Las elecciones de Baviera ponen de nuevo a prueba al Gobierno de Merkel
Los conservadores podrían perder su hegemonía histórica en el 'land' alemán
Ana Carbajosa
Múnich, El País
Alemania afronta este domingo un nuevo desafío político con capacidad de sacudir los cimientos del Gobierno de Berlín. Baviera elige Gobierno regional con unos sondeos que vaticinan un fin de era para la Unión Social Cristiana (CSU), el partido conservador bávaro hermanado con la CDU de Angela Merkel. Su triunfo no se cuestiona, pero de acertar las encuestas, tras seis décadas de mayoría absoluta, la CSU podría tener que negociar un Gobierno en su feudo histórico.
Del casi 48% de los votos de 2013, los últimos sondeos otorgan ahora a la CSU un 34%. Por eso, un resultado que en cualquier otra región sería un éxito, aquí se perfila como una auténtica debacle. La debilidad de la CSU, que gobierna con la CDU de Angela Merkel en Berlín, amenaza con inyectar nuevas dosis de inestabilidad política también en la capital alemana.
Baviera, al sur del país, es el segundo Estado federado más poblado de Alemania, con 13 millones de habitantes. Es además un land próspero, que registra un 2,8% de desempleo y en el que tienen su sede destacadas empresas alemanas como BMW o Siemens. La relativa prosperidad sin embargo no parece bastar para unos votantes que buscan crecientemente otras respuestas políticas.
El pronosticado declive de la CSU, junto con la irrupción también en Baviera de Alternativa por Alemania (Afd), la extrema derecha, son un síntoma de un tiempo político en el que los grandes partidos paraguas han dejado de abarcar como antes y en los que la fragmentación ha pasado a ser la norma. De confirmarse los sondeos, los Verdes, el partido ecologista, va camino de convertirse en el segundo más votado en Baviera y clave para la formación de Gobierno.
La CSU puede presumir de una situación económica envidiable para cualquier otro Estado alemán, más allá de problemas concretos como el tráfico o el precio de la vivienda. Pero al margen de los hechos, el electorado registra una cierta fatiga ante los líderes de la CSU, enzarzados desde hace meses en tensiones internas y con el partido de Merkel, y sobre todo ante su retórica. La CSU ha endurecido su discurso contra los refugiados en los últimos meses de la mano de Horst Seehofer, el ministro de Interior alemán y líder del partido. Seehofer llegó incluso antes del verano a amenazar con dimitir y tumbar el Gobierno de Merkel si la canciller no prescindía de los consensos europeos. La deriva sobreactuada de la CSU parece haber alienado a muchos de sus votantes burgueses y tradicionales, poco dados a las estridencias.
El propio Markus Söder, ministro presidente bávaro y candidato de la CSU, ha culpado veladamente a Seehofer de su descenso en los sondeos. “Son números que están muy influenciados por la política de Berlín”, dijo al diario sensacionalista Bild.
“Seehofer ha saltado de un conflicto al siguiente. Si obtienen un resultado muy bajo, es difícil pensar que pueda seguir en su puesto de ministro de Interior”, opina Werner Weidenfeld, director del Instituto de Ciencia Política de la universidad Ludwig-Maximilian de Múnich. “En Alemania, a la gente no le gusta el conflicto permanente, especialmente a los votantes de la CSU, que valoran mucho la estabilidad”, añade.
Weidenfeld cree, sin embargo, que un debilitamiento de la CSU, considerado el socio díscolo, podría beneficiar a Merkel, que emergería una vez más como la voz sensata frente al griterío político del partido bávaro. El problema añadido es que después de Baviera vienen las elecciones de Hesse, a fin de mes, donde no es la CSU sino la propia CDU sobre la que se proyecta una nueva sangría de votos. El efecto combinado de ambas elecciones podría desencadenar nuevos temblores políticos en Berlín, donde gobierna una coalición de Gobierno venida a menos —conservadores y socialdemócratas— ante el ascenso de la extrema derecha. También en Baviera, muchos votantes críticos con la gestión de la crisis de los refugiados de Merkel prefieren a Afd, que concurre por primera vez en estas elecciones regionales.
Los socialdemócratas (SPD), el hasta ahora otro gran partido alemán, sufrirían también una pronunciada caída, agravando la crisis existencial que atraviesa el otro miembro de la gran coalición de Gobierno en Berlín. En la capital se da por hecho que un descalabro en Múnich tendrá también consecuencias para el SPD en Berlín.
En Baviera, concurre además a las urnas un partido atípico, los Freie Wähler, algo así como los votantes libres, una plataforma conservadora que representa demandas ciudadanas locales. Este grupo heterogéneo podría también crecer sustancialmente en estas elecciones hasta el punto de convertirse en la llave de Gobierno con una CSU con la que sin embargo no sintonizan.
A última hora de la tarde de este domingo, con los resultados en la mano, será posible conocer un primer alcance de la transformación política bávara y, tal vez, de las temidas repercusiones en Berlín.
Ana Carbajosa
Múnich, El País
Alemania afronta este domingo un nuevo desafío político con capacidad de sacudir los cimientos del Gobierno de Berlín. Baviera elige Gobierno regional con unos sondeos que vaticinan un fin de era para la Unión Social Cristiana (CSU), el partido conservador bávaro hermanado con la CDU de Angela Merkel. Su triunfo no se cuestiona, pero de acertar las encuestas, tras seis décadas de mayoría absoluta, la CSU podría tener que negociar un Gobierno en su feudo histórico.
Del casi 48% de los votos de 2013, los últimos sondeos otorgan ahora a la CSU un 34%. Por eso, un resultado que en cualquier otra región sería un éxito, aquí se perfila como una auténtica debacle. La debilidad de la CSU, que gobierna con la CDU de Angela Merkel en Berlín, amenaza con inyectar nuevas dosis de inestabilidad política también en la capital alemana.
Baviera, al sur del país, es el segundo Estado federado más poblado de Alemania, con 13 millones de habitantes. Es además un land próspero, que registra un 2,8% de desempleo y en el que tienen su sede destacadas empresas alemanas como BMW o Siemens. La relativa prosperidad sin embargo no parece bastar para unos votantes que buscan crecientemente otras respuestas políticas.
El pronosticado declive de la CSU, junto con la irrupción también en Baviera de Alternativa por Alemania (Afd), la extrema derecha, son un síntoma de un tiempo político en el que los grandes partidos paraguas han dejado de abarcar como antes y en los que la fragmentación ha pasado a ser la norma. De confirmarse los sondeos, los Verdes, el partido ecologista, va camino de convertirse en el segundo más votado en Baviera y clave para la formación de Gobierno.
La CSU puede presumir de una situación económica envidiable para cualquier otro Estado alemán, más allá de problemas concretos como el tráfico o el precio de la vivienda. Pero al margen de los hechos, el electorado registra una cierta fatiga ante los líderes de la CSU, enzarzados desde hace meses en tensiones internas y con el partido de Merkel, y sobre todo ante su retórica. La CSU ha endurecido su discurso contra los refugiados en los últimos meses de la mano de Horst Seehofer, el ministro de Interior alemán y líder del partido. Seehofer llegó incluso antes del verano a amenazar con dimitir y tumbar el Gobierno de Merkel si la canciller no prescindía de los consensos europeos. La deriva sobreactuada de la CSU parece haber alienado a muchos de sus votantes burgueses y tradicionales, poco dados a las estridencias.
El propio Markus Söder, ministro presidente bávaro y candidato de la CSU, ha culpado veladamente a Seehofer de su descenso en los sondeos. “Son números que están muy influenciados por la política de Berlín”, dijo al diario sensacionalista Bild.
“Seehofer ha saltado de un conflicto al siguiente. Si obtienen un resultado muy bajo, es difícil pensar que pueda seguir en su puesto de ministro de Interior”, opina Werner Weidenfeld, director del Instituto de Ciencia Política de la universidad Ludwig-Maximilian de Múnich. “En Alemania, a la gente no le gusta el conflicto permanente, especialmente a los votantes de la CSU, que valoran mucho la estabilidad”, añade.
Weidenfeld cree, sin embargo, que un debilitamiento de la CSU, considerado el socio díscolo, podría beneficiar a Merkel, que emergería una vez más como la voz sensata frente al griterío político del partido bávaro. El problema añadido es que después de Baviera vienen las elecciones de Hesse, a fin de mes, donde no es la CSU sino la propia CDU sobre la que se proyecta una nueva sangría de votos. El efecto combinado de ambas elecciones podría desencadenar nuevos temblores políticos en Berlín, donde gobierna una coalición de Gobierno venida a menos —conservadores y socialdemócratas— ante el ascenso de la extrema derecha. También en Baviera, muchos votantes críticos con la gestión de la crisis de los refugiados de Merkel prefieren a Afd, que concurre por primera vez en estas elecciones regionales.
Los socialdemócratas (SPD), el hasta ahora otro gran partido alemán, sufrirían también una pronunciada caída, agravando la crisis existencial que atraviesa el otro miembro de la gran coalición de Gobierno en Berlín. En la capital se da por hecho que un descalabro en Múnich tendrá también consecuencias para el SPD en Berlín.
En Baviera, concurre además a las urnas un partido atípico, los Freie Wähler, algo así como los votantes libres, una plataforma conservadora que representa demandas ciudadanas locales. Este grupo heterogéneo podría también crecer sustancialmente en estas elecciones hasta el punto de convertirse en la llave de Gobierno con una CSU con la que sin embargo no sintonizan.
A última hora de la tarde de este domingo, con los resultados en la mano, será posible conocer un primer alcance de la transformación política bávara y, tal vez, de las temidas repercusiones en Berlín.