La cumbre de Davos alerta del reparto desigual de la recuperación mundial
El Foro Económico propone un nuevo índice para medir el desempeño económico de forma más inclusiva. España ocupa el puesto 26 entre los 29 países desarrollados inclusivos
Alicia González (Enviada Especial)
Davos (Suiza), El País
Ahora que la crisis financiera ha quedado atrás y que el crecimiento ha vuelto de forma generalizada a las principales economías del mundo, resulta aún más evidente que la recuperación no está llegando a todos. El Foro de Davos, consciente de los riesgos de una creciente desigualdad, alerta de que en los últimos cinco años el crecimiento no ha servido para reducir la pobreza ni aumentar los ingresos de los hogares. Pero su única receta es una nueva forma de medir el desarrollo económico. "Si no lo mides, no lo puedes arreglar", se justifica.
"La lenta mejora en el nivel de vida y la creciente desigualdad han contribuido a una polarización política y a una erosión de la cohesión social en muchas economías avanzadas y emergentes", admite el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). Para poner cifras a esa disparidad, el Foro de Davos ha puesto en marcha un Índice de Crecimiento Inclusivo que tiene en cuenta otros indicadores para valorar la evolución de las economías como la posibilidad de encontrar empleo, la esperanza de vida, los ingresos medios de los hogares, la tasa de pobreza, el uso de carbón de la economía o el peso de la deuda pública, entre otros.
Según esos datos, Noruega es el país más inclusivo, con mejoras constantes tanto en los niveles de desarrollo, como en la incorporación de los más rezagados en la recuperación y en la sostenibilidad de su modelo de crecimiento. Le siguen Islandia, Luxemburgo, Suiza y Dinamarca. Entre los emergentes, destaca el buen desempeño de Lituania, Hungría, Letonia y Polonia.
España no sale bien parada en el nuevo índice: ocupa el puesto 26 de los 29 países desarrollados, por debajo del puesto 23 que ocupa en términos de PIB per cápita y solo por delante de Italia, Portugal y Grecia. En su contra juega la elevada tasa de desempleo, la alta tasa de pobreza para los estándares de un país desarrollado, una deuda pública que casi equivale al 100% del PIB, la desigual distribución de los ingresos netos y una baja tasa de ahorro.
El margen de mejora es considerable para todos los grupos de países: frente a un crecimiento medio del PIB en los últimos cinco años del 5,3% en los países desarrollados, su tasa de inclusión apenas mejoró un 0,01% y solo 12 de las 29 economías consideradas ricas han visto una reducción de la pobreza en ese tiempo. Entre los emergentes, aunque las economías de ingreso medio alto han registrado un crecimiento del 7%, la inclusión solo lo ha hecho un 4,6%. Unas cifras que ratifican la denuncia de Oxfam.
Han sido varios los intentos de sustituir el Producto Interior Bruto (PIB) como la principal forma de medir el desempeño económico de los países, aunque hasta ahora todos han sido en vano. Lo que propone el WEF es que el PIB sea uno más y no el único de los indicadores a tener en cuenta para analizar la evolución de las economías, de manera que las autoridades sean conscientes de las deficiencias de sus actuales políticas y le pongan remedio, según la aspiración del informe. "Como muchas economías han experimentado y el índice de desarrollo inclusivo demuestra, el crecimiento es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el nivel de vida de la gente", recalca. "Los líderes políticos y empresariales no deberían confiar en que un crecimiento más alto sea la panacea para sus frustraciones sociales, incluidas las de las generaciones más jóvenes que han sacudido la política de muchos países en los últimos años", subraya el WEF.
De momento, ningún Gobierno ni organismo internacional, que son los que mes a mes, trimestre a trimestre y año a año supervisan la evolución de las economías, ha mostrado su voluntad de cambiar la forma de medir el desarrollo económico.
Alicia González (Enviada Especial)
Davos (Suiza), El País
Ahora que la crisis financiera ha quedado atrás y que el crecimiento ha vuelto de forma generalizada a las principales economías del mundo, resulta aún más evidente que la recuperación no está llegando a todos. El Foro de Davos, consciente de los riesgos de una creciente desigualdad, alerta de que en los últimos cinco años el crecimiento no ha servido para reducir la pobreza ni aumentar los ingresos de los hogares. Pero su única receta es una nueva forma de medir el desarrollo económico. "Si no lo mides, no lo puedes arreglar", se justifica.
"La lenta mejora en el nivel de vida y la creciente desigualdad han contribuido a una polarización política y a una erosión de la cohesión social en muchas economías avanzadas y emergentes", admite el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). Para poner cifras a esa disparidad, el Foro de Davos ha puesto en marcha un Índice de Crecimiento Inclusivo que tiene en cuenta otros indicadores para valorar la evolución de las economías como la posibilidad de encontrar empleo, la esperanza de vida, los ingresos medios de los hogares, la tasa de pobreza, el uso de carbón de la economía o el peso de la deuda pública, entre otros.
Según esos datos, Noruega es el país más inclusivo, con mejoras constantes tanto en los niveles de desarrollo, como en la incorporación de los más rezagados en la recuperación y en la sostenibilidad de su modelo de crecimiento. Le siguen Islandia, Luxemburgo, Suiza y Dinamarca. Entre los emergentes, destaca el buen desempeño de Lituania, Hungría, Letonia y Polonia.
España no sale bien parada en el nuevo índice: ocupa el puesto 26 de los 29 países desarrollados, por debajo del puesto 23 que ocupa en términos de PIB per cápita y solo por delante de Italia, Portugal y Grecia. En su contra juega la elevada tasa de desempleo, la alta tasa de pobreza para los estándares de un país desarrollado, una deuda pública que casi equivale al 100% del PIB, la desigual distribución de los ingresos netos y una baja tasa de ahorro.
El margen de mejora es considerable para todos los grupos de países: frente a un crecimiento medio del PIB en los últimos cinco años del 5,3% en los países desarrollados, su tasa de inclusión apenas mejoró un 0,01% y solo 12 de las 29 economías consideradas ricas han visto una reducción de la pobreza en ese tiempo. Entre los emergentes, aunque las economías de ingreso medio alto han registrado un crecimiento del 7%, la inclusión solo lo ha hecho un 4,6%. Unas cifras que ratifican la denuncia de Oxfam.
Han sido varios los intentos de sustituir el Producto Interior Bruto (PIB) como la principal forma de medir el desempeño económico de los países, aunque hasta ahora todos han sido en vano. Lo que propone el WEF es que el PIB sea uno más y no el único de los indicadores a tener en cuenta para analizar la evolución de las economías, de manera que las autoridades sean conscientes de las deficiencias de sus actuales políticas y le pongan remedio, según la aspiración del informe. "Como muchas economías han experimentado y el índice de desarrollo inclusivo demuestra, el crecimiento es una condición necesaria pero no suficiente para elevar el nivel de vida de la gente", recalca. "Los líderes políticos y empresariales no deberían confiar en que un crecimiento más alto sea la panacea para sus frustraciones sociales, incluidas las de las generaciones más jóvenes que han sacudido la política de muchos países en los últimos años", subraya el WEF.
De momento, ningún Gobierno ni organismo internacional, que son los que mes a mes, trimestre a trimestre y año a año supervisan la evolución de las economías, ha mostrado su voluntad de cambiar la forma de medir el desarrollo económico.