La incertidumbre marca el nuevo intento de diálogo entre el chavismo y la oposición
México advierte a Maduro de que sus últimas decisiones ponen en duda su participación en la negociación
Francesco Manetto
Javier Lafuente
Bogotá / México, El País
Venezuela ha comenzado el año azotada por los efectos de la gravísima crisis institucional y económica que golpea al país y debilitada las tensiones entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición. El nuevo ciclo de conversaciones entre el Gobierno y las fuerzas críticas con el chavismo, iniciado el pasado septiembre en República Dominicana, no ha registrado avances. A esta circunstancia se añaden las divisiones internas de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), el aumento de la presión internacional y la incertidumbre ante las próximas elecciones presidenciales, que deberían celebrarse en 2018. Establecer un diálogo fluido sigue siendo la premisa central para tratar de paliar esta emergencia, pero la próxima cita, prevista para el jueves y el viernes de esta semana, está rodeada de dudas.
En primer lugar, se desconoce todavía la repercusión de la elección del nuevo presidente del Parlamento venezolano, cámara de mayoría opositora que continúa funcionando en paralelo a la Asamblea Nacional Constituyente impulsada por Maduro. Omar Barboza, sucesor de Julio Borges, representa a Un Nuevo Tiempo, una formación partidaria del diálogo con el oficialismo y que, en contra del criterio de los partidos de Leopoldo López, Henrique Capriles y Henry Ramos Allup, decidió concurrir a las municipales de diciembre. Su propósito es el de pacificar a la MUD, pero su postura con respecto a las negociaciones con el chavismo puede chocar con otras sensibilidades de la coalición. Este sábado, el diputado opositor Timoteo Zambrano, hasta ahora uno de los encargados de los contactos con el Ejecutivo, renunció a su cargo.
En segundo lugar, este fin de semana ha llegado una advertencia de los garantes de ese diálogo. Ha sido México, el país de la región que más activo se ha mostrado en el último año para tratar de buscar una solución negociada a la crisis de Venezuela, quien ha vuelto a sembrar las dudas sobre el futuro de las conversaciones, sobre las que pesan aún más preguntas e incertidumbres que certezas. El canciller, Luis Videgaray, aseguró que su país está considerando acudir a la próxima cita, prevista para esta semana, ante las medidas adoptadas por el Gobierno venezolano en las últimas semanas.
“Hemos mostrado nuestra preocupación por algunas decisiones que ha tomado el Gobierno venezolano desde la última ronda de negociación, lo que podría poner en duda nuestra participación de aquí en adelante”, afirmó el canciller mexicano en una entrevista, en la que anunció que, junto a su homólogo chileno, había enviado una carta al anfitrión de las negociaciones, el presidente dominicano Danilo Medina, en la que le ponían sobre aviso.
Videgaray no ha aclarado a qué decisiones se refería, aunque deslizó que estas “no son necesariamente congruentes con lo que se ha hablado en la mesa”. “Ojalá se den las condiciones, solamente a través de la negociación política se llegará a una solución pacífica a la crisis extremadamente grave que vive Venezuela. Una crisis de ruptura del orden democrático y también de carácter económico y social”, insistió el canciller mexicano.
México se ha erigido en un actor clave en la búsqueda de una salida a la crisis de Venezuela. El chavismo terminó aceptando la participación de la potencia regional, como garante propuesto por la oposición, después de meses de enfrentamiento con el Gobierno de Enrique Peña Nieto, que a principios del pasado año cambió su discurso tibio y se erigió en uno de los países más críticos con la deriva autoritaria de Nicolás Maduro. A favor de México juega también su historia diplomática, venida a menos durante los Gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. México fue, por ejemplo, uno de los países que impulsó la reunión en la isla de Contadora en 1983. Junto a Venezuela, Colombia y Panamá sentó las bases para pacificar Centroamérica.
En tercer lugar, este domingo la Iglesia lanzó también su propio aviso a Maduro. Monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, transmitió su apoyo al proceso de diálogo, auspiciado entre otros por el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, pero no ocultó sus recelos. “Es en sí válido y necesario, porque la búsqueda de entendimiento entre adversarios, en concreto el Gobierno y la representación partidista de la oposición democrática, es razonable, y se justifica en la medida en que contribuya a cambiar la calamitosa situación del país”, manifestó el obispo.
Padrón, que reiteró la preocupación del papa Francisco por la crisis que atraviesa el país, advirtió: “Este proceso de negociación no tiene el favor mayoritario del pueblo. Genera, por el contrario, suspicacia, pues el pueblo no tiene confianza ni en los actores ni en la claridad de los objetivos ni en la consistencia de sus condiciones. Ha faltado comunicación asequible y transparencia sobre todo el proceso. Nuestro mejor deseo, sin embargo, es que la negociación llegue a un acuerdo creíble, ponderado y realizable: por ejemplo, la reestructuración equilibrada del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la garantía internacional de las elecciones presidenciales libres, justas, y confiables”.
Francesco Manetto
Javier Lafuente
Bogotá / México, El País
Venezuela ha comenzado el año azotada por los efectos de la gravísima crisis institucional y económica que golpea al país y debilitada las tensiones entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición. El nuevo ciclo de conversaciones entre el Gobierno y las fuerzas críticas con el chavismo, iniciado el pasado septiembre en República Dominicana, no ha registrado avances. A esta circunstancia se añaden las divisiones internas de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), el aumento de la presión internacional y la incertidumbre ante las próximas elecciones presidenciales, que deberían celebrarse en 2018. Establecer un diálogo fluido sigue siendo la premisa central para tratar de paliar esta emergencia, pero la próxima cita, prevista para el jueves y el viernes de esta semana, está rodeada de dudas.
En primer lugar, se desconoce todavía la repercusión de la elección del nuevo presidente del Parlamento venezolano, cámara de mayoría opositora que continúa funcionando en paralelo a la Asamblea Nacional Constituyente impulsada por Maduro. Omar Barboza, sucesor de Julio Borges, representa a Un Nuevo Tiempo, una formación partidaria del diálogo con el oficialismo y que, en contra del criterio de los partidos de Leopoldo López, Henrique Capriles y Henry Ramos Allup, decidió concurrir a las municipales de diciembre. Su propósito es el de pacificar a la MUD, pero su postura con respecto a las negociaciones con el chavismo puede chocar con otras sensibilidades de la coalición. Este sábado, el diputado opositor Timoteo Zambrano, hasta ahora uno de los encargados de los contactos con el Ejecutivo, renunció a su cargo.
En segundo lugar, este fin de semana ha llegado una advertencia de los garantes de ese diálogo. Ha sido México, el país de la región que más activo se ha mostrado en el último año para tratar de buscar una solución negociada a la crisis de Venezuela, quien ha vuelto a sembrar las dudas sobre el futuro de las conversaciones, sobre las que pesan aún más preguntas e incertidumbres que certezas. El canciller, Luis Videgaray, aseguró que su país está considerando acudir a la próxima cita, prevista para esta semana, ante las medidas adoptadas por el Gobierno venezolano en las últimas semanas.
“Hemos mostrado nuestra preocupación por algunas decisiones que ha tomado el Gobierno venezolano desde la última ronda de negociación, lo que podría poner en duda nuestra participación de aquí en adelante”, afirmó el canciller mexicano en una entrevista, en la que anunció que, junto a su homólogo chileno, había enviado una carta al anfitrión de las negociaciones, el presidente dominicano Danilo Medina, en la que le ponían sobre aviso.
Videgaray no ha aclarado a qué decisiones se refería, aunque deslizó que estas “no son necesariamente congruentes con lo que se ha hablado en la mesa”. “Ojalá se den las condiciones, solamente a través de la negociación política se llegará a una solución pacífica a la crisis extremadamente grave que vive Venezuela. Una crisis de ruptura del orden democrático y también de carácter económico y social”, insistió el canciller mexicano.
México se ha erigido en un actor clave en la búsqueda de una salida a la crisis de Venezuela. El chavismo terminó aceptando la participación de la potencia regional, como garante propuesto por la oposición, después de meses de enfrentamiento con el Gobierno de Enrique Peña Nieto, que a principios del pasado año cambió su discurso tibio y se erigió en uno de los países más críticos con la deriva autoritaria de Nicolás Maduro. A favor de México juega también su historia diplomática, venida a menos durante los Gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. México fue, por ejemplo, uno de los países que impulsó la reunión en la isla de Contadora en 1983. Junto a Venezuela, Colombia y Panamá sentó las bases para pacificar Centroamérica.
En tercer lugar, este domingo la Iglesia lanzó también su propio aviso a Maduro. Monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, transmitió su apoyo al proceso de diálogo, auspiciado entre otros por el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, pero no ocultó sus recelos. “Es en sí válido y necesario, porque la búsqueda de entendimiento entre adversarios, en concreto el Gobierno y la representación partidista de la oposición democrática, es razonable, y se justifica en la medida en que contribuya a cambiar la calamitosa situación del país”, manifestó el obispo.
Padrón, que reiteró la preocupación del papa Francisco por la crisis que atraviesa el país, advirtió: “Este proceso de negociación no tiene el favor mayoritario del pueblo. Genera, por el contrario, suspicacia, pues el pueblo no tiene confianza ni en los actores ni en la claridad de los objetivos ni en la consistencia de sus condiciones. Ha faltado comunicación asequible y transparencia sobre todo el proceso. Nuestro mejor deseo, sin embargo, es que la negociación llegue a un acuerdo creíble, ponderado y realizable: por ejemplo, la reestructuración equilibrada del Consejo Nacional Electoral (CNE) y la garantía internacional de las elecciones presidenciales libres, justas, y confiables”.