Irlanda espera la visita del papa a pesar de que la Iglesia Católica ha perdido popularidad
Irlanda, EFE
La visita este fin de semana del papa Francisco a Irlanda, 39 años después de la de Juan Pablo II, ha generado gran expectación en este país, a pesar de que la Iglesia católica ha perdido influencia y apoyo por los abusos de menores y mujeres cometidos durante décadas.
El viaje de dos días del pontífice a la isla pondrá el punto final al Encuentro Mundial de las Familias, que comenzó el martes en Dublín y al que asisten unas 37.000 personas de 116 países.
No obstante, gran parte de la ciudadanía de este país espera que Francisco aborde los escándalos que siguen sacudiendo a la institución, cuyo prestigio en Irlanda ha ido decayendo desde la visita de Karol Wojtyla en 1979.
El papa polaco atrajo entonces a multitudes, llegando a congregar a 450.000 personas en el santuario de Knock (oeste) y a más de un millón en la misa que ofició en el Phoenix Park de Dublín, el mayor evento público organizado hasta esa fecha en la capital irlandesa.
Francisco volverá el domingo a Knock para compartir una mañana de oraciones con 45.000 peregrinos en este lugar de apariciones marianas, según los fieles, situado a apenas 35 kilómetros de la localidad de Tuam, tristemente famosa por el hallazgo en 2014 de casi 800 esqueletos de niños en cámaras subterráneas de un convento de monjas del Buen Socorro.
Una comisión de investigación determinó que, entre los restos, había “un número de individuos” de edades comprendidas entre las 35 semanas de gestación y los dos y tres años, hijos de las madres solteras acogidas en duras condiciones por las religiosas de Tuam entre 1925 y 1961.
Un año antes, otra pesquisa oficial reveló el comportamiento de las monjas católicas en las llamadas “Lavanderías de la Madgalena”, donde entre 1922 y 1996 miles de internas trabajaron en un régimen de semiesclavitud y abusos.
Después de la cita en Knock, el papa argentino Jorge Bergoglio se desplazará en helicóptero al Phoenix Park para oficiar una eucaristía de despedida ante, previsiblemente, 500.000 fieles.
Esas cifras, mucho menores que las registradas durante la visita de Wojtyla, reflejan la pérdida de popularidad de la Iglesia en Irlanda, considerado hasta hace poco el país más católico de Europa y donde, ahora, solo un tercio de los adultos, la mayoría de la tercera edad, va a misa los domingos.
El último censo oficial, de 2016, reveló que el 78 % de la población se declara católica, frente al 93 % de hace tres décadas, mientras que el Seminario Nacional recibió el pasado año solo seis novicios, el número más bajo desde su fundación en 1795, según el diario “Irish Times”.
Durante la misa del Phoenix Park, está anunciado que grupos de víctimas de los abusos sexuales cometidos por religiosos se congregarán en el Jardín del Recuerdo de Dublín para pedir al pontífice que haga algo para aclarar toda la verdad sobre estos casos.
El Vaticano ha confirmado que Francisco se reunirá en privado con víctimas vivas de los abusos, quienes podrán dar después detalles de este encuentro si así lo desean.
Uno de los organizadores de la protesta es el director de Amnistía Internacional en Irlanda, Colm O’Gorman, quien se cuenta entre los miles de menores que sufrieron abusos en Irlanda, según constataron varios informes oficiales, que denunciaron también las tácticas de las autoridades eclesiásticas y estatales para ocultar los hechos y proteger a los agresores.
En consecuencia, Francisco se encontrará con un país totalmente diferente del que conoció Juan Pablo II, en el que poco a poco, desde la década de 1980, se han dado pasos para legalizar, por ejemplo, los anticonceptivos, el divorcio o la homosexualidad.
En línea con esa pérdida de influencia y en contra de los dictados de la Iglesia, Irlanda se convirtió en el primer país del mundo que dio luz verde al matrimonio gay a través de un referéndum, celebrado en 2015.
Asimismo, la gran mayoría del electorado irlandés volvió a pronunciarse el pasado mayo en otra consulta a favor de la reforma de la ley del aborto, una de las más restrictivas del mundo.
En este camino de modernización, el Gobierno de Dublín ha anunciado que convocará el próximo otoño un plebiscito sobre la ley que castiga la blasfemia con cuantiosas multas y otro para suprimir una cláusula sexista de la Constitución conocida como “la mujer en el hogar”.
La visita este fin de semana del papa Francisco a Irlanda, 39 años después de la de Juan Pablo II, ha generado gran expectación en este país, a pesar de que la Iglesia católica ha perdido influencia y apoyo por los abusos de menores y mujeres cometidos durante décadas.
El viaje de dos días del pontífice a la isla pondrá el punto final al Encuentro Mundial de las Familias, que comenzó el martes en Dublín y al que asisten unas 37.000 personas de 116 países.
No obstante, gran parte de la ciudadanía de este país espera que Francisco aborde los escándalos que siguen sacudiendo a la institución, cuyo prestigio en Irlanda ha ido decayendo desde la visita de Karol Wojtyla en 1979.
El papa polaco atrajo entonces a multitudes, llegando a congregar a 450.000 personas en el santuario de Knock (oeste) y a más de un millón en la misa que ofició en el Phoenix Park de Dublín, el mayor evento público organizado hasta esa fecha en la capital irlandesa.
Francisco volverá el domingo a Knock para compartir una mañana de oraciones con 45.000 peregrinos en este lugar de apariciones marianas, según los fieles, situado a apenas 35 kilómetros de la localidad de Tuam, tristemente famosa por el hallazgo en 2014 de casi 800 esqueletos de niños en cámaras subterráneas de un convento de monjas del Buen Socorro.
Una comisión de investigación determinó que, entre los restos, había “un número de individuos” de edades comprendidas entre las 35 semanas de gestación y los dos y tres años, hijos de las madres solteras acogidas en duras condiciones por las religiosas de Tuam entre 1925 y 1961.
Un año antes, otra pesquisa oficial reveló el comportamiento de las monjas católicas en las llamadas “Lavanderías de la Madgalena”, donde entre 1922 y 1996 miles de internas trabajaron en un régimen de semiesclavitud y abusos.
Después de la cita en Knock, el papa argentino Jorge Bergoglio se desplazará en helicóptero al Phoenix Park para oficiar una eucaristía de despedida ante, previsiblemente, 500.000 fieles.
Esas cifras, mucho menores que las registradas durante la visita de Wojtyla, reflejan la pérdida de popularidad de la Iglesia en Irlanda, considerado hasta hace poco el país más católico de Europa y donde, ahora, solo un tercio de los adultos, la mayoría de la tercera edad, va a misa los domingos.
El último censo oficial, de 2016, reveló que el 78 % de la población se declara católica, frente al 93 % de hace tres décadas, mientras que el Seminario Nacional recibió el pasado año solo seis novicios, el número más bajo desde su fundación en 1795, según el diario “Irish Times”.
Durante la misa del Phoenix Park, está anunciado que grupos de víctimas de los abusos sexuales cometidos por religiosos se congregarán en el Jardín del Recuerdo de Dublín para pedir al pontífice que haga algo para aclarar toda la verdad sobre estos casos.
El Vaticano ha confirmado que Francisco se reunirá en privado con víctimas vivas de los abusos, quienes podrán dar después detalles de este encuentro si así lo desean.
Uno de los organizadores de la protesta es el director de Amnistía Internacional en Irlanda, Colm O’Gorman, quien se cuenta entre los miles de menores que sufrieron abusos en Irlanda, según constataron varios informes oficiales, que denunciaron también las tácticas de las autoridades eclesiásticas y estatales para ocultar los hechos y proteger a los agresores.
En consecuencia, Francisco se encontrará con un país totalmente diferente del que conoció Juan Pablo II, en el que poco a poco, desde la década de 1980, se han dado pasos para legalizar, por ejemplo, los anticonceptivos, el divorcio o la homosexualidad.
En línea con esa pérdida de influencia y en contra de los dictados de la Iglesia, Irlanda se convirtió en el primer país del mundo que dio luz verde al matrimonio gay a través de un referéndum, celebrado en 2015.
Asimismo, la gran mayoría del electorado irlandés volvió a pronunciarse el pasado mayo en otra consulta a favor de la reforma de la ley del aborto, una de las más restrictivas del mundo.
En este camino de modernización, el Gobierno de Dublín ha anunciado que convocará el próximo otoño un plebiscito sobre la ley que castiga la blasfemia con cuantiosas multas y otro para suprimir una cláusula sexista de la Constitución conocida como “la mujer en el hogar”.