Así era el paisaje de Madrid hace 14 millones de años
El clima era casi desértico y paseaban animales parecidos a los de una sabana africana actual
Bruno Martín
El País
Detrás de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Complutense de Madrid, en el campus de Somosaguas (Pozuelo de Alarcón), hay un pequeño descampado. Una porción del terreno está cercada por su valor para la ciencia: se trata del yacimiento paleontológico de Somosaguas, descubierto en 1989 y donde cada año se desentierran unos 400 fragmentos de huesos fosilizados. Las muestras son los restos de animales que vivieron en la Península durante el Mioceno medio —hace 14 millones de años— cuando los dinosaurios ya se habían extinguido, pero los humanos aún no caminaban sobre la Tierra.
Durante ese período, Madrid era una sabana muy árida, con clima casi desértico. Así lo afirma un estudio liderado por la Universidad Complutense, publicado en la revista científica PLoS ONE. Los paleontólogos se han basado en los tamaños corporales de las 26 especies de mamíferos identificadas en Somosaguas para inferir cómo era el clima de la región cuando estos vivían. Así han podido determinar que el área donde ahora se encuentra el campus de Somosaguas apenas recibía 200 milímetros de precipitaciones anuales, y el período de sequía solía durar 10 meses.
El tamaño de las especies en una región está relacionado, en parte, a las condiciones ambientales, explican los autores del estudio. “Por ejemplo, un animal que requiere mucho alimento solo puede habitar en ciertos ambientes que son capaces de proporcionarles ese alimento”, dice Manuel Hernández, uno de los investigadores de Somosaguas.
Los paleontólogos establecieron primero la distribución de tamaños que tiene el conjunto de mamíferos de Somosaguas, desde pequeños roedores hasta mastodontes similares a los elefantes. Luego estudiaron la composición de tamaños de grupos de mamíferos que habitan otras regiones actuales de la Tierra, en África y en Asia. Utilizando modelos estadísticos, se puede establecer una asociación muy precisa entre el clima de cada hábitat y su fauna. Esto les permitió extrapolar los datos actuales, de más de 60 ubicaciones, hasta dar con los parámetros climáticos que tuvo Somosaguas cuando sus animales prehistóricos murieron.
“En trabajos anteriores ya habíamos visto que la comunidad de mamíferos de Somosaguas era parecida a la de una sabana, pero este clima está en el límite con un desierto”, dice Hernández. De hecho, los autores señalan que las mismas condiciones se dan en los bordes de desiertos actuales, como la región del Sáhel (sur del Sáhara) o la frontera entre los desiertos de Kalahari y Namib, en el sur de África. El hallazgo es congruente con las pistas que ya aportaban otros datos, como los isótopos —variantes de cada elemento químico que se ven influidas por el ambiente— o la descomposición de las arcillas sedimentadas.
“Este yacimiento es particularmente interesante porque está justo en un momento del tiempo geológico en el que se produce un punto de inflexión en la temperatura”, explica Ana Rosa Gómez Cano, del Instituto Catalán de Paleontología. En investigaciones previas, analizando los isótopos del esmalte dental de los fósiles, los científicos registraron una diferencia de la temperatura prehistórica de unos 15 grados entre los sedimentos inferiores, más antiguos, y los superiores, más modernos. Esta gradación se corresponde con el comienzo del descenso global de las temperaturas que culminó con las glaciaciones del Pleistoceno hace 2,59 millones de años.
El yacimiento de Somosaguas es inusual porque está a la vista de cualquiera que pase por el campus universitario y, en primavera, se pueden observar a los paleontólogos y alumnos de la Universidad Complutense en plena campaña de excavación. Este sábado, 18 de noviembre, los investigadores de Somosaguas ofrecerán una visita guiada y explicación de sus investigaciones al público con motivo de la Semana de la Ciencia de Madrid.
En Somosaguas se han descrito dos especies nuevas para la ciencia: el pequeño roedor Cricetodon soriae, que permitió datar con precisión el yacimiento cuando se descubrió en 2006, y una especie de jabalí primitivo, bautizado Retroporcus complutensis, hallado en 2014.
Además, los yacimientos paleontológicos de Madrid siguen revelando nuevas especies. Este mes se describieron fósiles del yacimiento de Cerro de los Batallones (Torrejón de Velasco) pertenecientes a una nueva especie de jirafa gigante, ahora extinta: Decennatherium rex. Y, esta semana, científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales han anunciado el descubrimiento, también en Batallones, de un felino previamente desconocido con extremidades adaptadas para saltar, que han llamado Leptofelis vallesiensis. Este animal vivió hace 9,5 millones de años en un paisaje mixto de arbustos y zonas despejadas que formaba lo que ahora es la comunidad de Madrid.
Bruno Martín
El País
Detrás de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Complutense de Madrid, en el campus de Somosaguas (Pozuelo de Alarcón), hay un pequeño descampado. Una porción del terreno está cercada por su valor para la ciencia: se trata del yacimiento paleontológico de Somosaguas, descubierto en 1989 y donde cada año se desentierran unos 400 fragmentos de huesos fosilizados. Las muestras son los restos de animales que vivieron en la Península durante el Mioceno medio —hace 14 millones de años— cuando los dinosaurios ya se habían extinguido, pero los humanos aún no caminaban sobre la Tierra.
Durante ese período, Madrid era una sabana muy árida, con clima casi desértico. Así lo afirma un estudio liderado por la Universidad Complutense, publicado en la revista científica PLoS ONE. Los paleontólogos se han basado en los tamaños corporales de las 26 especies de mamíferos identificadas en Somosaguas para inferir cómo era el clima de la región cuando estos vivían. Así han podido determinar que el área donde ahora se encuentra el campus de Somosaguas apenas recibía 200 milímetros de precipitaciones anuales, y el período de sequía solía durar 10 meses.
El tamaño de las especies en una región está relacionado, en parte, a las condiciones ambientales, explican los autores del estudio. “Por ejemplo, un animal que requiere mucho alimento solo puede habitar en ciertos ambientes que son capaces de proporcionarles ese alimento”, dice Manuel Hernández, uno de los investigadores de Somosaguas.
Los paleontólogos establecieron primero la distribución de tamaños que tiene el conjunto de mamíferos de Somosaguas, desde pequeños roedores hasta mastodontes similares a los elefantes. Luego estudiaron la composición de tamaños de grupos de mamíferos que habitan otras regiones actuales de la Tierra, en África y en Asia. Utilizando modelos estadísticos, se puede establecer una asociación muy precisa entre el clima de cada hábitat y su fauna. Esto les permitió extrapolar los datos actuales, de más de 60 ubicaciones, hasta dar con los parámetros climáticos que tuvo Somosaguas cuando sus animales prehistóricos murieron.
“En trabajos anteriores ya habíamos visto que la comunidad de mamíferos de Somosaguas era parecida a la de una sabana, pero este clima está en el límite con un desierto”, dice Hernández. De hecho, los autores señalan que las mismas condiciones se dan en los bordes de desiertos actuales, como la región del Sáhel (sur del Sáhara) o la frontera entre los desiertos de Kalahari y Namib, en el sur de África. El hallazgo es congruente con las pistas que ya aportaban otros datos, como los isótopos —variantes de cada elemento químico que se ven influidas por el ambiente— o la descomposición de las arcillas sedimentadas.
“Este yacimiento es particularmente interesante porque está justo en un momento del tiempo geológico en el que se produce un punto de inflexión en la temperatura”, explica Ana Rosa Gómez Cano, del Instituto Catalán de Paleontología. En investigaciones previas, analizando los isótopos del esmalte dental de los fósiles, los científicos registraron una diferencia de la temperatura prehistórica de unos 15 grados entre los sedimentos inferiores, más antiguos, y los superiores, más modernos. Esta gradación se corresponde con el comienzo del descenso global de las temperaturas que culminó con las glaciaciones del Pleistoceno hace 2,59 millones de años.
El yacimiento de Somosaguas es inusual porque está a la vista de cualquiera que pase por el campus universitario y, en primavera, se pueden observar a los paleontólogos y alumnos de la Universidad Complutense en plena campaña de excavación. Este sábado, 18 de noviembre, los investigadores de Somosaguas ofrecerán una visita guiada y explicación de sus investigaciones al público con motivo de la Semana de la Ciencia de Madrid.
En Somosaguas se han descrito dos especies nuevas para la ciencia: el pequeño roedor Cricetodon soriae, que permitió datar con precisión el yacimiento cuando se descubrió en 2006, y una especie de jabalí primitivo, bautizado Retroporcus complutensis, hallado en 2014.
Además, los yacimientos paleontológicos de Madrid siguen revelando nuevas especies. Este mes se describieron fósiles del yacimiento de Cerro de los Batallones (Torrejón de Velasco) pertenecientes a una nueva especie de jirafa gigante, ahora extinta: Decennatherium rex. Y, esta semana, científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales han anunciado el descubrimiento, también en Batallones, de un felino previamente desconocido con extremidades adaptadas para saltar, que han llamado Leptofelis vallesiensis. Este animal vivió hace 9,5 millones de años en un paisaje mixto de arbustos y zonas despejadas que formaba lo que ahora es la comunidad de Madrid.