Lagunas y contradicciones de una investigación

Las primeras indagaciones han puesto en evidencia debilidades de coordinación

Patricia Ortega Dolz
Oriol Güell
Madrid / Barcelona, El País
Dos semanas después de los atentados de Barcelona y Cambrils (Tarragona), que dejaron 22 muertos —incluidos seis de los terroristas— y un centenar de heridos, la investigación sobre el caso ha logrado indentificar ya a los diez presuntos miembros de la célula —otros dos inicialmente señalados fueron puestos en libertad sin cargos por el juez Fernando Andreu—, determinar su implicación y enviar a prisión a los dos terroristas supervivientes.


En estos días, sin embargo, se han abierto también múltiples interrogantes que han dejado al descubierto lagunas en las labores de información, prevención y coordinación policial. Unas debilidades que el actual clima de crispación por el referéndum ilegal de independencia en Cataluña —previsto para el próximo 1 de octubre— han llevado al primer plano del enfrentamiento político.

Los que sigue es un resumen de algunos de los principales puntos sobre los que queda pendiente aportar luz y adoptar medidas:

Un imán radicalizado

De Abdelbaki es Satty, nacido en 1973 en Marruecos, se sabe que mantuvo vínculos con una célula que desde Vilanova i la Geltrú (Barcelona) mandaba terroristas a Siria y que fue desmantelada en 2006 con la Operación Chacal (aunque en 2011 todos los acusados fueron absueltos por el Tribunal Supremo). También que, pese a ser investigado inicialmente —y su teléfono pinchado—, su participación en esos hechos quedó decartada y ni siquiera llegó a ser imputado. Existe igualmente una nota interna de la policía que le relaciona de forma vaga con algunos implicados en el 11-M.

En los cuatro años siguientes, Es Satty parece entrar en un submundo de marginalidad y pequeña delincuencia. En 2010 es condenado a cuatro años de cárcel por traficar con hachís, pena que cumple en Castellón. Tras salir de prisión, viaja en más de una ocasión a Marruecos, se investiga si lo hizo a Austria y está confirmado que pasó tres meses en Bélgica a principios de 2016. Todo ello antes de recalar en Ripoll (Girona) convertido en imán.

¿Cuándo se radicalizó Es Satty? ¿Lo estaba ya en 2006 y supo esconderlo? ¿O, como otros yihadistas, su radicalización empezó tras años de marginalidad y prisión? Si ya lo estaba en 2006, ¿cómo pudo ser que ningún servicio de información o inteligencia lo identificara? ¿Seguía ordenes de alguien? ¿Cuál era su relación con el Estado Islámico (ISIS)? Y otra duda a despejar: ¿Tenían Policía Nacional, Guardia Civil o el CNI más información de Es Satty que no ha trascendido?

La pregunta de Bélgica

El aparente desconocimiento sobre la vida del imán tras salir de la cárcel en 2014 se interrumpe en el primer trimestre de 2016. Es Satty llega a Vildevoord, cuna del yihadismo belga, y despierta sospechas por su actitud entre la propia comunidad musulmana, que alerta a las autoridades. Un policía local especialista en la lucha contra la radicalización pide información sobre Es Satty —según los Mossos, por “vía informal”— a un sargento de la policía autonómica catalana al que conoce. Otras fuentes policiales califican ese contacto de “bilateral” o “de confianza, usado para agilizar trámites y basado en el conocimiento mutuo”. El mosso contesta por correo electrónico al agente belga más de un mes después, en marzo de 2016, y le dice que Es Satty está en Ripoll y que no tiene antecedentes de interés.

Vista a posteriori, esa comunicación es uno de los escasos cabos que hubiera podido poner el foco en las actividades del imán de Ripoll. En primer lugar, habría que saber si hay más de un correo electrónico y su contenido. Y después plantearse si, por ejemplo, la policía belga debió enviar su petición por cauces formales para darle más entidad. ¿Habría puesto a alguien sobre la pista? ¿Pudo el agente de Información de los Mossos, teniendo en cuenta que Es Satty ya era imán y la petición venía de un policía antirradicalización, ampliar sus indagaciones, incluso compartiendo la información con la Policía Nacional o la Guardia Civil? ¿Revela todo ello lagunas en las labores de inteligencia, información y coordinación policial de las que deben extraerse lecciones?

La pandilla de Ripoll

Ripoll es una localidad de apenas 10.000 habitantes situada en las boscosas estribaciones del Pirineo de Girona. Allí crecieron los nueve jóvenes —entre 17 y 28 años— reclutados por Es Satty. Allí los radicalizó a escondidas y desde allí el grupo eligió una localidad situada en la otra punta de Cataluña, Alcanar —en Tarragona, a 300 kilómetros—, para convertir una casa ocupada en su centro de operaciones.

Pese a que los Mossos visitaron en varias ocasiones la mezquita, Es Satty tuvo gran habilidad para captar en secreto a los jóvenes y transmitirles una forma de actuar marcada por la discreción. Ni siquiera sus familiares conocían su fanatización, según han asegurado estos días.

Un imán (con antecedentes) llegado de Bélgica, 10 jóvenes, centenares de bombonas de butano, 500 litros de acetona, una casa okupada... Nada alertó a nadie. El asunto es complejo e involucra a varias áreas de actuación —políticas de proximidad, de asuntos religiosos, inteligencia, información, vigilancia...—, pero abre un abanico de preguntas: ¿Por qué el imán despertó sospechas en Bélgica y no en España? ¿Por qué no se ha desarrollado el Plan Nacional contra la Radicalización Violenta de 2015 que coordina precisamente todas esas acciones? ¿Disponen los cuerpos policiales de suficientes recursos? Fuentes de la Generalitat han admitido que Ripoll era considerada una “zona fría” en el radicalismo islámico.
El aviso de la CIA

El 25 de mayo de este año, los Mossos recibieron un aviso de una fuente de inteligencia que les alertaba de la posible comisión de un atentado yihadista este verano en La Rambla de Barcelona. Ese mismo aviso lo recibieron los organismos de la lucha antiterrorista del Gobierno central, que aseguran que provenía de la CIA, la agencia de espionaje de EE UU. La noticia fue publicada por El Periódico de Catalunya tras el atentado del 17 de agosto en La Rambla, y responsables de la Generalitat y de los Mossos la desmintieron repetidas veces. Esta semana se vieron obligados a confirmar que sí habían recibido el aviso, aunque sostuvieron que no provenía de la CIA y alegaron que ni ellos ni el CNI le dieron credibilidad.


No está claro que otra actitud ante ese aviso hubiera podido evitar el atentado —entre otras cosas, porque este fue improvisado a última hora por los terroristas, cuyo plan era otro—, pero las versiones contradictorias de los Mossos han dado lugar a una bronca política. Además, queda por dilucidar si realmente nadie dio relevancia a un aviso que sí la tenía.
Alcanar, el centro de mando

Eran las 23.17 del 16 de agosto cuando una enorme explosión, audible a una decena de kilómetros, demolió el chalé F9 de la urbanización Montecarlo de Alcanar. Hubo dos muertos —entre ellos el imán, aunque uno de los cuerpos no se halló hasta muchas horas después— y un herido grave. Las primeras 26 bombonas de butano halladas y el olor a acetona llevaron a los agentes a pensar en un laboratorio de droga.

Junto a la casa también había una moto de Mohamed Hychamy y un Peugeot 306 de El Houssaine Abouyaaqou, ambos domicilados en Ripoll. Con todos estos elementos, ¿había razones para actuar más rápido y destinar más agentes a investigar el caso? Una nota interna de la Guardia Civil (GEDEX de Tarragona) señala las veces que llamaron a los Mossos para informarse de lo ocurrido. “Les dicen que nada y no les dejan investigar”, aseguran.

Los Mossos d'Esquadra han ofrecido informaciones contradictorias. El mayor de los Mossos, Josep LLuís Trapero, aseguró el pasado lunes que l guardia civil no ofreció ayuda que “alguien se la había inventado”. Tres días antes, sin embargo, el inspector Albert Oliva, portavoz de los Mossos, había afirmado que la policía catalana había declinado la inspección por parte de la Guardia Civil porque era innecesaria.

Según los expertos, existe un protocolo de inspección ocular para policía científica y TEDAX que se basa en la adopción de medidas en función de lo encontrado. Una primera pregunta es por qué nadie interrogó al herido en el hospital. Según el protocolo, “si se sospecha que puede tratarse de un laboratorio de drogas, debe avisarse al grupo de estupefacientes para que lo haga y, en su caso, lo detenga”, explica un alto mando de la policía científica. ¿Se interrogó a los vecinos acerca de los moradores? ¿Se buscó al propietario de la casa? ¿Alguien comprobó las matrículas de los vehículos apostados a la puerta?

Pasaron 17 horas hasta la siguiente explosión, casi simultánea al atropello masivo perpetrado por Younes Abouyaaqoub en La Rambla. Causó un enorme hongo de polvo visible a kilómetros. Los Mossos informaron de que fue una chispa provocada por “una máquina retroexcavadora” que estaba removiendo los escombros, que incendió una bolsa de gas enterrada, la que causó la explosión. Ocho heridos.
El atropello de La Rambla

La casa Alcanar pasó de ser un potencial laboratorio de drogas a un enclave terrorista en cuestión de minutos. La documentación encontrada en la furgoneta que arrasó La Rambla, el pasaporte del melillense Mohamed Houli Chemlal, el herido grave de la primera explosión y que entonces ya sí fue detenido, conecto los hechos. Al mismo tiempo en Alcanar aparecían restos de otro cuerpo, un centenar de bombonas más, un libro verde con el nombre del imán a modo de manual yihadista, un manuscrito y unos billetes de avión a su nombre con destino Bruselas, además de agua oxigenada, pulsadores, fundas de almohada, tornillería… “Estaban preparando un atentado mayor que se ha evitado con la explosión”, explicó Josep LLuís Trapero a las once de la noche en su primera comparecencia. Este afirmó horas antes del ataque de Cambrils que no se esperaban nuevos atentados, lo que parece indicar que a esa hora los Mossos aún no sabían que había cinco terroristas huidos sin identificar.
La preparación de Cambrils

Uno de ellos, Mohamed Hichamy —el dueño de la moto de Alcanar—, había sufrido a primera hora de la tarde un accidente en el kilómetro 265 de la autopista AP-7, tras el que huyó a pie hasta un área de servicio, en la que esperó a sus compinches. En las siguientes horas, el grupo visitó hasta en cuatro ocasiones la gasolinera, pasó varias horas en un restaurante abandonado en Riudecanyes y compró cinco cuchillos y un hacha en una tienda de Cambrils. No fueron identificados por cuerpo de seguridad alguno.
Disparar a matar

Los cinco terroristas que perpetraron el atentado de Cambrils fueron abatidos por los Mossos d’Esquadra, cuatro de ellos por un mismo agente. “Fue una actuación ejemplar. En aquel momento, en una zona urbana, con el atropello de Barcelona fresco y portando cinturones sospechosos [que luego resultaron ser falsos], era la única alternativa”, explican fuentes de la investigación presentes en la zona.

La muerte de Younes Abouyaaqoub, el autor del atropello de La Rambla, cuatro días más tarde en Subirats ha sido interpretada de forma distinta por los expertos. Tras cuatro días huyendo, solo, había ido a la zona a buscar lo que pensaba que podía ser su última oportunidad. Llamó a la ventana de una casa de un supuesto conocido pero el nuevo inquilino comentó el suceso a un vecino y este alertó a la policía. Abouyaaqoub trató de ocultarse en un viñedo, donde fue descubierto. Se abrió la camisa, mostró otro cinturón y gritó ¡Allahu akba!.

“En un espacio abierto, sin riesgo para terceras personas, hay fórmulas para contener a un hombre desarmado sin poner a los agentes en riesgo y había el precedente de los cinturones falsos”, explica una fuentev policial. “La muerte de Abouyaaqoub ha dejado a los investigadores sin una posible fuente de información de gran importancia”, dice otra fuente de la lucha antoterrorista.


La reacción a los ataques teroristas en otros países

Dos datos podrían resumir la reacción de Estados Unidos tras el 11-S de 2001. Walmart vendió 116.000 banderas nacionales ese día y, al siguiente, 250.000, cuando las ventas habituales estaban de 6.000 a 10.000 diarias.

El informe final de la comisión de investigación que examinó los fallos de inteligencia, publicado en 2004, se convirtió en un superventas. A los tres días, el 14 de septiembre, el Congreso dio luz verde con una aplastante mayoría a la autorización del uso militar en la guerra contra el terrorismo y a la invasión de Afganistán.

La primera reacción política que hubo en Berlín después del atentado terrorista del tunecino Anis Amri, el 19 de diciembre de 2016, en un mercadillo navideño y que dejo un saldo de 12 muertes, sucedió dos días después, frente a la sede del Gobierno. Un millar de personas se congregaron para lanzar consignas contra la canciller Angela Merkel, a quien hicieron responsable indirecta de la matanza a causa de su generosa política de asilo. “Merkel tiene las manos manchadas de sangre”, gritaron.

Bélgica puso en marcha, en un clima de consenso, una comisión de investigación parlamentaria sobre los ataques contra el metro y el aeropuerto de Bruselas poco después del atentado, que causó 32 muertos y centenares de heridos. Se entrevistó a más de 140 políticos, mandos policiales y judiciales, líderes religiosos o víctimas en 50 sesiones.

En Francia se creó una comisión parlamentaria (la tercera) liderada por un diputado socialista y otro conservador tras los atentados de París (enero y noviembre) de 2015. / AMANDA MARS / ANA CARBAJOSA / ÁLVARO SÁNCHEZ / SILVIA AYUSO.

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