La increíble historia del médico que engañó al mundo entero, incluido el instituto que nomina a los premios Nobel
Creó el trasplante de tráquea artificial con células madre y se volvió una estrella internacional. Enamoró a una periodista de la NBC y le propuso matrimonio con el oficio del papa Francisco. Pero ni su método milagroso salvaba vidas ni su vida personal era lo que decía
Infobae
Se alude así al caso de Paolo Macchiarini, el cirujano estrella de vías respiratorias. El hombre que engañó al mundo entero en un caso que involucró al Instituto Karolinska, que selecciona los premios Nobel de Medicina, por el cual renunciaron dos autoridades. El hombre que llevaba 30 años casado cuando engañó a una periodista premiada de la NBC y le propuso matrimonio bajo los oficios del papa Francisco, boda a la que asistirían invitados como los Obama.
Y sobre todo el pionero del trasplante de tráquea biosintética, una operación milagrosa que, aunque él ocultó los datos, ahora se sabe que causó la muerte de la mayoría de los 17 pacientes a los que trató con su creación.
En 2008, Claudia Castillo, una joven mujer de Barcelona, recibió una tráquea de un donante muerto tratada con sus propias células madres. "Poco después estaba de regreso en su casa, correteando con sus hijos", recordó The Guardian. Macchiarini anunció su éxito al mundo —además, la paciente no necesitaba drogas peligrosas contra el rechazo, ya que la tráquea sintética tenía sus propias células— y calló las complicaciones que Castillo sufrió durante mucho tiempo.
En 2011, Macchiarini era una estrella internacional contratada por una de las universidades médicas más prestigiosas del mundo: el Instituto Karolinska de Suecia. Al que, dicho sea de paso, causó tal desprestigio que acaba de caer del lugar 28 al 38 en el Times Higher Education World Education Rankings 2018.
En Suecia mejoró su técnica al utilizar tráqueas sintéticas con células madre del paciente. La primera persona que recibió una, Andemariam Beyene, llevó a Macchiarini a la portada de The New York Times. Era el médico que hacía realidad el sueño de la medicina regenerativa: se abría la puerta a un mundo en el cual los trasplantes se hicieran con órganos sintéticos.
La periodista de la NBC Meredith Vieira se propuso hacer un documental sobre el médico suizo de padres italianos, A Leap of Faith (Un voto de confianza), y eligió a una productora premiada, Benita Alexander, para que trabajara con ella. (Luego del escándalo, la NBC lo retiró de su página web.)
Alexander se enamoró de Macchiarini mientras grababan el programa. Creyó que su problema más grave era haber faltado a la ética periodística al hacerlo. Pero eso fue solo el comienzo de sus infortunios.
Cuando se emitió el documental, en 2014, la pareja planeaba una boda por todo lo alto. Como Alexander era divorciada, no se podía hacer un casamiento católico. Entonces, Macchiarini dijo que arreglaría el asunto con un amigo en el Vaticano, según Vanity Fair.
El amigo, que resultó ser el papa Francisco, no solo garantizó la dispensa necesaria, sino que ofreció su residencia de verano, el palacio apostólico de Castel Gandolfo, para la ceremonia. Que él, desde luego, supervisaría.
Andrea Bocelli cantaría. Entre los invitados se contaban los Obama, los Clinton, Vladimir Putin y Nicolas Sarkozy, entre otros.
Pero a medida que se acercaba el momento, el Papa, el palacio, el tenor y los dirigentes mundiales se convertían en ratones y calabazas. Pronto Alexander comprendió que el matrimonio mismo era una mentira: Macchiarini estaba casado desde hacía 30 años con Emanuela Pecchia, con quien tenía una hija y un hijo.
Al resquebrajarse la fachada personal del médico, surgió la pregunta obvia por la legitimidad de su ciencia. Un programa de la televisión sueca, Experimenten (Los experimentos), argumentó que sus mentiras lo impregnaban todo: "Las tráqueas artificiales no eran las maravillas que salvarían vidas, como todo el mundo creía", sintetizó The Guardian. "Al contrario, parecían hacer más daño que bien, algo que Macchiarini ocultó o minimizó durante años en sus artículos científicos, sus comunicados de prensa y sus entrevistas".
El Instituto Karolinska anunció que no extendería el contrato del suizo.
Se supo entonces que la prestigiosa institución esperaba tanto de su estrella que había permitido que al comienzo de su trabajo colocara tres tráqueas plásticas en personas sin haberlo probado antes en animales y sin haber solicitado la aprobación ética del comité, con el argumento del uso compasivo de su investigación.
"Es apropiado que la carrera de Macchiarini se haya desarrollado en el Instituto Karolinska", observó The Guardian. "En tanto hogar del premio Nobel de Fisiología o Medicina, una de sus ambiciones es la creación de celebridades científicas".
Dos años y medio después de la cirugía, el primer receptor de una tráquea biosintética, Beyene, murió tras una agonía atroz por la falla del órgano. En el programa Experimenten, otro experto en vías respiratorias, el belga Pierre Delaere, uno de los primeros críticos de Macchiarini, dijo al respecto: "Si tuviera la opción de una tráquea artificial o un pelotón de fusilamiento, elegiría el pelotón, porque sería una forma de ejecución menos dolorosa".
Macchiarini se mudó a la república rusa de Tartaristán, donde por un tiempo trabajó en la Universidad Federal de Kazán. Un grupo de científicos suecos envió a varias agencias de gobierno rusas una petición de 57 páginas para que se iniciara una investigación criminal, pero ninguna respondió. Por la presión, sin embargo, la Fundación de Ciencia Rusa dejó de financiar su contrato luego de que Delaere y otros colegas calificaran de "palabrería" su nueva investigación, esta vez sobre transplante de esófagos.
Infobae
Se alude así al caso de Paolo Macchiarini, el cirujano estrella de vías respiratorias. El hombre que engañó al mundo entero en un caso que involucró al Instituto Karolinska, que selecciona los premios Nobel de Medicina, por el cual renunciaron dos autoridades. El hombre que llevaba 30 años casado cuando engañó a una periodista premiada de la NBC y le propuso matrimonio bajo los oficios del papa Francisco, boda a la que asistirían invitados como los Obama.
Y sobre todo el pionero del trasplante de tráquea biosintética, una operación milagrosa que, aunque él ocultó los datos, ahora se sabe que causó la muerte de la mayoría de los 17 pacientes a los que trató con su creación.
En 2008, Claudia Castillo, una joven mujer de Barcelona, recibió una tráquea de un donante muerto tratada con sus propias células madres. "Poco después estaba de regreso en su casa, correteando con sus hijos", recordó The Guardian. Macchiarini anunció su éxito al mundo —además, la paciente no necesitaba drogas peligrosas contra el rechazo, ya que la tráquea sintética tenía sus propias células— y calló las complicaciones que Castillo sufrió durante mucho tiempo.
En 2011, Macchiarini era una estrella internacional contratada por una de las universidades médicas más prestigiosas del mundo: el Instituto Karolinska de Suecia. Al que, dicho sea de paso, causó tal desprestigio que acaba de caer del lugar 28 al 38 en el Times Higher Education World Education Rankings 2018.
En Suecia mejoró su técnica al utilizar tráqueas sintéticas con células madre del paciente. La primera persona que recibió una, Andemariam Beyene, llevó a Macchiarini a la portada de The New York Times. Era el médico que hacía realidad el sueño de la medicina regenerativa: se abría la puerta a un mundo en el cual los trasplantes se hicieran con órganos sintéticos.
La periodista de la NBC Meredith Vieira se propuso hacer un documental sobre el médico suizo de padres italianos, A Leap of Faith (Un voto de confianza), y eligió a una productora premiada, Benita Alexander, para que trabajara con ella. (Luego del escándalo, la NBC lo retiró de su página web.)
Alexander se enamoró de Macchiarini mientras grababan el programa. Creyó que su problema más grave era haber faltado a la ética periodística al hacerlo. Pero eso fue solo el comienzo de sus infortunios.
Cuando se emitió el documental, en 2014, la pareja planeaba una boda por todo lo alto. Como Alexander era divorciada, no se podía hacer un casamiento católico. Entonces, Macchiarini dijo que arreglaría el asunto con un amigo en el Vaticano, según Vanity Fair.
El amigo, que resultó ser el papa Francisco, no solo garantizó la dispensa necesaria, sino que ofreció su residencia de verano, el palacio apostólico de Castel Gandolfo, para la ceremonia. Que él, desde luego, supervisaría.
Andrea Bocelli cantaría. Entre los invitados se contaban los Obama, los Clinton, Vladimir Putin y Nicolas Sarkozy, entre otros.
Pero a medida que se acercaba el momento, el Papa, el palacio, el tenor y los dirigentes mundiales se convertían en ratones y calabazas. Pronto Alexander comprendió que el matrimonio mismo era una mentira: Macchiarini estaba casado desde hacía 30 años con Emanuela Pecchia, con quien tenía una hija y un hijo.
Al resquebrajarse la fachada personal del médico, surgió la pregunta obvia por la legitimidad de su ciencia. Un programa de la televisión sueca, Experimenten (Los experimentos), argumentó que sus mentiras lo impregnaban todo: "Las tráqueas artificiales no eran las maravillas que salvarían vidas, como todo el mundo creía", sintetizó The Guardian. "Al contrario, parecían hacer más daño que bien, algo que Macchiarini ocultó o minimizó durante años en sus artículos científicos, sus comunicados de prensa y sus entrevistas".
El Instituto Karolinska anunció que no extendería el contrato del suizo.
Se supo entonces que la prestigiosa institución esperaba tanto de su estrella que había permitido que al comienzo de su trabajo colocara tres tráqueas plásticas en personas sin haberlo probado antes en animales y sin haber solicitado la aprobación ética del comité, con el argumento del uso compasivo de su investigación.
"Es apropiado que la carrera de Macchiarini se haya desarrollado en el Instituto Karolinska", observó The Guardian. "En tanto hogar del premio Nobel de Fisiología o Medicina, una de sus ambiciones es la creación de celebridades científicas".
Dos años y medio después de la cirugía, el primer receptor de una tráquea biosintética, Beyene, murió tras una agonía atroz por la falla del órgano. En el programa Experimenten, otro experto en vías respiratorias, el belga Pierre Delaere, uno de los primeros críticos de Macchiarini, dijo al respecto: "Si tuviera la opción de una tráquea artificial o un pelotón de fusilamiento, elegiría el pelotón, porque sería una forma de ejecución menos dolorosa".
Macchiarini se mudó a la república rusa de Tartaristán, donde por un tiempo trabajó en la Universidad Federal de Kazán. Un grupo de científicos suecos envió a varias agencias de gobierno rusas una petición de 57 páginas para que se iniciara una investigación criminal, pero ninguna respondió. Por la presión, sin embargo, la Fundación de Ciencia Rusa dejó de financiar su contrato luego de que Delaere y otros colegas calificaran de "palabrería" su nueva investigación, esta vez sobre transplante de esófagos.