El Madrid es irrompible
Sin jugar bien, sobrevivió al gol de Kimmich, remontó con tantos de Marcelo y Asensio, resistió el furioso ataque del Bayern y se abrió la puerta de la final.
Luis Nieto
As
Una de las razones por las que el Madrid tiene doce Copas de Europa, quizá camino de trece, es su capacidad histórica para soportar las situaciones de estrés, para encontrar escapatoria cuando no aparece su fútbol. Sucedió en Múnich, ante ese Bayern de toda la vida, que pasa en un instante de tormenta tropical a huracán de fuerza 5. Lejos de su mejor versión, aguantó la adversidad y se defendió pegando. Así también gana el Madrid.
El fútbol es una actividad admirable que tolera caprichosamente que el juego vaya por un lado y los goles por otro. Esa bipolaridad mantuvo el encuentro de Múnich pegando volantazos. Porque el Bayern, un equipo que en casa sale vestido de remontada aunque, como era el caso, no haya nada que remontar, no se entregó a una acometida furiosa de salida. No fue culpa de Heynckes, que lo puso todo de su parte, con la alineación más progresista posible, sin Thiago y con James y Müller, con Javi Martínez como único mediocentro y con Ribery y Robben, cargados de años y sabiduría, en las bandas. Un carga de la caballería que no empezó cargando.
No atacó pues al sistema nervioso del Madrid, en el que Zidane había tomado el partido desde el estatuto de los trabajadores: jugó Lucas Vázquez y se quedaron en el banquillo Bale y Benzema. El fin de una era. El fin de un espacio protegido. El partido giraba en su favor. Lewandowski perdía una primera ocasión, se rompía Robben (le seguiría poco después Boateng), cuya musculatura no se ha endurecido con los años, y empezaba a meter al Bayern en un rondo. Era un Madrid a la sombra, quemando minutos sin llevarse sobresaltos, intentando banderillear con sus centrocampistas, y un Bayern menos arrogante de lo que acostumbra. En estos partidos al vapor se agradece mucho la presencia de un Vidal que no estuvo en Múnich ni estará en Madrid.
Y de repente, a Marcelo le cogieron pidiendo la vez en campo contrario, James metió un pase profundo a Kimmich y el lateral culminó su golopada con un disparo cruzado que acabó en gol. Le amagó el centro con la vista a Keylor y el costarricense mordió el anzuelo. Un gol evitable con una onda expansiva tremenda. El Madrid entró en fallo multiorgánico. Entregó escandalosamente la pelota y se dejó coger por la pechera. James se retrasó unos metros; el utilitarismo de Müller comenzó a ser dañino por la derecha; Ribéry dejó en paños menores a Carvajal, atacado también por Rafinha; Hummels estuvo a punto de marcar en un córner; hubo ensañamiento en la banda de Marcelo; Cristiano se sintió ignorado. Una de esas rachas que tantas veces se llevaron al Madrid por delante en tiempos de la bestia negra.
Y de repente, en una jugada muy poco ornamental, Marcelo cazó un impresionante volea cruzada desde fuera del área que sacó al Madrid del atasco. Un tanto imprevisto cuando se veía zarandeado por la mar gruesa del Bayern y que cambiaba la dirección de partido y eliminatoria.
Lucas-Asensio, pareja feliz
Lo que no cambió fue la opinión de Zidane, que ya había mandado a calentar a Asensio. Fue el remedio para cerrar el boquete en la izquierda y darle cierta simetría al equipo, al que pellizcaba por los dos costados el Bayern. Isco, tocado en un hombro, pagó esa factura.
La segunda mitad parecía una llamada a la resistencia, sobre todo tras una gran jugada de Ribéry que no alcanzó a rematar Lewandowski. El francés aún es un arma en perfecto estado de uso. Pero para la Champions no existe el largo plazo. Una equivocación no deja tiempo para rectificar. La cometió Rafinha, que le entregó a Asensio una pelota en el centro del campo con ocho jugadores del Bayern por delante de él. El balear combinó con Lucas Vázquez y liquidó a Ulreich. El Madrid que viene también se sirve a la carrera.
En plena cuesta abajo se rompió Carvajal, el peor contratiempo posible: no tiene relevo de confianza y era la barrera de Ribéry. Así que fue obligada la sacudida del equipo: Benzema en punta y Lucas al lateral derecho con el Bayern empleando ya la razón de la fuerza, acampando en el área del Madrid, encadenando penalti-córners. Lucas también salvó este marrón, Lewandowski falló demasiado y el Madrid se abrió la puerta de la final, bajo advertencia doble: la del Bayern del curso pasado y la de la Juventus este.
Luis Nieto
As
Una de las razones por las que el Madrid tiene doce Copas de Europa, quizá camino de trece, es su capacidad histórica para soportar las situaciones de estrés, para encontrar escapatoria cuando no aparece su fútbol. Sucedió en Múnich, ante ese Bayern de toda la vida, que pasa en un instante de tormenta tropical a huracán de fuerza 5. Lejos de su mejor versión, aguantó la adversidad y se defendió pegando. Así también gana el Madrid.
El fútbol es una actividad admirable que tolera caprichosamente que el juego vaya por un lado y los goles por otro. Esa bipolaridad mantuvo el encuentro de Múnich pegando volantazos. Porque el Bayern, un equipo que en casa sale vestido de remontada aunque, como era el caso, no haya nada que remontar, no se entregó a una acometida furiosa de salida. No fue culpa de Heynckes, que lo puso todo de su parte, con la alineación más progresista posible, sin Thiago y con James y Müller, con Javi Martínez como único mediocentro y con Ribery y Robben, cargados de años y sabiduría, en las bandas. Un carga de la caballería que no empezó cargando.
No atacó pues al sistema nervioso del Madrid, en el que Zidane había tomado el partido desde el estatuto de los trabajadores: jugó Lucas Vázquez y se quedaron en el banquillo Bale y Benzema. El fin de una era. El fin de un espacio protegido. El partido giraba en su favor. Lewandowski perdía una primera ocasión, se rompía Robben (le seguiría poco después Boateng), cuya musculatura no se ha endurecido con los años, y empezaba a meter al Bayern en un rondo. Era un Madrid a la sombra, quemando minutos sin llevarse sobresaltos, intentando banderillear con sus centrocampistas, y un Bayern menos arrogante de lo que acostumbra. En estos partidos al vapor se agradece mucho la presencia de un Vidal que no estuvo en Múnich ni estará en Madrid.
Y de repente, a Marcelo le cogieron pidiendo la vez en campo contrario, James metió un pase profundo a Kimmich y el lateral culminó su golopada con un disparo cruzado que acabó en gol. Le amagó el centro con la vista a Keylor y el costarricense mordió el anzuelo. Un gol evitable con una onda expansiva tremenda. El Madrid entró en fallo multiorgánico. Entregó escandalosamente la pelota y se dejó coger por la pechera. James se retrasó unos metros; el utilitarismo de Müller comenzó a ser dañino por la derecha; Ribéry dejó en paños menores a Carvajal, atacado también por Rafinha; Hummels estuvo a punto de marcar en un córner; hubo ensañamiento en la banda de Marcelo; Cristiano se sintió ignorado. Una de esas rachas que tantas veces se llevaron al Madrid por delante en tiempos de la bestia negra.
Y de repente, en una jugada muy poco ornamental, Marcelo cazó un impresionante volea cruzada desde fuera del área que sacó al Madrid del atasco. Un tanto imprevisto cuando se veía zarandeado por la mar gruesa del Bayern y que cambiaba la dirección de partido y eliminatoria.
Lucas-Asensio, pareja feliz
Lo que no cambió fue la opinión de Zidane, que ya había mandado a calentar a Asensio. Fue el remedio para cerrar el boquete en la izquierda y darle cierta simetría al equipo, al que pellizcaba por los dos costados el Bayern. Isco, tocado en un hombro, pagó esa factura.
La segunda mitad parecía una llamada a la resistencia, sobre todo tras una gran jugada de Ribéry que no alcanzó a rematar Lewandowski. El francés aún es un arma en perfecto estado de uso. Pero para la Champions no existe el largo plazo. Una equivocación no deja tiempo para rectificar. La cometió Rafinha, que le entregó a Asensio una pelota en el centro del campo con ocho jugadores del Bayern por delante de él. El balear combinó con Lucas Vázquez y liquidó a Ulreich. El Madrid que viene también se sirve a la carrera.
En plena cuesta abajo se rompió Carvajal, el peor contratiempo posible: no tiene relevo de confianza y era la barrera de Ribéry. Así que fue obligada la sacudida del equipo: Benzema en punta y Lucas al lateral derecho con el Bayern empleando ya la razón de la fuerza, acampando en el área del Madrid, encadenando penalti-córners. Lucas también salvó este marrón, Lewandowski falló demasiado y el Madrid se abrió la puerta de la final, bajo advertencia doble: la del Bayern del curso pasado y la de la Juventus este.