La negociación del Brexit entra en una fase crítica
Fuentes comunitarias apuntan a que las negociaciones para la salida de Reino Unido de la UE se prolongarán hasta noviembre
Bernardo de Miguel
Salzburgo, El País
El diálogo de sordos sobre el Brexit se trasladó este miércoles a la cumbre europea de Salzburgo. La UE y Reino Unido se acusan mutuamente de mantener posiciones numantinas en la negociación del divorcio británico y ambas partes consideran que corresponde a la otra mejorar su oferta. La primera ministra británica, Theresa May, instó a sus socios a modificar algunas de sus posiciones. El presidente de turno de la UE, el austriaco Sebastian Kurz, le devolvió la pelota. “Espero que oigamos un paso adelante en su discurso”, dijo antes de la cena.
Bruselas y Londres esperan que la cita de Salzburgo logre desbloquear la situación, para encarar la recta final de unas negociaciones que se esperaban rematar el próximo octubre. Pero fuentes comunitarias reconocen que, de momento, el único resultado casi seguro en la ciudad austriaca será una prolongación del plazo de negociación hasta noviembre. Como mínimo. El propio presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, llegó a la cita europea con el propósito de sugerir ya a los líderes que asistan a una cumbre extraordinaria “a mediados de noviembre”, un horizonte que sobrepasa la fecha límite mantenida de manera férrea por el negociador jefe de la UE para este capítulo, el francés Michel Barnier.
Para apaciguar los ánimos en Londres, Tusk reconoció antes de la reunión que la última propuesta de May para abandonar de forma ordenada la UE “supone una evolución positiva en los planteamientos de Reino Unido en cuanto a minimizar los efectos negativos del Brexit”. Aun así, le exigió a continuación que revise sus propuestas más polémicas, relativas a preservar la convivencia en Irlanda (entre la parte de la isla que seguirá siendo un Estado de la UE y la que es una provincia británica y por tanto quedará fuera del club) y sobre el marco de cooperación económica con la UE.
Los europeos también se resisten a otra petición de Londres, en la que quiere acompasar el acuerdo de salida con un compromiso europeo sobre la futura relación. Varios socios comunitarios prefieren dejar ese escenario abierto y concretarlo durante el largo periodo de transición que se iniciará justo después del Brexit, el 30 de marzo de 2019. El Gobierno británico, en cambio, insiste en que esa hoja de ruta sea algo más que una mera declaración de intenciones para detallar el horizonte futuro que cabe esperar en la relación entre Bruselas y Londres. Entre otros motivos porque solo teniendo certeza sobre el tipo de vínculo futuro se podrá buscar un arreglo para la frontera norirlandesa, alega la diplomacia británica.
“Para que el proceso concluya con éxito, la UE tendrá que modificar su postura, igual que ha hecho Reino Unido”, recomendó May en una tribuna publicada ayer en EL PAÍS. La primera ministra, en efecto, ha pasado de una posición inicial en 2017 que apuntaba a un Brexit tajante y sin miramientos a implorar un periodo de transición de 20 meses y a aceptar que Londres seguirá pagando puntualmente las facturas del club y acatando sin rechistar la legislación y la jurisprudencia comunitaria durante todo ese periodo provisional.
Asumir las consecuencias
La UE, en cambio, se ha mantenido firme en sus exigencias y ha impuesto la tesis de que Reino Unido ha decidido libremente dejar el club y debe arrostrar las consecuencias. Fuentes comunitarias en Bruselas apuntan que el retraso es asumible, pero advierte que el acuerdo depende de la situación interna en Londres, marcada por la división entre los partidarios de una salida sin acuerdo y quienes abogan por un Brexit suave y gradual. “Barnier tiene una tarea complicada porque negocia con unos británicos que, a su vez, tienen que negociar entre ellos”, apunta una fuente diplomática.
Más de dos años después del referéndum, se impone la premura. La canciller Angela Merkel mostró su confianza en que haya Brexit “en buena atmósfera y con respeto”.“Quizá hoy hay más esperanza, pero lo que es seguro es que hay cada vez menos tiempo”, apremió Tusk en Salzburgo. Una letanía que se repite prácticamente desde que se inició la negociación, en junio de 2017, y que de momento no ha logrado desencallar los aspectos más problemáticos de este complejo divorcio.
Bernardo de Miguel
Salzburgo, El País
El diálogo de sordos sobre el Brexit se trasladó este miércoles a la cumbre europea de Salzburgo. La UE y Reino Unido se acusan mutuamente de mantener posiciones numantinas en la negociación del divorcio británico y ambas partes consideran que corresponde a la otra mejorar su oferta. La primera ministra británica, Theresa May, instó a sus socios a modificar algunas de sus posiciones. El presidente de turno de la UE, el austriaco Sebastian Kurz, le devolvió la pelota. “Espero que oigamos un paso adelante en su discurso”, dijo antes de la cena.
Bruselas y Londres esperan que la cita de Salzburgo logre desbloquear la situación, para encarar la recta final de unas negociaciones que se esperaban rematar el próximo octubre. Pero fuentes comunitarias reconocen que, de momento, el único resultado casi seguro en la ciudad austriaca será una prolongación del plazo de negociación hasta noviembre. Como mínimo. El propio presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, llegó a la cita europea con el propósito de sugerir ya a los líderes que asistan a una cumbre extraordinaria “a mediados de noviembre”, un horizonte que sobrepasa la fecha límite mantenida de manera férrea por el negociador jefe de la UE para este capítulo, el francés Michel Barnier.
Para apaciguar los ánimos en Londres, Tusk reconoció antes de la reunión que la última propuesta de May para abandonar de forma ordenada la UE “supone una evolución positiva en los planteamientos de Reino Unido en cuanto a minimizar los efectos negativos del Brexit”. Aun así, le exigió a continuación que revise sus propuestas más polémicas, relativas a preservar la convivencia en Irlanda (entre la parte de la isla que seguirá siendo un Estado de la UE y la que es una provincia británica y por tanto quedará fuera del club) y sobre el marco de cooperación económica con la UE.
Los europeos también se resisten a otra petición de Londres, en la que quiere acompasar el acuerdo de salida con un compromiso europeo sobre la futura relación. Varios socios comunitarios prefieren dejar ese escenario abierto y concretarlo durante el largo periodo de transición que se iniciará justo después del Brexit, el 30 de marzo de 2019. El Gobierno británico, en cambio, insiste en que esa hoja de ruta sea algo más que una mera declaración de intenciones para detallar el horizonte futuro que cabe esperar en la relación entre Bruselas y Londres. Entre otros motivos porque solo teniendo certeza sobre el tipo de vínculo futuro se podrá buscar un arreglo para la frontera norirlandesa, alega la diplomacia británica.
“Para que el proceso concluya con éxito, la UE tendrá que modificar su postura, igual que ha hecho Reino Unido”, recomendó May en una tribuna publicada ayer en EL PAÍS. La primera ministra, en efecto, ha pasado de una posición inicial en 2017 que apuntaba a un Brexit tajante y sin miramientos a implorar un periodo de transición de 20 meses y a aceptar que Londres seguirá pagando puntualmente las facturas del club y acatando sin rechistar la legislación y la jurisprudencia comunitaria durante todo ese periodo provisional.
Asumir las consecuencias
La UE, en cambio, se ha mantenido firme en sus exigencias y ha impuesto la tesis de que Reino Unido ha decidido libremente dejar el club y debe arrostrar las consecuencias. Fuentes comunitarias en Bruselas apuntan que el retraso es asumible, pero advierte que el acuerdo depende de la situación interna en Londres, marcada por la división entre los partidarios de una salida sin acuerdo y quienes abogan por un Brexit suave y gradual. “Barnier tiene una tarea complicada porque negocia con unos británicos que, a su vez, tienen que negociar entre ellos”, apunta una fuente diplomática.
Más de dos años después del referéndum, se impone la premura. La canciller Angela Merkel mostró su confianza en que haya Brexit “en buena atmósfera y con respeto”.“Quizá hoy hay más esperanza, pero lo que es seguro es que hay cada vez menos tiempo”, apremió Tusk en Salzburgo. Una letanía que se repite prácticamente desde que se inició la negociación, en junio de 2017, y que de momento no ha logrado desencallar los aspectos más problemáticos de este complejo divorcio.