Los unionistas norirlandeses amenazan con tumbar los presupuestos de May
La formación condiciona la estabilidad del Gobierno a un Brexit que cumpla sus exigencias
Rafa de Miguel
Londres, El País
El Partido Unionista Democrático, la formación norirlandesa que sostiene el Gobierno de Theresa May con sus diez diputados, ha amenazado con votar en contra de los Presupuestos Generales, que inician su trámite parlamentario a finales de este mes, si las negociaciones con Bruselas sobre el Brexit incluyen algún tipo de control aduanero entre Irlanda del Norte y la isla de Reino Unido. Se trata de la última bomba de relojería en un debate político lleno de niebla y confusión. La posibilidad de que haya nuevas concesiones a la UE para lograr cerrar un acuerdo, una baza que May guarda bajo siete llaves, inquieta a los euroescépticos de su partido y estimula a muchos diputados laboristas, dispuestos a romper la disciplina de partido y votar junto al Ejecutivo antes que permitir una salida caótica de las instituciones comunitarias.
Londres y Bruselas se han puesto ya a negociar en serio, y eso supone un bloqueo informativo que está poniendo muy nerviosos a todos los actores del drama. Los rumores —porque de momento no hay confirmación oficial de ninguno de ellos— que apuntan a una extensión del plazo en el que Reino Unido seguiría dentro de la unión aduanera de la UE, o que sugieren controles suavizados de los productos que circulen entre Irlanda del Norte y el resto del país han provocado que los euroescépticos conservadores y los unionistas norirlandeses comiencen a enarbolar amenazas como palos de ciego, porque ninguno de ellos tiene información de cuál será la penúltima carta de la primera ministra.
Los unionistas han preferido medir sus fuerzas. Antes que esgrimir pública y solemnemente su amenaza de hacer caer los Presupuestos de May, lo que supondría en clave política británica algo equivalente a una moción de confianza, han decidido mantener reuniones oficiosas con algunos medios audiovisuales, como la BBC o Sky News, y soltar su órdago desde el anonimato. Nadie duda de la seriedad de la advertencia, pero el hecho de lanzarla de un modo tan subrepticio lleva a pensar que todavía no han dicho su última palabra, hasta que no sepan a ciencia cierta qué se acuerda finalmente con Bruselas. El Partido Democrático Unionista, euroescéptico hasta la médula, tiene una sola línea roja respecto a las negociaciones del Brexit: impedir a toda costa cualquier tipo de control, fronterizo o aduanero, entre esta provincia y el resto de Reino Unido. Y en teoría, ese es también un umbral infranqueable para May, que se ha hartado de proclamar en las últimas semanas, rozando un tono trágico, que hará lo imposible por evitar que se rompa el país. Desde Bruselas se insiste en la necesidad de que haya controles administrativos en el mar de Irlanda, para evitar que deba volver a establecerse una frontera física entre las dos Irlandas divididas y perturbar así la normalidad recuperada después del Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Sin embargo, los negociadores comunitarios quieren rebajar la tensión en torno a este espinoso asunto y apuntan a que las inspecciones fitosanitarias o aduaneras pueden realizarse en almacenes o fábricas, sin necesidad de evidenciar una frontera física.
"Cuando volvamos con un acuerdo, espero que todos en esta Cámara pongan el interés nacional por delante de sus propios intereses", ha advertido este miércoles May a conservadores y laboristas en una sesión parlamentaria. Algunos medios británicos sugieren la posibilidad, cada vez más cercana, de que un puñado de diputados laboristas, que podría rondar la treintena, rompa la disciplina de su partido y respalde el acuerdo que se alcance con Bruselas. En un país en el que los parlamentarios depositan la lealtad más en sus circunscripciones que en las siglas, son muchos laboristas los que temen el desastre económico —y para ellos, electoral— que podría suponer un Brexit a las bravas.
La cifra serviría para contrarrestar la rebelión anunciada por los tories euroescépticos, que aseguran disponer de al menos 40 diputados dispuestos a votar en contra del acuerdo. Pero en este caso tampoco nadie se fía de esas cifras, porque apenas hace un par de meses ese mismo bloque aseguraba contar con los votos de 80 rebeldes.
Rafa de Miguel
Londres, El País
El Partido Unionista Democrático, la formación norirlandesa que sostiene el Gobierno de Theresa May con sus diez diputados, ha amenazado con votar en contra de los Presupuestos Generales, que inician su trámite parlamentario a finales de este mes, si las negociaciones con Bruselas sobre el Brexit incluyen algún tipo de control aduanero entre Irlanda del Norte y la isla de Reino Unido. Se trata de la última bomba de relojería en un debate político lleno de niebla y confusión. La posibilidad de que haya nuevas concesiones a la UE para lograr cerrar un acuerdo, una baza que May guarda bajo siete llaves, inquieta a los euroescépticos de su partido y estimula a muchos diputados laboristas, dispuestos a romper la disciplina de partido y votar junto al Ejecutivo antes que permitir una salida caótica de las instituciones comunitarias.
Londres y Bruselas se han puesto ya a negociar en serio, y eso supone un bloqueo informativo que está poniendo muy nerviosos a todos los actores del drama. Los rumores —porque de momento no hay confirmación oficial de ninguno de ellos— que apuntan a una extensión del plazo en el que Reino Unido seguiría dentro de la unión aduanera de la UE, o que sugieren controles suavizados de los productos que circulen entre Irlanda del Norte y el resto del país han provocado que los euroescépticos conservadores y los unionistas norirlandeses comiencen a enarbolar amenazas como palos de ciego, porque ninguno de ellos tiene información de cuál será la penúltima carta de la primera ministra.
Los unionistas han preferido medir sus fuerzas. Antes que esgrimir pública y solemnemente su amenaza de hacer caer los Presupuestos de May, lo que supondría en clave política británica algo equivalente a una moción de confianza, han decidido mantener reuniones oficiosas con algunos medios audiovisuales, como la BBC o Sky News, y soltar su órdago desde el anonimato. Nadie duda de la seriedad de la advertencia, pero el hecho de lanzarla de un modo tan subrepticio lleva a pensar que todavía no han dicho su última palabra, hasta que no sepan a ciencia cierta qué se acuerda finalmente con Bruselas. El Partido Democrático Unionista, euroescéptico hasta la médula, tiene una sola línea roja respecto a las negociaciones del Brexit: impedir a toda costa cualquier tipo de control, fronterizo o aduanero, entre esta provincia y el resto de Reino Unido. Y en teoría, ese es también un umbral infranqueable para May, que se ha hartado de proclamar en las últimas semanas, rozando un tono trágico, que hará lo imposible por evitar que se rompa el país. Desde Bruselas se insiste en la necesidad de que haya controles administrativos en el mar de Irlanda, para evitar que deba volver a establecerse una frontera física entre las dos Irlandas divididas y perturbar así la normalidad recuperada después del Acuerdo de Viernes Santo de 1998. Sin embargo, los negociadores comunitarios quieren rebajar la tensión en torno a este espinoso asunto y apuntan a que las inspecciones fitosanitarias o aduaneras pueden realizarse en almacenes o fábricas, sin necesidad de evidenciar una frontera física.
"Cuando volvamos con un acuerdo, espero que todos en esta Cámara pongan el interés nacional por delante de sus propios intereses", ha advertido este miércoles May a conservadores y laboristas en una sesión parlamentaria. Algunos medios británicos sugieren la posibilidad, cada vez más cercana, de que un puñado de diputados laboristas, que podría rondar la treintena, rompa la disciplina de su partido y respalde el acuerdo que se alcance con Bruselas. En un país en el que los parlamentarios depositan la lealtad más en sus circunscripciones que en las siglas, son muchos laboristas los que temen el desastre económico —y para ellos, electoral— que podría suponer un Brexit a las bravas.
La cifra serviría para contrarrestar la rebelión anunciada por los tories euroescépticos, que aseguran disponer de al menos 40 diputados dispuestos a votar en contra del acuerdo. Pero en este caso tampoco nadie se fía de esas cifras, porque apenas hace un par de meses ese mismo bloque aseguraba contar con los votos de 80 rebeldes.