China maniobra para evitar el choque de trenes entre EEUU y Corea del Norte
El gigante asiático tiene mucho que perder si la situación en la península coreana se descontrola
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
China observa, entre la expectación y la incredulidad, cómo el cruce de amenazas bélicas entre Estados Unidos y Corea del Norte alcanza niveles inéditos. Actor imprescindible para resolver el entuerto de la península coreana, Pekín ha repetido esta semana los llamamientos a la calma ante un combate dialéctico que, de desembocar en un conflicto, tendría consecuencias desastrosas para el país. El mayor peligro para el gigante asiático es un cambio significativo del statu quo en la región: la situación actual no será la ideal, pero menos es conveniente para sus intereses.
China se ha mantenido en un discreto segundo plano en medio de los continuos ataques verbales entre Washington y Pyongyang. En un comunicado, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Geng Shuang, pidió este viernes a ambos que "eviten ir por el viejo camino de mostrar fuerza y escalar continuamente la situación" y reclamó "cautela" en las palabras y acciones.
Pekín aboga exclusivamente por la vía diplomática para que Corea del Norte renuncie a su programa de armamento nuclear. El país presidió a principios de siglo unas conversaciones multilaterales con los actores implicados (las dos Coreas, Estados Unidos, Japón, Rusia y China) para tal fin, pero los encuentros resultaron infructuosos y terminaron suspendiéndose en 2009 porque Pyongyang se levantó de la mesa de negociación.
Desde entonces, China es prácticamente el único interlocutor que tiene contactos diplomáticos más o menos fluidos con todos los participantes. Las relaciones con Rusia son cercanas hasta el punto que tienen una estrategia compartida, con Corea del Sur —aunque más frías por el despliegue del sistema antimisiles estadounidense THAAD— son mucho mejores que con el Norte (apenas se han producido públicamente intercambios de alto nivel entre ambos regímenes), y con Japón y Estados Unidos, aunque mantienen sus diferencias en este terreno, las vías de comunicación son múltiples. Incluso EE UU y Corea del Norte, que no tienen formalmente relaciones diplomáticas, mantienen contactos entre bambalinas que sirven de momento para intercambiarse mensajes, según reveló este viernes la agencia AP.
Con el acelerón del programa nuclear norcoreano y el consecuente aumento de la tensión, Pekín ha propuesto que Pyongyang suspenda el desarrollo de armas atómicas y a cambio que Estados Unidos y Corea del Sur detengan sus maniobras militares conjuntas, algo que ha sido ignorado. "Tenemos a dos trenes que están en una misma vía y a punto de chocar uno con otro. China puede y debe ejercer de calmante para que esto no ocurra", asegura Lu Chao, experto en Corea del Norte de la Academia de Ciencias Sociales de la ciudad china de Liaoning.
Su empeño para rebajar el tono, más allá de su buena voluntad, responde a intereses estratégicos. Pekín es partidario de una península coreana sin armas nucleares y teme la imprevisibilidad de Kim Jong-un, pero se ha mostrado reacio a ejercer medidas de presión que puedan desestabilizar al país vecino. Le irrita el programa nuclear norcoreano, pero más aún la posibilidad de un flujo de refugiados en caso de un conflicto armado o la desaparición de un Estado tapón que impide a las tropas estadounidenses estar presentes en su frontera nororiental.
Estados Unidos, y particularmente la Administración de Donald Trump, ha recriminado a China "no hacer más" para frenar el programa de armamento de Pyongyang. Pekín, experto en malabarismos diplomáticos y en parte hastiado por el comportamiento provocador de su vecino, dio su visto bueno a la última ronda de sanciones económicas contra el régimen. El titular de Exteriores, Wang Yi, se comprometió a cumplirlas "al 100%". De esta promesa dependerá la efectividad del castigo, porque China acapara casi la totalidad del comercio exterior norcoreano. "Los comentarios de Trump, solamente días después de estas sanciones, no habrán gustado a la diplomacia china", asegura Lu.
Algunos insisten en que la capacidad de influencia de Pekín es limitada. "China nunca ha sido dueña de Corea del Norte, y Corea del Norte nunca ha escuchado las sugerencias de China", sostiene Zhang Liangui, experto en Corea del Norte de la Escuela Central del Partido Comunista, a la agencia Reuters. El pasado lunes, cuando aún no se había desatado esta última tormenta, Wang Yi se reunió con su homólogo norcoreano y le pidió que cesara las pruebas de misiles. No se sabe qué le respondió, pero públicamente se negó a ello "a menos que la política hostil y la amenaza nuclear de Estados Unidos sea fundamentalmente eliminada". "Ni Corea del Norte ni Estados Unidos escuchan a China. Están demasiado ocupados en el camino hacia un enfrentamiento militar. No hay mucho que China pueda hacer", dice Zhang.
Otro aspecto que preocupa a China es una posible escalada armamentística en la región derivada de la amenaza norcoreana. Algunos políticos tanto en Corea del Sur como Japón han abogado por incrementar su capacidad militar, algo que en Pekín no ha sentado nada bien. La instalación del THAAD en Corea del Sur ha suscitado un fuerte rechazo, mientras que las aspiraciones niponas, para la agencia Xinhua, "tienen motivos ulteriores" y "tratan de pescar en aguas revueltas". China mantiene un pulso con Japón por la soberanía del archipiélago de las Senkaku (Diaoyu en mandarín), situado en el mar de la China Oriental.
Aunque la posibilidad de un conflicto armado entre Washington y Pyongyang no ha sido comentada por ningún alto cargo, la posición china ante tal escenario se pudo entrever en un editorial de este viernes del periódico Global Times: las autoridades "deben dejar claro que si Corea del Norte envía misiles que amenacen el suelo estadounidense en primer lugar y Estados Unidos toma represalias, China permanecerá neutral". Pero "si Estados Unidos y Corea del Sur llevan a cabo ataques e intentan derrocar al régimen norcoreano y cambiar el patrón político de la península coreana, China evitará que lo hagan".
Xavier Fontdeglòria
Pekín, El País
China observa, entre la expectación y la incredulidad, cómo el cruce de amenazas bélicas entre Estados Unidos y Corea del Norte alcanza niveles inéditos. Actor imprescindible para resolver el entuerto de la península coreana, Pekín ha repetido esta semana los llamamientos a la calma ante un combate dialéctico que, de desembocar en un conflicto, tendría consecuencias desastrosas para el país. El mayor peligro para el gigante asiático es un cambio significativo del statu quo en la región: la situación actual no será la ideal, pero menos es conveniente para sus intereses.
China se ha mantenido en un discreto segundo plano en medio de los continuos ataques verbales entre Washington y Pyongyang. En un comunicado, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Geng Shuang, pidió este viernes a ambos que "eviten ir por el viejo camino de mostrar fuerza y escalar continuamente la situación" y reclamó "cautela" en las palabras y acciones.
Pekín aboga exclusivamente por la vía diplomática para que Corea del Norte renuncie a su programa de armamento nuclear. El país presidió a principios de siglo unas conversaciones multilaterales con los actores implicados (las dos Coreas, Estados Unidos, Japón, Rusia y China) para tal fin, pero los encuentros resultaron infructuosos y terminaron suspendiéndose en 2009 porque Pyongyang se levantó de la mesa de negociación.
Desde entonces, China es prácticamente el único interlocutor que tiene contactos diplomáticos más o menos fluidos con todos los participantes. Las relaciones con Rusia son cercanas hasta el punto que tienen una estrategia compartida, con Corea del Sur —aunque más frías por el despliegue del sistema antimisiles estadounidense THAAD— son mucho mejores que con el Norte (apenas se han producido públicamente intercambios de alto nivel entre ambos regímenes), y con Japón y Estados Unidos, aunque mantienen sus diferencias en este terreno, las vías de comunicación son múltiples. Incluso EE UU y Corea del Norte, que no tienen formalmente relaciones diplomáticas, mantienen contactos entre bambalinas que sirven de momento para intercambiarse mensajes, según reveló este viernes la agencia AP.
Con el acelerón del programa nuclear norcoreano y el consecuente aumento de la tensión, Pekín ha propuesto que Pyongyang suspenda el desarrollo de armas atómicas y a cambio que Estados Unidos y Corea del Sur detengan sus maniobras militares conjuntas, algo que ha sido ignorado. "Tenemos a dos trenes que están en una misma vía y a punto de chocar uno con otro. China puede y debe ejercer de calmante para que esto no ocurra", asegura Lu Chao, experto en Corea del Norte de la Academia de Ciencias Sociales de la ciudad china de Liaoning.
Su empeño para rebajar el tono, más allá de su buena voluntad, responde a intereses estratégicos. Pekín es partidario de una península coreana sin armas nucleares y teme la imprevisibilidad de Kim Jong-un, pero se ha mostrado reacio a ejercer medidas de presión que puedan desestabilizar al país vecino. Le irrita el programa nuclear norcoreano, pero más aún la posibilidad de un flujo de refugiados en caso de un conflicto armado o la desaparición de un Estado tapón que impide a las tropas estadounidenses estar presentes en su frontera nororiental.
Estados Unidos, y particularmente la Administración de Donald Trump, ha recriminado a China "no hacer más" para frenar el programa de armamento de Pyongyang. Pekín, experto en malabarismos diplomáticos y en parte hastiado por el comportamiento provocador de su vecino, dio su visto bueno a la última ronda de sanciones económicas contra el régimen. El titular de Exteriores, Wang Yi, se comprometió a cumplirlas "al 100%". De esta promesa dependerá la efectividad del castigo, porque China acapara casi la totalidad del comercio exterior norcoreano. "Los comentarios de Trump, solamente días después de estas sanciones, no habrán gustado a la diplomacia china", asegura Lu.
Algunos insisten en que la capacidad de influencia de Pekín es limitada. "China nunca ha sido dueña de Corea del Norte, y Corea del Norte nunca ha escuchado las sugerencias de China", sostiene Zhang Liangui, experto en Corea del Norte de la Escuela Central del Partido Comunista, a la agencia Reuters. El pasado lunes, cuando aún no se había desatado esta última tormenta, Wang Yi se reunió con su homólogo norcoreano y le pidió que cesara las pruebas de misiles. No se sabe qué le respondió, pero públicamente se negó a ello "a menos que la política hostil y la amenaza nuclear de Estados Unidos sea fundamentalmente eliminada". "Ni Corea del Norte ni Estados Unidos escuchan a China. Están demasiado ocupados en el camino hacia un enfrentamiento militar. No hay mucho que China pueda hacer", dice Zhang.
Otro aspecto que preocupa a China es una posible escalada armamentística en la región derivada de la amenaza norcoreana. Algunos políticos tanto en Corea del Sur como Japón han abogado por incrementar su capacidad militar, algo que en Pekín no ha sentado nada bien. La instalación del THAAD en Corea del Sur ha suscitado un fuerte rechazo, mientras que las aspiraciones niponas, para la agencia Xinhua, "tienen motivos ulteriores" y "tratan de pescar en aguas revueltas". China mantiene un pulso con Japón por la soberanía del archipiélago de las Senkaku (Diaoyu en mandarín), situado en el mar de la China Oriental.
Aunque la posibilidad de un conflicto armado entre Washington y Pyongyang no ha sido comentada por ningún alto cargo, la posición china ante tal escenario se pudo entrever en un editorial de este viernes del periódico Global Times: las autoridades "deben dejar claro que si Corea del Norte envía misiles que amenacen el suelo estadounidense en primer lugar y Estados Unidos toma represalias, China permanecerá neutral". Pero "si Estados Unidos y Corea del Sur llevan a cabo ataques e intentan derrocar al régimen norcoreano y cambiar el patrón político de la península coreana, China evitará que lo hagan".