Décadas de espera por una casa en Estocolmo

La burbuja inmobiliaria, fomentada por una complicada regulación y el aumento de la población inmigrante, entra en campaña de mano de los socialdemócratas

Belén Domínguez Cebrián
Estocolmo, El País
“Y tú ¿dónde vives?”. En Suecia —especialmente en grandes ciudades— esta inocente pregunta dispara directamente contra una de las principales causas de estrés en la vida del ciudadano de clase media: el acceso a la vivienda. Conseguir un sitio que se pueda llamar hogar es una misión casi imposible en un mercado inmobiliario que cabalga entre el intervencionismo del histórico presidente socialista Olof Palme y el capitalismo salvaje de la nueva economía digital. Ante las elecciones de este domingo y con un joven electorado al que seducir, el tema de la vivienda se ha hecho también un hueco en la campaña electoral.


Jenny Carlin creció en una gran casa de campo en medio de la nada. Pero ahora, esta doctora de 38 años y madre de dos niñas se siente “frustrada” porque es imposible conseguir un piso grande en Estocolmo, a pesar de que la familia cuenta con dos buenos salarios. La “peor burbuja inmobiliaria” ─como la calificó Bloomberg─ que vive el país escandinavo desde los años noventa ha llevado los precios a superar los 10.000 euros por metro cuadrado. Pero ese no es el único problema.

Para lograr un piso en un suburbio alejado y poco atractivo como Tumba (sureste de Estocolmo) hay que esperar de ocho a doce años en una lista de espera regulada por las autoridades. Pero para un piso de dos habitaciones en Södermalm, la isla de moda del centro de Estocolmo, requiere como mínimo una paciencia casi infinita: al menos 20 años. La Agencia Nacional de Construcción, Planificación y Hogar (Boverket) achaca la increíble subida del alquiler a dos factores: la creciente inmigración —en 2015 llegaron de golpe al país más de 200.000 solicitantes de asilo— y el éxodo del campo a la ciudad. En definitiva: poca oferta, mucha demanda.

El peculiar mercado de alquiler —en el país no existen las populares páginas web donde los particulares buscan comprar, vender o alquilar viviendas— gira en torno a una interminable lista de espera para acceder a un piso. Y los Carlin, a pesar de tener posibilidades económicas, se han visto de momento obligados a quedarse en un apartamento donde ya no caben y convertir el pequeño vestidor —con ventana, eso sí— en un dormitorio. “A las niñas les parece muy divertido”, bromea Jenny.

Los políticos han visto un filón en un tema desde hace años omnipresente en las conversaciones entre familiares y amigos. Una encuesta reciente de Kantar Sifo reveló que el principal problema para los suecos era la sanidad y el segundo la educación. El acceso a la vivienda se encontraba en el 13º puesto de preocupaciones, algo que puede resultar casi irrelevante. Pero han sido los socialdemócratas del primer ministro, Stefan Löfven, los que han recogido el guante y han hecho de la estadística, política. Bien es cierto que hasta la mismísima Comisión Europea urgió al Ejecutivo sueco a solucionar el problema. Löfven, desde 2016, lo tiene claro: hay que construir más casas.

La capital de las 14 islas no solo representa con sus 950.000 habitantes casi el 10% de la población del país, sino que es un foco de atracción para estudiantes. Las autoridades han comenzado un plan para fabricar casas en cadena y poder llevarlas a cualquier sitio, cuenta Brigitta Frejd, representante de Boverket desde su sede en Karskrona, al sur del país. La institución asegura que Suecia necesita construir unas 600.000 casas para 2025, según recogió Bloomberg la semana pasada.

Según la percepción de los ciudadanos, explica Toivo Sjörén, de Kantar Sifo, los socialdemócratas mirarán mejor por sus intereses en el tema de la vivienda. Peter Eriksson, ministro de Vivienda de Los Verdes (socios de Gobierno con los socialdemócratas), reconoció también que el centenario partido es el que ha puesto sobre la mesa este tema en plena campaña. Y es que la sanidad, desliza Sjörén, "no moviliza votantes" en Suecia.
Mercado paralelo

William y Lulú son un matrimonio sueco-mexicano. Y su hijo Elio, de cuatro años, también duerme en el armario-vestidor de un apartamento con un único espacio en otra de las zonas más demandadas de la capital. “Ahora estamos intentando intercambiar nuestra casa con otra persona que tenga un piso más grande a través de una página web que nos pone en contacto”. En esa plataforma se encuentran desde jubilados que necesitan reducir sus gastos y buscan pisos más pequeños, hasta familias que no desisten en su búsqueda del milagro: conseguir un piso más grande. Es un mercado inmobiliario paralelo. Si logran concretar un cambio de apartamentos, ambas familias abandonarán con todas sus pertenencias sus respectivos pisos el mismo día y a la misma hora para intercambiarse las llaves y dirigirse a su nuevo hogar.

Además, Estocolmo también se ha convertido en una suerte de Silicon Valley del Báltico donde han nacido empresas como Spotify o el videojuego Minecraft. Un denso tejido de fondos de inversión y la velocidad de crecimiento de estas compañías no hacen sino acelerar la fuerza que atrae a programadores y profesionales digitales de todo el mundo. “Somos conscientes de que el problema de acceso a la vivienda afecta a trabajadores cualificados”, admite Mikael Nordström, experto en Boverket. Falta mano de obra y la escasez de viviendas —o las dificultades para acceder a ellas— está frenando la llegada de talento al país.

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