La UE y Reino Unido acercan posturas en el Brexit sin llegar a cerrar un pacto
Las partes avanzan en el divorcio pero deberán seguir negociando esta semana
Lucía Abellán
Corresponsal en Bruselas
Bruselas, El País
El acuerdo del Brexit se hace esperar. Los esfuerzos invertidos por Londres y Bruselas para desencallar la primera fase de este laborioso proceso se quedaron a un paso del éxito. Aunque las posiciones están más próximas que nunca, la falta de cohesión en Reino Unido para acudir con una sola voz al divorcio con la UE bloqueó el pacto con Bruselas, en este caso sobre la frontera irlandesa. La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, admitieron las dificultades. Pese a todo, Bruselas aún confía en pasar a la segunda parte del Brexit la próxima semana.
La jornada había arrancado con optimismo y con una loa a las bondades de los lunes. Tras una noche de intensas negociaciones entre Reino Unido e Irlanda, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, exhibía sus buenas perspectivas en Twitter. “La UE se acerca a progresos suficientes” en el Brexit, manifestaba la cabeza visible de los Estados miembros en Bruselas. Y aclaraba que su diagnóstico derivaba de una conversación telefónica que había mantenido previamente con el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. Esa expresión, progresos suficientes, es la que ha ideado Bruselas para certificar el fin de la fase del divorcio e inaugurar la que más interesa a Londres: el diseño de la relación futura.
Apenas unas horas después, las tornas cambiaron. Tras un almuerzo de tres horas en la sede de la Comisión Europea en Bruselas, Juncker y May comparecieron con rostros serios. “A pesar de todos nuestros esfuerzos y de haber avanzado, no ha sido posible alcanzar un acuerdo completo hoy”, resumió el jefe del Ejecutivo comunitario. May empleó apenas un minuto para asegurar que solo hay un par de divergencias pendientes y que espera un acuerdo próximo. “Aún confío en que concluiremos esto de manera positiva”, cerró. Ambos líderes volverán a reunirse a finales de esta semana para tratar de lograr lo que el lunes no fue posible.
Los progresos de los últimos días son innegables. La llamada factura de salida (las cantidades que Londres deberá a Bruselas en el momento del divorcio) ha dejado de ser un obstáculo insalvable y la solución al problema de la frontera de Irlanda parecía al alcance de la mano. Al cabo, en Bruselas queda la convicción de que el resultado dependerá en buena medida de la capacidad que tenga la líder británica para atraerse el apoyo de su partido y de la formación unionista de Irlanda del Norte que la apoya en el Gobierno. El rechazo de ese partido, la DUP, al encaje único que pretendían certificar ayer Bruselas y Londres fue decisivo para que se frustrara. Y en esa pelea poco pueden hacer los socios europeos. Consciente de que cualquier alternativa política a May puede dificultar aún más el proceso, Juncker quiso enviar un mensaje a la audiencia británica. “Es una negociadora dura y nada fácil”, dijo de la dirigente.
La discusión está ya fuera de plazo. El encuentro de May con Juncker —seguido de otro con Tusk— coincidió con la fecha límite que habían dado a Reino Unido los 27 socios que permanecerán en la UE para presentar propuestas sustanciales que permitieran desbloquear el proceso, iniciado formalmente en junio. El tiempo apremia. Los jefes de Estado y de Gobierno europeos esperan abrir paso a la siguiente fase negociadora en la reunión que mantendrán el 15 de diciembre en Bruselas. Pero para enviar esa potente señal necesitan tener garantías británicas en los principales puntos del divorcio y poder elaborar unas líneas de actuación para el siguiente capítulo.
Convergencia regulatoria
La clave de la ruptura de ayer residió en las dificultades para encontrar una solución satisfactoria a los problemas de la frontera entre la República de Irlanda, miembro de la UE, y su vecina Irlanda del Norte, territorio británico que abandonará el club británico con Reino Unido. Londres había rehusado hasta ahora ofrecer salidas concretas ante la evidencia de que, si el país sale de la UE, resulta imposible mantener la frontera invisible que existe ahora entre Irlanda y sus vecinos británicos del norte. Al mismo tiempo, los temores a que cualquier tipo de linde en ese territorio pudiera avivar el conflicto que se prolongó durante 30 años, hasta 1998, han impulsado a todas las partes a prometer que evitarán una frontera física. Pero las alternativas son limitadas.
La presunta llave que parecían haber encontrado Londres y Dublín residía en el compromiso británico de que mantendrá su regulación (por ejemplo, en materia fitosanitaria) alineada con la de la Unión Europea para permitir que bienes y servicios sigan circulando sin controles por ese punto norirlandés que, tras marzo de 2019, se convertirá en frontera exterior de la UE.
Pero para evitar chequeos, la convergencia en Irlanda del Norte debe garantizarse permanentemente y en todos los dominios. Y resulta difícil de explicar a las empresas por qué entre Belfast y Dublín no deben someter los intercambios de bienes a inspección, mientras que entre Londres y Dublín sí. Está por ver, además, qué ocurriría con el tráfico de personas. Paradójicamente, la solución para el embrollo irlandés parece depender de que Reino Unido acepte cumplir con la regulación europea a perpetuidad. Precisamente las normas que quiso rechazar la ciudadanía al votar no a la permanencia en la familia comunitaria.
A la vista del giro que tomó la tarde, el presidente del Consejo Europeo recurrió de nuevo a Twitter para matizar sus pronósticos. Tusk aseguró que estaba dispuesto a comenzar a diseñar las directrices del futuro acuerdo con Londres —el que previsiblemente sucederá al divorcio—, pero que Reino Unido y la Comisión habían pedido más tiempo. “Empieza a ser muy ajustado, pero aún es posible un acuerdo en el Consejo Europeo de diciembre”, confió. Los países comunitarios, eso sí, apenas tendrán tiempo de detallar su posición ante la siguiente fase del Brexit.
Lucía Abellán
Corresponsal en Bruselas
Bruselas, El País
El acuerdo del Brexit se hace esperar. Los esfuerzos invertidos por Londres y Bruselas para desencallar la primera fase de este laborioso proceso se quedaron a un paso del éxito. Aunque las posiciones están más próximas que nunca, la falta de cohesión en Reino Unido para acudir con una sola voz al divorcio con la UE bloqueó el pacto con Bruselas, en este caso sobre la frontera irlandesa. La primera ministra británica, Theresa May, y el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, admitieron las dificultades. Pese a todo, Bruselas aún confía en pasar a la segunda parte del Brexit la próxima semana.
La jornada había arrancado con optimismo y con una loa a las bondades de los lunes. Tras una noche de intensas negociaciones entre Reino Unido e Irlanda, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, exhibía sus buenas perspectivas en Twitter. “La UE se acerca a progresos suficientes” en el Brexit, manifestaba la cabeza visible de los Estados miembros en Bruselas. Y aclaraba que su diagnóstico derivaba de una conversación telefónica que había mantenido previamente con el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. Esa expresión, progresos suficientes, es la que ha ideado Bruselas para certificar el fin de la fase del divorcio e inaugurar la que más interesa a Londres: el diseño de la relación futura.
Apenas unas horas después, las tornas cambiaron. Tras un almuerzo de tres horas en la sede de la Comisión Europea en Bruselas, Juncker y May comparecieron con rostros serios. “A pesar de todos nuestros esfuerzos y de haber avanzado, no ha sido posible alcanzar un acuerdo completo hoy”, resumió el jefe del Ejecutivo comunitario. May empleó apenas un minuto para asegurar que solo hay un par de divergencias pendientes y que espera un acuerdo próximo. “Aún confío en que concluiremos esto de manera positiva”, cerró. Ambos líderes volverán a reunirse a finales de esta semana para tratar de lograr lo que el lunes no fue posible.
Los progresos de los últimos días son innegables. La llamada factura de salida (las cantidades que Londres deberá a Bruselas en el momento del divorcio) ha dejado de ser un obstáculo insalvable y la solución al problema de la frontera de Irlanda parecía al alcance de la mano. Al cabo, en Bruselas queda la convicción de que el resultado dependerá en buena medida de la capacidad que tenga la líder británica para atraerse el apoyo de su partido y de la formación unionista de Irlanda del Norte que la apoya en el Gobierno. El rechazo de ese partido, la DUP, al encaje único que pretendían certificar ayer Bruselas y Londres fue decisivo para que se frustrara. Y en esa pelea poco pueden hacer los socios europeos. Consciente de que cualquier alternativa política a May puede dificultar aún más el proceso, Juncker quiso enviar un mensaje a la audiencia británica. “Es una negociadora dura y nada fácil”, dijo de la dirigente.
La discusión está ya fuera de plazo. El encuentro de May con Juncker —seguido de otro con Tusk— coincidió con la fecha límite que habían dado a Reino Unido los 27 socios que permanecerán en la UE para presentar propuestas sustanciales que permitieran desbloquear el proceso, iniciado formalmente en junio. El tiempo apremia. Los jefes de Estado y de Gobierno europeos esperan abrir paso a la siguiente fase negociadora en la reunión que mantendrán el 15 de diciembre en Bruselas. Pero para enviar esa potente señal necesitan tener garantías británicas en los principales puntos del divorcio y poder elaborar unas líneas de actuación para el siguiente capítulo.
Convergencia regulatoria
La clave de la ruptura de ayer residió en las dificultades para encontrar una solución satisfactoria a los problemas de la frontera entre la República de Irlanda, miembro de la UE, y su vecina Irlanda del Norte, territorio británico que abandonará el club británico con Reino Unido. Londres había rehusado hasta ahora ofrecer salidas concretas ante la evidencia de que, si el país sale de la UE, resulta imposible mantener la frontera invisible que existe ahora entre Irlanda y sus vecinos británicos del norte. Al mismo tiempo, los temores a que cualquier tipo de linde en ese territorio pudiera avivar el conflicto que se prolongó durante 30 años, hasta 1998, han impulsado a todas las partes a prometer que evitarán una frontera física. Pero las alternativas son limitadas.
La presunta llave que parecían haber encontrado Londres y Dublín residía en el compromiso británico de que mantendrá su regulación (por ejemplo, en materia fitosanitaria) alineada con la de la Unión Europea para permitir que bienes y servicios sigan circulando sin controles por ese punto norirlandés que, tras marzo de 2019, se convertirá en frontera exterior de la UE.
Pero para evitar chequeos, la convergencia en Irlanda del Norte debe garantizarse permanentemente y en todos los dominios. Y resulta difícil de explicar a las empresas por qué entre Belfast y Dublín no deben someter los intercambios de bienes a inspección, mientras que entre Londres y Dublín sí. Está por ver, además, qué ocurriría con el tráfico de personas. Paradójicamente, la solución para el embrollo irlandés parece depender de que Reino Unido acepte cumplir con la regulación europea a perpetuidad. Precisamente las normas que quiso rechazar la ciudadanía al votar no a la permanencia en la familia comunitaria.
A la vista del giro que tomó la tarde, el presidente del Consejo Europeo recurrió de nuevo a Twitter para matizar sus pronósticos. Tusk aseguró que estaba dispuesto a comenzar a diseñar las directrices del futuro acuerdo con Londres —el que previsiblemente sucederá al divorcio—, pero que Reino Unido y la Comisión habían pedido más tiempo. “Empieza a ser muy ajustado, pero aún es posible un acuerdo en el Consejo Europeo de diciembre”, confió. Los países comunitarios, eso sí, apenas tendrán tiempo de detallar su posición ante la siguiente fase del Brexit.