El Supremo de Kenia anula las elecciones ante las “irregularidades” registradas
El presidente Kenyatta acata la decisión; la próxima cita electoral se celebrará en 60 días
Sebastián Ruiz
El País
En una decisión sin precedentes en el continente africano, el Tribunal Supremo (TS) de Kenia dictaminó este viernes que las elecciones del pasado 8 de agosto eran “inválidas, nulas y sin valor” atendiendo a las denuncias de fraude que ha mantenido el líder opositor Raila Odinga. Cuatro votos a favor y dos en contra de los magistrados obligan a acudir de nuevo a las urnas en los dos próximos meses.
El actual presidente Uhuru Kenyatta desestimó el fallo del TS en una rueda de prensa en la que subrayó que simplemente “seis personas han estado en contra de la voluntad de la gente”. No obstante, afirmó que respetaría la decisión y alentó a la tranquilidad de sus votantes: “Pido a cada keniano que coja la mano de su vecino, la agite y diga ‘amani’”, palabra en suahili que quiere decir paz.
Odinga, por su parte, destacó que la Comisión Electoral (IEBC, por sus siglas en inglés) había conspirado para manipular el recuento de votos. Pero era inevitable que el eterno candidato a la presidencia de 72 años presentara un semblante relajado. Se sabía vencedor en esta primera parte del combate abierto con Kenyatta. “Hoy es un día histórico para el pueblo de Kenia y por extensión para el pueblo de África”. El hecho de que el TS haya sido capaz de emitir un fallo tan comprometido confirma la independencia de la judicatura keniana y la continua institucionalización del Estado de Derecho en la potencia regional de África del Este. Un punto de inflexión.
Las declaraciones de Odinga resonaban en los feudos de su partido, la Súper Alianza Nacional (NASA, por sus siglas en inglés). Especialmente en Kisumu y los asentamientos chabolistas de Kibera y Mathare donde baba tiene un estatus de líder político y casi espiritual. La controvertida campaña electoral que mantuvieron los dos principales candidatos presidenciales hizo reavivar los fantasmas de que se pudieran repetir los episodios de violencia postelectoral de 2007 y 2008 en el que al menos 1.200 personas fueron asesinadas y unas 600.000 desplazadas de sus hogares por miedo a las represalias, según cifras aportadas por la ONU. Se pensó que una década era quizás el tiempo necesario para sanar las heridas y, de hecho, tanto Estados Unidos como otros donantes internacionales habían invertido unos 20 millones de euros en un nuevo sistema electrónico diseñado para prevenir las interferencias. Pero las irregularidades ya denunciadas por la oposición hicieron saltar la chispa.
Cuando la Comisión Electoral anunció el 11 de agosto que el presidente Uhuru Kenyatta había sido reelegido por otro periodo de cinco años con más del 54 por ciento de los votos, los equipos de observadores de la Unión Africana, la Unión Europea e incluso el premiado Carter Center, liderado por el ex Secretario de Estado John Kerry, elogiaron el proceso electoral afirmando que no habían visto evidencia de fraude significativo. Las felicitaciones diplomáticas no tardaron en llegar, entre ellas las del mandatario estadounidense Donald Trump quien elogió los comicios como justos y transparentes.
Es por eso que el terremoto político que ha provocado el fallo del TS no solo afecta a la política interna keniana, sino que pone en tela de juicio el papel de los observadores. Un sentir que se hacía viral en las redes sociales. El abogado Miguna Miguna explicaba en un tuit que “los observadores internacionales están sobrevalorados, eran 500. Ellos nublaron el Sol y ratificaron un asombroso robo a la luz del día”. El exsenador de la ciudad costera de Mombasa, Hassan Omar, afirmaba también que este juicio “establecerá una nueva barra en próximas elecciones y peticiones, y muchos más comicios serán anulados”.
La incógnita de los próximos 60 días
La poderosa reivindicación de fraude por parte de Raila Odinga era reincidente. Estas eran sus cuartas elecciones como candidato presidencial, pero siempre ha subrayado que le habían robado en tres comicios anteriores: 2007, 2013 y 2017. Un perdedor perenne. En este sentido, el fallo del TS agrega credibilidad a sus afirmaciones y su legado como padre de la democracia parece asegurado.
En el aire queda si las elecciones kenianas tendrán lugar dentro de 60 días. Odinga ciertamente exigirá cambios en la Comisión Electoral, aunque Kenyatta mantendrá su ventaja institucional y constitucional –tiene mayorías en la Asamblea Nacional y en el Senado–. Sin embargo, Odinga tiene la ventaja moral. Es probable que convoque a sus seguidores a las calles, si es necesario, para forzar los cambios en la Comisión Electoral, como lo hizo en 2016. La polémica está servida porque esta comisión ya ha indicado que no van a renunciar, a pesar de la dura acusación del TS. Y mientras, la economía permanece débil desde agosto y con una inflación al alza.
Sebastián Ruiz
El País
En una decisión sin precedentes en el continente africano, el Tribunal Supremo (TS) de Kenia dictaminó este viernes que las elecciones del pasado 8 de agosto eran “inválidas, nulas y sin valor” atendiendo a las denuncias de fraude que ha mantenido el líder opositor Raila Odinga. Cuatro votos a favor y dos en contra de los magistrados obligan a acudir de nuevo a las urnas en los dos próximos meses.
El actual presidente Uhuru Kenyatta desestimó el fallo del TS en una rueda de prensa en la que subrayó que simplemente “seis personas han estado en contra de la voluntad de la gente”. No obstante, afirmó que respetaría la decisión y alentó a la tranquilidad de sus votantes: “Pido a cada keniano que coja la mano de su vecino, la agite y diga ‘amani’”, palabra en suahili que quiere decir paz.
Odinga, por su parte, destacó que la Comisión Electoral (IEBC, por sus siglas en inglés) había conspirado para manipular el recuento de votos. Pero era inevitable que el eterno candidato a la presidencia de 72 años presentara un semblante relajado. Se sabía vencedor en esta primera parte del combate abierto con Kenyatta. “Hoy es un día histórico para el pueblo de Kenia y por extensión para el pueblo de África”. El hecho de que el TS haya sido capaz de emitir un fallo tan comprometido confirma la independencia de la judicatura keniana y la continua institucionalización del Estado de Derecho en la potencia regional de África del Este. Un punto de inflexión.
Las declaraciones de Odinga resonaban en los feudos de su partido, la Súper Alianza Nacional (NASA, por sus siglas en inglés). Especialmente en Kisumu y los asentamientos chabolistas de Kibera y Mathare donde baba tiene un estatus de líder político y casi espiritual. La controvertida campaña electoral que mantuvieron los dos principales candidatos presidenciales hizo reavivar los fantasmas de que se pudieran repetir los episodios de violencia postelectoral de 2007 y 2008 en el que al menos 1.200 personas fueron asesinadas y unas 600.000 desplazadas de sus hogares por miedo a las represalias, según cifras aportadas por la ONU. Se pensó que una década era quizás el tiempo necesario para sanar las heridas y, de hecho, tanto Estados Unidos como otros donantes internacionales habían invertido unos 20 millones de euros en un nuevo sistema electrónico diseñado para prevenir las interferencias. Pero las irregularidades ya denunciadas por la oposición hicieron saltar la chispa.
Cuando la Comisión Electoral anunció el 11 de agosto que el presidente Uhuru Kenyatta había sido reelegido por otro periodo de cinco años con más del 54 por ciento de los votos, los equipos de observadores de la Unión Africana, la Unión Europea e incluso el premiado Carter Center, liderado por el ex Secretario de Estado John Kerry, elogiaron el proceso electoral afirmando que no habían visto evidencia de fraude significativo. Las felicitaciones diplomáticas no tardaron en llegar, entre ellas las del mandatario estadounidense Donald Trump quien elogió los comicios como justos y transparentes.
Es por eso que el terremoto político que ha provocado el fallo del TS no solo afecta a la política interna keniana, sino que pone en tela de juicio el papel de los observadores. Un sentir que se hacía viral en las redes sociales. El abogado Miguna Miguna explicaba en un tuit que “los observadores internacionales están sobrevalorados, eran 500. Ellos nublaron el Sol y ratificaron un asombroso robo a la luz del día”. El exsenador de la ciudad costera de Mombasa, Hassan Omar, afirmaba también que este juicio “establecerá una nueva barra en próximas elecciones y peticiones, y muchos más comicios serán anulados”.
La incógnita de los próximos 60 días
La poderosa reivindicación de fraude por parte de Raila Odinga era reincidente. Estas eran sus cuartas elecciones como candidato presidencial, pero siempre ha subrayado que le habían robado en tres comicios anteriores: 2007, 2013 y 2017. Un perdedor perenne. En este sentido, el fallo del TS agrega credibilidad a sus afirmaciones y su legado como padre de la democracia parece asegurado.
En el aire queda si las elecciones kenianas tendrán lugar dentro de 60 días. Odinga ciertamente exigirá cambios en la Comisión Electoral, aunque Kenyatta mantendrá su ventaja institucional y constitucional –tiene mayorías en la Asamblea Nacional y en el Senado–. Sin embargo, Odinga tiene la ventaja moral. Es probable que convoque a sus seguidores a las calles, si es necesario, para forzar los cambios en la Comisión Electoral, como lo hizo en 2016. La polémica está servida porque esta comisión ya ha indicado que no van a renunciar, a pesar de la dura acusación del TS. Y mientras, la economía permanece débil desde agosto y con una inflación al alza.