Antes de que Miami quede sumergida, algo más grave podría ocurrir
Una exhaustiva investigación de Bloomberg arroja que el manto freático del condado de Miami-Dade está en peligro, y que evitarlo cuesta demasiado dinero
Infobae
Imagínese que usted conserva su agua potable bajo una superficie que no es impermeable, y que encima de esa superficie caen cada vez más sustancias tóxicas y agua salobre. No va a pasar mucho tiempo antes de que unas cuantas gotas le contaminen su reserva de agua.
El manto freático del sur de la Florida no está muy lejos de la superficie, y lo que tiene encima son inmensas placas de rocas porosas.
Si la lluvia arrastra sustancias tóxicas de desechos industriales que nunca fueron completamente eliminados, si las excavaciones para extraer materiales de construcción dejan lagos no muy puros, si los tanques sépticos de 90 mil viviendas filtran desperdicios las 24 horas del día, y si el mar penetra hasta cuencas donde se estanca para luego cumplir la ley de gravedad y buscar el subsuelo… ¿adónde va a parar todo eso?
Antes de que una buena parte de Miami quede sumergida por el aumento del nivel del mar, el agua que abastece a su población, el llamado manto freático de Biscayne, pudiera dejar de ser potable, advierte una investigación de Bloomberg.
"La permeabilidad que hace nuestro manto freático tan accesible también lo hace vulnerable", le dijo a Bloomberg Rachel Silverstein, directora ejecutiva del grupo de protección del medio ambiente Miami Waterkeeper.
Pone como ejemplo la investigación de una estudiante de la Universidad de Harvard, Pamela Cabrera, que este año hizo un mapa de todos los sitios del Condado de Miami-Dade donde quedan restos de desechos contaminados, y su proximidad a los pozos de donde se extrae y se procesa el agua para el consumo humano.
Su hipótesis es simple, indica Bloomberg: las crecientes inundaciones pueden arrastrar los desechos tóxicos de esos y otros sitios industriales al manto freático.
Uno de los sitios, el segundo más contaminado del condado, queda muy cerca de la planta de procesamiento de agua de Hialeah. Lo cerraron en 1981 porque había vertido sobre el terreno desperdicios de arsénico, cianuro, mercurio, níquel, plomo, cadmio, cromo, cloroformo y petróleo.
Hasta entonces el tratamiento de agua en la planta no requería mucho esfuerzo. Una década después, en 1992, hubo que añadirle nuevas fases al proceso para garantizar que saliera limpia.
En 1997, el gobierno del condado aprobó levantar nuevas urbanizaciones en el límite de la ciudad con los pantanos de los Everglades. Las excavaciones para sacar materiales de construcción se llenaban después de agua, y muchos de esos lagos quedaron cerca de pozos usados por el gobierno local para suministrarle agua a las plantas procesadoras.
En 2005, uno de esos pozos registró niveles de benceno cinco veces superiores a los aceptados por el gobierno federal. El benceno, usado para abrir la roca con explosiones, está vinculado a la leucemia, según la Sociedad Americana del Cáncer.
Y con esa misma fiebre de construcciones se impuso la costumbre de que los drenajes de aguas negras de las casas no se conectaran a un sistema de alcantarillados. Era más barato hacerle a cada vivienda un tanque séptico enterrado en el patio. Se calcula que hay unos 90 mil de ellos, descansando sobre ese mismo bloque de rocas porosas que caracteriza el subsuelo de la región.
Reconectar esas casas a la infraestructura del alcantarillado le costaría a Miami-Dade entre dos mil millones y tres mil millones de dólares, según le dijo a Bloomberg Douglas Yoder, el director del Departamento de Agua y Alcantarillados del condado.
Y ya Miami-Dade tiene una orden de la legislatura estatal de la Florida de suspender antes de 2025 el vertido de aguas albañales en el mar. Cumplir esa orden le costará otros cinco mil millones.
Cuando los especialistas advierten que las inundaciones cada vez más frecuentes en Estados Unidos aumentan el peligro de que se afecte la calidad del manto freático en el futuro, ese futuro ya llegó a Miami, dice Bloomberg.
Desde 1960, el nivel de precipitaciones que caen durante las tormentas aumentó siete por ciento en Miami-Dade, según la Universidad Carnegie Mellon. Y un grupo de científicos pronostica que en 2045, dos territorios locales, Miami Beach y Key Biscayne, se inundarán nada menos que dos veces al mes.
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Imagínese que usted conserva su agua potable bajo una superficie que no es impermeable, y que encima de esa superficie caen cada vez más sustancias tóxicas y agua salobre. No va a pasar mucho tiempo antes de que unas cuantas gotas le contaminen su reserva de agua.
El manto freático del sur de la Florida no está muy lejos de la superficie, y lo que tiene encima son inmensas placas de rocas porosas.
Si la lluvia arrastra sustancias tóxicas de desechos industriales que nunca fueron completamente eliminados, si las excavaciones para extraer materiales de construcción dejan lagos no muy puros, si los tanques sépticos de 90 mil viviendas filtran desperdicios las 24 horas del día, y si el mar penetra hasta cuencas donde se estanca para luego cumplir la ley de gravedad y buscar el subsuelo… ¿adónde va a parar todo eso?
Antes de que una buena parte de Miami quede sumergida por el aumento del nivel del mar, el agua que abastece a su población, el llamado manto freático de Biscayne, pudiera dejar de ser potable, advierte una investigación de Bloomberg.
"La permeabilidad que hace nuestro manto freático tan accesible también lo hace vulnerable", le dijo a Bloomberg Rachel Silverstein, directora ejecutiva del grupo de protección del medio ambiente Miami Waterkeeper.
Pone como ejemplo la investigación de una estudiante de la Universidad de Harvard, Pamela Cabrera, que este año hizo un mapa de todos los sitios del Condado de Miami-Dade donde quedan restos de desechos contaminados, y su proximidad a los pozos de donde se extrae y se procesa el agua para el consumo humano.
Su hipótesis es simple, indica Bloomberg: las crecientes inundaciones pueden arrastrar los desechos tóxicos de esos y otros sitios industriales al manto freático.
Uno de los sitios, el segundo más contaminado del condado, queda muy cerca de la planta de procesamiento de agua de Hialeah. Lo cerraron en 1981 porque había vertido sobre el terreno desperdicios de arsénico, cianuro, mercurio, níquel, plomo, cadmio, cromo, cloroformo y petróleo.
Hasta entonces el tratamiento de agua en la planta no requería mucho esfuerzo. Una década después, en 1992, hubo que añadirle nuevas fases al proceso para garantizar que saliera limpia.
En 1997, el gobierno del condado aprobó levantar nuevas urbanizaciones en el límite de la ciudad con los pantanos de los Everglades. Las excavaciones para sacar materiales de construcción se llenaban después de agua, y muchos de esos lagos quedaron cerca de pozos usados por el gobierno local para suministrarle agua a las plantas procesadoras.
En 2005, uno de esos pozos registró niveles de benceno cinco veces superiores a los aceptados por el gobierno federal. El benceno, usado para abrir la roca con explosiones, está vinculado a la leucemia, según la Sociedad Americana del Cáncer.
Y con esa misma fiebre de construcciones se impuso la costumbre de que los drenajes de aguas negras de las casas no se conectaran a un sistema de alcantarillados. Era más barato hacerle a cada vivienda un tanque séptico enterrado en el patio. Se calcula que hay unos 90 mil de ellos, descansando sobre ese mismo bloque de rocas porosas que caracteriza el subsuelo de la región.
Reconectar esas casas a la infraestructura del alcantarillado le costaría a Miami-Dade entre dos mil millones y tres mil millones de dólares, según le dijo a Bloomberg Douglas Yoder, el director del Departamento de Agua y Alcantarillados del condado.
Y ya Miami-Dade tiene una orden de la legislatura estatal de la Florida de suspender antes de 2025 el vertido de aguas albañales en el mar. Cumplir esa orden le costará otros cinco mil millones.
Cuando los especialistas advierten que las inundaciones cada vez más frecuentes en Estados Unidos aumentan el peligro de que se afecte la calidad del manto freático en el futuro, ese futuro ya llegó a Miami, dice Bloomberg.
Desde 1960, el nivel de precipitaciones que caen durante las tormentas aumentó siete por ciento en Miami-Dade, según la Universidad Carnegie Mellon. Y un grupo de científicos pronostica que en 2045, dos territorios locales, Miami Beach y Key Biscayne, se inundarán nada menos que dos veces al mes.