Schumacher, cinco años del accidente que cambió su vida

El 29 de diciembre de 2013 se golpeó con la cabeza en una piedra esquiando y desde entonces lucha por recobrar la normalidad perdida entre el hermetismo de la familia sobre su salud.

Manuel Franco
As
Es un tanto tímido, a veces parece un chaval de excursión por las carreras, pero cuando se cruza el límite lanza una de esas miradas con las que su padre era capaz de destrozar al periodista. Mick Schumacher ha visitado varios grandes premios esta temporada, Mercedes tiene un hueco para él, Ferrari le quiere siempre y el muchacho competirá el próximo año en F2 con Prema Racing, uno de los equipos más fuertes, tras ser campeón de la F3 Europea esta temporada. Ahora tiene 19 años, van pasando muchas cosas y va camino de ser una estrella, veremos con cuanto brillo, pero cuando tenía 14 realmente cambió su vida. Hace cinco años esquiaba junto a su padre y unos amigos en la estación invernal francesa de Meribel cuando su progenitor perdía el control y caía con tal mala suerte de que su cabeza impactó contra una roca y Michael Schumacher, el más grande piloto de F1 de todos los tiempos, dejó de ser esa persona para convertirse en otra diferente. Siguió viviendo, pero desde ese instante sería otro. Y también cambió la vida de su familia.


El alemán fue trasladado en helicóptero a una clínica en Moutiers y después a Grenoble, le operaron de un severo traumatismo craneoencefálico y entró en coma inducido hasta que en junio de 2014 despertó, fue trasladado al hospital suizo de Lausana y tras 254 días ingresado le permitieron regresar a su casa de Gland, una población de once mil habitantes cerca del lago Leman, en la que tienen montado un dispositivo especial medicalizado que según diversos medios, cuesta cerca de 140.000 euros semanales. En los primeros meses se sucedían los comunicados médicos, pero el último es de septiembre de 2014. "Schumacher logró avances en las últimas semanas y meses pero aún le queda un largo y duro camino por delante", decía el documento. Desde ese momento no hay noticias oficiales sobre su estado.

En los grandes premios de F1 de los que se retiró en 2012 y con el último podio en aquel inolvidable GP de Europa en Valencia, las preguntas sobre su estado siempre se encuentran con unos hombros encogidos o una negación de cabeza. El respeto por la decisión de la familia ha sido máximo salvo un par de excepciones, como ese reportero que intentó entrar en su habitación y sobre todo el empleado de una compañía de transporte sanitario que presuntamente robó el expediente de Schumacher, lo ofreció a los medios, fue capturado y poco después apareció ahorcado en su celda. El hermetismo es total y solo de cuando en cuando aparece alguna noticia como las que ofrece Jean Todt, el único del universo F1 junto a Ross Brawn o Felipe Massa, que ha podido visitarle en su casa. El que fuera jefe de Ferrari en sus cinco títulos seguidos y ahora presidente de la FIA afirmó que había visto la carrera del GP de Brasil junto a Michael y en Inglaterra el Daily Mail sostuvo que no necesitaba respiración asistida ni estaba en cama de manera permanente, un extremo no desmentido por la familia, algo que sí sucedió en otras ocasiones.

Precisamente Todt también se acordó de Schumacher el pasado año cuando la mayor parte de los campeones del mundo vivos estuvieron en la presentación del Hall of fame de la FIA en París- “Echamos de menos a Michael”, dijo mientras que Sabine Kehm, su asistente de siempre y verdadero artífice del hermetismo de que rodea a Schumi junto a su esposa Corina, dijo que “todos conocemos a Michael y le gustaría poder estará aquí”. Esa noche la figura del Kaiser sobrevoló todas las conversaciones y de alguna manera su ausencia convirtió el acto en un homenaje.

Ahora se cumplen cinco años del accidente que le cambió la vida y estuvo a punto de provocarle la muerte y el próximo tres de enero cincuenta desde su nacimiento. Con ese motivo la familia y también Ferrari preparan diversos homenajes. La mejor noticia sería poder ver alguna imagen del supercampeón. Solo el arzobispo Ganswein, enviado del Papa Benedicto XVI, lo ha descrito: “Su cara es la típica cara de Michael Schumacher, solo un poco más rellenita. Siente que a su alrededor hay gente que lo ama”. Y muchos otros que no pueden estar a su lado. En cada circuito del Mundial de F1 hay alguna pancarta de ánimo para el único heptacampeón de la historia, un piloto que ganó 91 grandes premios de Fórmula 1 y que un año después de dejar de jugarse la vida en los circuitos de manera definitiva encontró una piedra en el camino que le metió sin quererlo en la carrera más importante de su vida. Pero Schumacher no se rinde. “Siempre he pensado: “no soy demasiado bueno, tengo que trabajar más”. Creo esa es una de las claves para convertirme en lo que me he convertido”, dijo una vez en una entrevista que ahora hace pública su familia. Y sus palabras son aún más válidas que cuando competía por ser el mejor, palabras que ahora recoge su hijo Mick en su objetivo de acercarse en la pista a lo que un día fue su padre.

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