China pasa de paria a vencedor de etapa en la segunda carrera espacial
EE UU no ha dejado participar al país asiático en la Estación Espacial Internacional y ha limitado sus posibilidades de cooperación internacional, pero China sigue avanzando
Daniel Mediavilla
El País
China se incorporó casi 40 años tarde a la carrera espacial. En 2003, fue el tercer país en enviar por su cuenta a un hombre al espacio, después de la Unión Soviética y EE UU, y desde entonces, el tercero ha sido el puesto que ha ocupado en los retos espaciales que ha intentado. Hasta ayer. La llegada de Chang’e 4 a la cara oculta de la Luna parece un cambio de tendencia para una nación que aspira a superar a todas las demás.
Durante años, China ha tratado de cooperar con otros países en la exploración espacial. En particular, le habría interesado participar en la Estación Espacial Internacional (EEI) y, según contaba el experto en el programa espacial del país Brian Harvey, “esperaron a tomar su decisión sobre la construcción de su propia estación espacial hasta que resultó totalmente evidente que los estadounidenses no les iban a dejar entrar en la EEI”.
Yang Hong, el diseñador del primer laboratorio espacial chino, el Tiangong-1, ha afirmado que, “de alguna manera, el bloqueo de las naciones extranjeras ha impulsado la innovación tecnológica de su país”. La estación espacial china estará en marcha, si todo va según lo previsto, en 2022, poco antes de que se desmantele la EEI, y el país ya ha ofrecido ese nuevo laboratorio como un espacio para la cooperación internacional.
El país asiático ha logrado mantener los plazos previstos para sus misiones con una rigurosidad sorprendente en una industria acostumbrada a los retrasos. Sin embargo, también ha sufrido reveses. El nuevo cohete Larga Marcha 5, que servirá para montar la estación espacial, falló en su segundo lanzamiento y el robot explorador de la misión Chang’e 3, antecesor de la Chang’e 4, se averió después de recorrer poco más de cien metros sobre la Luna. Además, por ahora, sus previsiones, aunque ambiciosas, siguen a mucha distancia de los planes estadounidenses. En 2020, tiene previsto llevar una misión a Marte, en 2022 a un asteroide, en 2029, a Júpiter y para 2035 prevé tener un cohete reutilizable al estilo de los que ahora prueba la compañía SpaceX. Todos estos retos habrán sido superados por EE UU con décadas de antelación.
Pero el país asiático tiene una visión a largo plazo y, como ha sucedido con la cara oculta de la Luna, podría empezar a obtener victorias parciales en esta nueva carrera espacial. En la década de 2030, trataría de enviar sus primeras misiones tripuladas a nuestro satélite y ya ha habido contactos con la Agencia Espacial Europea para planear una posible base lunar. En 2017, la Universidad de Beihang puso a prueba el Yuegong-1, un laboratorio para simular una base lunar en la Tierra. Allí, ocho estudiantes vivieron durante 365 días en unas condiciones que pretendían imitar las de la Luna y pusieron a prueba un sistema de soporte vital en el que el oxígeno, la comida y el agua se reciclaban para crear un entorno habitable y donde los estudiantes cultivaron patatas, trigo o zanahorias.
En las próximas misiones a la Luna o a Marte, las sondas chinas incorporarán estos sistemas para probar si funcionan en el espacio y ya han realizado experimentos que dejan entrever la visión de futuro del país asiático. En 2016, lanzó al espacio 6.000 embriones de ratón a bordo del satélite recuperable SJ-10. Cuando regresó, algunos se habían desarrollado hasta ser blastocistos, la forma en la que podrían ser ya implantados en un útero. En aquella ocasión, como ayer, los chinos lo hicieron primero.
Los expertos espaciales gobiernan en China
En un artículo publicado en The Space Review, la analista Namrata Goswami señalaba recientemente la importancia política otorgada por los dirigentes chinos a la exploración espacial. En el 19º Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en 2017, el presidente Xi Jinping promovió a importantes cargos políticos a científicos especialistas en tecnología espacial. Ma Xingrui, ex director general de la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China, la compañía encargada de construir las naves espaciales o los cohetes del programa espacial chino, fue nombrado gobernador de la provincia de Cantón, la principal economía del país. También ascendió a gobernador a Yuan Jiajun, el presidente de la Academia China de Tecnología Espacial. En este caso, su destino fue la provincia de Zhejiang, el lugar del que, como curiosidad, procede la gran mayoría de los chinos que viven en España. Según comenta Goswami, este reconocimiento refleja dos cosas: “Que los responsables de la ciencia y la política espacial han cumplido sus promesas, y que están siendo recompensados por sus éxitos”.
Junto al interés científico, China ya empieza a trabajar para explotar los recursos que se encuentren allí el día que sea posible hacerlo. El país asiático coopera con Luxemburgo, un país que ha promulgado una ley que ofrece a las compañías privadas el derecho sobre los materiales extraidos del satélite. En su asociación con este país, también pretende comenzar a desarrollar un sistema de comunicaciones para cubrir una gran cantidad de misiones, que en un futuro podrían llegar de la Luna a Marte o hasta distintos asteroides que podrían ser explotados por su interés minero. Según Goswami, la habilidad china para llegar a la cara oculta de la Luna primero e instalar después una base a largo plazo, dará a China la capacidad para fijar las reglas del juego en el espacio igual que ya lo hace en muchos aspectos en la Tierra.
Daniel Mediavilla
El País
China se incorporó casi 40 años tarde a la carrera espacial. En 2003, fue el tercer país en enviar por su cuenta a un hombre al espacio, después de la Unión Soviética y EE UU, y desde entonces, el tercero ha sido el puesto que ha ocupado en los retos espaciales que ha intentado. Hasta ayer. La llegada de Chang’e 4 a la cara oculta de la Luna parece un cambio de tendencia para una nación que aspira a superar a todas las demás.
Durante años, China ha tratado de cooperar con otros países en la exploración espacial. En particular, le habría interesado participar en la Estación Espacial Internacional (EEI) y, según contaba el experto en el programa espacial del país Brian Harvey, “esperaron a tomar su decisión sobre la construcción de su propia estación espacial hasta que resultó totalmente evidente que los estadounidenses no les iban a dejar entrar en la EEI”.
Yang Hong, el diseñador del primer laboratorio espacial chino, el Tiangong-1, ha afirmado que, “de alguna manera, el bloqueo de las naciones extranjeras ha impulsado la innovación tecnológica de su país”. La estación espacial china estará en marcha, si todo va según lo previsto, en 2022, poco antes de que se desmantele la EEI, y el país ya ha ofrecido ese nuevo laboratorio como un espacio para la cooperación internacional.
El país asiático ha logrado mantener los plazos previstos para sus misiones con una rigurosidad sorprendente en una industria acostumbrada a los retrasos. Sin embargo, también ha sufrido reveses. El nuevo cohete Larga Marcha 5, que servirá para montar la estación espacial, falló en su segundo lanzamiento y el robot explorador de la misión Chang’e 3, antecesor de la Chang’e 4, se averió después de recorrer poco más de cien metros sobre la Luna. Además, por ahora, sus previsiones, aunque ambiciosas, siguen a mucha distancia de los planes estadounidenses. En 2020, tiene previsto llevar una misión a Marte, en 2022 a un asteroide, en 2029, a Júpiter y para 2035 prevé tener un cohete reutilizable al estilo de los que ahora prueba la compañía SpaceX. Todos estos retos habrán sido superados por EE UU con décadas de antelación.
Pero el país asiático tiene una visión a largo plazo y, como ha sucedido con la cara oculta de la Luna, podría empezar a obtener victorias parciales en esta nueva carrera espacial. En la década de 2030, trataría de enviar sus primeras misiones tripuladas a nuestro satélite y ya ha habido contactos con la Agencia Espacial Europea para planear una posible base lunar. En 2017, la Universidad de Beihang puso a prueba el Yuegong-1, un laboratorio para simular una base lunar en la Tierra. Allí, ocho estudiantes vivieron durante 365 días en unas condiciones que pretendían imitar las de la Luna y pusieron a prueba un sistema de soporte vital en el que el oxígeno, la comida y el agua se reciclaban para crear un entorno habitable y donde los estudiantes cultivaron patatas, trigo o zanahorias.
En las próximas misiones a la Luna o a Marte, las sondas chinas incorporarán estos sistemas para probar si funcionan en el espacio y ya han realizado experimentos que dejan entrever la visión de futuro del país asiático. En 2016, lanzó al espacio 6.000 embriones de ratón a bordo del satélite recuperable SJ-10. Cuando regresó, algunos se habían desarrollado hasta ser blastocistos, la forma en la que podrían ser ya implantados en un útero. En aquella ocasión, como ayer, los chinos lo hicieron primero.
Los expertos espaciales gobiernan en China
En un artículo publicado en The Space Review, la analista Namrata Goswami señalaba recientemente la importancia política otorgada por los dirigentes chinos a la exploración espacial. En el 19º Congreso del Partido Comunista de China, celebrado en 2017, el presidente Xi Jinping promovió a importantes cargos políticos a científicos especialistas en tecnología espacial. Ma Xingrui, ex director general de la Corporación de Ciencia y Tecnología Aeroespacial de China, la compañía encargada de construir las naves espaciales o los cohetes del programa espacial chino, fue nombrado gobernador de la provincia de Cantón, la principal economía del país. También ascendió a gobernador a Yuan Jiajun, el presidente de la Academia China de Tecnología Espacial. En este caso, su destino fue la provincia de Zhejiang, el lugar del que, como curiosidad, procede la gran mayoría de los chinos que viven en España. Según comenta Goswami, este reconocimiento refleja dos cosas: “Que los responsables de la ciencia y la política espacial han cumplido sus promesas, y que están siendo recompensados por sus éxitos”.
Junto al interés científico, China ya empieza a trabajar para explotar los recursos que se encuentren allí el día que sea posible hacerlo. El país asiático coopera con Luxemburgo, un país que ha promulgado una ley que ofrece a las compañías privadas el derecho sobre los materiales extraidos del satélite. En su asociación con este país, también pretende comenzar a desarrollar un sistema de comunicaciones para cubrir una gran cantidad de misiones, que en un futuro podrían llegar de la Luna a Marte o hasta distintos asteroides que podrían ser explotados por su interés minero. Según Goswami, la habilidad china para llegar a la cara oculta de la Luna primero e instalar después una base a largo plazo, dará a China la capacidad para fijar las reglas del juego en el espacio igual que ya lo hace en muchos aspectos en la Tierra.