Los viejos usos de la política francesa lastran el plan moralizador de Macron

El ministro Bayrou, autor de la reforma, salpicado por sospechas sobre los asistentes parlamentarios

Marc Bassets
París, El País
Las viejas prácticas de la política francesa tardan en morir. Hasta el punto de ensombrecer las mejores intenciones del nuevo presidente, Emmanuel Macron. El ministro de Justicia, el veterano político centrista François Bayrou, presentó este miércoles al Consejo de Ministros su plan para la moralización de la vida pública. El plan incluye medidas para evitar los conflictos de interés, limitar los mandatos de los parlamentarios y prohibirles que contraten a familiares cercanos. Su presentación coincide con varias investigaciones que salpican a miembros del Gobierno —entre ellos el propio Bayrou— por supuestas prácticas que vulneran el espíritu de la iniciativa.


Bayrou no es un miembro cualquier del gabinete Macron. Es uno de los ministros más curtidos, en la primera fila de la política francesa desde los años ochenta. Alcalde de la ciudad de Pau, con experiencia de eurodiputado y ministro, ha intentado liderar el centroderecha francés que en el pasado encabezó el presidente Valéry Giscard D’Estaing. Lo ha hecho desde una autoatribuida altura moral, la voluntad de presentarse como un hombre de principios y alejado de la politiquería.

Cuando en febrero decidió que su pequeño partido, MoDem (Movimiento Democrático), se aliase con el entonces candidato Macron, lo hizo con una condición: que Macron hiciese suya la moralización de la política que él llevaba tiempo propugnando. Macron, en una campaña marcada por los casos de nepotismo y conflictos de interés, lo elevó a rango de prioridad. Y ha cumplido. Las dos leyes y el decreto para el “restablecimiento de la confianza en la acción pública” —este es el nombre final del plan presentado, en vez del término original de “moralización”— son el primer gran proyecto legislativo del nuevo presidente y su equipo.

El problema es que al ministro moralizador le tocó presentar su plan en el momento más incómodo. Hace unos días, se supo que la fiscalía había abierto una investigación preliminar a la mano derecha de Bayrou en MoDem, la eurodiputada ministra de Asuntos europeos Marielle de Sarnez, y a otros 18 eurodiputados franceses por posibles irregularidades en la remuneración de sus asistentes.

Un excolaborador anónimo de MoDem, ahora empleado del Ayuntamiento de París, ha denunciado que el partido de Bayrou paga en parte a sus trabajadores con sueldos del Parlamento Europeo destinados a colaboradores de los europarlamentarios. Según la denuncia, estas personas no trabajan en realidad para los europarlamentarios, sino para MoDem. Y el semanario de investigación Le Canard Enchaîné publica en su último número que la propia secretaria particular de Bayrou se beneficiaba de este sistema. Trabajaba para Bayrou, según el Canard, pero cobraba en parte como asistente de la eurodiputada De Sarnez.

Bayrou y De Sarnez no son los únicos ministros bajo sospecha. También Richard Ferrand, ministro de Cohesión territorial y secretario general de En Marche!, el partido de Macron, a quien la fiscalía investiga por un supuesto caso de conflictos de interés. Esto no le impidió el domingo ser el candidato más votado en la primera vuelta de las elecciones legislativas en su distrito de Bretaña.

Todas las acusaciones están por demostrar: las investigaciones judiciales en curso son preliminares. Y MoDem no es el único partido en cuestión: el Frente Nacional afronta una investigación, más avanzada, por un asunto similar. Ilustran prácticas toleradas durante décadas, como el empleo de familiares por parte de los diputados, práctica que salió a la luz por el caso de los supuestos empleos ficticios de la mujer y los hijos del candidato conservador al Elíseo, François Fillon.

Que Bayrou ocupe el cargo de ministro de Justicia, superior jerárquico de los fiscales, aún complica más el caso. Los pronunciamientos públicos del ministro sobre la investigación a MoDem pueden interpretarse como un gesto de presión. Su llamada hace unos días a los jefes de Radio France para quejarse por un reportaje sobre los supuestos empleos ficticios en MoDem, ha llevado al primer ministro, Édouard Philippe, a llamarle al orden.

“Cuando uno es ministro, no puede reaccionar como cuando se es un simple ciudadano”, dijo Philippe. Bayrou, que se considera un político de suficiente estatura para tratar mano a mano y sin intermediarios al presidente, niega que MoDem haya pagado a sus empleados con el suelo de empleos inexistentes en el Parlamento Europeo. Y ha desafiado a Philippe: “Cada vez que tenga algo que decir a los franceses (…), lo diré”.

El cruce de declaraciones refleja una tensión en un gobierno que no lleva ni un mes en funciones. Algunos en el entorno de Macron recelan de Bayrou. Creen que se arroga un peso superior al que realmente ostenta en las urnas. En el Elíseo se refieren a él como "el bearnés", por el nombre del Béarn, el feudo de Bayrou el suroeste de Francia.

Las legislativas, cuya segunda vuelta se celebra el domingo, podrían dar la razón a los macronistas. Si el partido del presidente obtiene una mayoría de 450 diputados, como pronostican algunos sondeos, seguramente serían mayoritarios sin los votos de MoDem. Bayrou puede despertarse el lunes siendo una pieza de segundo rango en el Gobierno de Macron.

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