Las elecciones de Alemania marcan el futuro de Europa
Merkel parte como ganadora, pero la coalición de Gobierno que resulte de las elecciones será la que marque la profundidad de las esperadas reformas de la UE
Ana Carbajosa
Berlín, El País
Esta noche da comienzo la hora de la verdad para la Europa post crisis. Alemania, la principal economía europea y potencia hegemónica de facto, elige Gobierno. La canciller Angela Merkel aspira a un cuarto mandato al frente del bloque conservador y las encuestas coinciden en que tiene muchas posibilidades de lograrlo. Si gana, Merkel ha prometido refundar Europa de la mano de Francia. La crisis del euro ha quedado atrás y este es el momento de acometer profundas reformas que ayuden a desarmar a los populismos y combatir el eurocabreo. Es el momento, piensan en Berlín, de prevenir nuevas crisis existenciales que Europa ya no se puede permitir.
El sábado, horas antes de que se abrieran los colegios electorales, Merkel y Schulz seguían haciendo campaña, peleando voto a voto. La candidata de la CDU paseó por Stralsund, al norte del país estrechando manos y hablando con los votantes. “Hay todavía muchos indecisos”, decía horas antes en Berlín. “Gente joven. Pensad en el Brexit, pensad en Trump. Id a votar. Tomaos en serio el derecho a voto”, dijo Schulz in Aquisgrán.
Pero la clave de estas elecciones no es tanto quién las gane, sino la coalición de Gobierno que se forme a partir del día después. La alineación resultante marcará en buena medida cuánto capital político está dispuesto a invertir Berlín en Europa. Los socialdemócratas (SPD), a los que los sondeos sitúan en segunda posición y con los que Merkel ha gobernado en una gran coalición, respaldan la creación de un presupuesto europeo, un ministro para la zona euro y aseguran desear ir más allá que la propia canciller. Por el contrario, los liberales, también posibles socios de coalición de una CDU ganadora, no quieren ni oír hablar de compartir deudas más allá de las fronteras de Alemania sobre todo sin sus planes de reformas correspondientes. “Financiación solo con reformas de mercado”, reza su programa. Y mientras, Alternativa por Alemania (Afd), un partido fundado para oponerse al euro, entrará previsiblemente por primera vez en el Bundestag. Ninguna otra formación está dispuesta a aliarse con ellos.
Las elecciones alemanas son el momento que las capitales europeas llevan meses esperando y que se prevé inaugure un nuevo tiempo político. Porque también en Berlín dicen haber comprendido que, con la economía europea en vías de recuperación, superados los desafíos populistas en Hungría, Austria, Holanda y sobre todo en Francia, con Emmanuel Macron en El Elíseo y antes de que llegue la nueva ronda de elecciones que paralice de a los mandatarios, este es un momento único para actuar. Pero no solo para reformar la eurozona. Berlín, ungido de poderío económico, llevará la voz cantante a la hora de fijar los términos del Brexit, pero además hay que resolver los dilemas institucionales de la UE –una o varias velocidades-, lidiar con los socios díscolos del este de Europa y dar respuesta a la crisis de refugiados, cerrada ahora en falso, entre otros muchos asuntos que esperan sobre la mesa europea.
Las negociaciones de coalición marcarán el margen de maniobra del nuevo Gobierno alemán, de por sí reticente a cualquier tipo de solidaridad europea, que no conlleve asunción de responsabilidad y reducción de riesgo en los países del sur. Pero la presión es enorme. Merkel sabe que debe mover ficha. Que Macron está haciendo los impopulares deberes que exige Alemania y necesita llevar de vuelta a una casa sembrada de protestas cesiones de Berlín. “La presión para que Alemania haga algo ha ido aumentando en el último año. Merkel sabe que continuar como hasta ahora no es posible”, sostiene Bert Van Roosebeke, investigador jefe del Centrum für Europäische Politik de Friburgo. Como muchos otros expertos no es sin embargo excesivamente optimista. “Probablemente serán cambios cosméticos, que no servirán necesariamente para prevenir shocks futuros. No debemos esperar un big bang”, advierte.
En cualquier caso, no cabe esperar resultados inmediatos. A partir del lunes dará comienzo un dilatado proceso de negociaciones y un baile de posibles coaliciones, que podría prolongarse semanas y hasta meses. Horas antes, desde las seis de la tarde de hoy, cuando las cadenas de televisión publiquen sus primeras proyecciones, trascenderá al menos qué coaliciones son aritméticamente posibles.
Hasta entonces, lo que sí dejan claro los sondeos es que los dos grandes partidos, la Unión democratacristiana de Merkel (CDU) y el SPD sufrirán una cierta caída, al tiempo que las fuerzas extremistas a derecha e izquierda subirán. Y parece también evidente, según coinciden desde hace meses las encuestas, que entrarán dos fuerzas políticas en el Parlamento alemán ahora ausentes: liberales y ultraderecha. Ninguno de los dos comparte los supuestos planes de Merkel de reforma de la zona euro y mucho menos los de París.
Eurofobia en el Bundestag
En el caso de Afd, un partido que nació en 2013 para oponerse al euro y que ahora ha convertido la xenofobia su razón de ser, defiende una Europa de mínimos y un nacionalismo alemán, que desde luego excluye cualquier ejercicio de solidaridad entre los países de la UE. Los últimos sondeos le otorgaban un 13% de los votos, muy por encima del 5% necesario para entrar en el Bundestag. “De repente, la tercera fuerza política va a estar hablando en contra de Europa en el Parlamento y eso va a cambiar también el discurso en la sociedad alemana”, pronostica Marcel Dirsus, politólogo de la Universidad de Kiel.
Pese a la trascendencia del momento y del papel de Berlín, Europa ha sido la gran ausente de esta campaña electoral en Alemania. Merkel ha evitado adentrarse en terrenos que sabe pantanosos. La reforma de la eurozona y el supuesto desembolso de fondos para ayudar a los países en crisis es algo de lo que la mayoría de los alemanes no quieren ni oír hablar. La llamada mutualización de la deuda repele en un país de ahorradores, con una aversión histórica al endeudamiento y que venera el superávit. Ni siquiera Schulz, ex presidente del Parlamento Europeo, ha convertido el futuro de la UE en tema central de campaña. La extrema derecha y los liberales sí han hablado algo más de Europa en sus campañas, pero lo han hecho para marcar líneas rojas. Nada de más Europa, de más integración de la eurozona y sobre todo nada que se parezca a una “unión de transferencias”.
Por todo ello, la batalla europea que se libra de estas elecciones no ha hecho más que empezar. El baile de alianzas, que arranca esta misma noche será el que decida en buena medida el futuro de Europa.
Ana Carbajosa
Berlín, El País
Esta noche da comienzo la hora de la verdad para la Europa post crisis. Alemania, la principal economía europea y potencia hegemónica de facto, elige Gobierno. La canciller Angela Merkel aspira a un cuarto mandato al frente del bloque conservador y las encuestas coinciden en que tiene muchas posibilidades de lograrlo. Si gana, Merkel ha prometido refundar Europa de la mano de Francia. La crisis del euro ha quedado atrás y este es el momento de acometer profundas reformas que ayuden a desarmar a los populismos y combatir el eurocabreo. Es el momento, piensan en Berlín, de prevenir nuevas crisis existenciales que Europa ya no se puede permitir.
El sábado, horas antes de que se abrieran los colegios electorales, Merkel y Schulz seguían haciendo campaña, peleando voto a voto. La candidata de la CDU paseó por Stralsund, al norte del país estrechando manos y hablando con los votantes. “Hay todavía muchos indecisos”, decía horas antes en Berlín. “Gente joven. Pensad en el Brexit, pensad en Trump. Id a votar. Tomaos en serio el derecho a voto”, dijo Schulz in Aquisgrán.
Pero la clave de estas elecciones no es tanto quién las gane, sino la coalición de Gobierno que se forme a partir del día después. La alineación resultante marcará en buena medida cuánto capital político está dispuesto a invertir Berlín en Europa. Los socialdemócratas (SPD), a los que los sondeos sitúan en segunda posición y con los que Merkel ha gobernado en una gran coalición, respaldan la creación de un presupuesto europeo, un ministro para la zona euro y aseguran desear ir más allá que la propia canciller. Por el contrario, los liberales, también posibles socios de coalición de una CDU ganadora, no quieren ni oír hablar de compartir deudas más allá de las fronteras de Alemania sobre todo sin sus planes de reformas correspondientes. “Financiación solo con reformas de mercado”, reza su programa. Y mientras, Alternativa por Alemania (Afd), un partido fundado para oponerse al euro, entrará previsiblemente por primera vez en el Bundestag. Ninguna otra formación está dispuesta a aliarse con ellos.
Las elecciones alemanas son el momento que las capitales europeas llevan meses esperando y que se prevé inaugure un nuevo tiempo político. Porque también en Berlín dicen haber comprendido que, con la economía europea en vías de recuperación, superados los desafíos populistas en Hungría, Austria, Holanda y sobre todo en Francia, con Emmanuel Macron en El Elíseo y antes de que llegue la nueva ronda de elecciones que paralice de a los mandatarios, este es un momento único para actuar. Pero no solo para reformar la eurozona. Berlín, ungido de poderío económico, llevará la voz cantante a la hora de fijar los términos del Brexit, pero además hay que resolver los dilemas institucionales de la UE –una o varias velocidades-, lidiar con los socios díscolos del este de Europa y dar respuesta a la crisis de refugiados, cerrada ahora en falso, entre otros muchos asuntos que esperan sobre la mesa europea.
Las negociaciones de coalición marcarán el margen de maniobra del nuevo Gobierno alemán, de por sí reticente a cualquier tipo de solidaridad europea, que no conlleve asunción de responsabilidad y reducción de riesgo en los países del sur. Pero la presión es enorme. Merkel sabe que debe mover ficha. Que Macron está haciendo los impopulares deberes que exige Alemania y necesita llevar de vuelta a una casa sembrada de protestas cesiones de Berlín. “La presión para que Alemania haga algo ha ido aumentando en el último año. Merkel sabe que continuar como hasta ahora no es posible”, sostiene Bert Van Roosebeke, investigador jefe del Centrum für Europäische Politik de Friburgo. Como muchos otros expertos no es sin embargo excesivamente optimista. “Probablemente serán cambios cosméticos, que no servirán necesariamente para prevenir shocks futuros. No debemos esperar un big bang”, advierte.
En cualquier caso, no cabe esperar resultados inmediatos. A partir del lunes dará comienzo un dilatado proceso de negociaciones y un baile de posibles coaliciones, que podría prolongarse semanas y hasta meses. Horas antes, desde las seis de la tarde de hoy, cuando las cadenas de televisión publiquen sus primeras proyecciones, trascenderá al menos qué coaliciones son aritméticamente posibles.
Hasta entonces, lo que sí dejan claro los sondeos es que los dos grandes partidos, la Unión democratacristiana de Merkel (CDU) y el SPD sufrirán una cierta caída, al tiempo que las fuerzas extremistas a derecha e izquierda subirán. Y parece también evidente, según coinciden desde hace meses las encuestas, que entrarán dos fuerzas políticas en el Parlamento alemán ahora ausentes: liberales y ultraderecha. Ninguno de los dos comparte los supuestos planes de Merkel de reforma de la zona euro y mucho menos los de París.
Eurofobia en el Bundestag
En el caso de Afd, un partido que nació en 2013 para oponerse al euro y que ahora ha convertido la xenofobia su razón de ser, defiende una Europa de mínimos y un nacionalismo alemán, que desde luego excluye cualquier ejercicio de solidaridad entre los países de la UE. Los últimos sondeos le otorgaban un 13% de los votos, muy por encima del 5% necesario para entrar en el Bundestag. “De repente, la tercera fuerza política va a estar hablando en contra de Europa en el Parlamento y eso va a cambiar también el discurso en la sociedad alemana”, pronostica Marcel Dirsus, politólogo de la Universidad de Kiel.
Pese a la trascendencia del momento y del papel de Berlín, Europa ha sido la gran ausente de esta campaña electoral en Alemania. Merkel ha evitado adentrarse en terrenos que sabe pantanosos. La reforma de la eurozona y el supuesto desembolso de fondos para ayudar a los países en crisis es algo de lo que la mayoría de los alemanes no quieren ni oír hablar. La llamada mutualización de la deuda repele en un país de ahorradores, con una aversión histórica al endeudamiento y que venera el superávit. Ni siquiera Schulz, ex presidente del Parlamento Europeo, ha convertido el futuro de la UE en tema central de campaña. La extrema derecha y los liberales sí han hablado algo más de Europa en sus campañas, pero lo han hecho para marcar líneas rojas. Nada de más Europa, de más integración de la eurozona y sobre todo nada que se parezca a una “unión de transferencias”.
Por todo ello, la batalla europea que se libra de estas elecciones no ha hecho más que empezar. El baile de alianzas, que arranca esta misma noche será el que decida en buena medida el futuro de Europa.