Un naufragio frente a Chipre deja una veintena de muertos
La isla no es destino habitual de las rutas de migrantes que intentan llegar a Europa
María Antonia Sánchez-Vallejo
Agencias
Madrid / Estambul
Aunque Chipre es un destino episódico, accidental, para los migrantes que intentan llegar a Europa desde Oriente Próximo y el norte de África —en el primer semestre de 2017 llegaron 273, frente a 73.189 a Italia, Grecia y España—, el naufragio este miércoles de una embarcación frente a la costa norte de la isla, con 19 migrantes ahogados y 25 desaparecidos, parece indicar que las mafias que trafican con personas están intentando abrir nuevas rutas para burlar la férrea vigilancia en el mar Egeo y el Mediterráneo central.
Según la agencia oficial turca Anadolu, la embarcación trasladaba a un centenar de personas y naufragó frente a la ciudad de Yialusa (Yeni Erenkoy, en turco). Los guardacostas de la República Turca de Chipre del Norte (RTCN, sólo reconocida por Ankara) activaron una operación de emergencia para encontrar a los desaparecidos. Chipre está dividido desde 1974, cuando el Ejército turco invadió el tercio norte de la isla como respuesta a un golpe de Estado de los grecochipriotas, que querían unirse a Grecia. Esta semana se conmemora el 44º aniversario de la ocupación.
Al tratarse de una isla, sin conexión directa con el continente europeo —salvo por vía aérea, para lo que cualquier migrante necesitaría documentos de viaje—, y no formar parte del espacio Schengen, Chipre no es un destino per se para los migrantes. En los últimos años se han registrado llegadas individuales, desde el sur de Turquía, pero el balance del naufragio de este miércoles hace pensar en una nueva ruta de la poderosa industria del tráfico de personas. En febrero la europarlamentaria chipriota Eleni Zeojaru ya alertó de que los flujos migratorios con destino a Chipre podrían incrementarse a corto plazo, y que la isla se arriesga a convertirse en un imán a medida que el sur de Europa adopta ulteriores medidas de control fronterizo.
En Chipre, el problema es doble si se compara con la zona Schengen, ya que los migrantes no podrían abandonar la isla hacia otros países de la UE. La dura política de asilo de la isla, miembro de la UE desde 2004, acaba de complicar un contexto en el que, para cualquier refugiado o inmigrante económico, llegar a Chipre significaría quedarse, sin garantías de protección internacional en el caso de los primeros.
Con el Egeo blindado por los guardacostas griegos y turcos, además de los barcos de Frontex, los refugiados intentan abandonar Turquía bien por la frontera terrestre con Grecia (la del río Evros registra una actividad inédita desde que estalló la crisis de los refugiados, en agosto de 2015), bien en pequeñas embarcaciones indetectables, como veleros o catamaranes, que, desde la costa occidental de Turquía y circunvalando el Peloponeso griego, llegan directamente a Sicilia o el extremo sur de Italia, según información de guardacostas italianos con base en la isla italiana.
María Antonia Sánchez-Vallejo
Agencias
Madrid / Estambul
Aunque Chipre es un destino episódico, accidental, para los migrantes que intentan llegar a Europa desde Oriente Próximo y el norte de África —en el primer semestre de 2017 llegaron 273, frente a 73.189 a Italia, Grecia y España—, el naufragio este miércoles de una embarcación frente a la costa norte de la isla, con 19 migrantes ahogados y 25 desaparecidos, parece indicar que las mafias que trafican con personas están intentando abrir nuevas rutas para burlar la férrea vigilancia en el mar Egeo y el Mediterráneo central.
Según la agencia oficial turca Anadolu, la embarcación trasladaba a un centenar de personas y naufragó frente a la ciudad de Yialusa (Yeni Erenkoy, en turco). Los guardacostas de la República Turca de Chipre del Norte (RTCN, sólo reconocida por Ankara) activaron una operación de emergencia para encontrar a los desaparecidos. Chipre está dividido desde 1974, cuando el Ejército turco invadió el tercio norte de la isla como respuesta a un golpe de Estado de los grecochipriotas, que querían unirse a Grecia. Esta semana se conmemora el 44º aniversario de la ocupación.
Al tratarse de una isla, sin conexión directa con el continente europeo —salvo por vía aérea, para lo que cualquier migrante necesitaría documentos de viaje—, y no formar parte del espacio Schengen, Chipre no es un destino per se para los migrantes. En los últimos años se han registrado llegadas individuales, desde el sur de Turquía, pero el balance del naufragio de este miércoles hace pensar en una nueva ruta de la poderosa industria del tráfico de personas. En febrero la europarlamentaria chipriota Eleni Zeojaru ya alertó de que los flujos migratorios con destino a Chipre podrían incrementarse a corto plazo, y que la isla se arriesga a convertirse en un imán a medida que el sur de Europa adopta ulteriores medidas de control fronterizo.
En Chipre, el problema es doble si se compara con la zona Schengen, ya que los migrantes no podrían abandonar la isla hacia otros países de la UE. La dura política de asilo de la isla, miembro de la UE desde 2004, acaba de complicar un contexto en el que, para cualquier refugiado o inmigrante económico, llegar a Chipre significaría quedarse, sin garantías de protección internacional en el caso de los primeros.
Con el Egeo blindado por los guardacostas griegos y turcos, además de los barcos de Frontex, los refugiados intentan abandonar Turquía bien por la frontera terrestre con Grecia (la del río Evros registra una actividad inédita desde que estalló la crisis de los refugiados, en agosto de 2015), bien en pequeñas embarcaciones indetectables, como veleros o catamaranes, que, desde la costa occidental de Turquía y circunvalando el Peloponeso griego, llegan directamente a Sicilia o el extremo sur de Italia, según información de guardacostas italianos con base en la isla italiana.