Italia puso problemas incluso a navíos militares europeos con náufragos
Salvini mantiene su férrea política para que los socios de la UE acepten auxiliados
Naiara Galarraga Gortázar
Madrid, El País
Los rescates de migrantes en el Mediterráneo han cambiado radicalmente desde que Matteo Salvini, vicepresidente del Gobierno populista de Italia, dio el golpe en la mesa nada más asumir el cargo. Cada uno de los barcos que ha rescatado náufragos desde el 10 de junio ha tenido que negociar directamente con los Estados dónde desembarcarlos, incluidos mercantes y navíos militares. Y el desenlace ha sido distinto en cada caso generando una enorme incertidumbre entre los marinos. El último caso es el del Aquarius, a la espera de puerto con 141 personas, pero antes fueron el Open Arms y otros.
Durante años, todos los migrantes rescatados en el tramo entre Libia y Sicilia fueron llevados a Italia —unos 600.000 en los últimos años— porque la diminuta Malta no tenía capacidad de atenderlos. Y Túnez y Libia no se consideraban aptos.
Italia puso problemas incluso a navíos militares europeos con náufragos
Uno de los casos que más preocupa a las ONGs ocurrió el 30 de julio: un barco de bandera italiana, el Asso Ventotto, dedicado a tareas relacionadas con una plataforma petrolífera frente a Libia, desembarcó en Trípoli, siguiendo las instrucciones de los guardacostas locales, a 101 migrantes auxiliados horas antes. Amnistía Internacional considera que esa devolución viola la convención europea de derechos humanos porque Libia no es un país seguro para Acnur.
Dos semanas estuvo en alta mar a la espera de que algún puerto lo aceptara un buque de suministros tunecino, el Sarost 5, que llevaba entre los 40 rescatados a dos mujeres embarazadas. Cuatro países le negaron el atraque hasta que su país revocó la negativa pero tras insistir que era un caso excepcional.
Operación Sofía
Las autoridades italianas no han permitido atracar a las embarcaciones humanitarias pero también han puesto dificultades a otros buques que recogieron migrantes en alta mar incluidos dos navíos militares: el irlandés Samuel Beckett, de la operación militar europea Sofía contra los traficantes de personas, y uno de la Armada de Estados Unidos, el Trenton. Como el veto al barco europeo supuso una amenaza a la eficacia de la operación, la UE logró que los italianos accedieran a garantizar que aceptarán a los náufragos de sus navíos pero solo durante cinco semanas y con el compromiso de que después renegociarán las condiciones de la misión para que los auxiliados puedan ser llevados a otros países europeos.
Salvini llegó a vetar temporalmente la entrada de uno de los barcos de la Guardia Costera de su país. El Diciotti había recogido a 60 rescatados por un mercante italiano porque algunos de los miembros del grupo amenazaron a la tripulación cuando se dieron cuenta de que podían ser entregados a los guardacostas italianos. El presidente Sergio Mattarella intervino para que el ministro del Interior les permitiera bajar a tierra.
Naiara Galarraga Gortázar
Madrid, El País
Los rescates de migrantes en el Mediterráneo han cambiado radicalmente desde que Matteo Salvini, vicepresidente del Gobierno populista de Italia, dio el golpe en la mesa nada más asumir el cargo. Cada uno de los barcos que ha rescatado náufragos desde el 10 de junio ha tenido que negociar directamente con los Estados dónde desembarcarlos, incluidos mercantes y navíos militares. Y el desenlace ha sido distinto en cada caso generando una enorme incertidumbre entre los marinos. El último caso es el del Aquarius, a la espera de puerto con 141 personas, pero antes fueron el Open Arms y otros.
Durante años, todos los migrantes rescatados en el tramo entre Libia y Sicilia fueron llevados a Italia —unos 600.000 en los últimos años— porque la diminuta Malta no tenía capacidad de atenderlos. Y Túnez y Libia no se consideraban aptos.
Italia puso problemas incluso a navíos militares europeos con náufragos
Uno de los casos que más preocupa a las ONGs ocurrió el 30 de julio: un barco de bandera italiana, el Asso Ventotto, dedicado a tareas relacionadas con una plataforma petrolífera frente a Libia, desembarcó en Trípoli, siguiendo las instrucciones de los guardacostas locales, a 101 migrantes auxiliados horas antes. Amnistía Internacional considera que esa devolución viola la convención europea de derechos humanos porque Libia no es un país seguro para Acnur.
Dos semanas estuvo en alta mar a la espera de que algún puerto lo aceptara un buque de suministros tunecino, el Sarost 5, que llevaba entre los 40 rescatados a dos mujeres embarazadas. Cuatro países le negaron el atraque hasta que su país revocó la negativa pero tras insistir que era un caso excepcional.
Operación Sofía
Las autoridades italianas no han permitido atracar a las embarcaciones humanitarias pero también han puesto dificultades a otros buques que recogieron migrantes en alta mar incluidos dos navíos militares: el irlandés Samuel Beckett, de la operación militar europea Sofía contra los traficantes de personas, y uno de la Armada de Estados Unidos, el Trenton. Como el veto al barco europeo supuso una amenaza a la eficacia de la operación, la UE logró que los italianos accedieran a garantizar que aceptarán a los náufragos de sus navíos pero solo durante cinco semanas y con el compromiso de que después renegociarán las condiciones de la misión para que los auxiliados puedan ser llevados a otros países europeos.
Salvini llegó a vetar temporalmente la entrada de uno de los barcos de la Guardia Costera de su país. El Diciotti había recogido a 60 rescatados por un mercante italiano porque algunos de los miembros del grupo amenazaron a la tripulación cuando se dieron cuenta de que podían ser entregados a los guardacostas italianos. El presidente Sergio Mattarella intervino para que el ministro del Interior les permitiera bajar a tierra.