“Depravación humana” en la casa de los horrores de California
Los 13 niños secuestrados por sus padres dormían por el día, se bañaban una vez al año y pasaban meses encadenados. Nunca habían visto un policía o una medicina
Pablo Ximénez de Sandoval
Riverside, El País
Vivían de noche y dormían de día, por eso nadie los vio durante años. Los niños no comían, no veían la luz del sol, no sabían lo que era un agente de policía o una medicina. Llevaban dos años planeando la huida. Finalmente, una niña de 17 años reunió el valor suficiente para salir por una ventana de su casa, llamar a la policía y sacar a la luz uno de los casos más espantosos de abuso infantil que ha visto Estados Unidos. Este jueves se conocieron los primeros detalles de la casa de los horrores de Perris, California, donde la policía encontró a 13 hermanos, entre dos y 29 años, desnutridos y malolientes secuestrados por sus propios padres.
La rueda de prensa del fiscal del distrito de Riverside, Mike Hestrin, para explicar los cargos contra David y Louise Turpin reveló el infierno que se ocultaba en un chalet de clase media a 120 kilómetros al Este de Los Ángeles y que fue descubierto por la policía a las 7 de la mañana del domingo pasado.
La familia entera se acostaba sobre las 5 o las 6 de la mañana, explicó el fiscal. Dormían todo el día y estaba despiertos toda la noche. La casa apestaba. A los niños solo se les permitía bañarse una vez al año. Si se lavaban las manos por encima de las muñecas, los padres los castigaban por malgastar el agua.
Esos castigos incluían palizas y estrangulamientos, pero sobre todo consistían en ser atados a los muebles. Al principio, los ataban con cuerdas. Después de que uno se escapara, empezaron a usar cadenas y candados. Esos castigos “duraban semanas o meses”. El domingo por la mañana, tres de los niños estaban encadenados cuando la policía acudió al domicilio de los Turpin. Dos de ellos, de 11 y 14 años, fueron desatados antes de que los agentes entraran en la casa. Una joven de 22 años seguía encadenada. “Por las pruebas encontradas en la casa, no se les permitía ir al baño” cuando estaban castigados.
La única actividad que parecían tener permitida los niños era escribir en diarios. Hay cientos de diarios, asegura el fiscal, que son considerados fundamentales para la investigación.
La fiscalía cree que el maltrato duró mucho tiempo, hasta el punto de que los padres van a ser acusados de 12 cargos de tortura y 12 cargos de secuestro. La fiscalía de Riverside solo se refiere a hechos ocurridos desde que la familia se mudó a California, en 2010. Primero vivieron en Murrieta y, desde 2014, en Perris, dentro del mismo condado. Antes de eso vivieron en Fort Worth, Texas, durante 17 años. Según el fiscal, el maltrato se intensificó al mudarse al Oeste. Son 12 cargos, y no 13, porque el bebé de 2 años sí aparentaba estar bien cuidado, explicó el fiscal.
Además de los cargos de tortura y secuestro, están acusados de 7 cargos de maltrato a adultos dependientes (por los mayores de edad) y 6 cargos de maltrato de menores, y al menos un cargo de abuso sexual del padre sobre una de las niñas.
La fiscalía apenas hizo una descripción somera de la vida que han vivido esos niños, pero fue suficiente para hacerse una idea del espanto. Uno de los niños, de 12 años, tiene el peso normal de uno de 7. Otra de las hermanas, de 20 años pesa 37 kilos. La que logró escapar y denunciar tenía 17 años. Cuando los agentes fueron a su encuentro les pareció que tenía 10.
Los 13 niños están hospitalizados y recibiendo alimentación para reconstituirlos. Ninguno de los niños había visto un médico en al menos cuatro años. Además, por las primeras entrevistas con ellos muchos carecen de los conocimientos básicos sobre la vida. Algunos niños no sabían lo que era un agente de policía. Cuando a la de 17 años le preguntaron si había medicinas en la casa, preguntó qué era una medicina.
David Turpin tenía trabajo, aunque el fiscal no precisó cual. Según informó The New York Times el martes, trabajaba como contratista de empresas de defensa e ingresaba 140.000 dólares al año. La familia tenía cuatro coches.
El maltrato parecía tener también una dimensión psicológica, un nivel especial de crueldad. Los padres compraban comida para ellos, se la comían delante de los niños y no la compartían con ellos. Compraban pasteles, asegura el fiscal, y los dejaban sobre la mesa con la prohibición de tocarlos. En la casa también había muchos juguetes. Pero estaban en sus cajas. Los niños no tenían permitido tocarlos.
“Este es un comportamiento depravado”, resumió el fiscal Hestrin. “Como fiscal, hay casos que te afectan y te atormentan. “A veces ves pura depravación humana. Eso es lo que estamos viendo aquí”.
Sigue habiendo muchas preguntas sin respuesta. Dónde nacieron estos niños (la fiscalía cree que fue en hospitales), cómo nadie pudo darse cuenta en las extensas familias de David y Louise Turpin, cómo al menos uno de los mayores pudo ir a clases sin despertar sospechas (la madre lo llevaba, lo esperaba en la puerta, y lo devolvía a la casa). La investigación sobre el mayor horror infantil de los últimos tiempos acaba de empezar. “Alguien tuvo que ver algo, alguien tuvo que saber algo, necesitamos su ayuda”, dijo el fiscal Hestrin.
Los padres se declaran no culpables de todos los cargos
A las 13:46 de este jueves en los juzgados de lo Penal de Riverside, Califonia, comparecieron por primera vez David y Louise Turpin, los padres sobre los que pesan un total de 38 cargos por tortura y maltratos a sus propios hijos. Ambos tienen abogados de oficio. A través de ellos, se declararon no culpables de todos los cargos.
El juez fijó la fianza en 12 millones de dólares para cada uno. El juicio comenzará el 23 de febrero, a la 1:30 de la tarde, en estos mismos juzgados.
El juez hizo referencia a la expectación mediática que ha despertado el caso y que podría esperarse durante las sesiones. Alrededor de un centenar de periodistas trataron de entrar en la sala para ver en directo a los padres acusados de monstruosidades.
Louise y David Turpin estaban vestidos con chaquetas negras. Con el mismo aspecto desaliñado de las fotos policiales, pero serios y calmados. Solo hablaron una vez, para decir “sí” a su abogado en una cuestión procedimental.
Pablo Ximénez de Sandoval
Riverside, El País
Vivían de noche y dormían de día, por eso nadie los vio durante años. Los niños no comían, no veían la luz del sol, no sabían lo que era un agente de policía o una medicina. Llevaban dos años planeando la huida. Finalmente, una niña de 17 años reunió el valor suficiente para salir por una ventana de su casa, llamar a la policía y sacar a la luz uno de los casos más espantosos de abuso infantil que ha visto Estados Unidos. Este jueves se conocieron los primeros detalles de la casa de los horrores de Perris, California, donde la policía encontró a 13 hermanos, entre dos y 29 años, desnutridos y malolientes secuestrados por sus propios padres.
La rueda de prensa del fiscal del distrito de Riverside, Mike Hestrin, para explicar los cargos contra David y Louise Turpin reveló el infierno que se ocultaba en un chalet de clase media a 120 kilómetros al Este de Los Ángeles y que fue descubierto por la policía a las 7 de la mañana del domingo pasado.
La familia entera se acostaba sobre las 5 o las 6 de la mañana, explicó el fiscal. Dormían todo el día y estaba despiertos toda la noche. La casa apestaba. A los niños solo se les permitía bañarse una vez al año. Si se lavaban las manos por encima de las muñecas, los padres los castigaban por malgastar el agua.
Esos castigos incluían palizas y estrangulamientos, pero sobre todo consistían en ser atados a los muebles. Al principio, los ataban con cuerdas. Después de que uno se escapara, empezaron a usar cadenas y candados. Esos castigos “duraban semanas o meses”. El domingo por la mañana, tres de los niños estaban encadenados cuando la policía acudió al domicilio de los Turpin. Dos de ellos, de 11 y 14 años, fueron desatados antes de que los agentes entraran en la casa. Una joven de 22 años seguía encadenada. “Por las pruebas encontradas en la casa, no se les permitía ir al baño” cuando estaban castigados.
La única actividad que parecían tener permitida los niños era escribir en diarios. Hay cientos de diarios, asegura el fiscal, que son considerados fundamentales para la investigación.
La fiscalía cree que el maltrato duró mucho tiempo, hasta el punto de que los padres van a ser acusados de 12 cargos de tortura y 12 cargos de secuestro. La fiscalía de Riverside solo se refiere a hechos ocurridos desde que la familia se mudó a California, en 2010. Primero vivieron en Murrieta y, desde 2014, en Perris, dentro del mismo condado. Antes de eso vivieron en Fort Worth, Texas, durante 17 años. Según el fiscal, el maltrato se intensificó al mudarse al Oeste. Son 12 cargos, y no 13, porque el bebé de 2 años sí aparentaba estar bien cuidado, explicó el fiscal.
Además de los cargos de tortura y secuestro, están acusados de 7 cargos de maltrato a adultos dependientes (por los mayores de edad) y 6 cargos de maltrato de menores, y al menos un cargo de abuso sexual del padre sobre una de las niñas.
La fiscalía apenas hizo una descripción somera de la vida que han vivido esos niños, pero fue suficiente para hacerse una idea del espanto. Uno de los niños, de 12 años, tiene el peso normal de uno de 7. Otra de las hermanas, de 20 años pesa 37 kilos. La que logró escapar y denunciar tenía 17 años. Cuando los agentes fueron a su encuentro les pareció que tenía 10.
Los 13 niños están hospitalizados y recibiendo alimentación para reconstituirlos. Ninguno de los niños había visto un médico en al menos cuatro años. Además, por las primeras entrevistas con ellos muchos carecen de los conocimientos básicos sobre la vida. Algunos niños no sabían lo que era un agente de policía. Cuando a la de 17 años le preguntaron si había medicinas en la casa, preguntó qué era una medicina.
David Turpin tenía trabajo, aunque el fiscal no precisó cual. Según informó The New York Times el martes, trabajaba como contratista de empresas de defensa e ingresaba 140.000 dólares al año. La familia tenía cuatro coches.
El maltrato parecía tener también una dimensión psicológica, un nivel especial de crueldad. Los padres compraban comida para ellos, se la comían delante de los niños y no la compartían con ellos. Compraban pasteles, asegura el fiscal, y los dejaban sobre la mesa con la prohibición de tocarlos. En la casa también había muchos juguetes. Pero estaban en sus cajas. Los niños no tenían permitido tocarlos.
“Este es un comportamiento depravado”, resumió el fiscal Hestrin. “Como fiscal, hay casos que te afectan y te atormentan. “A veces ves pura depravación humana. Eso es lo que estamos viendo aquí”.
Sigue habiendo muchas preguntas sin respuesta. Dónde nacieron estos niños (la fiscalía cree que fue en hospitales), cómo nadie pudo darse cuenta en las extensas familias de David y Louise Turpin, cómo al menos uno de los mayores pudo ir a clases sin despertar sospechas (la madre lo llevaba, lo esperaba en la puerta, y lo devolvía a la casa). La investigación sobre el mayor horror infantil de los últimos tiempos acaba de empezar. “Alguien tuvo que ver algo, alguien tuvo que saber algo, necesitamos su ayuda”, dijo el fiscal Hestrin.
Los padres se declaran no culpables de todos los cargos
A las 13:46 de este jueves en los juzgados de lo Penal de Riverside, Califonia, comparecieron por primera vez David y Louise Turpin, los padres sobre los que pesan un total de 38 cargos por tortura y maltratos a sus propios hijos. Ambos tienen abogados de oficio. A través de ellos, se declararon no culpables de todos los cargos.
El juez fijó la fianza en 12 millones de dólares para cada uno. El juicio comenzará el 23 de febrero, a la 1:30 de la tarde, en estos mismos juzgados.
El juez hizo referencia a la expectación mediática que ha despertado el caso y que podría esperarse durante las sesiones. Alrededor de un centenar de periodistas trataron de entrar en la sala para ver en directo a los padres acusados de monstruosidades.
Louise y David Turpin estaban vestidos con chaquetas negras. Con el mismo aspecto desaliñado de las fotos policiales, pero serios y calmados. Solo hablaron una vez, para decir “sí” a su abogado en una cuestión procedimental.