El fundamentalismo hindú amenaza con fracturar India
El Gobierno aumenta sus concesiones al radicalismo religioso ante la proximidad de las elecciones
Ángel Martínez
Bombay, El País
El fundamentalismo religioso hindú vuelve a comprometer al Gobierno de India. Grupos radicales presionan al Ejecutivo para que permita la construcción de un templo hindú en el mismo lugar donde en 1992 fue derribada la antigua mezquita de la ciudad de Ayodhya, al norte del país. Aquella demolición originó un sangriento enfrentamiento entre hindúes y musulmanes y dejó miles de muertos. El asunto está en manos del Tribunal Supremo, que dará a conocer su resolución este mismo mes.
La presión del nacionalismo religioso ha obligado a cambiar los nombres árabes de varias ciudades y calles del norte de India, donde se concentra gran parte de la mayoría musulmana. Muchos de estos lugares conservaban su denominación desde que el imperio mogol ocupó la región septentrional del subcontinente en el siglo XVI. Incluso el origen musulmán del Taj Mahal, máximo exponente del legado cultural mogol y patrimonio universal, está cuestionado por los fanáticos hindúes.
Pero lejos de frenar lo que el escultor indio Anish Kapoor tilda de “talibanismo hindú”, el Gobierno de India multiplica las concesiones populistas ante la proximidad de las elecciones generales. El Partido Bharatiya Janata (BJP) llegó al poder con la mayoría más clara de las últimas décadas gracias a las bases del llamado cinturón hindú, es decir, de los Estados donde los seguidores de Brahma son mayoría. Pero tras el batacazo electoral que sufrió el partido en los comicios regionales que se celebraron el pasado diciembre en cinco Estados que tradicionalmente eran bastión de BJP, las alarmas se han activado.
La posible victoria del BJP en las elecciones generales de este año depende del apoyo que reciba en las regiones más pobladas del cinturón hindú y que aún no han celebrado sus comicios: Bihar y Uttar Pradesh. Los más de 200 millones de habitantes de este último envían el mayor número de legisladores al parlamento. Y su Gobierno es el que ha renombrado los enclaves del norte para exaltar el hinduismo. Su jefe, el predicador nacionalista Yogi Adityanath, fue detenido por instigar al odio en la región más afectada por asesinatos religiosos. “Si ellos matan a un hindú, nosotros mataremos a 100 musulmanes”, dijo a sus fieles.
“La violencia nace del discurso del miedo a las minorías. Esto desvía la atención de lo que importa. Como la muerte de 30 niños en un hospital público de Gorakhpur [en Uttar Pradesh] por falta de suministros”, analiza Irfan A. Engineer, director del Centro por el Estudio de la Sociedad y el Secularismo y musulmán. Según las estadísticas, el 84% de las víctimas de asesinatos de índole religiosa en la última década fueron musulmanes, lo que alarma a los 172 millones de fieles que viven en el país. El 13% del total de la población de India (que tiene unos 1.320 millones de habitantes) pertenecen a esta confesión religiosa. Después de Indonesia y Pakistán, India es el país con mayor número de musulmanes. Pero la convivencia con los vecinos hindúes nunca fue fácil.
“Es imperativo reescribir la historia de India. Su glorioso pasado fue eliminado”, explica Rakesh Sinha, ideólogo de Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS); matriz de los grupos promotores del hindutva, teoría que defiende la hegemonía del hinduismo. Prohibida cuatro veces por incitar al odio religioso y asociada al asesinato de Mahatma Gandhi, RSS es la mayor agrupación voluntaria del mundo con más de seis millones de miembros. Aunque declarada apolítica, tiene estrechos vínculos con el poder: el conocido monje fundamentalista Adityanath es miembro y el primer ministro, Narendra Modi, militó en ella.
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Fruto de su apoyo al Gobierno de Modi, RSS ha gestionado instituciones culturales de primer nivel. Según fuentes oficiales, las shakhas, campamentos de adoctrinamiento en la visión ortodoxa del hinduismo y que reniega de toda influencia externa en la cultura india, han aumentado un 25%. Desde la llegada al poder del partido BJP, el número de escuelas privadas financiadas por RSS (y con potestad para crear su propio temario) aumentó hasta las 14.000 y cuentan con 1,8 millones de estudiantes. En julio de este año, por ejemplo, una organización educativa afiliada a RSS consiguió eliminar contenidos de los libros de texto, incluidas palabras en inglés, urdu y árabe. También hicieron desaparecer los versos del poeta y Nobel de Literatura Rabindranath Tagore.
El ensayo RSS, School Text & the Murder of Gandhi analiza los textos de estas escuelas, que afirman que los indios arios fueron los primeros habitantes de China e Irán, y describen al Islam como una religión que "destruyó a todos los países por los que pasó" o cuentan que los "misioneros cristianos difunden tendencias antinacionales". Su autor, el historiador Aditya Mukherjee: “Estos textos reinventan el pasado en base a mitos y rechazan la crítica, como el fascismo”.
Irfan A. Engineer, director del Centro por el Estudio de la Sociedad y el Secularismo, asegura que esta mitificación de la historia “solo busca ganar votos dividiendo a la población en base a su religión, casta, género u origen”. Puede que la estrategia ofrezca el apoyo necesario para que el BJP gane las elecciones, pero esta ideología amenaza con romper las frágiles costuras de la sociedad con la mayor diversidad religiosa del mundo. Su discurso se aleja del patriotismo secular de la India de su primer dirigente desde la independencia, Jawaharlal Nehru; este último originario de la ciudad de Allahabad, ahora llamada Prayagraj por imposición religiosa.
Ángel Martínez
Bombay, El País
El fundamentalismo religioso hindú vuelve a comprometer al Gobierno de India. Grupos radicales presionan al Ejecutivo para que permita la construcción de un templo hindú en el mismo lugar donde en 1992 fue derribada la antigua mezquita de la ciudad de Ayodhya, al norte del país. Aquella demolición originó un sangriento enfrentamiento entre hindúes y musulmanes y dejó miles de muertos. El asunto está en manos del Tribunal Supremo, que dará a conocer su resolución este mismo mes.
La presión del nacionalismo religioso ha obligado a cambiar los nombres árabes de varias ciudades y calles del norte de India, donde se concentra gran parte de la mayoría musulmana. Muchos de estos lugares conservaban su denominación desde que el imperio mogol ocupó la región septentrional del subcontinente en el siglo XVI. Incluso el origen musulmán del Taj Mahal, máximo exponente del legado cultural mogol y patrimonio universal, está cuestionado por los fanáticos hindúes.
Pero lejos de frenar lo que el escultor indio Anish Kapoor tilda de “talibanismo hindú”, el Gobierno de India multiplica las concesiones populistas ante la proximidad de las elecciones generales. El Partido Bharatiya Janata (BJP) llegó al poder con la mayoría más clara de las últimas décadas gracias a las bases del llamado cinturón hindú, es decir, de los Estados donde los seguidores de Brahma son mayoría. Pero tras el batacazo electoral que sufrió el partido en los comicios regionales que se celebraron el pasado diciembre en cinco Estados que tradicionalmente eran bastión de BJP, las alarmas se han activado.
La posible victoria del BJP en las elecciones generales de este año depende del apoyo que reciba en las regiones más pobladas del cinturón hindú y que aún no han celebrado sus comicios: Bihar y Uttar Pradesh. Los más de 200 millones de habitantes de este último envían el mayor número de legisladores al parlamento. Y su Gobierno es el que ha renombrado los enclaves del norte para exaltar el hinduismo. Su jefe, el predicador nacionalista Yogi Adityanath, fue detenido por instigar al odio en la región más afectada por asesinatos religiosos. “Si ellos matan a un hindú, nosotros mataremos a 100 musulmanes”, dijo a sus fieles.
“La violencia nace del discurso del miedo a las minorías. Esto desvía la atención de lo que importa. Como la muerte de 30 niños en un hospital público de Gorakhpur [en Uttar Pradesh] por falta de suministros”, analiza Irfan A. Engineer, director del Centro por el Estudio de la Sociedad y el Secularismo y musulmán. Según las estadísticas, el 84% de las víctimas de asesinatos de índole religiosa en la última década fueron musulmanes, lo que alarma a los 172 millones de fieles que viven en el país. El 13% del total de la población de India (que tiene unos 1.320 millones de habitantes) pertenecen a esta confesión religiosa. Después de Indonesia y Pakistán, India es el país con mayor número de musulmanes. Pero la convivencia con los vecinos hindúes nunca fue fácil.
“Es imperativo reescribir la historia de India. Su glorioso pasado fue eliminado”, explica Rakesh Sinha, ideólogo de Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS); matriz de los grupos promotores del hindutva, teoría que defiende la hegemonía del hinduismo. Prohibida cuatro veces por incitar al odio religioso y asociada al asesinato de Mahatma Gandhi, RSS es la mayor agrupación voluntaria del mundo con más de seis millones de miembros. Aunque declarada apolítica, tiene estrechos vínculos con el poder: el conocido monje fundamentalista Adityanath es miembro y el primer ministro, Narendra Modi, militó en ella.
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Irfan A. Engineer, director del Centro por el Estudio de la Sociedad y el Secularismo, asegura que esta mitificación de la historia “solo busca ganar votos dividiendo a la población en base a su religión, casta, género u origen”. Puede que la estrategia ofrezca el apoyo necesario para que el BJP gane las elecciones, pero esta ideología amenaza con romper las frágiles costuras de la sociedad con la mayor diversidad religiosa del mundo. Su discurso se aleja del patriotismo secular de la India de su primer dirigente desde la independencia, Jawaharlal Nehru; este último originario de la ciudad de Allahabad, ahora llamada Prayagraj por imposición religiosa.