Una ofensiva de las fuerzas de El Asad en el sur de Siria provoca una nueva oleada de desplazados
Más de 50.000 personas han huido de los combates en la provincia de Deraa mientras Jordania se niega a aceptar más refugiados
Natalia Sancha
Beirut, El País
Por noveno día consecutivo, el Ejército sirio prosigue su avance en la sureña provincia de Deraa, fronteriza con Jordania y cuya capital homónima fuera uno de los principales focos de las revueltas populares en marzo de 2011. Ya son 50.000 las personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares huyendo de los combates, según datos de la ONU. Esta teme que los enfrentamientos desaten una nueva ola de desplazados, con más de 750.000 personas en riesgo de acabar agolpadas ante las verjas que separan Siria de Jordania. El ministro de Exteriores jordano, Ayman al Safadi, ya ha advertido de que el reino hachemí, que acoge a 660.000 refugiados sirios, “no admitirá a un solo refugiado más, bajo ninguna circunstancia”.
“Seguimos avanzando conforme los aviones dan cobertura a las tropas terrestres. Ayer [este martes] una ofensiva nos permitió recuperar el poblado de Busra Al Hariri, un importante feudo terrorista”, cuenta en una conversación telefónica desde Damasco un coronel del Ejército sirio. Para este oficial, todas las fuerzas insurrectas que luchan en el sur son terroristas. Hasta 54 facciones del Ejército Libre Sirio (ELS) se han unido en el denominado Frente Sur, respaldado por Washington. “Los bombardeos no paran de tronar sobre nuestras cabezas y la situación es muy crítica para los civiles”, relata a través de conversaciones de WhatsApp y desde la mitad insurrecta de Deraa —la parte sur de la ciudad—, el veinteañero Muawiya Faisal Sayasneh.
Ante la negativa de Jordania, parte de los civiles contemplan huir hacia las tierras que lindan con la región de los Altos del Golán, ocupados por Israel. “Los israelíes son los únicos que en los últimos dos años nos han dado ayuda y atención médica. Además, allí no van a bombardear ni el Ejército sirio ni los rusos”, valora desde Deraa Akram Abazid, miembro de una importante tribu local y oficial del ELS. Desafiada en el plano interno tras unos impopulares recortes financieros, Jordania trata de eludir toda nueva avalancha de refugiados así como el contagio del radicalismo yihadista en su suelo.
Tras expulsar a las últimas bolsas islamistas de la periferia de Damasco (de Guta y Yarmuk) , Bachar el Asad prosigue en su declarado objetivo de recuperar “hasta el último centímetro del país”. Hasta ahora, sus tropas controlan el 60% del territorio nacional. El pasado 18 de junio los uniformados leales a Damasco lanzaron una amplia ofensiva para hacerse con el control de la periferia de Deraa, zona de la considerada 'Siria útil' y clave en la ruta hacia Jordania. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Londres, cifra en 120 los muertos en lo que va de ofensiva, la mitad de ellos civiles.
El Programa Mundial de Alimentos ha distribuido esta semana 30.000 raciones de comida entre aquellos desplazados que han buscado refugio en poblados cercanos o levantado improvisados campos. Por su parte, el director regional del Comité Internacional de la Cruz Roja, Robert Mardini, ha llamado a todas las partes a "restringir el uso de la fuerza para salvaguardar la vida de los civiles".
En apenas una semana esta región se ha convertido en el epicentro de los combates. Desde que en julio de 2017 Rusia, EE UU y Jordania firmaran un acuerdo, Deraa y su campiña quedaron protegidas por una zona de distensión. La intensidad de los combates ya se había reducido notablemente durante el verano anterior cuando Jordania selló a cal y canto sus fronteras a tanto combatientes, armas como refugiados, tras sufrir un atentado asumido por el ISIS en el que murieron siete guardas jordanos fronterizos.
Evitar un enfrentamiento directo entre Irán e Israel en Siria
El tablero sur se antoja un complicado puzle donde combaten una miríada de facciones insurrectas. Entre ellas, los rebeldes del ELS, pero también los yihadistas de la rama local de Al Qaeda e incluso varios centenares de terroristas del ISIS. La particularidad geográfica la confiere su proximidad con Israel, quien ha bombardeado repetidamente a efectivos y bases militares del archienemigo iraní —y de sus milicias aliadas como la libanesa Hezbolá— que combaten en Siria. Mientras la ONU y otros organismos internacionales alertan de una nueva crisis humanitaria en el país, Rusia y Estados Unidos intentan negociar las líneas rojas bajo mesa. El objetivo es el de evitar que estalle una guerra irano-israelí en el sur de Siria, añadiendo una nueva capa a la ya compleja contienda y provocando una drástica escalada de violencia.
“Israel no tiene ningún problema con que el Ejército sirio se despliegue en el sur del país. Pero están muy nerviosos con las nuevas armas de precisión de Hezbolá [milicia libanesa liada de Damasco] y no saben qué hacer. Han pedido a los rusos una zona tapón de 55 kilómetros exenta de combatientes iraníes y milicias afines desde el Golán”, explica desde el anonimato una fuente diplomática europea en Beirut. “Básicamente, Irán tiene que entrar en una fase de invisibilidad”, acota el diplomático, antes de agregar que Irán habría retirado a sus hombres y aliados de este perímetro tras las presiones rusas.
Si bien la Administración Trump ha amenazado con represalias contra rusos y sirios en el caso de atacar a sus aliados en el sur del país, sus declaraciones se han ido atenuando a la par que las expectativas de las facciones insurrectas ante un eventual rescate internacional. “Los países de la coalición nos han abandonado a nuestra suerte. Ya solo nos queda Alá”, se despide el oficial del ELS quien ha de acudir a una reunión en la que han sido convocados este miércoles los líderes de las diferentes facciones insurrectas para determinar la nueva estrategia a seguir.
Natalia Sancha
Beirut, El País
Por noveno día consecutivo, el Ejército sirio prosigue su avance en la sureña provincia de Deraa, fronteriza con Jordania y cuya capital homónima fuera uno de los principales focos de las revueltas populares en marzo de 2011. Ya son 50.000 las personas que se han visto obligadas a abandonar sus hogares huyendo de los combates, según datos de la ONU. Esta teme que los enfrentamientos desaten una nueva ola de desplazados, con más de 750.000 personas en riesgo de acabar agolpadas ante las verjas que separan Siria de Jordania. El ministro de Exteriores jordano, Ayman al Safadi, ya ha advertido de que el reino hachemí, que acoge a 660.000 refugiados sirios, “no admitirá a un solo refugiado más, bajo ninguna circunstancia”.
“Seguimos avanzando conforme los aviones dan cobertura a las tropas terrestres. Ayer [este martes] una ofensiva nos permitió recuperar el poblado de Busra Al Hariri, un importante feudo terrorista”, cuenta en una conversación telefónica desde Damasco un coronel del Ejército sirio. Para este oficial, todas las fuerzas insurrectas que luchan en el sur son terroristas. Hasta 54 facciones del Ejército Libre Sirio (ELS) se han unido en el denominado Frente Sur, respaldado por Washington. “Los bombardeos no paran de tronar sobre nuestras cabezas y la situación es muy crítica para los civiles”, relata a través de conversaciones de WhatsApp y desde la mitad insurrecta de Deraa —la parte sur de la ciudad—, el veinteañero Muawiya Faisal Sayasneh.
Ante la negativa de Jordania, parte de los civiles contemplan huir hacia las tierras que lindan con la región de los Altos del Golán, ocupados por Israel. “Los israelíes son los únicos que en los últimos dos años nos han dado ayuda y atención médica. Además, allí no van a bombardear ni el Ejército sirio ni los rusos”, valora desde Deraa Akram Abazid, miembro de una importante tribu local y oficial del ELS. Desafiada en el plano interno tras unos impopulares recortes financieros, Jordania trata de eludir toda nueva avalancha de refugiados así como el contagio del radicalismo yihadista en su suelo.
Tras expulsar a las últimas bolsas islamistas de la periferia de Damasco (de Guta y Yarmuk) , Bachar el Asad prosigue en su declarado objetivo de recuperar “hasta el último centímetro del país”. Hasta ahora, sus tropas controlan el 60% del territorio nacional. El pasado 18 de junio los uniformados leales a Damasco lanzaron una amplia ofensiva para hacerse con el control de la periferia de Deraa, zona de la considerada 'Siria útil' y clave en la ruta hacia Jordania. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Londres, cifra en 120 los muertos en lo que va de ofensiva, la mitad de ellos civiles.
El Programa Mundial de Alimentos ha distribuido esta semana 30.000 raciones de comida entre aquellos desplazados que han buscado refugio en poblados cercanos o levantado improvisados campos. Por su parte, el director regional del Comité Internacional de la Cruz Roja, Robert Mardini, ha llamado a todas las partes a "restringir el uso de la fuerza para salvaguardar la vida de los civiles".
En apenas una semana esta región se ha convertido en el epicentro de los combates. Desde que en julio de 2017 Rusia, EE UU y Jordania firmaran un acuerdo, Deraa y su campiña quedaron protegidas por una zona de distensión. La intensidad de los combates ya se había reducido notablemente durante el verano anterior cuando Jordania selló a cal y canto sus fronteras a tanto combatientes, armas como refugiados, tras sufrir un atentado asumido por el ISIS en el que murieron siete guardas jordanos fronterizos.
Evitar un enfrentamiento directo entre Irán e Israel en Siria
El tablero sur se antoja un complicado puzle donde combaten una miríada de facciones insurrectas. Entre ellas, los rebeldes del ELS, pero también los yihadistas de la rama local de Al Qaeda e incluso varios centenares de terroristas del ISIS. La particularidad geográfica la confiere su proximidad con Israel, quien ha bombardeado repetidamente a efectivos y bases militares del archienemigo iraní —y de sus milicias aliadas como la libanesa Hezbolá— que combaten en Siria. Mientras la ONU y otros organismos internacionales alertan de una nueva crisis humanitaria en el país, Rusia y Estados Unidos intentan negociar las líneas rojas bajo mesa. El objetivo es el de evitar que estalle una guerra irano-israelí en el sur de Siria, añadiendo una nueva capa a la ya compleja contienda y provocando una drástica escalada de violencia.
“Israel no tiene ningún problema con que el Ejército sirio se despliegue en el sur del país. Pero están muy nerviosos con las nuevas armas de precisión de Hezbolá [milicia libanesa liada de Damasco] y no saben qué hacer. Han pedido a los rusos una zona tapón de 55 kilómetros exenta de combatientes iraníes y milicias afines desde el Golán”, explica desde el anonimato una fuente diplomática europea en Beirut. “Básicamente, Irán tiene que entrar en una fase de invisibilidad”, acota el diplomático, antes de agregar que Irán habría retirado a sus hombres y aliados de este perímetro tras las presiones rusas.
Si bien la Administración Trump ha amenazado con represalias contra rusos y sirios en el caso de atacar a sus aliados en el sur del país, sus declaraciones se han ido atenuando a la par que las expectativas de las facciones insurrectas ante un eventual rescate internacional. “Los países de la coalición nos han abandonado a nuestra suerte. Ya solo nos queda Alá”, se despide el oficial del ELS quien ha de acudir a una reunión en la que han sido convocados este miércoles los líderes de las diferentes facciones insurrectas para determinar la nueva estrategia a seguir.