Trump trata de recuperar el favor de su electorado con una rebaja fiscal
El presidente de EEUU expone en Misuri un esbozo de bajada de impuestos para las empresas y dice que espera que el Congreso no le decepcione
Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Donald Trump necesita con urgencia una victoria legislativa que los republicanos puedan vender a sus bases ante las próximas elecciones a medio mandato en un año. Con este objetivo el presidente viajó a Springfield (Missouri), la localidad en la que nació la ruta 66, durante décadas la arteria central de América, buscando dirigir la atención hacia el pilar fundamental de su agenda económica: la rebaja de impuestos. Missouri fue un estado clave de su victoria electoral.
El lugar elegido para la puesta en escena es una compañía que fabrica equipos de ventilación. Trump, que se centrará en rebajar la presión fiscal a las empresas, una promesa en la que Wall Street depositó grandes expectativas, considera que el sistema está diseñado contra los trabajadores. Por eso defiende que es necesario modificarlo.
El mensaje trata de reflejar la frustración general de la clase media, que ve que el sistema fiscal beneficia a las rentas más altas. “Tenemos que acabar con un sistema autodestructivo”, denuncia, “vamos a construir un código fiscal que realmente permita a todos los estadounidenses tener acceso al sueño americano”. Es un lenguaje consistente con la retórica populista de la campaña. y que como él mismo admitió "va contra gente como yo". "Pero vamos a hacer lo correcto", añadió.
Su argumento es que rebajando los impuestos a empresas y personas físicas se incentiva las inversiones y el consumo, lo que a su vez se traduce en más beneficios, más dinero en el bolsillo de las rentas medias para gastar y más ingresos para las arcas públicas. Así, de paso, busca persuadir a las corporaciones a crear empleo en EE UU. El objetivo es lograr un crecimiento superior al 3% y la creación de 12 millones de empleos en una década.
El tono del discurso contrasta, de hecho, con los comentarios que hizo durante el verano para hablar de la solidez con la que crece la economía, la creación de empleo, los beneficios de las empresas y la marcha de los mercados por la confianza que, dice, hay hacia su agenda. "La prosperidad se fue quedando atrás en el espejo retrovisor", dijo tratando de encontrar una conexión directa con la economía real y el mundo corporativo.
Con retraso
Donald Trump puso la gestión de la reforma en manos del secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y del principal asesor económico de la Casa Blanca, Gary Cohn. Los dos antiguos ejecutivos de Goldman Sachs tienen un perfil económico muy sólido y gran experiencia en las finanzas. Pero sus argumentos tienen dificultad para encajar en el proceso político en Washington.
Mnuchin predijo que habría una legislación pactada para agosto. Pero el reto está siendo mayor y el presidente no cuenta aún con un plan preciso qué ofrecer al electorado. Hasta el momento se limitaron a lanzar ideas para mostrar que se progresa, sin lograr plasmarlas en un texto legislativo. El Tesoro duda incluso que pueda lograrse un consenso antes del puente de Acción de Gracias.
EE UU lleva dos décadas dando vueltas a cómo reformar el sistema fiscal, para reducir su enorme complejidad. La simplificación que promete Trump llega al extremo de que el primer borrador con los principios del cambio se resumían en una página. Para evitar un revés similar al que sufrió la derogación del Obamacare, se logró pactar en julio una declaración de principios. "No quiero que el Congreso me decepcione, ¿me entienden?",
Pero la confusión y la desconfianza dominan en Washington. Los conservadores están claramente nerviosos. Al caos que envuelve desde el primer día la Casa Blanca, se le sumó las últimas semanas el choque que libran los líderes republicanos con sus miembros, alimentado por los continuos ataques del presidente. Este enfrentamiento complica que las iniciativas clave de su agenda económica puedan prosperar.
Puntos en el aire
La última reforma data de 1986. "No tenemos otra opción que reformarlo", reiteró. Pero las cuestiones cruciales de la propuesta están en el aire y se debe decidir, en paralelo, cómo se van a conseguir los ingresos necesarios para compensar los recortes que promete la administración Donald Trump. Tampoco está claro, en este sentido, que deducciones se van a eliminar. Gary Cohn ve posible que haya una propuesta concreta redactada en comité antes de un mes.
De hecho, el presidente evitó detallar cómo pretende hacer el sistema más competitivo frente al de otro países. Y las primeras indicaciones que se ofrecieron en abril están en proceso de ser rebajadas. El impuesto del 15% para las sociedades podría estar ahora más en un rango entre el 20% y el 25%. En el caso del impuesto sobre la renta, el tramo más alto prácticamente no se tocaría, en lugar del 35% planteado hace cinco meses.
El calendario, en todo caso, es complicado. La prioridad de los legisladores en este momento es poder cerrar un acuerdo presupuestario que permita financiar las actividades del Gobierno federal a partir del 30 de septiembre. Las necesidades derivadas de la catástrofe en Texas tras el paso del huracán Harvey añaden más presión al debate del lado de los recortes de gasto. “La recuperación será dura", dijo, "vamos a estar con vosotros en cada paso”.
Sandro Pozzi
Nueva York, El País
Donald Trump necesita con urgencia una victoria legislativa que los republicanos puedan vender a sus bases ante las próximas elecciones a medio mandato en un año. Con este objetivo el presidente viajó a Springfield (Missouri), la localidad en la que nació la ruta 66, durante décadas la arteria central de América, buscando dirigir la atención hacia el pilar fundamental de su agenda económica: la rebaja de impuestos. Missouri fue un estado clave de su victoria electoral.
El lugar elegido para la puesta en escena es una compañía que fabrica equipos de ventilación. Trump, que se centrará en rebajar la presión fiscal a las empresas, una promesa en la que Wall Street depositó grandes expectativas, considera que el sistema está diseñado contra los trabajadores. Por eso defiende que es necesario modificarlo.
El mensaje trata de reflejar la frustración general de la clase media, que ve que el sistema fiscal beneficia a las rentas más altas. “Tenemos que acabar con un sistema autodestructivo”, denuncia, “vamos a construir un código fiscal que realmente permita a todos los estadounidenses tener acceso al sueño americano”. Es un lenguaje consistente con la retórica populista de la campaña. y que como él mismo admitió "va contra gente como yo". "Pero vamos a hacer lo correcto", añadió.
Su argumento es que rebajando los impuestos a empresas y personas físicas se incentiva las inversiones y el consumo, lo que a su vez se traduce en más beneficios, más dinero en el bolsillo de las rentas medias para gastar y más ingresos para las arcas públicas. Así, de paso, busca persuadir a las corporaciones a crear empleo en EE UU. El objetivo es lograr un crecimiento superior al 3% y la creación de 12 millones de empleos en una década.
El tono del discurso contrasta, de hecho, con los comentarios que hizo durante el verano para hablar de la solidez con la que crece la economía, la creación de empleo, los beneficios de las empresas y la marcha de los mercados por la confianza que, dice, hay hacia su agenda. "La prosperidad se fue quedando atrás en el espejo retrovisor", dijo tratando de encontrar una conexión directa con la economía real y el mundo corporativo.
Con retraso
Donald Trump puso la gestión de la reforma en manos del secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, y del principal asesor económico de la Casa Blanca, Gary Cohn. Los dos antiguos ejecutivos de Goldman Sachs tienen un perfil económico muy sólido y gran experiencia en las finanzas. Pero sus argumentos tienen dificultad para encajar en el proceso político en Washington.
Mnuchin predijo que habría una legislación pactada para agosto. Pero el reto está siendo mayor y el presidente no cuenta aún con un plan preciso qué ofrecer al electorado. Hasta el momento se limitaron a lanzar ideas para mostrar que se progresa, sin lograr plasmarlas en un texto legislativo. El Tesoro duda incluso que pueda lograrse un consenso antes del puente de Acción de Gracias.
EE UU lleva dos décadas dando vueltas a cómo reformar el sistema fiscal, para reducir su enorme complejidad. La simplificación que promete Trump llega al extremo de que el primer borrador con los principios del cambio se resumían en una página. Para evitar un revés similar al que sufrió la derogación del Obamacare, se logró pactar en julio una declaración de principios. "No quiero que el Congreso me decepcione, ¿me entienden?",
Pero la confusión y la desconfianza dominan en Washington. Los conservadores están claramente nerviosos. Al caos que envuelve desde el primer día la Casa Blanca, se le sumó las últimas semanas el choque que libran los líderes republicanos con sus miembros, alimentado por los continuos ataques del presidente. Este enfrentamiento complica que las iniciativas clave de su agenda económica puedan prosperar.
Puntos en el aire
La última reforma data de 1986. "No tenemos otra opción que reformarlo", reiteró. Pero las cuestiones cruciales de la propuesta están en el aire y se debe decidir, en paralelo, cómo se van a conseguir los ingresos necesarios para compensar los recortes que promete la administración Donald Trump. Tampoco está claro, en este sentido, que deducciones se van a eliminar. Gary Cohn ve posible que haya una propuesta concreta redactada en comité antes de un mes.
De hecho, el presidente evitó detallar cómo pretende hacer el sistema más competitivo frente al de otro países. Y las primeras indicaciones que se ofrecieron en abril están en proceso de ser rebajadas. El impuesto del 15% para las sociedades podría estar ahora más en un rango entre el 20% y el 25%. En el caso del impuesto sobre la renta, el tramo más alto prácticamente no se tocaría, en lugar del 35% planteado hace cinco meses.
El calendario, en todo caso, es complicado. La prioridad de los legisladores en este momento es poder cerrar un acuerdo presupuestario que permita financiar las actividades del Gobierno federal a partir del 30 de septiembre. Las necesidades derivadas de la catástrofe en Texas tras el paso del huracán Harvey añaden más presión al debate del lado de los recortes de gasto. “La recuperación será dura", dijo, "vamos a estar con vosotros en cada paso”.