Trump se arma de paciencia con China para afrontar el desafío de Pyongyang
El presidente estadounidense admite que la crisis por Corea del Norte puede prolongarse más de lo que le gustaría
Miguel González
Hamburgo, El País
Ducha escocesa en la relación entre Estados Unidos y China. Tras haberse mostrado impaciente por la escasa colaboración de Pekín en el empeño por poner coto al programa nuclear de Corea del Norte —con un ácido tuit en el que subrayaba que el comercio entre los dos países creció un 40% en el primer trimestre de este año—, el presidente estadounidense, Donald Trump, hizo gala este sábado de una paciencia insólita en él con su hómologo chino, Xi Jinping.
“Aprecio las cosas que ha hecho respecto al muy importante problema que afrontamos en Corea del Norte, un problema sobre el que hay que actuar. Puede llevar más tiempo del que me gustaría, más del que le gustaría a usted, pero al final tendremos éxito de una forma o de otra”, le dijo Trump a Xi en el encuentro que ambos han mantenido en los márgenes de la cumbre del G-20 en Hamburgo (Alemania).
Aunque Washington ha sugerido que no descarta una respuesta militar tras el lanzamiento el pasado 4 de julio de un misil intercontinental capaz de alcanzar al menos el territorio estadounidense de Alaska, lo que supone un salto cualitativo en el programa militar de Pyongyang, de momento la estrategia estadounidense pasa por dar una nueva vuelta de tuerca al régimen de sanciones. Para ello necesita convencer a Pekín, y también a Moscú, de que no vete su aprobación en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que tropieza con el temor de la primera a que empresas chinas sean sancionadas por comerciar con Corea del Norte. Las autoridades chinas aseguran que cumplen escrupulosamente las sanciones contra Pyongyang, pero que ello no es incompatible con que Corea del Norte mantenga con China el 85% de su comercio exterior.
El programa nuclear y misilístico norcoreano no es el único punto de fricción entre EE UU y China. Pekín ha denunciado el tránsito de aviones y buques militares estadounidenses por zonas del Mar del Sur de China que reclama como propias y donde ha construido islotes artificiales para afirmar una soberanía que no es reconocida internacionalmente y ha recibido con irritación la decisión de la Administración Trump de vender armamento a Taiwán por valor de 1.200 millones de dólares.
Está por ver si la cordialidad de la que Trump hizo gala este sábado con Xi es más duradera que la mostró en abril pasado, cuando le recibió en su residencia de Mar-a-lago (Florida) y anunció una nueva etapa de colaboración entre los dos países, renunciando a cuestionar el principio de “una sola China” que respetaron sus antecesores en la Casa Blanca.
Miguel González
Hamburgo, El País
Ducha escocesa en la relación entre Estados Unidos y China. Tras haberse mostrado impaciente por la escasa colaboración de Pekín en el empeño por poner coto al programa nuclear de Corea del Norte —con un ácido tuit en el que subrayaba que el comercio entre los dos países creció un 40% en el primer trimestre de este año—, el presidente estadounidense, Donald Trump, hizo gala este sábado de una paciencia insólita en él con su hómologo chino, Xi Jinping.
“Aprecio las cosas que ha hecho respecto al muy importante problema que afrontamos en Corea del Norte, un problema sobre el que hay que actuar. Puede llevar más tiempo del que me gustaría, más del que le gustaría a usted, pero al final tendremos éxito de una forma o de otra”, le dijo Trump a Xi en el encuentro que ambos han mantenido en los márgenes de la cumbre del G-20 en Hamburgo (Alemania).
Aunque Washington ha sugerido que no descarta una respuesta militar tras el lanzamiento el pasado 4 de julio de un misil intercontinental capaz de alcanzar al menos el territorio estadounidense de Alaska, lo que supone un salto cualitativo en el programa militar de Pyongyang, de momento la estrategia estadounidense pasa por dar una nueva vuelta de tuerca al régimen de sanciones. Para ello necesita convencer a Pekín, y también a Moscú, de que no vete su aprobación en el Consejo de Seguridad de la ONU, lo que tropieza con el temor de la primera a que empresas chinas sean sancionadas por comerciar con Corea del Norte. Las autoridades chinas aseguran que cumplen escrupulosamente las sanciones contra Pyongyang, pero que ello no es incompatible con que Corea del Norte mantenga con China el 85% de su comercio exterior.
El programa nuclear y misilístico norcoreano no es el único punto de fricción entre EE UU y China. Pekín ha denunciado el tránsito de aviones y buques militares estadounidenses por zonas del Mar del Sur de China que reclama como propias y donde ha construido islotes artificiales para afirmar una soberanía que no es reconocida internacionalmente y ha recibido con irritación la decisión de la Administración Trump de vender armamento a Taiwán por valor de 1.200 millones de dólares.
Está por ver si la cordialidad de la que Trump hizo gala este sábado con Xi es más duradera que la mostró en abril pasado, cuando le recibió en su residencia de Mar-a-lago (Florida) y anunció una nueva etapa de colaboración entre los dos países, renunciando a cuestionar el principio de “una sola China” que respetaron sus antecesores en la Casa Blanca.