Erdogan echa un pulso a Rusia e Irán en la batalla final de Siria

Turquía teme una avalancha de refugiados en la ofensiva contra el reducto rebelde de Idlib

Juan Carlos Sanz
Corresponsal en Oriente Próximo
Jerusalén, El País
Los presidentes de Rusia, Vladímir Putin; de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y de Irán, Hasan Rohani, declararon el viernes que estaban de acuerdo, pero no dijeron en qué. La cumbre que celebraron en Teherán, para afrontar la batalla final en la guerra de Siria en el feudo rebelde de Idlib, escenificó el pulso que mantuvo el jefe de Estado turco, quien intenta evitar otra avalancha de hasta 800.000 refugiados sobre su país, que ya acoge a tres millones de exiliados sirios. Los líderes rusos e iraní sostienen sin apenas reservas la ofensiva militar que el régimen del presidente Bachar el Asad se dispone a lanzar contra el último reducto rebelde después de más de siete años de guerra civil.


El grandilocuente comunicado final de la cumbre destacó que las tres partes habían acordado decidir “en un espíritu de cooperación” el destino de Idlib y garantizar la integridad territorial de Siria. Turquía, que respalda a una parte de la oposición, negocia directamente con Rusia e Irán, aliados de Damasco, los pasos para poner fin al conflicto en el país árabe mediante el llamado proceso de Astaná.

Las conversaciones celebradas en la capital de Kazajstán, a las que han asistido representantes del Gobierno y la oposición, se han centrado en las modalidades de alto el fuego y han marginado el diálogo político, suspendido desde hace un año tras el fracaso de la última ronda negociadora auspiciada por la ONU en Ginebra.

En sus declaraciones públicas, Putin y Rohani insistieron en la necesidad de continuar la lucha contra el “terrorismo”, y se sumaron al presidente turco para declarar que todos los refugiados deben regresar a Siria cuando se den las condiciones de seguridad suficientes. El duelo verbal que mantuvieron Erdogan —advirtió del peligro de que se produzca una “masacre”— y el líder ruso —opuesto a un alto el fuego con los insurgentes— fue reflejo de la brecha que separa las posiciones de Turquía y Rusia, según la información de France Presse.

De la cumbre de Teherán parece derivarse un aplazamiento del asalto final a Idlib, a la espera de fraguar un acuerdo en la reunión que los tres presidentes tienen previsto celebrar en Rusia en una fecha aún no concretada. “Para devolver la paz y la estabilidad a Siria hay que combatir el terrorismo”, puntualizó el mandatario iraní, “pero sin hacer sufrir a la población civil con una política de tierra quemada”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump advirtió el martes a Moscú y Teherán de que no cometan el “grave error” de participar en un “descabellado ataque” del régimen a la provincia rebelde. “Cientos de miles de personas pueden morir. ¡No dejéis que eso suceda!”, enfatizó. La cumbre tripartita también tuvo un mensaje para Washington, al cuestionar su alianza con las milicias kurdas, para que deje de alentar “entidades sobre el terreno con una agenda separatista so pretexto de estar luchando contra el terror”.

Mientras los líderes hablaban, las aviaciones de combate rusa y siria han seguido bombardeando posiciones rebeldes a pequeña escala al sur de Idlib. Los ataques causaron la muerte de un civil y de cuatro milicianos, según informó el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, ONG que cuenta con una red de información sobre el terreno.
Corredores humanitarios

El mediador de Naciones Unidas para Siria, Staffan de Mistura, ha llamado a las grandes potencias a evitar un nuevo “baño de sangre”. El veterano diplomático se dirigió ayer al Consejo de Seguridad para reclamar un “ultimátum” a los combatientes a fin de permitir la apertura de “corredores humanitarios voluntarios” para la población civil. En su mensaje por videoconferencia desde Ginebra, De Mistura solicitó que se habiliten vías de salida por el norte y el este, en dirección a Turquía, y hacia el sur, en territorio controlado por tropas gubernamentales.

“No parece haber una solución militar obvia para neutralizar a los yihadistas de Idlib”, consideran los analistas de International Crisis Group (ICG), “pero es evidente que una ofensiva destructiva de Siria y Rusia no debe ser la respuesta”. Incluso en el caso de que su lograra derrotar a estos grupos en el campo de batalla, la amenaza yihadista seguiría vigente.

Como ya ha ocurrido en la región del valle del Éufrates tras la victoria territorial sobre el ISIS, los expertos del ICG anticipan que los remanentes de las milicias yihadistas pueden seguir librando una “guerra asimétrica en Siria y fuera de sus fronteras, en zonas no controladas por los Gobiernos de la región”. En el caso de los combatientes extranjeros, se forzaría además su regreso a Estados y territorios islámicos y a sus países de origen en Europa.
30.000 rebeldes, tres millones de civiles rodeados

Israel no solo financió a un grupo rebelde sirio en la frontera de los Altos del Golán —territorio sirio ocupado desde 1967— como trascendió hace un año, también armó y equipó al menos una docena de organizaciones insurgentes para que mantuvieran a raya a milicias proiraníes, como la libanesa Hezbolá, y yihadistas afiliados al Estado Islámico.

Una investigación de la revista Foreign Policy, que ha entrevistado a decenas de insurgentes sirios para elaborar la información, ha revelado que Israel comenzó a prestar apoyo en 2013 a la rebelión contra el régimen del presidente Bachar el Asad, y que dejó de hacerlo hace un mes, cuando las fuerzas gubernamentales sirias reconquistaron las provincias fronterizas de Deraa y Quneitra.

El Ejército israelí ha admitido que ha prestado ayuda humanitaria a rebeldes sirios en zonas próximas al Golán. En centros sanitarios del norte del país y en una clínica de campaña ya desmantelada han sido atendidos en los cinco últimos años unos 5.000 heridos sirios, en su mayoría hombres en edad militar. Una investigación de The Wall Street Journal reveló en 2017 que, además de medicinas, ropa y alimentos, Israel había estado entregando dinero en metálico a los insurgentes para que pudieran pagar sueldos a los combatientes y comprar armas y municiones.

Foreign Policy detalla ahora que cada miliciano sirio recibía un salario mensual de 75 dólares (65 euros). La entrega directa de armas se llevó a cabo a través de los tres pasos fronterizos habilitados para la ayuda humanitaria. Además de fusiles de asalto, Israel transfirió a las milicias rebeldes ametralladoras, lanzadores de morteros y vehículos de transporte.

Uno de los beneficiarios de la financiación y del rearme israelí era el grupo rebelde llamado Caballeros del Golán, integrado por unos 400 combatientes en la provincia de Quneitra, que mantiene una alianza operativa con el Ejército Libre de Siria, a su vez respaldado por Turquía y varios países occidentales.

Cuando las fuerzas leales al presidente El Asad recuperaron el control de las áreas rebeldes próximas a los Altos del Golán los insurgentes esperaban haber contado con el respaldo del Ejército de Israel, pero la ayuda no se hizo efectiva. “No olvidaremos esta lección. Israel no se ha preocupado por la gente. Solo se ha preocupado por sus intereses”, declaró uno de los insurrectos entrevistados por la revista estadounidense.

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