El Partido Republicano abraza el trumpismo, pero percibe los límites de su estrategia
La nueva mayoría en la Cámara alta será aún más conservadora
Joan Faus
Washington, El País
El Partido Republicano se convirtió la noche del martes todavía más en el partido de Donald Trump. Pese a que perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes, sobre todo por el viraje a candidatos demócratas en zonas suburbanas, los conservadores se afianzaron en los principales feudos de Trump. La foto fija de los resultados es la de un país cada vez más dividido: la estrategia demócrata de movilizar a mujeres, jóvenes y minorías raciales dio sus frutos en la Cámara, pero la hoja de ruta de Trump enfocada en los hombres blancos y rurales que le catapultaron a la Casa Blanca en 2016 triunfó en el Senado y en algunas de las elecciones a gobernador.
Las elecciones refuerzan al trumpismo, pero también exponen sus límites de cara a las presidenciales de 2020. En la recta final de la campaña, Trump pareció dar por perdida la Cámara y se centró en garantizar la mayoría republicana en el Senado. Misuri, Indiana y Florida fueron algunos de los Estados que más visitó el presidente y allí los republicanos lograron arrebatar a los demócratas el escaño de senador en liza. Trump había ganado esos tres Estados en las presidenciales de 2016 y mantiene sólidos apoyos. En el caso del senador por Florida, los demócratas han pedido un recuento del voto.
Hubo alguna excepción: el senador demócrata Joe Manchin retuvo su escaño por Virginia Occidental, un Estado ganado por Trump por 41 puntos hace dos años, pero en parte gracias a que se acercó al presidente. Fue el único demócrata que votó a favor de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo.
También es sintomática la victoria en Florida de Ron DeSantis, el candidato republicano a gobernador. DeSantis se alió desde el principio con Trump y ganó las primarias republicanas con un discurso muy escorado a la derecha y asociado al presidente. Podía parecer que eso le dañaría, pero no ha sido así. En un anuncio electoral, el candidato aparecía con su hija de dos años construyendo un muro con ladrillos de plástico en su casa, en una alusión a la barrera con México que ha prometido levantar Trump. Mantener el Gobierno de Florida y el de Ohio, en manos republicanas era una prueba de fuego para Trump dado que son dos Estados clave en las presidenciales.
Otro caso revelador del efecto Trump es el del candidato republicano en el distrito 1 de Minnesota, Jim Hagedorn, que logró arrebatar a los demócratas, por un estrecho margen, ese escaño en la Cámara de Representantes. Hagedorn había seguido al pie de la letra el manual del presidente de atizar divisiones sociales y en los últimos días de campaña había hecho suya la retórica nacionalista de demonizar la inmigración, utilizando la marcha de la caravana de inmigrantes centroamericanos que se dirige a EE UU. El candidato emitió anuncios que alertaban de una “caravana llena de inmigrantes ilegales marchando hacia América” que trae a “miembros de pandillas y delincuentes”. Mensaje 100% trumpista para un distrito rural de Minnesota, un Estado que ganó por la mínima la demócrata Hillary Clinton en 2016.
George C. Edwards, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Texas A&M, habla de un "mensaje mixto" en las elecciones porque aumentan la polarización. "Los demócratas moderados perdieron en el Senado y los republicanos moderados perdieron en la Cámara", destaca el experto en Administraciones presidenciales.
En paralelo, los republicanos también hicieron el martes un giro a la derecha en asuntos sociales, como el aborto, al elegir a senadores en Misuri, Indiana y Dakota del Norte que se oponen a la interrupción del embarazo. Eso hará que la nueva y más amplia mayoría republicana en el Senado sea aún más conservadora.
Las elecciones, sin embargo, también son un aviso para Trump. Los republicanos dependen de una base de votantes —sobre todo hombres blancos— que cada vez se hará más mayor y perderá peso demográfico. Y Trump ha decidido gobernar para su base en vez de buscar ampliarla. Aunque no arrebataron tantos asientos como soñaban en la Cámara ni ganaron los Gobiernos de Florida y Georgia, la victoria demócrata en ese hemiciclo puede convertirse en un modelo a seguir en 2020 y una prueba de que la exitosa estrategia de Barack Obama de movilizar a jóvenes, mujeres y minorías —un reflejo más real del país y su futuro— puede replicarse.
Joan Faus
Washington, El País
El Partido Republicano se convirtió la noche del martes todavía más en el partido de Donald Trump. Pese a que perdieron la mayoría en la Cámara de Representantes, sobre todo por el viraje a candidatos demócratas en zonas suburbanas, los conservadores se afianzaron en los principales feudos de Trump. La foto fija de los resultados es la de un país cada vez más dividido: la estrategia demócrata de movilizar a mujeres, jóvenes y minorías raciales dio sus frutos en la Cámara, pero la hoja de ruta de Trump enfocada en los hombres blancos y rurales que le catapultaron a la Casa Blanca en 2016 triunfó en el Senado y en algunas de las elecciones a gobernador.
Las elecciones refuerzan al trumpismo, pero también exponen sus límites de cara a las presidenciales de 2020. En la recta final de la campaña, Trump pareció dar por perdida la Cámara y se centró en garantizar la mayoría republicana en el Senado. Misuri, Indiana y Florida fueron algunos de los Estados que más visitó el presidente y allí los republicanos lograron arrebatar a los demócratas el escaño de senador en liza. Trump había ganado esos tres Estados en las presidenciales de 2016 y mantiene sólidos apoyos. En el caso del senador por Florida, los demócratas han pedido un recuento del voto.
Hubo alguna excepción: el senador demócrata Joe Manchin retuvo su escaño por Virginia Occidental, un Estado ganado por Trump por 41 puntos hace dos años, pero en parte gracias a que se acercó al presidente. Fue el único demócrata que votó a favor de Brett Kavanaugh como juez del Tribunal Supremo.
También es sintomática la victoria en Florida de Ron DeSantis, el candidato republicano a gobernador. DeSantis se alió desde el principio con Trump y ganó las primarias republicanas con un discurso muy escorado a la derecha y asociado al presidente. Podía parecer que eso le dañaría, pero no ha sido así. En un anuncio electoral, el candidato aparecía con su hija de dos años construyendo un muro con ladrillos de plástico en su casa, en una alusión a la barrera con México que ha prometido levantar Trump. Mantener el Gobierno de Florida y el de Ohio, en manos republicanas era una prueba de fuego para Trump dado que son dos Estados clave en las presidenciales.
Otro caso revelador del efecto Trump es el del candidato republicano en el distrito 1 de Minnesota, Jim Hagedorn, que logró arrebatar a los demócratas, por un estrecho margen, ese escaño en la Cámara de Representantes. Hagedorn había seguido al pie de la letra el manual del presidente de atizar divisiones sociales y en los últimos días de campaña había hecho suya la retórica nacionalista de demonizar la inmigración, utilizando la marcha de la caravana de inmigrantes centroamericanos que se dirige a EE UU. El candidato emitió anuncios que alertaban de una “caravana llena de inmigrantes ilegales marchando hacia América” que trae a “miembros de pandillas y delincuentes”. Mensaje 100% trumpista para un distrito rural de Minnesota, un Estado que ganó por la mínima la demócrata Hillary Clinton en 2016.
George C. Edwards, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Texas A&M, habla de un "mensaje mixto" en las elecciones porque aumentan la polarización. "Los demócratas moderados perdieron en el Senado y los republicanos moderados perdieron en la Cámara", destaca el experto en Administraciones presidenciales.
En paralelo, los republicanos también hicieron el martes un giro a la derecha en asuntos sociales, como el aborto, al elegir a senadores en Misuri, Indiana y Dakota del Norte que se oponen a la interrupción del embarazo. Eso hará que la nueva y más amplia mayoría republicana en el Senado sea aún más conservadora.
Las elecciones, sin embargo, también son un aviso para Trump. Los republicanos dependen de una base de votantes —sobre todo hombres blancos— que cada vez se hará más mayor y perderá peso demográfico. Y Trump ha decidido gobernar para su base en vez de buscar ampliarla. Aunque no arrebataron tantos asientos como soñaban en la Cámara ni ganaron los Gobiernos de Florida y Georgia, la victoria demócrata en ese hemiciclo puede convertirse en un modelo a seguir en 2020 y una prueba de que la exitosa estrategia de Barack Obama de movilizar a jóvenes, mujeres y minorías —un reflejo más real del país y su futuro— puede replicarse.