TEMBLOR EN MÉXICO / No solo cuenta la magnitud

La capacidad destructora de un sismo también depende de sus características geológicas

José J. Martínez Díaz
Madrid, El País
El terremoto ocurrido frente a las costas de Chiapas, en México, ha alcanzado una magnitud momento (Mw) entre 8.1 y 8.4, según la agencia que realiza el cálculo, con su hipocentro situado a casi 70 kilómetros de profundidad. Hasta el momento de redactar este escrito, el número de víctimas mortales ronda las 30. Así mismo, se han registrado daños importantes en localidades próximas de Chiapas, Oaxaca y el occidente guatemalteco.


Dada su gran magnitud, en los primeros segundos y minutos se temió que este evento pudiera inducir un tsunami de grandes proporciones, aunque afortunadamente las olas registradas han sido poco significativas. La magnitud de este terremoto es muy similar a la del devastador sismo de México de 1985 que provocó miles de muertos y cientos de miles de desplazados, cifras afortunadamente muy distintas a las que se esperan del terremoto acaecido la noche de este jueves, de magnitud igual o superior. Y es que la magnitud no determina por sí sola el potencial destructor de un sismo. Además del grado de preparación de las construcciones en México, que es elevado en comparación con otros países de la región, las características geológicas del terremoto van a condicionar la capacidad destructora del mismo.

Todo sismo de origen tectónico, como el aquí tratado, se produce por la rotura a lo largo de un gran plano de fractura, de modo que las características geológicas y su localización, combinadas con su tamaño, es decir su magnitud, van a condicionar tanto la duración como la intensidad de la sacudida del suelo, que a la postre son los responsables de los daños. El terremoto ocurrido este jueves se ha producido en la zona de subducción que limita las placas litosféricas de El Coco y la Norteamericana, es decir en la zona donde la primera desliza y se introduce bajo la segunda.

Los grandes terremotos destructivos como el del año 1985 o los que se suelen producir en la costa de Chile se generan en los primeros 15 a 30 kilómetros de profundidad, en la zona donde las dos placas friccionan y generan terremotos que en geología se denominan de falla inversa. Al ser eventos más superficiales, la energía en forma de aceleración de sacudida del suelo es muy elevada y a ello se suma que la cantidad de desplazamiento del fondo marino es mayor y por tanto el tamaño de los tsunamis también.

En otras ocasiones, como es el caso del terremoto ocurrido este jueves en Chiapas, en lugar de deslizar la zona de fricción de las dos placas, la placa que "subduce" (en este caso la placa de El Coco), debido a la flexión que sufre al deslizarse hacia abajo y al efecto de su propio peso, hace que literalmente se parta a lo largo de un plano de rotura bastante vertical y a más profundidad.

En el caso que nos ocupa, la rotura se ha producido a más de 60 kilómetros de profundidad, con una geometría que denominamos de falla normal. En estos casos, aunque la magnitud sea la misma, la energía que llega a la superficie es menor y el desplazamiento del fondo marino también. Esto explica por qué uno de los mayores terremotos de falla normal jamás registrado por los sismógrafos hasta la fecha haya inducido unos daños limitados, si los comparamos con otros eventos de igual magnitud ocurridos en el pasado.

Dr. José J. Martínez Díaz es profesor del Departamento de Geodinámica de la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid e investigador del IGEO (UCM, CSIC).

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