El mercado global de los “me gusta” falsos

Usuarios manufacturados en México, dirigidos desde Chile y activos en España: así es la industria de las apariencias que ha contaminado las redes sociales.



El mercado global de los “me gusta” falsos



David Alameda
El País
Un equipo de Primera División de fútbol español en horas bajas necesitaba levantar la moral de la afición y para ello contactó recientemente al consultor digital mexicano Carlos Merlo, según cuenta éste. Merlo asegura que les fabricó unos ultras de mentira gracias a su granja de usuarios falsos de Twitter.



“Iban mal y necesitaban que echáramos porras [animar]", explica en conversación telefónica desde Ciudad de México. Merlo, de 29 años, dirige Victory Lab, una consultora de marketing digital que ha prosperado gracias al boyante negocio de los seguidores falsos y el spam político en redes sociales. Merlo recuerda que los hinchas ficticios publicaban mensajes del tipo “contigo en las buenas y en las malas” o "somos más que un equipo".

Detrás de la burbuja de apariencias que ha desvirtuado las redes sociales de España y otros países se esconde una industria integrada por consultoras y trabajadores freelance. Este sector en la sombra presta servicio a políticos, grandes corporaciones, artistas, deportistas, abogados, médicos, chefs y pequeños empresarios. Unos buscan inflar su vanidad o su billetera, aparentando popularidad falsa; otros manipulan a la opinión pública, lanzando campañas de desinformación. Se aprovechan de que el público sigue confiando en indicadores como el número de seguidores en Facebook o Twitter para medir la reputación.




“Se visten de seguidores falsos como quien se compra una camisa con un cocodrilo”, dice Enrique San Juán, director de la agencia digital de Barcelona Community Internet.


Merlo, que comenzó trabajando en 2006 como el community manager del grupo de rock Molotov, asegura que ahora trabaja para poderosos clientes políticos en México. Tiene a sus órdenes a un equipo de jóvenes que crean las cuentas, programan contenido automático y en ocasiones interactúan con otros usuarios reales.

Otros protagonistas de este negocio operan desde casa en su tiempo libre para ganar unos ingresos extra. Se anuncian en tiendas online como Amazon, eBay, o webs de microservicios como FiverrOlimpoSEO o Por5pavos. Comprar 1.000 me gusta en Facebook solo cuesta entre 5 y 20 euros.

No es mucho dinero por un solo servicio de ese tipo pero la demanda es enorme por lo que el dinero a veces llueve. “A mucha gente le ha cambiado la vida”, dice Álvaro López Sepúlveda, un chileno que empezó trabajando a tiempo parcial en este mercado y ahora se dedica plenamente a ello. Tiene miles de cuentas falsas en Facebook, Twitter, Instagram o YouTube y asegura ingresar algunos meses más de 2.000 dólares gracias a su portafolio de clientes en España, Colombia, EEUU y Chile, entre otros países.
La farsa funciona porque las redes sociales permiten medir el impacto de una noticia o el estatus de una persona de manera rápida y accesible. “En un entorno acelerado de oferta de información los indicadores más instantáneos tienen un plus de notoriedad”, dice Antonio Gutiérrez-Rubí, asesor de políticos y empresarios que demanda mayor pedagogía sobre la desinformación en las redes.

En años recientes hemos conocido en España algunos casos de anomalías en las redes gracias, sobre todo, a análisis de visualización de big data. Los expertos aseguran que son solo la punta del iceberg.
Se supo por ejemplo que la cuenta de Twitter del presidente, Mariano Rajoy, ganó en un solo día 60.000 seguidores, muchos de ellos árabes; o que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, fue acusado de tener el apoyo de una red de 80 cuentas que lanzaban spam político. Personas cercanas a Podemos y Ciudadanos también han sido señalados como sospechosos y, aún más alarmante, la propaganda rusa a favor de la independencia de Cataluña fue impulsada por miles de cuentas de Twitter anónimas.

En el mundo de la gran empresa, Telefónica, Sacyr, Bankia, Mediaset y el Real Madrid contrataron los servicios de una granja de hasta 45.000 bots (cuentas automatizadas) y una red de páginas web de propaganda controlados por las empresas de reputación online Eico y Madiva. La revelación se conoció en el marco de la investigación en curso sobre la trama de corrupción Púnica, que ha expuesto cómo políticos del PP usaron dinero público para mejorar su imagen. Por fabricar un trending topic (colocar una información entre las más vistas de Twitter) estas empresas cobraban 6.000 euros. Algunos contratos eran muy lucrativos, como el de 300.000 euros al año condicionado al cumplimiento de objetivos que firmaron con el Real Madrid, según el sumario del caso.




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En el campo del espectáculo, aspirantes a influencers españoles son capaces de engañar a grandes marcas para firmar lucrativos anuncios de promoción de sus productos.


A nivel global, esta industria subterránea mueve cientos de millones de dólares, según algunas estimaciones. Dos investigadores de ciberseguridad italianos, Andrea Stroppa y Carlo De Micheli, estimaron en 2013 que el mercado de los seguidores falsos en Twitter ofrecía potencial para un negocio de entre 40 y 360 millones de dólares. Stroppa afirma que ahora la industria es mucho mayor. "En los últimos cinco años el mercado se ha disparado sobre todo por la demanda para su uso en política", le dice a este diario.

Pero, ¿cuál es el origen de los seguidores falsos que han plagado las redes? Como pasa con muchos otros productos, pocos son conscientes de que suelen tener su origen en países pobres con pocos controles y abundancia de mano de obra barata.creadores

LOS FABRICANTES: MAQUILAS EN PAÍSES REMOTOS

Muchos fabricantes de cuentas falsas operan desde China, Rusia, México, Filipinas o Tailandia, según investigadores de la industria y reportajes de prensa. Esto se debe a que disponen de abundancia de empleados dispuestos a trabajar por unos pocos dólares creando manualmente las cuentas falsas. Así, burlan los controles de Facebook, Twitter y otras para impedir que una máquina cree miles de cuentas falsas: cada nuevo usuario debe introducir un teléfono, un email o responder a un CAPTCHA (un test visual).
Otra ventaja de algunos países consiste en que las autoridades han introducido menos controles a la venta de líneas de teléfonos móviles. Las compañías telefónicas no requieren un documento de identidad oficial para comprar una línea (a diferencia de España que lo exige desde 2009), así que estos fabricantes de cuentas pueden comprar cientos o miles de tarjetas SIM con el fin de usarlas en la apertura de cuentas de redes sociales. El mexicano Merlo, de Victory Lab, afirma que las compra en grandes cantidades en el mercado de la Plaza de la Computación de Ciudad de México donde dice que cada tarjeta cuesta solo 50 pesos mexicanos (2,20 euros). Asegura a EL PAÍS que dispone de una granja de cuatro millones de bots.

Cuentas que se pueden crear con un mismo nú

Estas empresas emplean a jóvenes que tardan unos tres minutos en crear manualmente una cuenta y que se rotan en turnos de día y noche. Insertan la SIM en su teléfono móvil, esperan a que llegue el mensaje de texto de Facebook o la red social correspondiente con el código que luego introducen en el formulario de creación de la cuenta. El usuario falso estará disponible al final del proceso. (Es posible crear cuentas introduciendo correos electrónicos pero las verificadas por teléfono son consideradas en este mercado negro como más resistentes a controles). Distintos reportajes han desvelado la existencia de granjas de este tipo en Filipinas, o Bangladesh. Los trabajadores de estas maquilas ganan salarios tan bajos como 120 dólares al año.

¿Cómo hacen para crear perfiles de usuarios occidentales con otros idiomas? Para eso, como para tantas otras cosas, Internet tiene soluciones. Hay una serie de herramientas web que permiten a estos fabricantes crear perfiles con datos personales falsos de distintas nacionalidades. Por ejemplo en Fake Name Generator es posible generar datos al azar de un hombre o mujer residente en 30 países distintos, entre ellos España. También hay servicios que almacenan fotos de usuarios que aseguran han cedido sus derechos de imagen, como Random User Generator. Merlo advierte que una de sus líneas rojas es la suplantación de identidad de personas reales, un delito que ha metido a más de uno en problemas.

Otra artimaña indispensable: las maquilas sortean los controles de Facebook y otras compañías usando servidores proxy que les hacen aparecer como si estuvieran accediendo a Internet desde Manhattan o cualquier otro lugar deseado.

Con el tiempo han aparecido máquinas que sustituyen a la mano de obra y son capaces de generar millones de cuentas en un solo día, usando números de teléfono y correos electrónicos falsos. Pero por ese motivo estos usuarios son más vulnerables ante los barridos periódicos de los empleados de las redes sociales. “Estas empresas funcionan por volumen. Invierten más en crear un alto número de perfiles que en la calidad de los mismos", explica Omar Benbouazza, ingeniero de ciberseguridad. Algunos de ellos, tienen un servicio más caro, con perfiles falsos de mejor calidad porque son creados manualmente, agrega Benbouazza.

Merlo llama "carne de cañón" a sus usuarios falsos más débiles. "Son los que empleamos para insultar y atacar. Sé que son cuentas que se van a perder porque me las van a borrar" los equipos de monitoreo de las compañías de redes sociales, afirma.

A pesar de esta fragilidad, han sido creadas de este modo grandes granjas que han burlado los controles de las redes sociales. Una legión de tres millones de usuarios de Twitter creadas el 22 de octubre de 2013 operó sin ser detectada por la red social durante más de dos años. En ese período estos usuarios ficticios, con nombres en serie del tipo @sfa_2000000000, publicaron más de 2.600 millones de tuits.




El mercado global de los “me gusta” falsos


Uno de los fabricantes más populares, el ruso buyaccs.ru  tiene una web básica en inglés y ruso con un largo menú de ofertas de cuentas fraudulentas para distintos tipos de redes sociales, así como paquetes con miles de correos electrónicos. Los precios oscilan entre 0.2 dólares y 350 dólares. Un paquete de mil cuentas falsas de usuarios españoles de Facebook vale seis dólares. Incluyen fotos únicas y fecha de nacimiento, según la oferta. Son "cuentas muy sólidas en las que Facebook confía", prometen los creadores.

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LOS JEFES DE TROPA: LAS CONSULTORAS DIGITALES Y LOS 'FREELANCERS'

Los fabricantes no siempre tratan directamente con los compradores de seguidores y "me gusta". Hay intermediarios que compran un gran volumen de cuentas falsas que conservan como si fuera un ejército a disposición de los objetivos del cliente. Gestionan sus cuentas falsas con programas de administración de redes sociales de estilo Tweetdeck, que permiten gestionar decenas de usuarios falsos para que publiquen en masa un mismo mensaje o den me gusta a una persona específica. "Estos brokers son los que obtienen los mayores beneficios", según Stroppa, el investigador de ciberseguridad italiano.

Hay consultoras como la estadounidense Devumi que tienen más de 200.000 clientes (actores, deportistas, periodistas), según reveló una investigación del New York Times. Devumi dispone de un almacén de 3.5 millones de cuentas falsas que proporciona a sus clientes seguidores, me gusta y comentarios. La empresa está siendo investigada judicialmente por suplantar la identidad de personas.

Devumi también tiene clientes hispanohablantes como por ejemplo el crítico mexicano de cine Jorge Báez, según documentos judiciales consultados por EL PAíS sobre una demanda de Devumi contra un exempleado. Báez, cuya cuenta en Twitter @cuacarraquear es seguida por más de 8.800 seguidores, compró a Devumi 500 seguidores de esa red social, según un correo electrónico adjuntado a la causa. En el correo, Báez pide que le devuelvan su dinero porque los perfiles que le siguen son de tipo huevo, es decir sin foto real: "En su website ustedes aseguran que sus usuarios parecen reales y no son anónimos, pero yo aún no he recibido de vuelta mis 10 dólares".
Páginas web con versiones en español como Socialdek ofrecen servicio para el mercado hispano. “Hacemos magia”, promete esta página.

Los operadores más sólidos tienen equipos de personas que toman los mandos de las cuentas falsas. Es entonces cuando una cuenta bot (100% automática) se convierte en cyborg (parte de sus mensajes son generados automáticamente y otra parte de manera manual). Se ha conocido la existencia de granjas de este tipo en España (Eico y Madiva en el marco de la investigación Púnica), en Rusia (la Internet Research Agency que difundió propaganda a favor de Donald Trump en la última elección presidencial en EEUU), en China (el grupo 50 Cent que difunde propaganda del Partido Comunista), o México (granjas controladas por el PRI en la elección presidencial 2012).

Tener un equipo humano manejando las cuentas es caro pero es una garantía contra los borrados de cuentas automáticas que efectúan las redes sociales. En el caso de los políticos y otros poderosos interesados en influir en la opinión pública, los servicios consisten en un “marketing digital de guerrilla”: comentarios en Twitter durante los programas de tertulia política, fabricación de trending topics o campañas de desprestigio contra adversarios políticos. “Apenas un cliente me dio una instrucción muy clara: ‘quiero que llore’”, revela Merlo, explicando que las campañas negras son un servicio popular. La exalcaldesa de Denia, la popular Ana María Kringe, pagó presuntamente con dinero público "dar ostias (sic) a la oposición", según la investigación de Púnica.

El acoso por individuos o granjas que se ocultan bajo cuentas anónimas en Twitter es un problema que además de políticos afecta a periodistas. En el caso español, han sido amenazado y acosados entre otros la periodista de la Sexta Ana Pastor o el director adjunto de El País, David Alandete.
Los operadores más pequeños de este mercado son freelancers con granjas de bots menores. Como la inversión es baja y no hacen falta grandes conocimientos técnicos, la entrada en este mercado está al alcance de casi cualquiera.

Pero el negocio no es redondo para todos. Alejandro Romeral, un cajero de supermercado de Guadalajara, España, de 21 años, dice que ganó unos 150 euros en tres meses con una granja de 5.000 cuentas en Facebook. Prestó servicio a pequeñas empresas locales y cuando recuperó el dinero invertido abandonó el negocio. “No merece la pena”, confiesa. “Necesitas hacerte un nombre porque si no, no te contrata ni el Papa”.

Romeral también se queja de la competencia procedente de Latinoamérica dispuesta a trabajar por precios muy bajos. En las plataformas de microservicios abundan los freelancers ubicados en Venezuela, un país arruinado donde el salario mínimo no alcanza ni para la cesta de la compra.
El chileno Álvaro López Sepúlveda, de 36 años, explica que entró en el mercado digital en 2007 ofreciendo a sus clientes servicios para mejorar el posicionamiento de sus páginas web en Google. Pronto, con el auge de las redes sociales, muchos descubrieron que maquillando sus números crecía su negocio. “En España he trabajado con varios artistas que se quieren ganar un lugar en el mundo de la música”, afirma.

Uno de sus clientes, el representante de músicos latinoamericanos Jean Carlo Santos, contrató los servicios de López Sepúlveda para impulsar la carrera de un par de artistas de reguetón. López Sepúlveda le proporcionó miles de seguidores en Instagram y de reproducciones en YouTube. Pronto llegaron los contratos para conciertos en Madrid, Barcelona y otras ciudadaes, según Santos.

“Nadie quiere contratar a una persona que no tenga likes, seguidores, reproducciones, etc, porque no creen en él”, le dice Santos a este diario. “En el mundo en que vivimos actualmente la percepción es hasta más importante que la realidad”, agrega. “Si te vendes como un fracasado te conocerán como un fracasado”.
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POLICÍAS: LOS CAZADORES DE FARSANTES

El peligro de los usuarios falsos para las redes sociales radica en que los usuarios reales abandonen sus plataformas ante la imposibilidad de distinguir entre contenido real y falso.

Twitter, Facebook, Instagram y otros realizan limpiezas periódicas de usuarios ficticios. Estimaciones independientes calculan que son bots unos 48 millones de usuarios en Twitter, es decir un 15% del total; Facebook reconoce que alberga más de 260 millones de cuentas duplicadas y falsas, un 10% del total, y en Instagram se estima que un 8% de sus 800 millones de usuarios activos son falsos.
Los críticos aseguran que estas redes podrían hacer mucho más para limpiar sus plataformas de seguidores falsos, pero argumentan que su interés financiero les impide hacerlo puesto que su cotización en Bolsa se tambalearía si cae precipitadamente el número total de usuarios, argumentan. Como ejemplo de su falta de voluntad señalan que solo actúan bajo presión. Cuando medios influyentes han hecho investigaciones sobre el mercado de los usuarios falsos, estas compañías han hecho limpiezas masivas.

¿Quién se ocupa d

Una portavoz de Facebook en España afirma que la compañía se toma la autenticidad muy en serio. “Los 'me gusta' creados por cuentas falsas o gente sin buena voluntad son malos para las personas que usan Facebook, para los anunciantes y para el propio Facebook. Tenemos un fuerte incentivo para ir agresivamente tras los actores con mala fe detrás de esos 'me gusta' porque los negocios y la gente que usa nuestra plataforma quieren conexiones y resultados reales”, dice esta fuente.

Parece que a las redes sociales se han tomado en serio poner cerco a este tipo de cuentas falsas como muestran medidas recientes de Facebook y Twitter. Facebook anunció el año pasado mejoras a su sistema de monitoreo que se apoya en aprendizaje de máquinas (machine learning) para detectar actividad automática masiva. Twitter comunicó en febrero que tomará medidas agresivas contra el retuiteo y los "me gusta" masivos desde programas de gestión como Tweetdeck.

Como consecuencia de esta nueva política Twitter ha borrado algunas cuentas de influencers como la de @girlposts que tenía más de 10 millones de seguidores.

Detectar a personajes públicos con muchos usuarios falsos es clave para el negocio de las agencias de publicidad que intermedian entre influencers y marcas. Cada vez más, recurren a herramientas para cazarlos como por ejemplo Twitter Audit, el Fake Follower Check o el Botometer de la Universidad de Indiana. El problema es que ninguno de estos programas es 100% preciso. Por ejemplo, Twitter Audit se basa en criterios como el número de tuits, la fecha del último tuit y el ratio de personas a las que siguen/seguidores.

Para evitar errores, las agencias de relaciones públicas en España están instaurando la práctica de requerir a los influencers sus datos privados de audiencia en redes como Instagram como condición para cerrar un contrato. “Lamentablemente es bastante común que lleguen a nuestra puerta falsos influencers”, dice Jacobo Zelada, responsable del área digital de Apple Tree, una consultora internacional con sede en Barcelona. “Nos encontramos con algunos casos descarados. Que un madrileño tenga grandes cantidades de seguidores en Indonesia o Turquía es bastante sospechoso”.
“Antes de realizar cualquier campaña estos controles son una tarea fundamental, para así ofrecer un filtrado para las marcas” dice Rafaela Almedia, CEO de la agencia de marketing y relaciones públicas Blanz.

También es útil el análisis visual de conversación digital de Twitter. Cuando aparecen agrupaciones de usuarios que no interactúan con el resto podemos tener sospechas de que se trata de una granja de cuentas falsas. Herramientas de detección visual son las usadas por activistas que denuncian el spam político, como el de las redes rusas que intervinieron en Cataluña.

Ni siquiera algunos de estos análisis son capaces de probar de manera concluyente la culpabilidad del sospechoso, advierte el jefe de seguridad de la información de la Guardia Civil, Enrique Àvila. “En el ciberespacio todas las evidencias son indiciarias”, afirma. “¿Cómo puedes garantizar que los bots que retuitean a un determinado candidato no han sido comprados por un enemigo político?”.
Los críticos proponen que las redes sociales exijan mayores controles como por ejemplo exigir la presentación de un documento de identidad oficial como requisito indispensable para la creación de una cuenta.

“Una opción muy sencilla sería mandar correos o SMS de confirmación de la cuenta cada cierto tiempo, de forma aleatoría”, propone como otra alternativa el ciberexperto Benbouazza.
En medio de esta batalla, algunos han perdido la fe en las redes sociales.

Una fuente del PSOE conocedora de la estrategia digital del partido cree que la burbuja de la desinformación está a punto de estallar: “Los partidos estábamos muy pendientes de Twitter y las redes sociales hasta hace muy poco, pero yo creo que nos encontramos ante un punto de inflexión”.
Uno de quienes se han dado de baja es uno de los informáticos de Eico, la granja de bots que se vio implicada en el escándalo Púnica, que confiesa a este diario que no se cree nada de lo que ve en las redes sociales: “Ni siquiera tengo una cuenta de Twitter después de todo lo que he visto”.

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