Salvini exhibe su poder en antiguos feudos de la izquierda italiana como Siena
La derecha avanza en Italia y consolida su discurso 'antiestablishment' incluso en la Toscana
Lucía Abellán
Siena / Varsovia / Viena
El País
Matteo Salvini decidió el pasado lunes saltarse la reunión del Consejo de Ministros donde se iba a aprobar el decreto sobre la reforma laboral, el más importante en lo que va legislatura. El ministro del Interior prefirió viajar a Siena a disfrutar del increíble espectáculo del Palio, la tradicional carrera de caballos celebrada en el corazón de la ciudad toscana desde hace seis siglos. Estaba eufórico. Era la primera vez en 74 años que en el palco de honor no se sentaría un Gobierno de izquierdas. De modo que, como acostumbra a hacer, llegó, se hizo el selfie de rigor y se marchó. La foto, esta vez, es histórica y marca un enorme cambio de inflexión en las dinámicas ideológicas del territorio italiano, donde el mapa se tiñe de azul y la izquierda es ya solo carne de forense. Pero el giro es todavía más relevante en una ciudad profundamente estructurada alrededor de un banco como el Monte dei Paschi di Siena (MPS), que por primera vez en su historia verá a miembros de la antigua Liga Norte sentados en la bancada de Gobierno.
Un cambio de tendencia que también se siente con fuerza en Austria, que asume la presidencia de la UE, y en Polonia, que acelera su "revolución patriótica".
Salvini toca la corneta cada vez que hay elecciones y la derecha avanza sus filas otro paso. Además de Siena, ha conquistado otras fortalezas como Pisa o Massa. El Gobierno formado con el Movimiento 5 Estrellas (M5S), donde él es vicepresidente y su partido ostenta ministerios clave, forma parte de un acuerdo de conveniencia que durará lo que él quiera. Nadie duda de que cuando se canse y esté seguro de que puede ganar regresando a la coalición de centroderecha con la que todavía se presenta a las elecciones municipales —incluidas las de Siena—, hará descarrilar al Ejecutivo con algún volantazo imposible de asumir por los grillinos. Las encuestas le dan ya el 31% de estimación de voto, dos puntos por delante de su socio y 14 más de los que obtuvo en las elecciones del 4 de marzo. El cierre de los puertos, la prometida bajada de impuestos o la ley de defensa propia seducen a los italianos. Sobre todo, la apariencia de ser un político que cumple lo que promete. También en la refinada e impoluta Siena, cuyo gran estandarte recuerda mejor que nada todos los males de la última crisis.
En la plaza Salimbeni se alza la sede central del banco más antiguo del mundo, fundado en 1472 para poner fin a la usura que devoraba a los comerciantes. La tercera entidad bancaria del país ha estado gobernada durante siglos por una ciudad que hoy solo tiene 54.000 habitantes. Siena es imposible de entender sin el MPS. El palacio que ocupa, del siglo XIV, todavía mantiene en su fachada la inscripción original y se visita casi tanto como la catedral. Un templo a la economía y al comercio de una región en la que dejó 2.000 millones de euros solo en la última década. Todos los muebles de las 1.900 oficinas que el MPS tenía repartidas por Italia se fabricaban aquí. La fundación que lo controlaba al 60%, presidida y copada por cargos de la ciudad, patrocinaba becas, equipos de baloncesto y una ingente obra social que ayudó a convertir este lugar en El Dorado de la izquierda italiana. Eso que Salvini llamaría “radical chic”. Sus empleados vivían en la zona y comían en los restaurantes, como recuerda el charcutero Rino de Miccoli. “Pero hemos pasado de recibir diariamente a 20 personas a unas tres o cuatro”.
Todo se fue al garete cuando el banco tuvo que ser rescatado y quedó prácticamente nacionalizado. El PD se dejó todas las plumas en esta batalla, y todavía pena por ello. Hoy sus consejeros vienen nombrados por el Ministerio de Economía y el Ayuntamiento ha perdido toda su influencia. Siena considera que le han arrancado un pulmón y medio. ¿La culpa? Según la opinión popular, es de quienes gobernaron el país y esta ciudad desde la Segunda Guerra Mundial. El establishment.
El nuevo alcalde, Luigi de Mossi, representante de una lista cívica sostenida por la Liga y Forza Italia, ganador en la segunda vuelta con un 1,2% de los votos más que su competidor del PD, cree que la sombra del MPS es clave. Pero no el único motivo. “Eso ha tenido mucho peso. Pero aquí gobernaba una administración débil. Hoy algunas banderas de la izquierda tradicional están muy venidas a menos. Ahora, por ejemplo, prevalece el principio económico, que tiene una gran afectación social. Entre la solidaridad, por ejemplo, o la tranquilidad y la seguridad, el balance va hacia lo segundo. Pero los motivos del cambio, como suele suceder, son muy variados”.
En la cafetería Nannini, de una histórica familia de cuyo seno ha salido también un candidato del PD (además de un corredor de Fórmula 1), Eleonora Raito sirve mesas, cobra en la caja y aporta algunas respuestas. Ella es una de las nuevas regidoras que la Liga ha colocado en el Ayuntamiento. Un perfil radicalmente distinto. Ninguna ostentación del cargo, 28 años, largas jornadas para compaginar ambas tareas, discurso directo. El pueblo, lo llamaría Salvini. “Me emocionó cuando le vi en el Palio. Es mi líder”, señala mientras su jefa la llama al orden por perder tiempo. “La gente se ha dado cuenta por fin de que el PD no estaba haciendo nada por ellos. A partir de ahora, el lema del Ayuntamiento será ‘primero la gente de Siena”, liquida ya con prisas. A su lado, Filippo, estudiante de Finanzas en el Ateneo de Siena, lo confirma. “Salvini es lo que Italia necesita ahora mismo. Un hombre fuerte que, al menos, cumpla lo que promete. Otra cosa es que te guste lo que hace”. La realidad es que gusta, cada vez más.
Lucía Abellán
Siena / Varsovia / Viena
El País
Matteo Salvini decidió el pasado lunes saltarse la reunión del Consejo de Ministros donde se iba a aprobar el decreto sobre la reforma laboral, el más importante en lo que va legislatura. El ministro del Interior prefirió viajar a Siena a disfrutar del increíble espectáculo del Palio, la tradicional carrera de caballos celebrada en el corazón de la ciudad toscana desde hace seis siglos. Estaba eufórico. Era la primera vez en 74 años que en el palco de honor no se sentaría un Gobierno de izquierdas. De modo que, como acostumbra a hacer, llegó, se hizo el selfie de rigor y se marchó. La foto, esta vez, es histórica y marca un enorme cambio de inflexión en las dinámicas ideológicas del territorio italiano, donde el mapa se tiñe de azul y la izquierda es ya solo carne de forense. Pero el giro es todavía más relevante en una ciudad profundamente estructurada alrededor de un banco como el Monte dei Paschi di Siena (MPS), que por primera vez en su historia verá a miembros de la antigua Liga Norte sentados en la bancada de Gobierno.
Un cambio de tendencia que también se siente con fuerza en Austria, que asume la presidencia de la UE, y en Polonia, que acelera su "revolución patriótica".
Salvini toca la corneta cada vez que hay elecciones y la derecha avanza sus filas otro paso. Además de Siena, ha conquistado otras fortalezas como Pisa o Massa. El Gobierno formado con el Movimiento 5 Estrellas (M5S), donde él es vicepresidente y su partido ostenta ministerios clave, forma parte de un acuerdo de conveniencia que durará lo que él quiera. Nadie duda de que cuando se canse y esté seguro de que puede ganar regresando a la coalición de centroderecha con la que todavía se presenta a las elecciones municipales —incluidas las de Siena—, hará descarrilar al Ejecutivo con algún volantazo imposible de asumir por los grillinos. Las encuestas le dan ya el 31% de estimación de voto, dos puntos por delante de su socio y 14 más de los que obtuvo en las elecciones del 4 de marzo. El cierre de los puertos, la prometida bajada de impuestos o la ley de defensa propia seducen a los italianos. Sobre todo, la apariencia de ser un político que cumple lo que promete. También en la refinada e impoluta Siena, cuyo gran estandarte recuerda mejor que nada todos los males de la última crisis.
En la plaza Salimbeni se alza la sede central del banco más antiguo del mundo, fundado en 1472 para poner fin a la usura que devoraba a los comerciantes. La tercera entidad bancaria del país ha estado gobernada durante siglos por una ciudad que hoy solo tiene 54.000 habitantes. Siena es imposible de entender sin el MPS. El palacio que ocupa, del siglo XIV, todavía mantiene en su fachada la inscripción original y se visita casi tanto como la catedral. Un templo a la economía y al comercio de una región en la que dejó 2.000 millones de euros solo en la última década. Todos los muebles de las 1.900 oficinas que el MPS tenía repartidas por Italia se fabricaban aquí. La fundación que lo controlaba al 60%, presidida y copada por cargos de la ciudad, patrocinaba becas, equipos de baloncesto y una ingente obra social que ayudó a convertir este lugar en El Dorado de la izquierda italiana. Eso que Salvini llamaría “radical chic”. Sus empleados vivían en la zona y comían en los restaurantes, como recuerda el charcutero Rino de Miccoli. “Pero hemos pasado de recibir diariamente a 20 personas a unas tres o cuatro”.
Todo se fue al garete cuando el banco tuvo que ser rescatado y quedó prácticamente nacionalizado. El PD se dejó todas las plumas en esta batalla, y todavía pena por ello. Hoy sus consejeros vienen nombrados por el Ministerio de Economía y el Ayuntamiento ha perdido toda su influencia. Siena considera que le han arrancado un pulmón y medio. ¿La culpa? Según la opinión popular, es de quienes gobernaron el país y esta ciudad desde la Segunda Guerra Mundial. El establishment.
El nuevo alcalde, Luigi de Mossi, representante de una lista cívica sostenida por la Liga y Forza Italia, ganador en la segunda vuelta con un 1,2% de los votos más que su competidor del PD, cree que la sombra del MPS es clave. Pero no el único motivo. “Eso ha tenido mucho peso. Pero aquí gobernaba una administración débil. Hoy algunas banderas de la izquierda tradicional están muy venidas a menos. Ahora, por ejemplo, prevalece el principio económico, que tiene una gran afectación social. Entre la solidaridad, por ejemplo, o la tranquilidad y la seguridad, el balance va hacia lo segundo. Pero los motivos del cambio, como suele suceder, son muy variados”.
En la cafetería Nannini, de una histórica familia de cuyo seno ha salido también un candidato del PD (además de un corredor de Fórmula 1), Eleonora Raito sirve mesas, cobra en la caja y aporta algunas respuestas. Ella es una de las nuevas regidoras que la Liga ha colocado en el Ayuntamiento. Un perfil radicalmente distinto. Ninguna ostentación del cargo, 28 años, largas jornadas para compaginar ambas tareas, discurso directo. El pueblo, lo llamaría Salvini. “Me emocionó cuando le vi en el Palio. Es mi líder”, señala mientras su jefa la llama al orden por perder tiempo. “La gente se ha dado cuenta por fin de que el PD no estaba haciendo nada por ellos. A partir de ahora, el lema del Ayuntamiento será ‘primero la gente de Siena”, liquida ya con prisas. A su lado, Filippo, estudiante de Finanzas en el Ateneo de Siena, lo confirma. “Salvini es lo que Italia necesita ahora mismo. Un hombre fuerte que, al menos, cumpla lo que promete. Otra cosa es que te guste lo que hace”. La realidad es que gusta, cada vez más.