La senadora demócrata Elizabeth Warren anuncia su precandidatura para las presidenciales de 2020
La veterana legisladora arranca oficiosamente unas primarias en las que el partido librará una batalla ideológica y generacional para evitar un segundo mandato de Donald Trump
Pablo Guimón
Washington, El País
La veterana senadora Elizabeth Warren, azote del capitalismo descontrolado y una de las figuras más conocidas del Partido Demócrata, en cuyo espectro ideológico se sitúa hacia el ala izquierda, ha anunciado que buscará ser candidata del partido en las elecciones de 2020. La senadora por Massachusetts, cuyas aspiraciones presidenciales no constituían ningún secreto, se convierte así en la primera gran candidata de unas primarias en las que los demócratas, divididos acerca de la estrategia para evitar un segundo mandato de Donald Trump, se disponen a librar una batalla, generacional e ideológica, por la identidad de un partido desnortado desde que, hace dos años, el populista magnate neoyorquino frustró lo que parecía un viaje seguro de Hillary Clinton de regreso a la Casa Blanca.
El anuncio de Warren, en forma de un vídeo enviado por correo electrónico a sus seguidores a las 8.30 de este último día del año, se produce 13 meses antes de que el proceso electoral arranque con el caucus de Iowa, y cuando otros destacados demócratas ultiman sus propias candidaturas para unas primarias que se prevén multitudinarias: se habla de hasta 24 aspirantes. Lo que ha hecho Warren, técnicamente, es formar un comité exploratorio, paso legal previo al anuncio formal, que le permite recaudar fondos y contratar personas para su candidatura.
El mensaje de Warren, de 69 años, apela a las bases del partido recurriendo a la misma retórica de anticapitalismo salvaje con la que la senadora irrumpió en la escena pública nacional hace una década, reclamando más protección a los consumidores en plena crisis financiera. “La clase media estadounidense está siendo atacada”, dice Warren en el vídeo, de cuatro minutos y medio. “¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Los multimillonarios y las grandes corporaciones decidieron que querían más parte del pastel. Y reclutaron a políticos para que les cortasen un trozo más grande”.
El vídeo combina humanizadoras pinceladas autobiográficas con gráficos económicos que muestran el deterioro de la clase media, salpicados con imágenes de Trump y de personas de su círculo, como Kellyanne Conway y Steve Bannon, particularmente siniestras a los ojos de las bases demócratas a las que Warren busca movilizar. “Este camino oscuro no tiene por qué ser nuestro futuro”, defiende la senadora. “Podemos hacer que nuestra democracia funcione para todos nosotros. Podemos hacer que nuestra economía funcione para todos nosotros”.
Warren parte como una de las candidaturas más sólidas en unas primarias, sin grandes favoritos, que se presentan insólitamente abiertas. Es una experta en el arte de la campaña política y la atención pública, aunque a veces inevitablemente se pase de frenada: su decisión en octubre de hacer públicos los resultados de un examen de ADN que indicaban una lejana ascendencia nativoamericana, para acallar las burlas de Trump, que la acusa de mentir sobre sus orígenes, alimentaron más críticas del presidente y también enfadaron a algunos demócratas.
La senadora cuenta, además, con abundantes simpatías y fidelidades en el partido gracias, en parte, a su tenaz apoyo a candidatos de todo el país en las pasadas legislativas. Pero esas mismas elecciones —en las que el éxito de los demócratas, que recuperaron la Cámara baja, se atribuye en buena medida a una generación más joven— evidenciaron un cierto alejamiento de la senadora respecto a ciertas nuevas fuerzas motrices del partido. No así respecto a otras: las mujeres, como demostraron los mismos comicios de noviembre, son una importante y creciente fuerza en el Partido Demócrata, y eso otorga a Warren una ventaja frente a otros posibles contrincantes, como el ex vicepresidente Joe Biden, el senador Bernie Sanders o el popular tejano Beto O'Rourke.
Pablo Guimón
Washington, El País
La veterana senadora Elizabeth Warren, azote del capitalismo descontrolado y una de las figuras más conocidas del Partido Demócrata, en cuyo espectro ideológico se sitúa hacia el ala izquierda, ha anunciado que buscará ser candidata del partido en las elecciones de 2020. La senadora por Massachusetts, cuyas aspiraciones presidenciales no constituían ningún secreto, se convierte así en la primera gran candidata de unas primarias en las que los demócratas, divididos acerca de la estrategia para evitar un segundo mandato de Donald Trump, se disponen a librar una batalla, generacional e ideológica, por la identidad de un partido desnortado desde que, hace dos años, el populista magnate neoyorquino frustró lo que parecía un viaje seguro de Hillary Clinton de regreso a la Casa Blanca.
El anuncio de Warren, en forma de un vídeo enviado por correo electrónico a sus seguidores a las 8.30 de este último día del año, se produce 13 meses antes de que el proceso electoral arranque con el caucus de Iowa, y cuando otros destacados demócratas ultiman sus propias candidaturas para unas primarias que se prevén multitudinarias: se habla de hasta 24 aspirantes. Lo que ha hecho Warren, técnicamente, es formar un comité exploratorio, paso legal previo al anuncio formal, que le permite recaudar fondos y contratar personas para su candidatura.
El mensaje de Warren, de 69 años, apela a las bases del partido recurriendo a la misma retórica de anticapitalismo salvaje con la que la senadora irrumpió en la escena pública nacional hace una década, reclamando más protección a los consumidores en plena crisis financiera. “La clase media estadounidense está siendo atacada”, dice Warren en el vídeo, de cuatro minutos y medio. “¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Los multimillonarios y las grandes corporaciones decidieron que querían más parte del pastel. Y reclutaron a políticos para que les cortasen un trozo más grande”.
El vídeo combina humanizadoras pinceladas autobiográficas con gráficos económicos que muestran el deterioro de la clase media, salpicados con imágenes de Trump y de personas de su círculo, como Kellyanne Conway y Steve Bannon, particularmente siniestras a los ojos de las bases demócratas a las que Warren busca movilizar. “Este camino oscuro no tiene por qué ser nuestro futuro”, defiende la senadora. “Podemos hacer que nuestra democracia funcione para todos nosotros. Podemos hacer que nuestra economía funcione para todos nosotros”.
Warren parte como una de las candidaturas más sólidas en unas primarias, sin grandes favoritos, que se presentan insólitamente abiertas. Es una experta en el arte de la campaña política y la atención pública, aunque a veces inevitablemente se pase de frenada: su decisión en octubre de hacer públicos los resultados de un examen de ADN que indicaban una lejana ascendencia nativoamericana, para acallar las burlas de Trump, que la acusa de mentir sobre sus orígenes, alimentaron más críticas del presidente y también enfadaron a algunos demócratas.
La senadora cuenta, además, con abundantes simpatías y fidelidades en el partido gracias, en parte, a su tenaz apoyo a candidatos de todo el país en las pasadas legislativas. Pero esas mismas elecciones —en las que el éxito de los demócratas, que recuperaron la Cámara baja, se atribuye en buena medida a una generación más joven— evidenciaron un cierto alejamiento de la senadora respecto a ciertas nuevas fuerzas motrices del partido. No así respecto a otras: las mujeres, como demostraron los mismos comicios de noviembre, son una importante y creciente fuerza en el Partido Demócrata, y eso otorga a Warren una ventaja frente a otros posibles contrincantes, como el ex vicepresidente Joe Biden, el senador Bernie Sanders o el popular tejano Beto O'Rourke.