China y EE UU, rivales en el jugoso tablero asiático
Trump propone una región que incorpore a India y se vincule con EE UU por tratados bilaterales
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
Las tres mayores economías del mundo. Siete de los ocho mercados en más rápido crecimiento. Siete de los diez ejércitos más poderosos en la Tierra. El 60% del PIB global. Asia Pacífico es una región clave, un tablero de ajedrez geopolítico donde compiten los intereses de China y Estados Unidos. Y ambos—como ha quedado claro en la cumbre regional de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) clausurada este sábado en Vietnam— presentan propuestas muy diferentes para la región. Tan diferentes que hasta la nombran de modo distinto.
“Tengo el honor de compartir nuestra visión sobre un Indo-Pacífico libre y abierto”, declaraba el presidente de EE UU, Donald Trump, en su discurso ante los grandes empresarios de la región. Indo-Pacífico es el nombre que, cada vez con mayor insistencia, Washington —tradicionalmente la gran potencia económica y militar en el área— ha comenzado a emplear para referirse a la zona.
Es una denominación que hace referencia también a la estrategia incipiente que Estados Unidos quiere desarrollar en la región: incluir en ella a India e incrementar los lazos con ese país, Australia y Japón. Esta alianza de democracias, propuesta originalmente por Tokio, haría de contrapeso —según la visión de Washington— a una China autoritaria que, bajo el mando del presidente Xi Jinping, ha dejado claro que quiere un mayor protagonismo en el escenario mundial.
Pero, hasta el momento, no termina de estar muy claro qué contenido exactamente tendrá la nueva estrategia. Excepto que, como expuso el secretario de Estado, Rex Tillerson, en un discurso previo a la gira de Trump por Asia, existe “un fuerte deseo de Estados Unidos de que India desempeñe un papel más prominente y significativo en la región”.
“Es una reedición del pívot hacia Asia”, opina el profesor Zhao Hai, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Tsinghua de Pekín, en referencia a la estrategia que adoptó el expresidente de EE UU Barack Obama durante su mandato. Aquella preveía una mayor presencia naval estadounidense en la zona; una red de lazos comerciales encabezada por el ambicioso acuerdo entre ambas orillas del Pacífico, el TPP; y una firme defensa de los valores universales.
La propuesta de Trump carece, al menos a primera vista, de un eje económico. Apenas puso el pie en la Casa Blanca anunció a bombo y platillo la retirada del TPP. Y en su intervención este viernes ante los empresarios de la APEC dejó claro que no considera el reingreso. Su opción es llegar a acuerdos de comercio bilaterales con países que “respeten los principios del comercio justo y recíproco” (en el que no haya déficit en contra de Estados Unidos, según el concepto del presidente de EE UU). “Lo que no haremos más es entrar en grandes acuerdos que nos aten de manos, nos priven de nuestra soberanía y conviertan su cumplimiento significativo en algo prácticamente imposible”.
Es un mensaje que choca en un foro como la APEC, cuyas economías acumulan el 50% del comercio mundial y para las que las exportaciones y las alianzas comerciales son su principal motor. “Los países pequeños deben tener cuidado… El antiguo Estados Unidos se comportaba con generosidad en el área económica a cambio de beneficios estratégicos. Pero este nuevo Estados Unidos se comporta ahora de manera bastante mezquina. Es como un avaro rico que no hace más que calcular dinero todo el día”, opina Jin Canrong, de la Universidad Renmin de Pekín.
La estrategia de Trump —predice en una nota Evan Medeiros, del grupo de análisis de riesgo Eurasia Group y antiguo asesor para Asia de la Administración Obama— “tendrá muchos problemas para ganar apoyos. Carece de un componente económico serio, es en esencia una idea japonesa, suena como un intento de contener a China y no adjudica ningún papel de importancia para Corea del Sur”, que junto a Japón y Australia es el gran aliado militar de Estados Unidos en la zona.
De hecho, Seúl —cuyo Gobierno progresista ha sufrido encontronazos con Trump acerca de Corea del Norte y su acuerdo comercial bilateral— ha dejado claras sus dudas sobre la propuesta. Tras el paso del presidente estadounidense esta semana durante su gira, el Ejecutivo surcoreano indicó en un comunicado que “hacen falta más conversaciones para ver si [Indo-Pacífico] es un término apropiado para usarlo en nuestros esfuerzos hacia… metas estratégicas conjuntas”. La propia India, recuerda por su parte Medeiros, no se ha sumado al proyecto de manera entusiasta.
“Si India se asociara muy estrechamente a Estados Unidos, crearía un gran problema en la relación entre EE UU y Pakistán”, aliado de Washington y rival de Nueva Delhi, recuerda el profesor Zhao. En su opinión, la alianza cuadrilateral es “un modo de pensar propio de la Guerra Fría”.
Pekín lima asperezas con Tokio y Seúl
En la cumbre de la APEC no solo se ha hablado de comercio. El presidente chino, Xi Jinping, ha aprovechado también para una aproximación con Corea del Sur y Japón, con cuyos líderes ha celebrado sendas bilaterales para tratar, entre otros asuntos, del programa nuclear de Corea del Norte.
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha hablado de “un nuevo comienzo” en las relaciones entre Pekín y Tokio tras el encuentro, en el que ambos dirigentes han acordado estrechar su cooperación acerca del régimen de Kim Jong-un. “En la conversación el presidente Xi Jinping me ha dicho que es un nuevo comienzo, y yo siento lo mismo”, ha declarado Abe. El jefe de Gobierno ha propuesto una visita a China en un momento adecuado, que vendría seguida de otra de Xi a Japón. También acordaron una cumbre trilateral con Corea del Sur en cuanto sea posible.
Los dos países han atravesado una larga etapa de frialdad en sus relaciones debido a su disputa en torno a la soberanía de las islas que Pekín conoce como Diaoyu y Tokio como Senkaku, en el mar del Este de China.
En una reunión similar, Xi y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, también acordaron incrementar su coordinación para atajar el programa nuclear del norte. Según la agencia Xinhua, el jefe de Estado chino sugirió a su homólogo que restablezca las conversaciones con Pyongyang.
Los dos países habían pactado en octubre dar por concluido el episodio de tensión en sus relaciones desatado por el despliegue en suelo surcoreano del escudo antimisiles estadounidense THAAD. Los dos presidentes, en su reunión en Vietnam, acordaron la visita de Moon a Pekín para conversar de nuevo con Xi el mes próximo. Por su parte, Moon invitó a su homólogo chino a asistir a los Juegos Olímpicos de Invierno que Seúl acogerá en febrero del año próximo.
El presidente chino, Xi Jinping, se presenta con una narrativa completamente diferente. Desde la llegada al poder de Trump, se ha presentado como un líder global, defensor del multilateralismo y el libre comercio frente a las tendencias aislacionistas de la nueva administración estadounidense.
Su proyecto estratégico estrella, la “Nueva Ruta de la Seda”, prevé el desarrollo de redes de infraestructuras que conectarán toda Asia —y Europa— con China; el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) ofrece financiación para ese tipo de proyectos. Como alternativa al TPP, Pekín promueve el RCEP, un acuerdo que no incluye a Estados Unidos pero sí a India y cuyos estándares sobre derechos y liberalización económica son menos exigentes que la asociación transpacífica.
Como hizo en Davos en enero pasado, Xi ofreció en la APEC una encendida defensa de la globalización económica, que consideró “irreversible”: “¿Debemos encauzar la globalización económica, o debemos titubear y quedarnos parados frente a los desafíos? ¿Debemos avanzar conjuntamente la cooperación regional o vamos cada uno por nuestro lado?”, se preguntó el líder chino. “La apertura trae consigo el progreso, mientras que la auto-exclusión nos deja atrás”.
Pero la visión de China no deja de causar inquietud entre los países de la zona. Sus reclamaciones de soberanía cada vez más firmes en el mar del Sur de China chocan con las de países como Vietnam, que en los últimos años había estrechado lazos con Washington precisamente como contrapeso. Los planes de la Ruta de la Seda suscitan el temor de una dominación económica china sobre sus vecinos menos prósperos.
Y aunque promete un futuro de prosperidad compartida, Xi tiene claro que sus intereses nacionales tienen precedencia: “nadie debería esperar que China acepte nada que perjudique sus intereses”, resaltaba este presidente en el reciente Congreso del Partido Comunista.
Al menos por el momento, algunos países han optado por una tercera vía: este sábado en Vietnam, los 11 miembros restantes del TPP han aprobado un acuerdo de mínimos para reimpulsarlo.
Macarena Vidal Liy
Pekín, El País
Las tres mayores economías del mundo. Siete de los ocho mercados en más rápido crecimiento. Siete de los diez ejércitos más poderosos en la Tierra. El 60% del PIB global. Asia Pacífico es una región clave, un tablero de ajedrez geopolítico donde compiten los intereses de China y Estados Unidos. Y ambos—como ha quedado claro en la cumbre regional de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) clausurada este sábado en Vietnam— presentan propuestas muy diferentes para la región. Tan diferentes que hasta la nombran de modo distinto.
“Tengo el honor de compartir nuestra visión sobre un Indo-Pacífico libre y abierto”, declaraba el presidente de EE UU, Donald Trump, en su discurso ante los grandes empresarios de la región. Indo-Pacífico es el nombre que, cada vez con mayor insistencia, Washington —tradicionalmente la gran potencia económica y militar en el área— ha comenzado a emplear para referirse a la zona.
Es una denominación que hace referencia también a la estrategia incipiente que Estados Unidos quiere desarrollar en la región: incluir en ella a India e incrementar los lazos con ese país, Australia y Japón. Esta alianza de democracias, propuesta originalmente por Tokio, haría de contrapeso —según la visión de Washington— a una China autoritaria que, bajo el mando del presidente Xi Jinping, ha dejado claro que quiere un mayor protagonismo en el escenario mundial.
Pero, hasta el momento, no termina de estar muy claro qué contenido exactamente tendrá la nueva estrategia. Excepto que, como expuso el secretario de Estado, Rex Tillerson, en un discurso previo a la gira de Trump por Asia, existe “un fuerte deseo de Estados Unidos de que India desempeñe un papel más prominente y significativo en la región”.
“Es una reedición del pívot hacia Asia”, opina el profesor Zhao Hai, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad Tsinghua de Pekín, en referencia a la estrategia que adoptó el expresidente de EE UU Barack Obama durante su mandato. Aquella preveía una mayor presencia naval estadounidense en la zona; una red de lazos comerciales encabezada por el ambicioso acuerdo entre ambas orillas del Pacífico, el TPP; y una firme defensa de los valores universales.
La propuesta de Trump carece, al menos a primera vista, de un eje económico. Apenas puso el pie en la Casa Blanca anunció a bombo y platillo la retirada del TPP. Y en su intervención este viernes ante los empresarios de la APEC dejó claro que no considera el reingreso. Su opción es llegar a acuerdos de comercio bilaterales con países que “respeten los principios del comercio justo y recíproco” (en el que no haya déficit en contra de Estados Unidos, según el concepto del presidente de EE UU). “Lo que no haremos más es entrar en grandes acuerdos que nos aten de manos, nos priven de nuestra soberanía y conviertan su cumplimiento significativo en algo prácticamente imposible”.
Es un mensaje que choca en un foro como la APEC, cuyas economías acumulan el 50% del comercio mundial y para las que las exportaciones y las alianzas comerciales son su principal motor. “Los países pequeños deben tener cuidado… El antiguo Estados Unidos se comportaba con generosidad en el área económica a cambio de beneficios estratégicos. Pero este nuevo Estados Unidos se comporta ahora de manera bastante mezquina. Es como un avaro rico que no hace más que calcular dinero todo el día”, opina Jin Canrong, de la Universidad Renmin de Pekín.
La estrategia de Trump —predice en una nota Evan Medeiros, del grupo de análisis de riesgo Eurasia Group y antiguo asesor para Asia de la Administración Obama— “tendrá muchos problemas para ganar apoyos. Carece de un componente económico serio, es en esencia una idea japonesa, suena como un intento de contener a China y no adjudica ningún papel de importancia para Corea del Sur”, que junto a Japón y Australia es el gran aliado militar de Estados Unidos en la zona.
De hecho, Seúl —cuyo Gobierno progresista ha sufrido encontronazos con Trump acerca de Corea del Norte y su acuerdo comercial bilateral— ha dejado claras sus dudas sobre la propuesta. Tras el paso del presidente estadounidense esta semana durante su gira, el Ejecutivo surcoreano indicó en un comunicado que “hacen falta más conversaciones para ver si [Indo-Pacífico] es un término apropiado para usarlo en nuestros esfuerzos hacia… metas estratégicas conjuntas”. La propia India, recuerda por su parte Medeiros, no se ha sumado al proyecto de manera entusiasta.
“Si India se asociara muy estrechamente a Estados Unidos, crearía un gran problema en la relación entre EE UU y Pakistán”, aliado de Washington y rival de Nueva Delhi, recuerda el profesor Zhao. En su opinión, la alianza cuadrilateral es “un modo de pensar propio de la Guerra Fría”.
Pekín lima asperezas con Tokio y Seúl
En la cumbre de la APEC no solo se ha hablado de comercio. El presidente chino, Xi Jinping, ha aprovechado también para una aproximación con Corea del Sur y Japón, con cuyos líderes ha celebrado sendas bilaterales para tratar, entre otros asuntos, del programa nuclear de Corea del Norte.
El primer ministro japonés, Shinzo Abe, ha hablado de “un nuevo comienzo” en las relaciones entre Pekín y Tokio tras el encuentro, en el que ambos dirigentes han acordado estrechar su cooperación acerca del régimen de Kim Jong-un. “En la conversación el presidente Xi Jinping me ha dicho que es un nuevo comienzo, y yo siento lo mismo”, ha declarado Abe. El jefe de Gobierno ha propuesto una visita a China en un momento adecuado, que vendría seguida de otra de Xi a Japón. También acordaron una cumbre trilateral con Corea del Sur en cuanto sea posible.
Los dos países han atravesado una larga etapa de frialdad en sus relaciones debido a su disputa en torno a la soberanía de las islas que Pekín conoce como Diaoyu y Tokio como Senkaku, en el mar del Este de China.
En una reunión similar, Xi y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, también acordaron incrementar su coordinación para atajar el programa nuclear del norte. Según la agencia Xinhua, el jefe de Estado chino sugirió a su homólogo que restablezca las conversaciones con Pyongyang.
Los dos países habían pactado en octubre dar por concluido el episodio de tensión en sus relaciones desatado por el despliegue en suelo surcoreano del escudo antimisiles estadounidense THAAD. Los dos presidentes, en su reunión en Vietnam, acordaron la visita de Moon a Pekín para conversar de nuevo con Xi el mes próximo. Por su parte, Moon invitó a su homólogo chino a asistir a los Juegos Olímpicos de Invierno que Seúl acogerá en febrero del año próximo.
El presidente chino, Xi Jinping, se presenta con una narrativa completamente diferente. Desde la llegada al poder de Trump, se ha presentado como un líder global, defensor del multilateralismo y el libre comercio frente a las tendencias aislacionistas de la nueva administración estadounidense.
Su proyecto estratégico estrella, la “Nueva Ruta de la Seda”, prevé el desarrollo de redes de infraestructuras que conectarán toda Asia —y Europa— con China; el Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII) ofrece financiación para ese tipo de proyectos. Como alternativa al TPP, Pekín promueve el RCEP, un acuerdo que no incluye a Estados Unidos pero sí a India y cuyos estándares sobre derechos y liberalización económica son menos exigentes que la asociación transpacífica.
Como hizo en Davos en enero pasado, Xi ofreció en la APEC una encendida defensa de la globalización económica, que consideró “irreversible”: “¿Debemos encauzar la globalización económica, o debemos titubear y quedarnos parados frente a los desafíos? ¿Debemos avanzar conjuntamente la cooperación regional o vamos cada uno por nuestro lado?”, se preguntó el líder chino. “La apertura trae consigo el progreso, mientras que la auto-exclusión nos deja atrás”.
Pero la visión de China no deja de causar inquietud entre los países de la zona. Sus reclamaciones de soberanía cada vez más firmes en el mar del Sur de China chocan con las de países como Vietnam, que en los últimos años había estrechado lazos con Washington precisamente como contrapeso. Los planes de la Ruta de la Seda suscitan el temor de una dominación económica china sobre sus vecinos menos prósperos.
Y aunque promete un futuro de prosperidad compartida, Xi tiene claro que sus intereses nacionales tienen precedencia: “nadie debería esperar que China acepte nada que perjudique sus intereses”, resaltaba este presidente en el reciente Congreso del Partido Comunista.
Al menos por el momento, algunos países han optado por una tercera vía: este sábado en Vietnam, los 11 miembros restantes del TPP han aprobado un acuerdo de mínimos para reimpulsarlo.