El servicio de inteligencia ruso trató de ‘hackear’ el sistema electoral de EE UU
Un informe secreto de la NSA revela que la inteligencia militar rusa atacó el correo de 122 funcionarios electorales. Detenida una contratista de 25 años por la filtración
Jan Martínez Ahrens
Washington, El País
La trama rusa no deja de crecer. El espionaje militar ruso lanzó un ataque a gran escala contra el sistema electoral de Estados Unidos. La ofensiva, basada en el pirateo de cuentas y el intento de intrusión en ordenadores, duró meses y se mantuvo hasta los días finales de los comicios. 122 funcionarios electorales, compañías de servicios y al menos un computador sensible fueron blanco del Kremlin. Así lo establece un informe secreto de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), fechado el pasado 5 de mayo y que ha sido destapado por la publicación digital The Intercept.
La reacción del Departamento de Justicia a estas nuevas filtraciones ha sido fulminante. Antes de su publicación, detuvo en su casa de Georgia a Reality L. Winner, una lingüista de 25 años que anteriormente había trabajado para las fuerzas aéreas y que ahora estaba empleada en Pluribus International Corporation, una contratista de la NSA. Winner, según el FBI, ha reconocido que imprimió el expediente secreto y que lo envió por correo a la revista. The Intercept alega que recibió el informe de un remitente anónimo. Los fiscales acusan a la sospechosa de un delito contra la seguridad nacional.
La revelación llega justo después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, negase en una entrevista televisiva cualquier responsabilidad del Kremlin en la campaña de desprestigio que sufrieron durante las elecciones Hillary Clinton y el Partido Demócrata. Un ataque que supuestamente buscaba beneficiar a Donald Trump y que ahora se le ha vuelto en contra.
Un fiscal especial, el FBI y dos comités parlamentarios han abierto investigaciones para determinar si durante los comicios hubo coordinación entre Moscú y el equipo electoral del republicano. Es la trama rusa, el escándalo que tiene cercado al presidente y cuyo principal anclaje radica en un demoledor informe de los servicios de inteligencia estadounidenses. “Vladímir Putin ordenó una campaña en 2016 contra las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El objetivo de Rusia era socavar la fe pública en el proceso democrático, denigrar a la secretaria Clinton y dañar su elegibilidad y potencial presidencia. Putin y el Gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por Trump”, concluyó un análisis conjunto de la CIA, el FBI y la NSA.
En esta gigantesca operación encubierta, el Kremlin recabó el apoyo “de agencias gubernamentales rusas, medios públicos, intermediarios de terceros partidos y hasta trolls digitales”. Entre sus objetivos figuraron los ordenadores del Comité Demócrata Nacional, así como las cuentas de altos cargos próximos a Clinton, entre ellos su jefe de campaña, John Podesta.
A esta ofensiva general, el informe secreto de la NSA añade ahora en un hecho aterrador: el intento de infiltrarse en el sistema electoral. El ataque, del que hasta ahora apenas se conocían detalles, lo dirigió la inteligencia militar rusa, el temido GRU. La puerta de entrada fueron las empresas encargadas de fabricar la maquinaria censal. También usaron ampliamente correos anzuelo (spear phishing) enviados funcionarios electorales y compañías asociadas al registro de voto. En estas misivas electrónicas se hacían pasar por Google u otras firmas y redirigían a una página falsa para apoderarse de las contraseñas.
El informe de la NSA no especifica si tuvieron éxito ni cuál fue el alcance final del operativo. Los expertos señalan que cualquier acceso ilegal a la base de datos electorales puede ser devastador y alterar la fiabilidad del sistema. Pese a obtener casi tres millones de votos menos que su rival, Trump ganó los comicios del 8 de noviembre gracias a una ventaja quirúrgica de 77.759 votos en tres estados claves (Michigan, Wisconsin y Pensilvania). Desde que estalló el escándalo, la Administración estadounidense ha sostenido que la injerencia rusa no llegó a afectar el resultado. Clinton sí que ha atribuido parte de su derrota a la cibercampaña del Kremlin. El informe de la NSA arroja nuevas dudas.
Jan Martínez Ahrens
Washington, El País
La trama rusa no deja de crecer. El espionaje militar ruso lanzó un ataque a gran escala contra el sistema electoral de Estados Unidos. La ofensiva, basada en el pirateo de cuentas y el intento de intrusión en ordenadores, duró meses y se mantuvo hasta los días finales de los comicios. 122 funcionarios electorales, compañías de servicios y al menos un computador sensible fueron blanco del Kremlin. Así lo establece un informe secreto de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), fechado el pasado 5 de mayo y que ha sido destapado por la publicación digital The Intercept.
La reacción del Departamento de Justicia a estas nuevas filtraciones ha sido fulminante. Antes de su publicación, detuvo en su casa de Georgia a Reality L. Winner, una lingüista de 25 años que anteriormente había trabajado para las fuerzas aéreas y que ahora estaba empleada en Pluribus International Corporation, una contratista de la NSA. Winner, según el FBI, ha reconocido que imprimió el expediente secreto y que lo envió por correo a la revista. The Intercept alega que recibió el informe de un remitente anónimo. Los fiscales acusan a la sospechosa de un delito contra la seguridad nacional.
La revelación llega justo después de que el presidente ruso, Vladímir Putin, negase en una entrevista televisiva cualquier responsabilidad del Kremlin en la campaña de desprestigio que sufrieron durante las elecciones Hillary Clinton y el Partido Demócrata. Un ataque que supuestamente buscaba beneficiar a Donald Trump y que ahora se le ha vuelto en contra.
Un fiscal especial, el FBI y dos comités parlamentarios han abierto investigaciones para determinar si durante los comicios hubo coordinación entre Moscú y el equipo electoral del republicano. Es la trama rusa, el escándalo que tiene cercado al presidente y cuyo principal anclaje radica en un demoledor informe de los servicios de inteligencia estadounidenses. “Vladímir Putin ordenó una campaña en 2016 contra las elecciones presidenciales de Estados Unidos. El objetivo de Rusia era socavar la fe pública en el proceso democrático, denigrar a la secretaria Clinton y dañar su elegibilidad y potencial presidencia. Putin y el Gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por Trump”, concluyó un análisis conjunto de la CIA, el FBI y la NSA.
En esta gigantesca operación encubierta, el Kremlin recabó el apoyo “de agencias gubernamentales rusas, medios públicos, intermediarios de terceros partidos y hasta trolls digitales”. Entre sus objetivos figuraron los ordenadores del Comité Demócrata Nacional, así como las cuentas de altos cargos próximos a Clinton, entre ellos su jefe de campaña, John Podesta.
A esta ofensiva general, el informe secreto de la NSA añade ahora en un hecho aterrador: el intento de infiltrarse en el sistema electoral. El ataque, del que hasta ahora apenas se conocían detalles, lo dirigió la inteligencia militar rusa, el temido GRU. La puerta de entrada fueron las empresas encargadas de fabricar la maquinaria censal. También usaron ampliamente correos anzuelo (spear phishing) enviados funcionarios electorales y compañías asociadas al registro de voto. En estas misivas electrónicas se hacían pasar por Google u otras firmas y redirigían a una página falsa para apoderarse de las contraseñas.
El informe de la NSA no especifica si tuvieron éxito ni cuál fue el alcance final del operativo. Los expertos señalan que cualquier acceso ilegal a la base de datos electorales puede ser devastador y alterar la fiabilidad del sistema. Pese a obtener casi tres millones de votos menos que su rival, Trump ganó los comicios del 8 de noviembre gracias a una ventaja quirúrgica de 77.759 votos en tres estados claves (Michigan, Wisconsin y Pensilvania). Desde que estalló el escándalo, la Administración estadounidense ha sostenido que la injerencia rusa no llegó a afectar el resultado. Clinton sí que ha atribuido parte de su derrota a la cibercampaña del Kremlin. El informe de la NSA arroja nuevas dudas.