Cientos de miles de turcos conmemoran la derrota del golpe de Estado un año después
Los partidos políticos turcos, pese a su condena unánime de la sublevación militar, muestran su división respecto al uso partidista del aniversario por parte de un Erdogan que promete mano dura contra los "traidores"
Andrés Mourenza
Estambul, El País
Cientos de miles de turcos marcharon este sábado hasta el Puente del Bósforo de Estambul para conmemorar la derrota del golpe de Estado que el año pasado conmocionó al país euroasiático y dejó más de 250 muertos y más de 2.000 heridos. No fue el único acto contra el golpe, ya que las multitudinarias concentraciones se reprodujeron en prácticamente todas las ciudades del país para mostrar una impostada imagen de unidad contra una sublevación militar cuyas consecuencias han modificado profundamente la situación política de Turquía —han servido al presidente Recep Tayyip Erdogan para otorgarse amplios poderes y gobernar por decreto— pero que no han logrado restañar las heridas de una sociedad tremendamente polarizada.
El ejemplo se vivió este sábado en la Gran Asamblea Nacional. El único punto en que todas las formaciones del hemiciclo se mostraron de acuerdo fue en condenar la asonada militar —de la que se acusa a la cofradía del predicador Fethullah Gülen— pero mientras las formaciones derechistas, AKP (islamista y en el Gobierno) y MHP (ultranacionalista), cerraron filas en torno al Gobierno y al presidente Erdogan; las progresistas, CHP (socialdemócrata) y HDP (prokurdo) acusaron al Ejecutivo de haber aprovechado el golpe como excusa para reprimir a la oposición y exigieron mayor transparencia en la investigación de la conjura golpista, ya que aún hay numerosas incógnitas sobre lo que ocurrió aquella noche del 15 de julio. Además, el CHP y el HDP decidieron ausentarse de varios eventos convocados por el Gobierno en protesta por que sólo se permitan los discursos de las autoridades.
El acto en Estambul tuvo lugar en el primero de los tres puentes sobre el estrecho que separa en dos la megalópolis turca y que ha sido rebautizado Los mártires del 15 de julio porque precisamente allí tuvo lugar uno de los mayores actos de resistencia contra los militares sublevados. Menderes Bahsi fue uno de los que permanecieron toda la noche de hace un año protestando: "Regresaba a mi casa cruzando el puente cuando vi a los militares y entonces decidí permanecer allí. Me dije que o impedía el golpe o moría intentándolo porque ya estoy harto de golpes de Estado en mi país —en los últimos 60 años, los militares han desalojado en cuatro ocasiones a gobiernos electos—".
"Europa es muy hipócrita y apoya los golpes de Estado que se producen en los países musulmanes, como ocurrió en Egipto. Pero nosotros no somos imbéciles, por mucho que Europa lo crea. Ahora sabemos lo que ocurre en el mundo", cuenta este hombre de unos 50 años en declaraciones a EL PAÍS. La versión de Bahsi de que al menos algunos de los socios occidentales de Turquía apoyaron la asonada militar está bastante extendida entre quienes simpatizan con los islamistas, pues ha sido muy explotada por la prensa afín al Gobierno a fin de estimular la vena más nacionalista de la población.
Los asistentes eran una mezcla de gente de todas las edades y de todos los estratos sociales
Los asistentes eran una mezcla de gente de todas las edades y de todos los estratos sociales, multitud de familias al completo, mujeres veladas y con la cabeza descubierta, barbudos islamistas militantes y jóvenes con atuendos a la última moda. "Este acto de conmemoración de los mártires es algo apartidista, sirve para mostrar que toda la nación está unida pese a las diferencias individuales", sostenía un empleado municipal llamado Hüseyin.
No muy lejos, Elif Bayrak, una ingeniera electrónica, portaba un retrato de uno de los caídos luchando contra los golpistas: "Gracias a él hoy puedo respirar tranquila, hoy puedo pasearme por donde quiera. Todo el país debemos mucho a estos mártires". Con todo, el acto estaba diseñado para convertirse en un baño de masas de Erdogan, pues la megafonía hacía sonar continuamente marchas en su honor, himnos del partido y consignas de marcado carácter islamista a las que muchos asistentes respondían "Allahuekber!" (¡Dios es grande!).
El propio Erdogan participó en la celebración en el puente con un duro discurso contra los golpistas, y posteriormente tenía previsto volar a Ankara y dirigirse al Parlamento a la misma hora que, hace un año, los cazas F-16 de los golpistas bombardearon la sede del legislativo. En su alocución, el presidente turco prometió "arrancar la cabeza a los traidores" y reiteró que aprobará la restitución de la pena de muerte; también aseguró que a partir de ahora los acusados de participar en la asonada militar deberán comparecer ante el juez con un traje monocolor "como en Guantánamo" y no en ropas de civil y cargó duramente contra la oposición, a la que acusó de connivencia con la cofradía de Gülen."Ningún traidor que haya traicionado a este país se librará de pagar por ello", sentenció. Ya en la víspera del aniversario había atacado lo que él considera propaganda occidental, que lo pinta como un líder autoritario y respondió que "si en Turquía no hubiera Estado de derecho, los traidores no estarían en la cárcel, sino enterrados en zanjas".
El Gobierno ha definido lo ocurrido hace un año como "la epopeya del 15 de julio" y ha imprimido a los actos de conmemoración un marcado acento épico para recordar como héroes no sólo a aquellos que cayeron defendiendo la democracia frente a los tanques sino también al propio presidente, cuyos discursos de la noche del golpe han sido reproducidos hasta la saciedad. El objetivo, en nada escondido, es establecer una nueva narrativa que justifique los cambios políticos que vive el país, así como las purgas contra los opositores (más de 50.000 encarcelados y unos 150.000 despedidos de la Admnistración Pública en los últimos 12 meses).
En la versión oficialista, el 15 de julio ejemplifica la resistencia de la nación contra los "traidores" y sus colaboradores externos del mismo modo que ocurrió en la Guerra de Liberación (1919-1922), tras la cual el general Mustafa Kemal Atatürk lideró la fundación de la moderna República sobre las cenizas del Imperio Otomano. Erdogan se erige así en un segundo Atatürk artífice del "renacimiento" de una "nueva Turquía".
Andrés Mourenza
Estambul, El País
Cientos de miles de turcos marcharon este sábado hasta el Puente del Bósforo de Estambul para conmemorar la derrota del golpe de Estado que el año pasado conmocionó al país euroasiático y dejó más de 250 muertos y más de 2.000 heridos. No fue el único acto contra el golpe, ya que las multitudinarias concentraciones se reprodujeron en prácticamente todas las ciudades del país para mostrar una impostada imagen de unidad contra una sublevación militar cuyas consecuencias han modificado profundamente la situación política de Turquía —han servido al presidente Recep Tayyip Erdogan para otorgarse amplios poderes y gobernar por decreto— pero que no han logrado restañar las heridas de una sociedad tremendamente polarizada.
El ejemplo se vivió este sábado en la Gran Asamblea Nacional. El único punto en que todas las formaciones del hemiciclo se mostraron de acuerdo fue en condenar la asonada militar —de la que se acusa a la cofradía del predicador Fethullah Gülen— pero mientras las formaciones derechistas, AKP (islamista y en el Gobierno) y MHP (ultranacionalista), cerraron filas en torno al Gobierno y al presidente Erdogan; las progresistas, CHP (socialdemócrata) y HDP (prokurdo) acusaron al Ejecutivo de haber aprovechado el golpe como excusa para reprimir a la oposición y exigieron mayor transparencia en la investigación de la conjura golpista, ya que aún hay numerosas incógnitas sobre lo que ocurrió aquella noche del 15 de julio. Además, el CHP y el HDP decidieron ausentarse de varios eventos convocados por el Gobierno en protesta por que sólo se permitan los discursos de las autoridades.
El acto en Estambul tuvo lugar en el primero de los tres puentes sobre el estrecho que separa en dos la megalópolis turca y que ha sido rebautizado Los mártires del 15 de julio porque precisamente allí tuvo lugar uno de los mayores actos de resistencia contra los militares sublevados. Menderes Bahsi fue uno de los que permanecieron toda la noche de hace un año protestando: "Regresaba a mi casa cruzando el puente cuando vi a los militares y entonces decidí permanecer allí. Me dije que o impedía el golpe o moría intentándolo porque ya estoy harto de golpes de Estado en mi país —en los últimos 60 años, los militares han desalojado en cuatro ocasiones a gobiernos electos—".
"Europa es muy hipócrita y apoya los golpes de Estado que se producen en los países musulmanes, como ocurrió en Egipto. Pero nosotros no somos imbéciles, por mucho que Europa lo crea. Ahora sabemos lo que ocurre en el mundo", cuenta este hombre de unos 50 años en declaraciones a EL PAÍS. La versión de Bahsi de que al menos algunos de los socios occidentales de Turquía apoyaron la asonada militar está bastante extendida entre quienes simpatizan con los islamistas, pues ha sido muy explotada por la prensa afín al Gobierno a fin de estimular la vena más nacionalista de la población.
Los asistentes eran una mezcla de gente de todas las edades y de todos los estratos sociales
Los asistentes eran una mezcla de gente de todas las edades y de todos los estratos sociales, multitud de familias al completo, mujeres veladas y con la cabeza descubierta, barbudos islamistas militantes y jóvenes con atuendos a la última moda. "Este acto de conmemoración de los mártires es algo apartidista, sirve para mostrar que toda la nación está unida pese a las diferencias individuales", sostenía un empleado municipal llamado Hüseyin.
No muy lejos, Elif Bayrak, una ingeniera electrónica, portaba un retrato de uno de los caídos luchando contra los golpistas: "Gracias a él hoy puedo respirar tranquila, hoy puedo pasearme por donde quiera. Todo el país debemos mucho a estos mártires". Con todo, el acto estaba diseñado para convertirse en un baño de masas de Erdogan, pues la megafonía hacía sonar continuamente marchas en su honor, himnos del partido y consignas de marcado carácter islamista a las que muchos asistentes respondían "Allahuekber!" (¡Dios es grande!).
El propio Erdogan participó en la celebración en el puente con un duro discurso contra los golpistas, y posteriormente tenía previsto volar a Ankara y dirigirse al Parlamento a la misma hora que, hace un año, los cazas F-16 de los golpistas bombardearon la sede del legislativo. En su alocución, el presidente turco prometió "arrancar la cabeza a los traidores" y reiteró que aprobará la restitución de la pena de muerte; también aseguró que a partir de ahora los acusados de participar en la asonada militar deberán comparecer ante el juez con un traje monocolor "como en Guantánamo" y no en ropas de civil y cargó duramente contra la oposición, a la que acusó de connivencia con la cofradía de Gülen."Ningún traidor que haya traicionado a este país se librará de pagar por ello", sentenció. Ya en la víspera del aniversario había atacado lo que él considera propaganda occidental, que lo pinta como un líder autoritario y respondió que "si en Turquía no hubiera Estado de derecho, los traidores no estarían en la cárcel, sino enterrados en zanjas".
El Gobierno ha definido lo ocurrido hace un año como "la epopeya del 15 de julio" y ha imprimido a los actos de conmemoración un marcado acento épico para recordar como héroes no sólo a aquellos que cayeron defendiendo la democracia frente a los tanques sino también al propio presidente, cuyos discursos de la noche del golpe han sido reproducidos hasta la saciedad. El objetivo, en nada escondido, es establecer una nueva narrativa que justifique los cambios políticos que vive el país, así como las purgas contra los opositores (más de 50.000 encarcelados y unos 150.000 despedidos de la Admnistración Pública en los últimos 12 meses).
En la versión oficialista, el 15 de julio ejemplifica la resistencia de la nación contra los "traidores" y sus colaboradores externos del mismo modo que ocurrió en la Guerra de Liberación (1919-1922), tras la cual el general Mustafa Kemal Atatürk lideró la fundación de la moderna República sobre las cenizas del Imperio Otomano. Erdogan se erige así en un segundo Atatürk artífice del "renacimiento" de una "nueva Turquía".