El juez Kavanaugh consigue superar una votación clave en el Senado
El candidato de Trump al Tribunal Supremo logra 51 votos a favor frente a 49 en contra, con el rechazo de una senadora republicana y el apoyo de un demócrata
Amanda Mars
Washington, El País
Brett Kavanaugh se encuentra a un paso del Tribunal Supremo de EE UU. Tras una batalla monumental por la nominación del juez conservador, sobre el que pesan varias acusaciones de abusos sexuales, el Senado votó este viernes a favor de llevar su confirmación al voto final del pleno. Dos de los tres senadores republicanos menos convencidos, Jeff Flake y Susan Collins, dieron su sí, al igual que un demócrata de Virginia Occidental, Joe Manchin. En el día en que se cumple un año del nacimiento del movimiento #Metoo contra el acoso, Estados Unidos impulsa como nuevo miembro vitalicio de su más alta instancia judicial a un hombre irremediablemente manchado por las dudas y el partidismo.
Ningún juez que opta al máximo tribunal estadounidense tiene fácil su confirmación. Es una magistratura vitalicia con un poder crucial en el devenir del país (acabó con la segregación racial en las escuelas o la legalizaron el aborto), pero este proceso resulta especialmente traumático. Christine Blasey Ford, una profesora de la Universidad de Palo Alto (California), hoy de 51 años, acusó a Kavanaugh, de 53, de haber intentado violarla en el verano de 1982, cuando ella tenía 15 años y él 17, en una reunión de adolescentes en una casa a las afueras de Washington DC. Kavanaugh lo niega, pero el testimonio de la mujer el pasado jueves ante el Senado y las flaquezas de algunas respuestas del juez llevaron a los republicanos a aceptar una breve investigación del FBI antes de confirmarle en la Cámara alta. Al menos otras dos mujeres le acusan de diversos abusos de distinta gravedad.
Si en la votación final no hay giros de última hora, Kavanaugh será el nuevo miembro del Supremo por mucho tiempo, pese a toda la polémica. Los republicanos ocupan 51 de los 100 escaños de la Cámara alta, lo que resulta suficiente para bendecir al nominado por Donald Trump, aunque no permitiría más de dos bajas entre sus filas si los 49 restantes votan en contra. En caso de empate (50-50), el voto del vicepresidente, Mike Pence, resolvería a favor de los conservadores.
Este viernes había cuatro senadores dudosos, pero tres de ellos anunciaron que confirmarían a Kavanaugh en el voto definitivo, previsto para el sábado. Susan Collins, republicana de Maine, se pronunció a favor en este voto procedimental del viernes por la mañana y por la tarde anunció que así votaría también la sesión final. Lo hizo en un discurso de 45 minutos, en el que trató de defender que no cuestionaba ni a la víctima ni al movimiento Metoo, pero que, al mismo tiempo, creía a Kavanaugh.
Jeff Flake, de Arizona, también votó sí, e informó de que, salvo que trascienda alguna novedad, será su postura final. Lisa Murkowski, republicana de Alaska, votó en contra. Opinó que Kavanaugh "es un buen hombre", pero "no es el mejor hombre para el tribunal en este momento". Y Joe Manchin, senador demócrata por Virginia Occidental, rompió el consenso de los suyos votando a favor, y añadiendo que así hará también el sábado. Kavanaugh tiene pues vía libre.
La actuación de Flake resulta especialmente significativa. Este senador, uno de los escasos republicanos públicamente críticos con Trump, fue quien forzó a su partido a aceptar una semana de pesquisas del FBI antes de ratificar a Kavanaugh. El viernes pasado, en un drama político televisado en tiempo real, cambió de opinión en el Comité de Justicia del Senado, del que forma parte, después de ser increpado durante cinco minutos ante las cámaras de televisión por dos mujeres que se identificaron como víctimas de agresión sexual. Flake se pronunció a favor de llevar el nombramiento de Kavanaugh al pleno del Senado en aquella votación previa del comité, pero con la condición de que fuera sometido a una investigación federal.
Trump atacó este viernes a las mujeres que protagonizaron la escena del ascensor, llamada a convertirse en uno de esos momentos símbolo de la historia política estadounidense. "Esas gritonas groseras del ascensor son profesionales pagadas que solo buscan hacer quedar mal a los senadores. ¡No se dejen engañar!", escribió en su cuenta de Twitter. "Miren además todos esos carteles profesionales idénticos. Están pagados por [George] Soros y otros", remachó.
Para los republicanos, el informe final del FBI (46 páginas que solo han visto los senadores) exonera al juez, mientras que los demócratas critican lo limitado de las pesquisas y advierten de que el proceso en sí ha mostrado que el nominado no es apto para el puesto por falsedades y partidismo. En su comparecencia ante el Senado, el pasado 27 de septiembre, Kavanaugh incurrió en contradicciones y algo a medio camino entre la desmemoria y la falsedad: algunas pruebas revelan que el juez tenía más relación con dos de las mujeres que lo acusan (Christine Blasey Ford y Deborah Ramirez) de la que admitió y múltiples conocidos de la época afirman que bebía más de lo que reconoce (esto es muy importante, porque hace plausible que no recordara sus actos tras esas borracheras). Su testimonio, inmediatamente posterior al de la profesora Ford, también destiló cólera y furia contra los demócratas, lo que pone en tela de juicio la imparcialidad que requiere el puesto decisivo al que opta.
Consciente de cómo le había perjudicado esta efervescencia, Kavanaugh publicó el viernes un artículo en The Wall Street Journal en el que lamenta haber resultado tan "emotivo", pero defiende su neutralidad política. La suerte, en cualquier caso, parece echada. No es habitual que un senador cambie de opinión en la votación final respecto al voto previo, el procedimental. Una de esas excepciones la protagonizó John McCain en julio de 2017, con la contrarreforma sanitaria de Trump, que buscaba tumbar el Obamacare. En el último instante, el viejo senador republicano, recientemente fallecido, votó no y enmudeció a sus compañeros de partido. Falta por ver quién enmudece este sábado en Washington.
Amanda Mars
Washington, El País
Brett Kavanaugh se encuentra a un paso del Tribunal Supremo de EE UU. Tras una batalla monumental por la nominación del juez conservador, sobre el que pesan varias acusaciones de abusos sexuales, el Senado votó este viernes a favor de llevar su confirmación al voto final del pleno. Dos de los tres senadores republicanos menos convencidos, Jeff Flake y Susan Collins, dieron su sí, al igual que un demócrata de Virginia Occidental, Joe Manchin. En el día en que se cumple un año del nacimiento del movimiento #Metoo contra el acoso, Estados Unidos impulsa como nuevo miembro vitalicio de su más alta instancia judicial a un hombre irremediablemente manchado por las dudas y el partidismo.
Ningún juez que opta al máximo tribunal estadounidense tiene fácil su confirmación. Es una magistratura vitalicia con un poder crucial en el devenir del país (acabó con la segregación racial en las escuelas o la legalizaron el aborto), pero este proceso resulta especialmente traumático. Christine Blasey Ford, una profesora de la Universidad de Palo Alto (California), hoy de 51 años, acusó a Kavanaugh, de 53, de haber intentado violarla en el verano de 1982, cuando ella tenía 15 años y él 17, en una reunión de adolescentes en una casa a las afueras de Washington DC. Kavanaugh lo niega, pero el testimonio de la mujer el pasado jueves ante el Senado y las flaquezas de algunas respuestas del juez llevaron a los republicanos a aceptar una breve investigación del FBI antes de confirmarle en la Cámara alta. Al menos otras dos mujeres le acusan de diversos abusos de distinta gravedad.
Si en la votación final no hay giros de última hora, Kavanaugh será el nuevo miembro del Supremo por mucho tiempo, pese a toda la polémica. Los republicanos ocupan 51 de los 100 escaños de la Cámara alta, lo que resulta suficiente para bendecir al nominado por Donald Trump, aunque no permitiría más de dos bajas entre sus filas si los 49 restantes votan en contra. En caso de empate (50-50), el voto del vicepresidente, Mike Pence, resolvería a favor de los conservadores.
Este viernes había cuatro senadores dudosos, pero tres de ellos anunciaron que confirmarían a Kavanaugh en el voto definitivo, previsto para el sábado. Susan Collins, republicana de Maine, se pronunció a favor en este voto procedimental del viernes por la mañana y por la tarde anunció que así votaría también la sesión final. Lo hizo en un discurso de 45 minutos, en el que trató de defender que no cuestionaba ni a la víctima ni al movimiento Metoo, pero que, al mismo tiempo, creía a Kavanaugh.
Jeff Flake, de Arizona, también votó sí, e informó de que, salvo que trascienda alguna novedad, será su postura final. Lisa Murkowski, republicana de Alaska, votó en contra. Opinó que Kavanaugh "es un buen hombre", pero "no es el mejor hombre para el tribunal en este momento". Y Joe Manchin, senador demócrata por Virginia Occidental, rompió el consenso de los suyos votando a favor, y añadiendo que así hará también el sábado. Kavanaugh tiene pues vía libre.
La actuación de Flake resulta especialmente significativa. Este senador, uno de los escasos republicanos públicamente críticos con Trump, fue quien forzó a su partido a aceptar una semana de pesquisas del FBI antes de ratificar a Kavanaugh. El viernes pasado, en un drama político televisado en tiempo real, cambió de opinión en el Comité de Justicia del Senado, del que forma parte, después de ser increpado durante cinco minutos ante las cámaras de televisión por dos mujeres que se identificaron como víctimas de agresión sexual. Flake se pronunció a favor de llevar el nombramiento de Kavanaugh al pleno del Senado en aquella votación previa del comité, pero con la condición de que fuera sometido a una investigación federal.
Trump atacó este viernes a las mujeres que protagonizaron la escena del ascensor, llamada a convertirse en uno de esos momentos símbolo de la historia política estadounidense. "Esas gritonas groseras del ascensor son profesionales pagadas que solo buscan hacer quedar mal a los senadores. ¡No se dejen engañar!", escribió en su cuenta de Twitter. "Miren además todos esos carteles profesionales idénticos. Están pagados por [George] Soros y otros", remachó.
Para los republicanos, el informe final del FBI (46 páginas que solo han visto los senadores) exonera al juez, mientras que los demócratas critican lo limitado de las pesquisas y advierten de que el proceso en sí ha mostrado que el nominado no es apto para el puesto por falsedades y partidismo. En su comparecencia ante el Senado, el pasado 27 de septiembre, Kavanaugh incurrió en contradicciones y algo a medio camino entre la desmemoria y la falsedad: algunas pruebas revelan que el juez tenía más relación con dos de las mujeres que lo acusan (Christine Blasey Ford y Deborah Ramirez) de la que admitió y múltiples conocidos de la época afirman que bebía más de lo que reconoce (esto es muy importante, porque hace plausible que no recordara sus actos tras esas borracheras). Su testimonio, inmediatamente posterior al de la profesora Ford, también destiló cólera y furia contra los demócratas, lo que pone en tela de juicio la imparcialidad que requiere el puesto decisivo al que opta.
Consciente de cómo le había perjudicado esta efervescencia, Kavanaugh publicó el viernes un artículo en The Wall Street Journal en el que lamenta haber resultado tan "emotivo", pero defiende su neutralidad política. La suerte, en cualquier caso, parece echada. No es habitual que un senador cambie de opinión en la votación final respecto al voto previo, el procedimental. Una de esas excepciones la protagonizó John McCain en julio de 2017, con la contrarreforma sanitaria de Trump, que buscaba tumbar el Obamacare. En el último instante, el viejo senador republicano, recientemente fallecido, votó no y enmudeció a sus compañeros de partido. Falta por ver quién enmudece este sábado en Washington.