Tres magnates rusos hicieron de Putin su enemigo: ahora están todos muertos

El último fue Nikolai Glushkov, hallado estrangulado con una correa de perro en el baño de su casa cuando se preparaba para testificar que la aerolínea nacional Aeroflot funcionaba como instrumento de corrupción para los servicios de inteligencia del país

Infobae
Nikolai Glushkov vivía en una casa relativamente humilde en el sur de Londres con un perro viejo y un gato llamado "Braveheart" (Corazón Valiente). En las vísperas de una audiencia preliminar en la cual preveía probar que la aerolínea nacional de Rusia Aeroflot servía como fachada para financiar las operaciones secretas de los servicios de inteligencia rusos, Glushkov no compareció ante la corte. Cuando su hija fue a su casa a investigar qué había ocurrido lo encontró muerto: estaba estrangulado con una correa de perro.


El incidente, que inicialmente fue archivado como "inexplicado", ocurrió una semana después del envenenamiento del ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia Skripal el 4 de marzo en Salisbury. Ahora, la Policía Metropolitana ha caratulado su muerte como una investigación de asesinato.

En Rusia, su muerte fue retratada por los medios de comunicación estatales como un encuentro homosexual que salió mal. Sin embargo, la policía londinense publicó en agosto un video de una misteriosa camioneta negra vista cerca de su casa la noche que murió, y pidió la colaboración del público que tuviera información de ella.

Glushkov, que se desempeñó como subdirector de Aeroflot y también trabajó para la compañía automotriz LogoVAZ en la década de 1990, era uno de los miembros de un trío de empresarios rusos que, tras acumular fortunas durante las privatizaciones postsoviéticas, ayudó a construir el sistema político que llevó a la presidencia a Vladimir Putín. Sin embargo, los tres cayeron en desgracia con el Kremlin y se exiliaron en Inglaterra, donde se convirtieron en adversarios férreos del líder ruso.

El líder del trío era el multimillonario Boris Berezovsky, que en 2013 fue encontrado tendido en el sueño del baño de su casa en una muerte que inicialmente se consideró un suicidio pero que ahora está siendo revisada. Su principal asistente de seguridad, el ex oficial ruso Alexander Litvinenko, fue envenenado en noviembre de 2006 con la sustancia radioactiva polonio-210. Poco antes había bebido un té en un hotel de Londres con el empresario Dimitri Kovtun y con Andrei Lugovoi, un agente secreto ruso.

El tercer miembro del trío, Badri Patarkatsishvili, murió de un ataque al corazón en 2008 en lo que la policía ha considerado una causa natural. Glushkov, la mano derecha de Berezovsky, era el último disidente ruso del trío con vida.

La acusación principal del gobierno ruso en el caso Aeroflot contra Berezovsky, Glushkov, Forus Holdings SA y otros es que el empresario y sus socios, luego de tomar el control de la gestión de Aeroflot durante las privatizaciones, saquearon USD 120 millones de la empresa.

En respuesta a las acusaciones de Glushkov, quien acusaba a la aerolínea de servir al Servicio Federal de Seguridad de la Federación Rusa (FSB), el vocero de Aeroflot, Andrey Sogrin, afirmó que la empresa "no es hoy ni nunca fue un 'pagador de los servicios de seguridad rusos'". Por su parte, Glushkov era un "estafador" que pasó cinco años en prisión en Rusia por organizar "un elaborado plan para desviar grandes sumas de las divisas extranjeras de Aeroflot a cuentas bancarias suizas controladas por él", manifestó Sogrin.

Glushko se defendió sosteniendo que la demanda contra él era absurda y que todo el caso judicial era un pretexto para que las autoridades rusas lo acosaran. En un análisis del periódico Wall Street Journal de los archivos del caso previo al juicio, incluyendo 51 páginas de declaraciones de testigos, el magnate ruso parece haber tenido la intención de revelar detalles de los últimos 20 años de la historia rusa que el Kremlin y el FSB han intentado de ocultar.

Incluso luego de quedarse sin fondos para pagar por sus propios abogados, Glushkov planeaba representarse a sí mismo y había acumulado tomos sobre la legislación británica y la contabilidad forense con ese fin. "Este caso era su propósito en la vida", dijo Georgy Shuppe, un amigo y ex socio del empresario. "No se iba a rendir".

A lo largo de los años, el Kremlin ha revisado la historia del ascenso al poder de Putin, destacando su pasado como un disciplinado profesional de la KGB que rescató al país de los oligarcas multimillonarios que saquearon la riqueza nacional tras el colapso de la Unión Soviética.

Al menos en los medios de comunicación oficiales y en documentales patrocinados por el Kremlin, el gobierno se niega consistentemente a reconocer que Putin fue asistido por personas más poderosas que él para llegar al poder, como Berezovsky, que financió la campaña de Putin y conoció al mandatario personalmente.

Berezovsky, que era matemático, hizo su fortuna en los últimos años de la Unión Soviética a través de un concesionario de automóviles llamado Logovaz, y utilizó su riqueza para acumular poder político. Luego de la caída del muro de Berlín, Berezovsky construyó un conglomerado cuyos intereses abarcaban automóviles, aviones y aluminio, entre otros negocios. Se convirtió en la principal figura del círculo íntimo del presidente ruso Boris Yeltsin, y usó esas relaciones para acumular activos que según la revista Forbes ascendían a unos USD 3.000 millones en 1997.

El magnate fue una pieza clave en la llegada al poder de Putin cuando Yeltsin lo nombró su sucesor, proporcionándole amplia cobertura a su campaña presidencial a través de ORT, la cadena de televisión que controlaba Berezovsky. También financió la creación de Unidad, el partido político que apoyó a Putin en las elecciones presidenciales del año 2000, pero cuando el nuevo líder y Berezovsky comenzaron a chocar, perdió la protección política. Berezovsky huyó de Rusia en 2000 y solicitó asilo político en Gran Bretaña.

La esposa del ex socio de Berezovsky que fue envenenado en 2006, Maria Litvinenko, dijo en una entrevista que su marido creía que la toma de Aeroflot por parte de Berezovsky abaría destruyendo a él y a sus aliados por sus conflictos con el establishment del Estado ruso (el FSB). La aerolínea era una pieza central de los servicios de espionaje rusos, aseguró Litvinenko, que han hecho uso de la red mundial de oficinas y las rutas aéreas de la compañía para transportar cargamentos clandestinos desde la era soviética. "Aeroflot era el centro de todo", afirmó, una acusación que Glushkov también tenía previsto enunciar en la corte.

En declaraciones como testigo del caso, Glushkov dijo que conoció a Berezovsky a través de un amigo en común en 1989, durante la política de perestroika del ex primer ministro soviético Mijaíl Gorbachov. Glushkov, que por entonces trabajaba en el Ministerio de Comercio Exterior soviético, sabía maniobrar los obstáculos burocráticos para crear una empresa, por lo cual Berezovsky lo convenció para que se uniera a Logovaz.

El trabajo le costó a Glushkov varias batallas corporativas. En 1991, cuando fue nombrado subdirector general de AvtoVAZ -productor de 300.000 coches al año- se enfrentó con miembros del aparato de seguridad ruso con control de facto sobre la empresa. Según Glushkov, la compañía vendía coches a bajo precio a empresas extranjeras controladas por ex oficiales soviéticos quienes los revendían para obtener ganancias de la diferencia de los precios.

El empresario dijo ante el tribunal que intentó reprimir la práctica pero comenzó a recibir amenazas de que se le haría "desaparecer" y que su familia corría peligro. Envió a su esposa e hijos a vivir a Suiza, y dos años más tarde, tras recibir una amenaza "extremadamente severa" de un coronel del FSB, abandonó la compañía y se fue a Moscú al día siguiente.

Tras su regreso a la capital rusa siguió trabajando para Berezovsky. En 1995 comenzó su trabajo como subdirector de finanzas de Aeroflot, donde enfrentó una disputa similar a la de AvtoVAZ pero a mayor escala. En su primera revisión de las finanzas de la empresa, descubrió que el dinero proveniente de la venta de boletos aéreos se repartía entre cuentas bancarias controladas por unas 150 oficinas regionales de la aerolínea, dijo Glushkov en su testimonio.

Alrededor de 3.500 de los 15.000 empleados de la empresa trabajaban encubiertos para una de las sucursales de los servicios de inteligencia rusos, agregó.

El plan de Glushkov para convertir a Aeroflot en una aerolínea nacional semejante a Lufthansa o British Airways era abrir una oficina que procesara los pagos de boletos aéreos afuera de Rusia para reducir la carga fiscal de la empresa. A principios de 1996, convocó una reunión para convencer a los representantes de la aerolínea de canalizar sus ingresos a través de empresas con sede en Suiza.

La reacción de los servicios de inteligencia fue inmediata y severa: recibía llamadas diarias a su oficina a través de un teléfono especial instalado para hablar con las autoridades estatales. Uno de ellos, Alexander Korzhakov, ex general de la KGB y guardaespaldas del presidente Yeltsin, dijo que "me volaría la cabeza y me metería en la cárcel…si continuaba violando los derechos del FSB", dijo el empresario en su declaración como testigo.

Pese a las amenazas, Glushkov continuó presionando al FSB a ceder el control de los ingresos de la compañía estatal, e incluso le escribió a los jefes de las dos oficinas principales de espionaje rusas sugiriéndoles que paguen los salarios de los empleados de Aeroflot, teniendo en cuenta el uso excesivo que hacen de sus servicios.

En 1997, los fiscales rusos abrieron una investigación penal sobre irregularidades financieras en la aerolínea. Cuando Putin asumió el poder en el año 2000, Berezovsky huyó del país luego de que los fiscales dijeran que él también era sospechoso en la investigación contra Aeroflot. Glushkov permaneció en Rusia, pero presintiendo que podría ser detenido en cualquier momento, defendió su trabajo en una entrevista al periódico ruso Kommersant.

"Lo que los fiscales están diciendo es simplemente absurdo", dijo Glushkov, señalando que los USD 700 millones que se les acusa de haber malversado representa más de la mitas de los ingresos de la compañía durante su gestión.

Efectivamente, fue detenido un mes después de la entrevista, acusado de lavado de dinero y de participar en actividades comerciales ilegales y confinado en la prisión de Lefortovo en Moscú, reservada para prisioneros políticos y delincuentes de alto perfil. En 2004 un juez sentenció el tiempo cumplido de su condena y, tras su liberación, se exilió en Londres junto a sus antiguos socios.

Fue recibido por su socios con entusiasmo, quienes lo alojaron en una mansión en el suburbio londinense de Berkshire. Sin embargo, Glushkov tuvo dificultades para adaptarse a su nuevo entorno y comenzó a sospechar de algunos de los visitantes que Berezovsky recibía en Londres. Uno de ellos era Andrei Lugovoi, quien en 2006 vertió polonio radioactivo en el té del fallecido Litvinenko, según la policía de Londres.

Aeroflot, que pasó a ser nuevamente controlada por el gobierno ruso, contrató a la firma de abogados Pinsent Masons del Reino Unido y demandó a Glushkov y Berezovsky en un tribunal de Londres por USD 120 millones. Inicialmente Berezovsky se hizo cargo de las expensas legales, pero luego de un tiempo él también se quedó sin dinero. Su socio de larga data, Patarkatsishvili, murió repentinamente de un ataque cardíaco en 2008, y poco después el magnate perdió una demanda contra otro oligarca ruso que lo fundió. En 2013, fue encontrado ahorcado en el baño de su casa en las afueras de Londres.

Glushkov perdió gran parte de su fortuna al igual que sus socios, razón por la cual se mudó a una casa en alquiler para ahorrar dinero. Desde allí planificó su estrategia legal contra Aeroflot, un trabajo que de a poco comenzaba a reanimarlo. Sentía que estaba ganando en la corte, y junto con otro acusado en el caso acumuló los registros financieros que según ellos terminaría de demostrar que no hubo malversaciones de fondos durante su gestión. En su última aparición en los tribunales la jueza a cargo del caso, Dame Vivien Rose, rechazó una moción de los abogados de Aeroflot para retrasar el juicio.

La policía dijo que la entrada de la casa que alquilaba Glushkov no parecía haber sido forzada la noche que murió, mientras que su vecina, Pat Browne, dijo que no oyó ningún sonido de lucha o resistencia. Pese al misterio, Glushkov obtuvo alguna medida de reivindicación tras su muerte luego de que en abril la aerolínea abandonó el caso sin dar ninguna explicación. La jueza Rose ordenó a Aeroflot a pagar USD 4 millones para compensar la sucesión de Glushkov y a otros acusados por sus gastos judiciales.

Luego de ocho años de litigio la compañía aérea aparentemente abandonó el caso al darse cuenta que "estaba condenado al fracaso en su totalidad", dijo Rose en su pronunciamiento.

"Glushkov había luchado para defenderse de lo que él interpretaba como una campaña de persecución política por parte de Aeroflot y el Estado ruso", concluyó.

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