los kurdos —al menos 18 millones— viven en Turquía, donde son la principal minoría étnica. Eso explica que la relación con el poder central sea ahí mucho más conflictiva que en cualquier otra parte.
En 1978 se fundó en el país el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), un sector radicalizado que apeló a la lucha armada y al terrorismo para lograr la independencia. Aunque su actividad disminuyó en los últimos años, aún sigue vigente, y la necesidad de combatirlo le da la excusa perfecta a Ankara para aplastar cualquier reclamo kurdo, por más que sea pacífico.
La guerra que se desató en Siria hace nueve años representó al mismo tiempo una amenaza y una oportunidad para este pueblo. En su apogeo, el Estado Islámico se propuso exterminarlo y asesinó a varios miles. Pero su capacidad para organizarse y resistir, y el apoyo logístico de las potencias occidentales, que lo eligieron para ser su brazo armado en la lucha contra ISIS, le permitió ganar espacios inéditos en el nordeste sirio.
Meses atrás, la posibilidad de consolidar allí una región autónoma dentro de Siria no parecía descabellada. Pero la reducción de ISIS a su mínima expresión cambió el escenario.
Turquía comenzó a involucrarse cada vez más en el conflicto, preocupada por el avance kurdo en su frontera sur. La decisión de Donald Trump de retirar las tropas estadounidenses le liberó el camino para arremeter contra ellos, que se sienten abandonados por Occidente.
El desenlace del conflicto es aún incierto, pero la nación sin estado más grande del mundo teme que culmine en una nueva derrota. O peor, en una tragedia.
La eterna lucha de los kurdos
Los kurdos pasaron buena parte de su historia divididos en distintos principados, que muchas veces no mantenían relaciones del todo amistosas entre sí. Durante algunos siglos fueron objeto de disputa entre Irán y el Imperio Otomano, hasta que éste se convirtió en la potencia hegemónica de la región.
Esas comunidades gozaron por mucho tiempo de una autonomía considerable, pero en el siglo XIX Estambul inició una política de centralización que les quitó recursos y atribuciones. En 1847 hubo un importante levantamiento liderado por un emir kurdo contra los otomanos. Aunque fue sofocado, sirvió de antecedente para otros que vinieron después y prendió la mecha del nacionalismo kurdo.
Tras la Primera Guerra Mundial y la disolución del imperio, el gobierno de los Jóvenes Turcos llevó adelante una política de secularización radical y persecución de las minorías. Los kurdos fueron blanco de una limpieza étnica, que si bien no es comparable a la que sufrieron los armenios, tuvo cientos de miles de víctimas entre muertos y desplazados.
En los años siguientes surgieron algunos intentos de crear estados kurdos independientes, pero ninguno fue exitoso. El primero fue el Reino de Kurdistán, instaurado en 1922 en lo que hoy es Irak, que en ese momento era el Mandato Británico de Mesopotamia. Duró hasta 1924, cuando el Reino Unido lo aplastó.
En 1927 una rebelión en el sudeste de Turquía terminó con la proclamación de la República Kurda de Ararat, que fue vencida tres años después por el Ejército turco. En 1947, colectivos kurdos en Irán fundaron la República de Mahabad, también conocida como República de Kurdistán, que duró apenas unos meses.
Después de eso no se registraron intentos similares, al menos no en esa escala. Los derechos y las condiciones de vida de los kurdos fueron oscilando en los distintos países en los que tuvieron presencia. Y la insurrección volvió al centro de la escena en los 70 y 80 en Turquía, durante el apogeo del PKK.
Los kurdos en Siria
Hasta 2011 había 1.6 millón de kurdos viviendo en Siria, lo suficiente para ser la principal minoría étnica. Representaban cerca del 9% de la población, y la mayor parte estaba concentrada en el norte y en el nordeste.
La discriminación y la segregación eran más o menos sistemáticas. En diferentes regiones se les prohibía hablar en su idioma e incluso registrar a sus hijos con sus nombres. A muchos se les negó la nacionalidad siria, lo cual los convirtió en apátridas: sin acceso a derechos sociales y sin siquiera la posibilidad de salir del país.
"Antes de la revuelta de 2011, los kurdos en Siria eran personas olvidadas. Durante las décadas de 1960 y 1970, sufrieron diversas políticas estatales destinadas a su asimilación. A partir de los 80, el estado sirio apoyó a algunos partidos políticos kurdos, como el PKK, que había buscado refugio en el país. Pero, a pesar de esa alianza contra Turquía, siguieron siendo considerados un grupo marginal en el campo político y social sirio", explicó Jordi Tejel, historiador de Medio Oriente de la Universidad de Neuchâtel, Suiza, consultado por Infobae.
Antes de la revuelta de 2011, los kurdos en Siria eran personas olvidadas
Paradójicamente, la devastación causada en Siria por la guerra civil que siguió a las protestas contra el régimen de Bashar al Assad, y luego por el Estado Islámico, les dio a los kurdos una oportunidad impensada para mejorar su situación. Con el correr del tiempo, se convirtieron en una de las principales fuerzas de oposición a ISIS.
"El conflicto cambió marcadamente su estatus en Siria. Transformó a esta minoría históricamente oprimida e invisible en un actor geopolítico. La guerra civil e internacional creó el espacio para la movilización de los kurdos, y permitió que la atención internacional se posara sobre ellos por el rol crucial que jugaron en el enfrentamiento contra ISIS, por su orientación secular y por la visibilidad de las mujeres en la guerra", dijo a Infobae Idris Ahmedi, profesor de ciencia política de la Universidad de Karlstad, Suecia.
Sus principales organizaciones armadas son las Unidades de Protección Popular (YPG) y las Unidades Femeninas de Protección (YPJ). Desde 2015 comenzaron a contar con el apoyo explícito de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, que necesitaba un grupo local no islamista para llevar a cabo la lucha contra el Estado Islámico en el terreno.
"Los kurdos sirios y los nacionalistas kurdos en el país estaban divididos en sus aspiraciones. Probablemente, sólo la mitad o menos apoyaba a la izquierda idealista del PYD (partido que fundó a las YPG). El resto adhería a partidos democráticos, centristas o conservadores. Muchos de ellos tenían simpatía por la oposición árabe a Al Assad e inicialmente se unieron a la oposición. Pero, cuando estalló el conflictos sólo el PYD tenía una milicia (las YPG). Bajo las condiciones del enfrentamiento, este grupo se volvió dominante y pasó a ser visto como representativo de las aspiraciones de todos los kurdos sirios", sostuvo Michael Wuthrich, profesor de ciencia política global y estudios internacionales de la Universidad de Kansas, en diálogo con Infobae.
En octubre de 2015, las YPG y las YPJ formaron las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), en coalición con otras guerrillas árabes. Tras varios triunfos, declararon al norte de Siria como una entidad federativa autónoma, Rojava. En un primer momento, el gobierno sirio rechazó la proclama, pero luego se mostró dispuesto a negociar.
"En mayo de 2017, la administración Trump decidió reabastecer a las milicias kurdas con el objetivo de acelerar las operaciones por la liberación de Raqqa. El presidente turco Recep Erdogan trató de evitar que los kurdos conquisten la que era considerada la capital de ISIS en Siria, pero el deseo de Washington parecía claro: Raqqa tenía que ser liberada por los kurdos, que debían consolidar definitivamente su presencia y autoridad en Rojava", dijo a Infobae Guido Massimo Dell'Omo, especialista en relaciones internacionales de la Universidad LUISS Guido Carli.
El conflicto cambió marcadamente su estatus en Siria. Transformó a esta minoría históricamente oprimida e invisible en un actor geopolítico
Los kurdos tienen actualmente en su poder cerca del 30% del territorio sirio, aunque es la parte más deshabitada y menos productiva. Bajo su órbita, además de Raqqa, están las ciudades de Qamishli y Hasakah.
"No obstante —dijo Ahmedi—, así como la guerra civil, con lo trágica y brutal que fue, tuvo un impacto tan fuerte para los kurdos, su finalización los privará de sus ganancias. Por consideraciones militares y estratégicas, Al Assad había retirado a sus tropas del territorio kurdo al comienzo de la guerra, para evitar luchar en múltiples frentes. Como la supervivencia de su régimen está casi garantizada, y sus patrocinadores internacionales, que son Rusia e Irán, apoyan la democracia siria, los kurdos no sólo van a carecer de estatus político en el futuro: van a ser blanco de ataques de fuerzas sirias una vez que el Gobierno considere que se desvanecieron las amenazas de los grupos rebeldes suníes que quedan".
Turquía, siempre al acecho
"Turquía ve los logros kurdos en Siria como una amenaza y va a hacer todo lo que esté a su alcance para socavarlos y destruirlos —continuó Ahmedi—. Es probable que combine ataques aéreos con la fuerza en el terreno de grupos rebeldes suníes aliados".
Ankara, que venía participando de forma indirecta en el conflicto, resolvió intervenir militarmente ante el avance sostenido de los kurdos. Temiendo un eventual efecto contagio en el sur del país, Erdogan lanzó hace un año la Operación Rama de Olivo, con el objetivo de expulsar a las FDS de Siria.
"El 18 de marzo de 2018, las fuerzas turcas, en conjunto con grupos rebeldes, tomaron el control de Afrin, masacrando a 1.500 kurdos y prendiendo fuego la ciudad. El 24 de marzo recibimos la noticia de la retirada de las milicias del PKK de la ciudad de Sinjar, en Irak, para evitar una intervención militar turca en el área. El 27 de marzo Washington despejó cualquier duda sobre su posición respecto de las acciones de Erdogan. El entonces secretario de Defensa James Mattis dijo que 'Estados Unidos está codo a codo con Turquía en su lucha contra el PKK'", contó Dell'Omo.
Las tropas turcas lograron arrebatarles varios municipios a los kurdos y así se convirtieron en otro actor clave de la trama siria. La decisión anunciada el 19 de diciembre pasado por Donald Trump de retirar 2.000 soldados estadounidenses de Siria parece despejarles el camino.
"Durante estos años —dijo Dell'Omo—, Estados Unidos trató de encontrar un balance entre su relación con Turquía (del que es socio en la OTAN) y su vínculo con los kurdos. Los combatientes de las YPG se volvieron famosos en todo el mundo por su coraje en el combate contra ISIS, pero no tienen el peso político y militar, ni la importancia que podría permitirles tener voz en el expediente crucial de la región. Turquía es un aliado al que Estados Unidos puede provocar, pero no puede abandonar de una manera que podría dejarlo en las manos de Irán y de Rusia".
Una muestra del delicado equilibrio que intenta ejercitar Washington es todo lo que sucedió después del anuncio. Ante las críticas casi unánimes por parte de republicanos y de demócratas, de altos mandos militares y de socios internacionales, el gobierno de Trump dio señales de que podría demorar la concreción del repliegue de tropas.
Los kurdos van a ser blanco de ataques de fuerzas sirias una vez que el Gobierno considere que se desvanecieron las amenazas
Esta semana, el secretario de Estado Mike Pompeo habló en una entrevista de la "importancia de evitar que los turcos masacren a los kurdos". Pero no está claro cómo pretende lograrlo.
"La decisión de Estados Unidos de dejar Siria crea un gran riesgo para las YPG. Turquía está empeñada en reducir la importancia de esa organización. Con los ojos del mundo mirando, sabe que no puede atacar ciegamente a los kurdos per se, pero encontrará alguna justificación para ir contra las YPG. Ciertamente, el escenario de Afrin podría repetirse. De todos modos, Ankara tiene mucha presión interna y externa para jugar su mano con cuidado. Puede que haya una acción militar, pero probablemente sea estratégica y dirigida", concluyó Wuthrich.
Darío Mizrahi
dmizrahi@infobae.com
Kurdistán es una región de Medio Oriente no delimitada explícitamente. Abarca entre 300.000 y 400.000 kilómetros cuadrados, repartidos entre Turquía, Irak, Irán y Siria. Lo que la distingue es que es el territorio en el que siempre estuvieron asentados los kurdos.
Este grupo étnico tiene muchas peculiaridades. Sus raíces culturales e históricas son muy cercanas a las iraníes, pero tienen su propio idioma. Si bien son musulmanes, la rama mayoritaria es el islam suní, no el chií.
Pero lo que verdaderamente los diferencia de otras comunidades es su eterna lucha por la soberanía territorial. A pesar de ser más de 30 millones según estimaciones conservadoras, nunca pudieron construir un estado —al menos no por un período lo suficientemente prolongado—.
Tener una identidad muy fuerte, con el anhelo siempre latente de erigir su propio país, los convirtió en una amenaza para las naciones que los albergaron. Por eso fueron continuamente segregados.
Se calcula que más de la mitad de los kurdos —al menos 18 millones— viven en Turquía, donde son la principal minoría étnica. Eso explica que la relación con el poder central sea ahí mucho más conflictiva que en cualquier otra parte.
En 1978 se fundó en el país el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), un sector radicalizado que apeló a la lucha armada y al terrorismo para lograr la independencia. Aunque su actividad disminuyó en los últimos años, aún sigue vigente, y la necesidad de combatirlo le da la excusa perfecta a Ankara para aplastar cualquier reclamo kurdo, por más que sea pacífico.
La guerra que se desató en Siria hace nueve años representó al mismo tiempo una amenaza y una oportunidad para este pueblo. En su apogeo, el Estado Islámico se propuso exterminarlo y asesinó a varios miles. Pero su capacidad para organizarse y resistir, y el apoyo logístico de las potencias occidentales, que lo eligieron para ser su brazo armado en la lucha contra ISIS, le permitió ganar espacios inéditos en el nordeste sirio.
Meses atrás, la posibilidad de consolidar allí una región autónoma dentro de Siria no parecía descabellada. Pero la reducción de ISIS a su mínima expresión cambió el escenario.
Turquía comenzó a involucrarse cada vez más en el conflicto, preocupada por el avance kurdo en su frontera sur. La decisión de Donald Trump de retirar las tropas estadounidenses le liberó el camino para arremeter contra ellos, que se sienten abandonados por Occidente.
El desenlace del conflicto es aún incierto, pero la nación sin estado más grande del mundo teme que culmine en una nueva derrota. O peor, en una tragedia.
La eterna lucha de los kurdos
Los kurdos pasaron buena parte de su historia divididos en distintos principados, que muchas veces no mantenían relaciones del todo amistosas entre sí. Durante algunos siglos fueron objeto de disputa entre Irán y el Imperio Otomano, hasta que éste se convirtió en la potencia hegemónica de la región.
Esas comunidades gozaron por mucho tiempo de una autonomía considerable, pero en el siglo XIX Estambul inició una política de centralización que les quitó recursos y atribuciones. En 1847 hubo un importante levantamiento liderado por un emir kurdo contra los otomanos. Aunque fue sofocado, sirvió de antecedente para otros que vinieron después y prendió la mecha del nacionalismo kurdo.
Tras la Primera Guerra Mundial y la disolución del imperio, el gobierno de los Jóvenes Turcos llevó adelante una política de secularización radical y persecución de las minorías. Los kurdos fueron blanco de una limpieza étnica, que si bien no es comparable a la que sufrieron los armenios, tuvo cientos de miles de víctimas entre muertos y desplazados.
En los años siguientes surgieron algunos intentos de crear estados kurdos independientes, pero ninguno fue exitoso. El primero fue el Reino de Kurdistán, instaurado en 1922 en lo que hoy es Irak, que en ese momento era el Mandato Británico de Mesopotamia. Duró hasta 1924, cuando el Reino Unido lo aplastó.
En 1927 una rebelión en el sudeste de Turquía terminó con la proclamación de la República Kurda de Ararat, que fue vencida tres años después por el Ejército turco. En 1947, colectivos kurdos en Irán fundaron la República de Mahabad, también conocida como República de Kurdistán, que duró apenas unos meses.
Después de eso no se registraron intentos similares, al menos no en esa escala. Los derechos y las condiciones de vida de los kurdos fueron oscilando en los distintos países en los que tuvieron presencia. Y la insurrección volvió al centro de la escena en los 70 y 80 en Turquía, durante el apogeo del PKK.
Los kurdos en Siria
Hasta 2011 había 1.6 millón de kurdos viviendo en Siria, lo suficiente para ser la principal minoría étnica. Representaban cerca del 9% de la población, y la mayor parte estaba concentrada en el norte y en el nordeste.
La discriminación y la segregación eran más o menos sistemáticas. En diferentes regiones se les prohibía hablar en su idioma e incluso registrar a sus hijos con sus nombres. A muchos se les negó la nacionalidad siria, lo cual los convirtió en apátridas: sin acceso a derechos sociales y sin siquiera la posibilidad de salir del país.
"Antes de la revuelta de 2011, los kurdos en Siria eran personas olvidadas. Durante las décadas de 1960 y 1970, sufrieron diversas políticas estatales destinadas a su asimilación. A partir de los 80, el estado sirio apoyó a algunos partidos políticos kurdos, como el PKK, que había buscado refugio en el país. Pero, a pesar de esa alianza contra Turquía, siguieron siendo considerados un grupo marginal en el campo político y social sirio", explicó Jordi Tejel, historiador de Medio Oriente de la Universidad de Neuchâtel, Suiza, consultado por Infobae.
Antes de la revuelta de 2011, los kurdos en Siria eran personas olvidadas
Paradójicamente, la devastación causada en Siria por la guerra civil que siguió a las protestas contra el régimen de Bashar al Assad, y luego por el Estado Islámico, les dio a los kurdos una oportunidad impensada para mejorar su situación. Con el correr del tiempo, se convirtieron en una de las principales fuerzas de oposición a ISIS.
"El conflicto cambió marcadamente su estatus en Siria. Transformó a esta minoría históricamente oprimida e invisible en un actor geopolítico. La guerra civil e internacional creó el espacio para la movilización de los kurdos, y permitió que la atención internacional se posara sobre ellos por el rol crucial que jugaron en el enfrentamiento contra ISIS, por su orientación secular y por la visibilidad de las mujeres en la guerra", dijo a Infobae Idris Ahmedi, profesor de ciencia política de la Universidad de Karlstad, Suecia.
Sus principales organizaciones armadas son las Unidades de Protección Popular (YPG) y las Unidades Femeninas de Protección (YPJ). Desde 2015 comenzaron a contar con el apoyo explícito de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, que necesitaba un grupo local no islamista para llevar a cabo la lucha contra el Estado Islámico en el terreno.
"Los kurdos sirios y los nacionalistas kurdos en el país estaban divididos en sus aspiraciones. Probablemente, sólo la mitad o menos apoyaba a la izquierda idealista del PYD (partido que fundó a las YPG). El resto adhería a partidos democráticos, centristas o conservadores. Muchos de ellos tenían simpatía por la oposición árabe a Al Assad e inicialmente se unieron a la oposición. Pero, cuando estalló el conflictos sólo el PYD tenía una milicia (las YPG). Bajo las condiciones del enfrentamiento, este grupo se volvió dominante y pasó a ser visto como representativo de las aspiraciones de todos los kurdos sirios", sostuvo Michael Wuthrich, profesor de ciencia política global y estudios internacionales de la Universidad de Kansas, en diálogo con Infobae.
En octubre de 2015, las YPG y las YPJ formaron las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), en coalición con otras guerrillas árabes. Tras varios triunfos, declararon al norte de Siria como una entidad federativa autónoma, Rojava. En un primer momento, el gobierno sirio rechazó la proclama, pero luego se mostró dispuesto a negociar.
"En mayo de 2017, la administración Trump decidió reabastecer a las milicias kurdas con el objetivo de acelerar las operaciones por la liberación de Raqqa. El presidente turco Recep Erdogan trató de evitar que los kurdos conquisten la que era considerada la capital de ISIS en Siria, pero el deseo de Washington parecía claro: Raqqa tenía que ser liberada por los kurdos, que debían consolidar definitivamente su presencia y autoridad en Rojava", dijo a Infobae Guido Massimo Dell'Omo, especialista en relaciones internacionales de la Universidad LUISS Guido Carli.
El conflicto cambió marcadamente su estatus en Siria. Transformó a esta minoría históricamente oprimida e invisible en un actor geopolítico
Los kurdos tienen actualmente en su poder cerca del 30% del territorio sirio, aunque es la parte más deshabitada y menos productiva. Bajo su órbita, además de Raqqa, están las ciudades de Qamishli y Hasakah.
"No obstante —dijo Ahmedi—, así como la guerra civil, con lo trágica y brutal que fue, tuvo un impacto tan fuerte para los kurdos, su finalización los privará de sus ganancias. Por consideraciones militares y estratégicas, Al Assad había retirado a sus tropas del territorio kurdo al comienzo de la guerra, para evitar luchar en múltiples frentes. Como la supervivencia de su régimen está casi garantizada, y sus patrocinadores internacionales, que son Rusia e Irán, apoyan la democracia siria, los kurdos no sólo van a carecer de estatus político en el futuro: van a ser blanco de ataques de fuerzas sirias una vez que el Gobierno considere que se desvanecieron las amenazas de los grupos rebeldes suníes que quedan".
Turquía, siempre al acecho
"Turquía ve los logros kurdos en Siria como una amenaza y va a hacer todo lo que esté a su alcance para socavarlos y destruirlos —continuó Ahmedi—. Es probable que combine ataques aéreos con la fuerza en el terreno de grupos rebeldes suníes aliados".
Ankara, que venía participando de forma indirecta en el conflicto, resolvió intervenir militarmente ante el avance sostenido de los kurdos. Temiendo un eventual efecto contagio en el sur del país, Erdogan lanzó hace un año la Operación Rama de Olivo, con el objetivo de expulsar a las FDS de Siria.
"El 18 de marzo de 2018, las fuerzas turcas, en conjunto con grupos rebeldes, tomaron el control de Afrin, masacrando a 1.500 kurdos y prendiendo fuego la ciudad. El 24 de marzo recibimos la noticia de la retirada de las milicias del PKK de la ciudad de Sinjar, en Irak, para evitar una intervención militar turca en el área. El 27 de marzo Washington despejó cualquier duda sobre su posición respecto de las acciones de Erdogan. El entonces secretario de Defensa James Mattis dijo que 'Estados Unidos está codo a codo con Turquía en su lucha contra el PKK'", contó Dell'Omo.
Las tropas turcas lograron arrebatarles varios municipios a los kurdos y así se convirtieron en otro actor clave de la trama siria. La decisión anunciada el 19 de diciembre pasado por Donald Trump de retirar 2.000 soldados estadounidenses de Siria parece despejarles el camino.
"Durante estos años —dijo Dell'Omo—, Estados Unidos trató de encontrar un balance entre su relación con Turquía (del que es socio en la OTAN) y su vínculo con los kurdos. Los combatientes de las YPG se volvieron famosos en todo el mundo por su coraje en el combate contra ISIS, pero no tienen el peso político y militar, ni la importancia que podría permitirles tener voz en el expediente crucial de la región. Turquía es un aliado al que Estados Unidos puede provocar, pero no puede abandonar de una manera que podría dejarlo en las manos de Irán y de Rusia".
Una muestra del delicado equilibrio que intenta ejercitar Washington es todo lo que sucedió después del anuncio. Ante las críticas casi unánimes por parte de republicanos y de demócratas, de altos mandos militares y de socios internacionales, el gobierno de Trump dio señales de que podría demorar la concreción del repliegue de tropas.
Los kurdos van a ser blanco de ataques de fuerzas sirias una vez que el Gobierno considere que se desvanecieron las amenazas
Esta semana, el secretario de Estado Mike Pompeo habló en una entrevista de la "importancia de evitar que los turcos masacren a los kurdos". Pero no está claro cómo pretende lograrlo.
"La decisión de Estados Unidos de dejar Siria crea un gran riesgo para las YPG. Turquía está empeñada en reducir la importancia de esa organización. Con los ojos del mundo mirando, sabe que no puede atacar ciegamente a los kurdos per se, pero encontrará alguna justificación para ir contra las YPG. Ciertamente, el escenario de Afrin podría repetirse. De todos modos, Ankara tiene mucha presión interna y externa para jugar su mano con cuidado. Puede que haya una acción militar, pero probablemente sea estratégica y dirigida", concluyó Wuthrich.