Trump reclama a su fiscal general el cierre inmediato de la investigación de la trama rusa
El presidente se entromete en pesquisas en curso y dice sufrir una “caza de brujas amañada”
Joan Faus
Washington, El País
El presidente estadounidense, Donald Trump, elevó este miércoles todavía más el tono contra la investigación de la trama rusa. “El fiscal general Jeff Sessions debería frenar ahora mismo esta caza de brujas amañada antes de que continúe manchado más a nuestro país”, escribió en Twitter. Su embestida llega al día siguiente de que empezara el primer juicio relacionado con la investigación rusa: Paul Manafort, exjefe de campaña de Trump, está acusado de fraude fiscal y bancario por sus negocios políticos en Ucrania.
Es del todo inusual que un mandatario se entrometa públicamente en investigaciones delictivas en curso, pero Trump lleva meses atacando ferozmente a Robert Mueller, el fiscal especial que explora si hubo algún tipo de coordinación entre su campaña y la sofisticada injerencia rusa en la antesala de los comicios de 2016 que buscaba ayudar al republicano a ser presidente. Trump también ha humillado a Sessions y ha dicho que se arrepiente de haberle designado al frente del Departamento de Justicia. La sombra rusa sigue acechando al presidente, que no puede controlar su ira. “Es una situación terrible”, clamó este miércoles.
La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, matizó después que el mensaje era la “opinión” de Trump no una “orden” a Sessions. El deseo del presidente, sin embargo, es de muy difícil realización. Según el consenso de expertos legales, Sessions no puede despedir al fiscal especial porque no lo designó él sino su número dos, Rod Rosenstein. Sessions sí podría echar a Rosenstein, pero no ha dado ninguna muestra de estar dispuesto a hacerlo y, más bien, se ha mostrado desafiante ante las críticas de Trump. Todo ello al margen de la mayúscula crisis política que desataría un despido, que se interpretaría como una evidente politización de una investigación.
La mejor opción que le quedaría a Trump para desprenderse de Mueller sería tratar él de echar a Sessions o Rosenstein para que sus sustitutos o los siguientes en la cadena de mando despidieran al fiscal especial. Eso evocaría a un evento clave del caso Watergate. En octubre de 1973, el presidente Richard Nixon pidió despedir al fiscal especial que investigaba esa trama, Archibald Cox, pero los dos máximos cargos de Justicia lo rechazaron y dimitieron. Finalmente, la tercera autoridad por rango sí le despidió. Pero, como le han recordado a Trump sus abogados y legisladores, eso solo hizo que empeorar la suerte de Nixon que acabó dimitiendo al año siguiente cuando se encaminaba a ser destituido por el Congreso acusado de un delito de obstrucción a la justicia.
Ahora Mueller también investiga si Trump puede haber cometido obstrucción con su despido de James Comey al frente del FBI o sus amenazas a Sessions. Inicialmente, la investigación sobre la interferencia de Moscú estaba en manos del FBI y era supervisada por Sessions dado que la agencia policial depende de Justicia. Pero en marzo del año pasado, anunció que se eximía de las pesquisas tras haber ocultado al Senado sus contactos con el exembajador ruso en Washington. La supervisión pasó a manos de su adjunto, Rosenstein.
En mayo de 2017 Trump despidió a Comey como director del FBI, entre otros motivos, como reconoció, por la investigación rusa. Entonces Rosenstein consideró que era necesario designar a una figura independiente para liderar las pesquisas y evitar cualquier suspicacia de intromisión. Y sin consultar a la Casa Blanca, designó a Mueller, un reputado exdirector del FBI y con larga experiencia jurídica.
Esos son los antecedentes de la batalla actual. Apenas hay un día en que Trump no trate de desacreditar a Mueller y a su equipo de investigadores, que considera tienen inclinaciones demócratas. El presidente acusó este miércoles al fiscal especial de ser una persona conflictiva y a su equipo de hacer un “trabajo sucio que es una desgracia para EE UU”.
En sus 14 meses de investigación, Mueller ha presentado cargos contra 32 personas, incluidos varios exaltos cargos de la campaña de Trump y 25 rusos. Ha dado por probada la injerencia electoral de Moscú, pero por ahora no hay indicios de coordinación con el republicano. El presidente se agarra a esa realidad para presentarse como una víctima: “Es un timo total la colusión rusa con la campaña de Trump”, reiteró este miércoles.
Joan Faus
Washington, El País
El presidente estadounidense, Donald Trump, elevó este miércoles todavía más el tono contra la investigación de la trama rusa. “El fiscal general Jeff Sessions debería frenar ahora mismo esta caza de brujas amañada antes de que continúe manchado más a nuestro país”, escribió en Twitter. Su embestida llega al día siguiente de que empezara el primer juicio relacionado con la investigación rusa: Paul Manafort, exjefe de campaña de Trump, está acusado de fraude fiscal y bancario por sus negocios políticos en Ucrania.
Es del todo inusual que un mandatario se entrometa públicamente en investigaciones delictivas en curso, pero Trump lleva meses atacando ferozmente a Robert Mueller, el fiscal especial que explora si hubo algún tipo de coordinación entre su campaña y la sofisticada injerencia rusa en la antesala de los comicios de 2016 que buscaba ayudar al republicano a ser presidente. Trump también ha humillado a Sessions y ha dicho que se arrepiente de haberle designado al frente del Departamento de Justicia. La sombra rusa sigue acechando al presidente, que no puede controlar su ira. “Es una situación terrible”, clamó este miércoles.
La portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, matizó después que el mensaje era la “opinión” de Trump no una “orden” a Sessions. El deseo del presidente, sin embargo, es de muy difícil realización. Según el consenso de expertos legales, Sessions no puede despedir al fiscal especial porque no lo designó él sino su número dos, Rod Rosenstein. Sessions sí podría echar a Rosenstein, pero no ha dado ninguna muestra de estar dispuesto a hacerlo y, más bien, se ha mostrado desafiante ante las críticas de Trump. Todo ello al margen de la mayúscula crisis política que desataría un despido, que se interpretaría como una evidente politización de una investigación.
La mejor opción que le quedaría a Trump para desprenderse de Mueller sería tratar él de echar a Sessions o Rosenstein para que sus sustitutos o los siguientes en la cadena de mando despidieran al fiscal especial. Eso evocaría a un evento clave del caso Watergate. En octubre de 1973, el presidente Richard Nixon pidió despedir al fiscal especial que investigaba esa trama, Archibald Cox, pero los dos máximos cargos de Justicia lo rechazaron y dimitieron. Finalmente, la tercera autoridad por rango sí le despidió. Pero, como le han recordado a Trump sus abogados y legisladores, eso solo hizo que empeorar la suerte de Nixon que acabó dimitiendo al año siguiente cuando se encaminaba a ser destituido por el Congreso acusado de un delito de obstrucción a la justicia.
Ahora Mueller también investiga si Trump puede haber cometido obstrucción con su despido de James Comey al frente del FBI o sus amenazas a Sessions. Inicialmente, la investigación sobre la interferencia de Moscú estaba en manos del FBI y era supervisada por Sessions dado que la agencia policial depende de Justicia. Pero en marzo del año pasado, anunció que se eximía de las pesquisas tras haber ocultado al Senado sus contactos con el exembajador ruso en Washington. La supervisión pasó a manos de su adjunto, Rosenstein.
En mayo de 2017 Trump despidió a Comey como director del FBI, entre otros motivos, como reconoció, por la investigación rusa. Entonces Rosenstein consideró que era necesario designar a una figura independiente para liderar las pesquisas y evitar cualquier suspicacia de intromisión. Y sin consultar a la Casa Blanca, designó a Mueller, un reputado exdirector del FBI y con larga experiencia jurídica.
Esos son los antecedentes de la batalla actual. Apenas hay un día en que Trump no trate de desacreditar a Mueller y a su equipo de investigadores, que considera tienen inclinaciones demócratas. El presidente acusó este miércoles al fiscal especial de ser una persona conflictiva y a su equipo de hacer un “trabajo sucio que es una desgracia para EE UU”.
En sus 14 meses de investigación, Mueller ha presentado cargos contra 32 personas, incluidos varios exaltos cargos de la campaña de Trump y 25 rusos. Ha dado por probada la injerencia electoral de Moscú, pero por ahora no hay indicios de coordinación con el republicano. El presidente se agarra a esa realidad para presentarse como una víctima: “Es un timo total la colusión rusa con la campaña de Trump”, reiteró este miércoles.