Italia bloquea los pagos de la UE a Turquía para atender a los refugiados
El nuevo Gobierno defiende destinar ese dinero a contener la migración desde Libia
Lucía Abellán
Bruselas, El País
Italia se desmarca de la UE en un asunto clave de la política migratoria común. El nuevo Gobierno está bloqueando la entrega de 3.000 millones de euros europeos a Turquía para que atienda a los refugiados sirios que alberga en su territorio. El desembolso de esa cantidad es una de las condiciones del polémico acuerdo que suscribió la UE con Turquía en 2016 para contener la llegada masiva de demandantes de asilo. Italia defiende destinar ese dinero a Libia, punto de partida de casi todos los migrantes que recalan en sus costas.
Los socios europeos llevan tres meses intentando pactar el instrumento que consideran más eficaz para mantener a salvo el pacto migratorio con Turquía. La entrega de 3.000 millones al país vecino debería cubrir el periodo 2018-2019 y se sumaría a los primeros 3.000 millones que la Unión Europea ya comprometió a las autoridades turcas para 2016 y 2017. Pero el nuevo Ejecutivo italiano, dispuesto a hacerse notar con gestos radicales en el ámbito migratorio, impide el consenso en esta área, según explican a EL PAÍS diversas fuentes diplomáticas y comunitarias.
La partida de ayuda a Turquía requiere unanimidad porque un tercio de la cantidad total (1.000 millones) provendrá de los Estados miembros, que deben acceder a pagarlo. El resto lo aporta la Comisión Europea con el presupuesto comunitario. La propuesta inicial consistía en que los países pagaran dos tercios y Bruselas solo uno, pero las resistencias de las capitales europeas obligaron a modificar el plan.
Prioridad africana
Inyectar dinero a un país que no se distingue precisamente por respetar la democracia y los derechos humanos resulta complejo para Europa. Pero lo cierto es que Turquía acoge a 3,5 millones de refugiados sirios y reclama a sus vecinos europeos recursos para atenderlos. Entre otros motivos porque la labor de contención que realizan los guardacostas disuaden a las mafias y reducen los flujos hacia territorio comunitario. Además, esas cantidades no van a parar directamente al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, sino que se van abonando en función de proyectos en los que participan organismos internacionales y ONG.
Italia quiere dejar claro su descontento con el grado de eficacia que mostró la UE a la hora de sellar la ruta del Mediterráneo Oriental —la que llevó a más de un millón de refugiados a Alemania en 2015—, frente al menor compromiso mostrado para controlar la ruta libia. Como forma de protesta, mantiene el veto a este instrumento financiero, que debería estar listo cuanto antes para garantizar aspectos como la escolarización de los niños sirios residentes en Turquía. “Al principio Italia argumentaba que no podía dar el visto bueno ante la falta de Gobierno en Roma. Con la formación del Ejecutivo, ahora argumentan que ese dinero estaría mejor empleado en África”, explican fuentes comunitarias.
La posición de que transferir fondos a Turquía no debe suponer detraerlos de la inversión en África es compartida por otros Estados muy expuestos a la inestabilidad en el continente africano. España defiende lo mismo, pero sin bloquear la ayuda a Turquía porque entiende que es parte de la política común que, en última instancia, beneficia a todo el bloque. Las fuentes consultadas aseguran que el dinero para Turquía no será deducido de los capítulos para el desarrollo en África.
Lo más probable es que Italia acabe dando su brazo a torcer. En última instancia, el freno a las llegadas de refugiados que se persigue con este instrumento casa bien con la política de mano dura que abandera el ministro del Interior, Matteo Salvini. Los representantes de los 28 Estados miembros intentaron sin éxito pactar el instrumento financiero la semana pasada. Y es probable que lo aborden de nuevo la próxima.
Para dar tiempo —y margen político— a los Estados, la Comisión accede a empezar con el desembolso de los 3.000 millones este año y a desplazar a 2019 las aportaciones nacionales.
Lucía Abellán
Bruselas, El País
Italia se desmarca de la UE en un asunto clave de la política migratoria común. El nuevo Gobierno está bloqueando la entrega de 3.000 millones de euros europeos a Turquía para que atienda a los refugiados sirios que alberga en su territorio. El desembolso de esa cantidad es una de las condiciones del polémico acuerdo que suscribió la UE con Turquía en 2016 para contener la llegada masiva de demandantes de asilo. Italia defiende destinar ese dinero a Libia, punto de partida de casi todos los migrantes que recalan en sus costas.
Los socios europeos llevan tres meses intentando pactar el instrumento que consideran más eficaz para mantener a salvo el pacto migratorio con Turquía. La entrega de 3.000 millones al país vecino debería cubrir el periodo 2018-2019 y se sumaría a los primeros 3.000 millones que la Unión Europea ya comprometió a las autoridades turcas para 2016 y 2017. Pero el nuevo Ejecutivo italiano, dispuesto a hacerse notar con gestos radicales en el ámbito migratorio, impide el consenso en esta área, según explican a EL PAÍS diversas fuentes diplomáticas y comunitarias.
La partida de ayuda a Turquía requiere unanimidad porque un tercio de la cantidad total (1.000 millones) provendrá de los Estados miembros, que deben acceder a pagarlo. El resto lo aporta la Comisión Europea con el presupuesto comunitario. La propuesta inicial consistía en que los países pagaran dos tercios y Bruselas solo uno, pero las resistencias de las capitales europeas obligaron a modificar el plan.
Prioridad africana
Inyectar dinero a un país que no se distingue precisamente por respetar la democracia y los derechos humanos resulta complejo para Europa. Pero lo cierto es que Turquía acoge a 3,5 millones de refugiados sirios y reclama a sus vecinos europeos recursos para atenderlos. Entre otros motivos porque la labor de contención que realizan los guardacostas disuaden a las mafias y reducen los flujos hacia territorio comunitario. Además, esas cantidades no van a parar directamente al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, sino que se van abonando en función de proyectos en los que participan organismos internacionales y ONG.
Italia quiere dejar claro su descontento con el grado de eficacia que mostró la UE a la hora de sellar la ruta del Mediterráneo Oriental —la que llevó a más de un millón de refugiados a Alemania en 2015—, frente al menor compromiso mostrado para controlar la ruta libia. Como forma de protesta, mantiene el veto a este instrumento financiero, que debería estar listo cuanto antes para garantizar aspectos como la escolarización de los niños sirios residentes en Turquía. “Al principio Italia argumentaba que no podía dar el visto bueno ante la falta de Gobierno en Roma. Con la formación del Ejecutivo, ahora argumentan que ese dinero estaría mejor empleado en África”, explican fuentes comunitarias.
La posición de que transferir fondos a Turquía no debe suponer detraerlos de la inversión en África es compartida por otros Estados muy expuestos a la inestabilidad en el continente africano. España defiende lo mismo, pero sin bloquear la ayuda a Turquía porque entiende que es parte de la política común que, en última instancia, beneficia a todo el bloque. Las fuentes consultadas aseguran que el dinero para Turquía no será deducido de los capítulos para el desarrollo en África.
Lo más probable es que Italia acabe dando su brazo a torcer. En última instancia, el freno a las llegadas de refugiados que se persigue con este instrumento casa bien con la política de mano dura que abandera el ministro del Interior, Matteo Salvini. Los representantes de los 28 Estados miembros intentaron sin éxito pactar el instrumento financiero la semana pasada. Y es probable que lo aborden de nuevo la próxima.
Para dar tiempo —y margen político— a los Estados, la Comisión accede a empezar con el desembolso de los 3.000 millones este año y a desplazar a 2019 las aportaciones nacionales.