Maduro desafía a Occidente aferrado a China y Rusia y busca el apoyo de México
El presidente venezolano inicia un segundo mandato rechazado por las principales instancias internacionales
Francesco Manetto
Caracas, El País
Seis años más. Nicolás Maduro asumió formalmente este jueves el cargo de presidente de Venezuela hasta 2025. La toma de posesión ante el Tribunal Supremo se convirtió en un mensaje al mundo para tratar de rebatir el amplísimo rechazo internacional a su gestión. El mandatario defendió la legitimidad de su segundo mandato en un país postrado por una catástrofe económica y la deriva del chavismo. Lo hizo desafiando a Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de los Gobiernos de la región, que no reconocen la validez de las últimas elecciones presidenciales, y aferrándose al apoyo de China, Rusia, Turquía, en busca del de México.
“El mundo es más grande que el imperio estadounidense y sus satélites. Aquí está presente ese mundo”, afirmó Maduro al dirigirse a las cerca de 50 delegaciones internacionales que viajaron a Caracas para asistir al acto. Le escuchaban, entre otros, el vicepresidente de Turquía, Fuat Oktay; el ministro chino de Agricultura, Han Changfu y el vicepresidente de la Cámara alta rusa, Ilyas Umakhanov. Al respaldo político y comercial de esos países se suma la cercanía ideológica de cuatro mandatarios latinoamericanos que ayer aplaudieron su discurso: el boliviano Evo Morales, el cubano Miguel Díaz-Canel, el salvadoreño Salvador Sánchez Cerén y Daniel Ortega, responsable de la deriva autoritaria de Nicaragua.
Maduro inauguró el nuevo período sin la presencia de ninguna representación de Estados Unidos, de la Unión Europea y de los países vecinos. Sin embargo, Quiso exhibir el apoyo de Andrés Manuel López Obrador y hasta lanzó un “que viva México” para agradecer que hace una semana rechazara las sanciones anunciadas por llamado Grupo de Lima, una alianza regional formada entre otros por Colombia, Argentina, Canadá, Chile o Perú. El presidente venezolano, cuya presencia en la toma de posesión de López Obrador hace un mes estuvo envuelta en polémica, quiso hacer ese guiño pese a que el Gobierno mexicano solo enviara al acto al encargado de negocios de la embajada.
Trataba, en definitiva, de demostrar que no está solo. “Ya ha surgido un nuevo mundo que se niega a someterse a los dictados imperiales y hegemónicos de una sola nación y sus países satélites. El pueblo ha decidido ser libre, independiente, antiimperialista al costo que sea”, enfatizó. Este mensaje etuvo acompañado de las acusaciones habituales revestidas de la retórica del enemigo exterior. “En Europa nos ven con buenos ojos los pueblos, los movimientos sociales, los chalecos amarillos”, dijo al hablar de una supuesta “ola de inversionistas europeos”. Pero agregó una amenaza: “Respeta a Venezuela, Unión Europea, o la historia te lo cobrará más temprano que tarde, vieja oligarquía europea”. Maduro volvió a poner en la lista de enemigos a la Administración de Donald Trump, al nuevo presidente brasileño, el ultraconservador Jaïr Bolsonaro, y a Iván Duque, mandatario de Colombia. En el país vecino se han instalado más de un millón de venezolanos de los tres que, según Naciones Unidas, han iniciado un éxodo sin precedentes en América Latina.
Mientras el mandatario venezolano hablaba, la Organización de los Estados Americanos (OEA), decidió, con 19 votos a favor, 6 en contra y 8 abstenciones, “no reconocer la legitimidad del período del régimen de Nicolás Maduro a partir del 10 de enero de 2019”. “El pueblo de Venezuela no está solo, seguimos trabajando para recuperar la democracia, los derechos y libertades de todos”, señaló el secretario general del organismo, Luis Almagro. Las principales instancias internacionales emitieron pronunciamientos parecidos, empezando por Estados Unidos.
No obstante, en medio de los ataques, el mandatario venezolano también pidió “la comprensión de la comunidad internacional” y ofreció su versión de lo ocurrido a partir de 2017, cuando la crisis institucional llegó a un punto insostenible con la anulación de la Asamblea Nacional de mayoría opositora y la convocatoria de una Constituyente en la que no tienen representación las voces críticas con el oficialismo. Esa fue precisamente la razón por la que la investidura se celebró ante el Tribunal Supremo en lugar que en la Asamblea Nacional como establece la Constitución. Porque el Parlamento fue declarado en desacato y es inexistente para el Gobierno.
Maduro esgrimió una ristra de palabras amables para defenderse. “Paz”, “diálogo” y, en repetidas ocasiones, “democracia”, a la que agregó calificativos como “protagónica”, “participativa” o “en construcción”. Los últimos procesos electorales y la vida cotidiana de millones de venezolanos, cuando se cumplen 20 años de la primera victoria de Chávez, demuestran en cambio el grave deterioro de los derechos y las condiciones de vida en el país. Los comicios que sostienen este segundo mandato, celebrados el pasado mes de mayo, se celebraron sin la participación de las principales fuerzas opositoras —ahora desactivadas, sin liderazgo claro o ilegalizadas— y ya entonces fueron cuestionados por carecer de garantías, reglas del juego claras y observación internacional independiente. El presidente culpó abiertamente a Estados Unidos de un intento de boicotear esas elecciones, que registraron una abstención histórica de más del 50% de los votos.
“Tenemos una guerra económica en la calle. El próximo lunes estaré anunciando un grupo de acciones económicas”, insistió para justificar la escasez y la miseria. Mientras tanto, millones de venezolanos tienen que lidiar con una hiperinflación desbocada y un salario mínimo que apenas ronda los cinco dólares mensuales.
Francesco Manetto
Caracas, El País
Seis años más. Nicolás Maduro asumió formalmente este jueves el cargo de presidente de Venezuela hasta 2025. La toma de posesión ante el Tribunal Supremo se convirtió en un mensaje al mundo para tratar de rebatir el amplísimo rechazo internacional a su gestión. El mandatario defendió la legitimidad de su segundo mandato en un país postrado por una catástrofe económica y la deriva del chavismo. Lo hizo desafiando a Estados Unidos, la Unión Europea y la mayoría de los Gobiernos de la región, que no reconocen la validez de las últimas elecciones presidenciales, y aferrándose al apoyo de China, Rusia, Turquía, en busca del de México.
“El mundo es más grande que el imperio estadounidense y sus satélites. Aquí está presente ese mundo”, afirmó Maduro al dirigirse a las cerca de 50 delegaciones internacionales que viajaron a Caracas para asistir al acto. Le escuchaban, entre otros, el vicepresidente de Turquía, Fuat Oktay; el ministro chino de Agricultura, Han Changfu y el vicepresidente de la Cámara alta rusa, Ilyas Umakhanov. Al respaldo político y comercial de esos países se suma la cercanía ideológica de cuatro mandatarios latinoamericanos que ayer aplaudieron su discurso: el boliviano Evo Morales, el cubano Miguel Díaz-Canel, el salvadoreño Salvador Sánchez Cerén y Daniel Ortega, responsable de la deriva autoritaria de Nicaragua.
Maduro inauguró el nuevo período sin la presencia de ninguna representación de Estados Unidos, de la Unión Europea y de los países vecinos. Sin embargo, Quiso exhibir el apoyo de Andrés Manuel López Obrador y hasta lanzó un “que viva México” para agradecer que hace una semana rechazara las sanciones anunciadas por llamado Grupo de Lima, una alianza regional formada entre otros por Colombia, Argentina, Canadá, Chile o Perú. El presidente venezolano, cuya presencia en la toma de posesión de López Obrador hace un mes estuvo envuelta en polémica, quiso hacer ese guiño pese a que el Gobierno mexicano solo enviara al acto al encargado de negocios de la embajada.
Trataba, en definitiva, de demostrar que no está solo. “Ya ha surgido un nuevo mundo que se niega a someterse a los dictados imperiales y hegemónicos de una sola nación y sus países satélites. El pueblo ha decidido ser libre, independiente, antiimperialista al costo que sea”, enfatizó. Este mensaje etuvo acompañado de las acusaciones habituales revestidas de la retórica del enemigo exterior. “En Europa nos ven con buenos ojos los pueblos, los movimientos sociales, los chalecos amarillos”, dijo al hablar de una supuesta “ola de inversionistas europeos”. Pero agregó una amenaza: “Respeta a Venezuela, Unión Europea, o la historia te lo cobrará más temprano que tarde, vieja oligarquía europea”. Maduro volvió a poner en la lista de enemigos a la Administración de Donald Trump, al nuevo presidente brasileño, el ultraconservador Jaïr Bolsonaro, y a Iván Duque, mandatario de Colombia. En el país vecino se han instalado más de un millón de venezolanos de los tres que, según Naciones Unidas, han iniciado un éxodo sin precedentes en América Latina.
Mientras el mandatario venezolano hablaba, la Organización de los Estados Americanos (OEA), decidió, con 19 votos a favor, 6 en contra y 8 abstenciones, “no reconocer la legitimidad del período del régimen de Nicolás Maduro a partir del 10 de enero de 2019”. “El pueblo de Venezuela no está solo, seguimos trabajando para recuperar la democracia, los derechos y libertades de todos”, señaló el secretario general del organismo, Luis Almagro. Las principales instancias internacionales emitieron pronunciamientos parecidos, empezando por Estados Unidos.
No obstante, en medio de los ataques, el mandatario venezolano también pidió “la comprensión de la comunidad internacional” y ofreció su versión de lo ocurrido a partir de 2017, cuando la crisis institucional llegó a un punto insostenible con la anulación de la Asamblea Nacional de mayoría opositora y la convocatoria de una Constituyente en la que no tienen representación las voces críticas con el oficialismo. Esa fue precisamente la razón por la que la investidura se celebró ante el Tribunal Supremo en lugar que en la Asamblea Nacional como establece la Constitución. Porque el Parlamento fue declarado en desacato y es inexistente para el Gobierno.
Maduro esgrimió una ristra de palabras amables para defenderse. “Paz”, “diálogo” y, en repetidas ocasiones, “democracia”, a la que agregó calificativos como “protagónica”, “participativa” o “en construcción”. Los últimos procesos electorales y la vida cotidiana de millones de venezolanos, cuando se cumplen 20 años de la primera victoria de Chávez, demuestran en cambio el grave deterioro de los derechos y las condiciones de vida en el país. Los comicios que sostienen este segundo mandato, celebrados el pasado mes de mayo, se celebraron sin la participación de las principales fuerzas opositoras —ahora desactivadas, sin liderazgo claro o ilegalizadas— y ya entonces fueron cuestionados por carecer de garantías, reglas del juego claras y observación internacional independiente. El presidente culpó abiertamente a Estados Unidos de un intento de boicotear esas elecciones, que registraron una abstención histórica de más del 50% de los votos.
“Tenemos una guerra económica en la calle. El próximo lunes estaré anunciando un grupo de acciones económicas”, insistió para justificar la escasez y la miseria. Mientras tanto, millones de venezolanos tienen que lidiar con una hiperinflación desbocada y un salario mínimo que apenas ronda los cinco dólares mensuales.