Netanyahu topa con el aislamiento en la votación de la ONU sobre Jerusalén
La intensa campaña de expansión diplomática del primer ministro israelí surte limitados efectos internacionales
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
Después de haber pasado este año 59 días fuera de su país en una intensa campaña de expansión diplomática, Benjamín Netanyahu, jefe del Gobierno y ministro de Asuntos Exteriores, ha visto truncadas sus expectativas de reconocimiento internacional para Israel en la votación de la Asamblea General de Naciones Unidas que rechazó el jueves la declaración de Donald Trump sobre Jerusalén. Aunque la condena de la ONU iba en realidad dirigida al presidente de Estados Unidos por haber roto 70 años de consenso sobre el estatuto de la Ciudad Santa, en una acción unilateral sin buscar un acuerdo entre israelíes y palestinos, la diplomacia israelí afrontó el reto como un empeño propio.
El Gobierno de Netanyahu no ha hecho especial hincapié en los países que también votaron en contra de la condena —Togo, Guatemala, Honduras y cuatro microestados insulares del Pacífico administrados por EE UU hasta tiempos recientes—, sino en los 35 que se abstuvieron y los 21 que se ausentaron de la sede de la ONU. El primer ministro ha celebrado que un creciente número de naciones se haya negado a participar en un “teatro del absurdo” en la “casa de las mentiras” en la que, en su opinión, se ha transformado la organización internacional. Israel es precisamente un Estado surgido de un voto en la ONU, el que aprobó hace 70 años el plan de partición de la Palestina bajo mandato británico, pero la conmemoración del hito ha transcurrido ahora en el Estado judío con más pena que gloria.
Si se compara con otra votación relevante, la que reconoció a Palestina como miembro observador de la ONU, Israel apenas ha mejorado sus resultados, al pasar de 138 votos contrarios a sus intereses en 2012 —acompañados también de nueve favorables y 41 abstenciones— a 128 ahora.
Netanyahu ha visitado 15 países en 2017, entre ellos los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Excepto EE UU, como es obvio, Rusia, China, Reino Unido y Francia le han dado la espalda en la Asamblea General. La UE también sostiene una posición común en respaldo del consenso internacional, aunque Polonia, Hungría, Rumania, Letonia, Chequia y Croacia prefirieron abstenerse, principalmente por no desairar a Washington. Lo mismo hicieron Colombia, México y Argentina, naciones recientemente visitadas por Netanyahu en la primera gira latinoamericana de un jefe de Gobierno israelí.
Pero en el bloque mayoritario de rechazo se encontraban Estados clave con estrechos lazos con Israel, como Alemania, Japón e India. El voto de Nueva Delhi ha sido recibido como un aldabonazo por la diplomacia israelí. Netanyahu, que en julio dispensó un recibimiento digno de un marajá al primer ministro Narendra Modi, tiene previsto viajar el mes que viene a India.
Grecia y Chipre, con los que Israel celebra periódicas cumbres trilaterales y con los que ha suscrito un acuerdo para establecer una red de suministro de gas a Europa, también han preferido secundar la posición común de Bruselas: la denominada solución de los dos Estados en la que ambas partes puedan pactar el estatuto final de Jerusalén.
Casos de corrupción
Mientras dos investigaciones por casos de corrupción en los que Netanyahu está supuestamente involucrado se aproximan a su fin, los analistas en Israel se preguntan si un gobernante que ha sido interrogado siete veces este año por la brigada policial antifraude puede estar en condiciones de dirigir una política exterior que tiene por bandera sacar a Israel del aislamiento. El Ministerio de Exteriores confirmó ayer que la salida de la Unesco se producirá antes de que acabe 2018.
El Estado hebreo mantiene relaciones diplomáticas con 157 países de los 193 que integran la ONU. Pero su principal contencioso internacional sigue siendo desde hace 50 años la ocupación de territorios palestinos. El dilema diplomático se plasma hoy en Cisjordania y, sobre todo, en Jerusalén Este, donde se incluyen la Ciudad Vieja y los santos lugares cristianos, islámicos y judíos. El statu quo de Jerusalén toca aquí una fibra sensible sentida en mayor o menor medida por 3.000 millones de seguidores de las religiones monoteístas en el planeta.
Juan Carlos Sanz
Jerusalén, El País
Después de haber pasado este año 59 días fuera de su país en una intensa campaña de expansión diplomática, Benjamín Netanyahu, jefe del Gobierno y ministro de Asuntos Exteriores, ha visto truncadas sus expectativas de reconocimiento internacional para Israel en la votación de la Asamblea General de Naciones Unidas que rechazó el jueves la declaración de Donald Trump sobre Jerusalén. Aunque la condena de la ONU iba en realidad dirigida al presidente de Estados Unidos por haber roto 70 años de consenso sobre el estatuto de la Ciudad Santa, en una acción unilateral sin buscar un acuerdo entre israelíes y palestinos, la diplomacia israelí afrontó el reto como un empeño propio.
El Gobierno de Netanyahu no ha hecho especial hincapié en los países que también votaron en contra de la condena —Togo, Guatemala, Honduras y cuatro microestados insulares del Pacífico administrados por EE UU hasta tiempos recientes—, sino en los 35 que se abstuvieron y los 21 que se ausentaron de la sede de la ONU. El primer ministro ha celebrado que un creciente número de naciones se haya negado a participar en un “teatro del absurdo” en la “casa de las mentiras” en la que, en su opinión, se ha transformado la organización internacional. Israel es precisamente un Estado surgido de un voto en la ONU, el que aprobó hace 70 años el plan de partición de la Palestina bajo mandato británico, pero la conmemoración del hito ha transcurrido ahora en el Estado judío con más pena que gloria.
Si se compara con otra votación relevante, la que reconoció a Palestina como miembro observador de la ONU, Israel apenas ha mejorado sus resultados, al pasar de 138 votos contrarios a sus intereses en 2012 —acompañados también de nueve favorables y 41 abstenciones— a 128 ahora.
Netanyahu ha visitado 15 países en 2017, entre ellos los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Excepto EE UU, como es obvio, Rusia, China, Reino Unido y Francia le han dado la espalda en la Asamblea General. La UE también sostiene una posición común en respaldo del consenso internacional, aunque Polonia, Hungría, Rumania, Letonia, Chequia y Croacia prefirieron abstenerse, principalmente por no desairar a Washington. Lo mismo hicieron Colombia, México y Argentina, naciones recientemente visitadas por Netanyahu en la primera gira latinoamericana de un jefe de Gobierno israelí.
Pero en el bloque mayoritario de rechazo se encontraban Estados clave con estrechos lazos con Israel, como Alemania, Japón e India. El voto de Nueva Delhi ha sido recibido como un aldabonazo por la diplomacia israelí. Netanyahu, que en julio dispensó un recibimiento digno de un marajá al primer ministro Narendra Modi, tiene previsto viajar el mes que viene a India.
Grecia y Chipre, con los que Israel celebra periódicas cumbres trilaterales y con los que ha suscrito un acuerdo para establecer una red de suministro de gas a Europa, también han preferido secundar la posición común de Bruselas: la denominada solución de los dos Estados en la que ambas partes puedan pactar el estatuto final de Jerusalén.
Casos de corrupción
Mientras dos investigaciones por casos de corrupción en los que Netanyahu está supuestamente involucrado se aproximan a su fin, los analistas en Israel se preguntan si un gobernante que ha sido interrogado siete veces este año por la brigada policial antifraude puede estar en condiciones de dirigir una política exterior que tiene por bandera sacar a Israel del aislamiento. El Ministerio de Exteriores confirmó ayer que la salida de la Unesco se producirá antes de que acabe 2018.
El Estado hebreo mantiene relaciones diplomáticas con 157 países de los 193 que integran la ONU. Pero su principal contencioso internacional sigue siendo desde hace 50 años la ocupación de territorios palestinos. El dilema diplomático se plasma hoy en Cisjordania y, sobre todo, en Jerusalén Este, donde se incluyen la Ciudad Vieja y los santos lugares cristianos, islámicos y judíos. El statu quo de Jerusalén toca aquí una fibra sensible sentida en mayor o menor medida por 3.000 millones de seguidores de las religiones monoteístas en el planeta.