Los cadáveres abrazados de la Pompeya de Ática

Un equipo de Cruz Roja halla los cadáveres abrazados y carbonizados de un grupo de personas en el patio de una taberna

María Antonia Sánchez-Vallejo (Enviada Especial)
Rafina (Grecia), El País
A Betsy Papadopulos le ha sonreído la suerte, aunque a su alrededor todo sean árboles y coches carbonizados y un olor a quemado tan penetrante y agudo como el azufre. Cuando empezó el fuego, a las seis de la tarde del lunes (las cinco en la España peninsular), estaba haciendo unos recados fuera de su casa, ubicada junto a una de las playas de Mati, la zona cero de la tragedia, y al regresar a ella, en la madrugada del martes, sólo echó en falta a su gata. El otro felino de la familia, con el pelaje chamuscado, se había refugiado en el interior, asustado. “El fuego lo ha arrasado todo alrededor, todo: un viejo cámping al borde del mar, las típicas tabernas que abren sólo en temporada alta, coches, casas… Algunas se han salvado, como la mía, pero no encuentro a mi gata… pobrecilla”.


El incesante paso de los servicios de bomberos y protección civil, además de la Cruz Roja y cientos de voluntarios llegados de todas partes de Grecia, convertía este martes el tránsito por las callejuelas de esta localidad balnearia, a una treintena de kilómetros de Atenas, en una surreal yimkana: los rescoldos del fuego aún humeaban entre árboles calcinados, retorcidos como espantajos, y carcasas retorcidas de lo que una vez fueron coches. El cámping al que aludía Papadopoulos era una demostración del horror: fundido en negro, contrastaba con el azul insultante del mar Egeo, ajeno en apariencia a la tragedia. Azules eran también las mascarillas que portaban Anastasia y un grupo de amigas, que evaluaban los daños en la vivienda de su familia, un hermoso chalé de dos plantas con las verjas y la fachada lamidas por el fuego. “Por fuera es un desastre, está todo quemado y arrasado, pero el interior se ha conservado bastante bien, incluidos los muebles. Y los daños por fuera son subsanables con tiempo y algo de esfuerzo, no se puede decir lo mismo de otros vecinos”.

Anastasia se refería al grupo de 26 personas que, como los muertos cubiertos de lava de Pompeya, hallaron la muerte abrazados, en el patio de una taberna a unos pocos metros de la orilla del mar. Se los encontró un grupo de voluntarios de Cruz Roja a primera hora del martes. “Fue una visión estremecedora, de la que aún no se han recuperado”, explica a las puertas del Ayuntamiento de Rafina —que coordina con la organización humanitaria los primeros auxilios— Vicki Konstantinidu, vicepresidenta de la Cruz Roja griega. “Estaban todos en una taberna al lado del mar, en una celebración familiar por lo que parece. Aguantaron dentro del establecimiento hasta que se vieron cercados por las llamas. No pudieron siquiera llegar al mar, a escasos metros del patio donde les alcanzó el fuego”, prosigue Konstantinidu. El fuego engulló un millar de casas alrededor, algunas de ellas afortunadamente vacías pese a la alta ocupación en esta época del año.

Konstantinidu coordinó este martes las labores de atención a los desplazados, “alrededor de 150 personas que hemos albergado en un polideportivo de Rafina”, ya que los heridos, algunos de ellos en estado muy grave, fueron evacuados a hospitales de Atenas. “Hay peticiones para donar sangre, pero la respuesta de la ciudadanía no puede ser mejor: han llegado voluntarios de todas partes, muchos de ellos trayendo mantas y alimentos y agua. Esa es la demanda principal ahora, todo lo demás está en manos de Dios”.

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