Crece la presión sobre May para incluir a toda la oposición en la negociación del Brexit
La conveniencia de que todos los partidos participen en las negociaciones ha sido defendida por pesos pesados de todo el espectro político
Pablo Guimón
Londres, El País
Theresa May deberá implicar al resto de partidos en la negociación de la ruptura con la UE. Así lo quiere la ciudadanía, según los sondeos, y así se lo han pedido pesos pesados de todo el espectro político y líderes empresariales. La primera ministra buscó en las urnas el respaldo a un Brexit duro y conducido a puerta cerrada por su núcleo duro. Pero perdió la mayoría absoluta y, con ella, la inexpugnabilidad de su proyecto. Mientras trata de sacar adelante su Gobierno en minoría, con los Veintisiete esperando ya en la mesa de negociación, cada vez son más las voces que piden un Brexit suave y consensuado.
La conveniencia de que todos los partidos participen en las negociaciones ha sido defendida públicamente, en los últimos días, por pesos pesados de todo el espectro político. Desde el ex primer ministro John Major y el exministro de Exteriores William Hague, ambos del Partido Conservador, hasta las laboristas Yvette Cooper y Harriet Harman, exministra y exlíder del partido, pasando por la líder nacionalista escocesa Nicola Sturgeon. Si May está obligada a consensuar su postura con el marginal Partido Unionista Democrático, la formación norirlandesa con la que este martes dejó encarrilado un pacto para un Gobierno en minoría, por qué no hacer sitio en la mesa a los demás.
También altos cargos de la City de Londres han pedido al Gobierno que elimine las barreras políticas y construya un equipo negociador multicolor. El mundo empresarial, tradicional aliado de los tories que se ha sentido abandonado desde que May llegó a Downing Street el verano pasado, pide ahora ser tenido en consideración en la toma de decisiones políticas tan trascendentales como el Brexit.
“Si alguna vez ha habido un momento para un acuerdo de los partidos, sin duda es ahora en relación con las negociaciones del Brexit”, dijo Douglas Flint, presidente del grupo bancario HSBC, en el Financial Times. “Reino Unido estará mejor servido con un equipo negociador compuesto por los mejores talentos del país”.
La petición parece coincidir también con el sentir de la ciudadanía. El 51% de los británicos, según un sondeo realizado por la empresa YouGov después de las elecciones, prefiere que el Brexit sea negociado por un equipo que incluya miembros de los diferentes partidos, frente al 30% que prefiere que lo negocien solo los conservadores. Una campaña en Internet con el mismo objetivo superaba este martes por la tarde las 110.000 adhesiones.
“Los puntos de vista del 48% [el porcentaje de los votantes que eligió permanecer en la UE] no pueden ser despreciados, como pretenden algunos de los más rigurosos partidarios del Brexit radical”, dijo en la BBC el ex primer ministro conservador John Major. “Sería sin duda muy inteligente congregar una opinión parlamentaria mucho más amplia, de modo que cuando la primera ministra tenga un acuerdo, pueda estar segura de que va a tener el respaldo del Parlamento y del público”.
La primera ministra había dejado bastante claro el tipo de Brexit que quería. Primero en su discurso en la Lancaster House en enero, después en el documento remitido al Parlamento en febrero y, por último, en la carta enviada a Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, que activaba el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Quería un Brexit duro. No estaba dispuesta a ceder en el control de las fronteras y, por tanto, asumía la salida completa del mercado único y la unión aduanera. Antes de aceptar un acuerdo que no considerara satisfactorio, añadía, estaba dispuesta a abandonar la mesa de negociación sin acuerdo alguno.
Además de esos objetivos, Theresa May había dejado meridianamente claro cómo quería manejar el proceso. Lo pilotarían ella y su círculo de confianza. En secreto. Enseñar demasiado, defendía, debilitaría su baza negociadora. Quiso incluso esquivar el escrutinio parlamentario, y tuvo que ser el Tribunal Supremo el que lo impidiera. Por eso convocó las elecciones, aún teniendo mayoría absoluta, confiando en cosechar una victoria histórica. Porque, como ella misma dijo el 19 de abril, la oposición amenazaba con “paralizar la acción de Gobierno”.
Pero las urnas han obligado a May, como dice la expresión inglesa, a comerse su “pastel de humildad”. A una semana de que empiecen oficialmente las negociaciones en Bruselas, ya nada es sagrado: ni el Brexit duro ni la necesidad de que el proceso transcurra a puerta cerrada. El tono llamativamente más conciliador del que hizo gala este martes la primera ministra, en el regreso a la cámara tras las elecciones, revelaba un cambio de actitud. “Si hay un resultado de estas elecciones que todos podemos celebrar, es que hoy tenemos el Parlamento más diverso y más representativo de nuestra historia”, dijo May. “Mientras afrontamos los difíciles retos que tenemos por delante, unámonos en un espíritu de unidad nacional”.
Pablo Guimón
Londres, El País
Theresa May deberá implicar al resto de partidos en la negociación de la ruptura con la UE. Así lo quiere la ciudadanía, según los sondeos, y así se lo han pedido pesos pesados de todo el espectro político y líderes empresariales. La primera ministra buscó en las urnas el respaldo a un Brexit duro y conducido a puerta cerrada por su núcleo duro. Pero perdió la mayoría absoluta y, con ella, la inexpugnabilidad de su proyecto. Mientras trata de sacar adelante su Gobierno en minoría, con los Veintisiete esperando ya en la mesa de negociación, cada vez son más las voces que piden un Brexit suave y consensuado.
La conveniencia de que todos los partidos participen en las negociaciones ha sido defendida públicamente, en los últimos días, por pesos pesados de todo el espectro político. Desde el ex primer ministro John Major y el exministro de Exteriores William Hague, ambos del Partido Conservador, hasta las laboristas Yvette Cooper y Harriet Harman, exministra y exlíder del partido, pasando por la líder nacionalista escocesa Nicola Sturgeon. Si May está obligada a consensuar su postura con el marginal Partido Unionista Democrático, la formación norirlandesa con la que este martes dejó encarrilado un pacto para un Gobierno en minoría, por qué no hacer sitio en la mesa a los demás.
También altos cargos de la City de Londres han pedido al Gobierno que elimine las barreras políticas y construya un equipo negociador multicolor. El mundo empresarial, tradicional aliado de los tories que se ha sentido abandonado desde que May llegó a Downing Street el verano pasado, pide ahora ser tenido en consideración en la toma de decisiones políticas tan trascendentales como el Brexit.
“Si alguna vez ha habido un momento para un acuerdo de los partidos, sin duda es ahora en relación con las negociaciones del Brexit”, dijo Douglas Flint, presidente del grupo bancario HSBC, en el Financial Times. “Reino Unido estará mejor servido con un equipo negociador compuesto por los mejores talentos del país”.
La petición parece coincidir también con el sentir de la ciudadanía. El 51% de los británicos, según un sondeo realizado por la empresa YouGov después de las elecciones, prefiere que el Brexit sea negociado por un equipo que incluya miembros de los diferentes partidos, frente al 30% que prefiere que lo negocien solo los conservadores. Una campaña en Internet con el mismo objetivo superaba este martes por la tarde las 110.000 adhesiones.
“Los puntos de vista del 48% [el porcentaje de los votantes que eligió permanecer en la UE] no pueden ser despreciados, como pretenden algunos de los más rigurosos partidarios del Brexit radical”, dijo en la BBC el ex primer ministro conservador John Major. “Sería sin duda muy inteligente congregar una opinión parlamentaria mucho más amplia, de modo que cuando la primera ministra tenga un acuerdo, pueda estar segura de que va a tener el respaldo del Parlamento y del público”.
La primera ministra había dejado bastante claro el tipo de Brexit que quería. Primero en su discurso en la Lancaster House en enero, después en el documento remitido al Parlamento en febrero y, por último, en la carta enviada a Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, que activaba el artículo 50 del Tratado de Lisboa. Quería un Brexit duro. No estaba dispuesta a ceder en el control de las fronteras y, por tanto, asumía la salida completa del mercado único y la unión aduanera. Antes de aceptar un acuerdo que no considerara satisfactorio, añadía, estaba dispuesta a abandonar la mesa de negociación sin acuerdo alguno.
Además de esos objetivos, Theresa May había dejado meridianamente claro cómo quería manejar el proceso. Lo pilotarían ella y su círculo de confianza. En secreto. Enseñar demasiado, defendía, debilitaría su baza negociadora. Quiso incluso esquivar el escrutinio parlamentario, y tuvo que ser el Tribunal Supremo el que lo impidiera. Por eso convocó las elecciones, aún teniendo mayoría absoluta, confiando en cosechar una victoria histórica. Porque, como ella misma dijo el 19 de abril, la oposición amenazaba con “paralizar la acción de Gobierno”.
Pero las urnas han obligado a May, como dice la expresión inglesa, a comerse su “pastel de humildad”. A una semana de que empiecen oficialmente las negociaciones en Bruselas, ya nada es sagrado: ni el Brexit duro ni la necesidad de que el proceso transcurra a puerta cerrada. El tono llamativamente más conciliador del que hizo gala este martes la primera ministra, en el regreso a la cámara tras las elecciones, revelaba un cambio de actitud. “Si hay un resultado de estas elecciones que todos podemos celebrar, es que hoy tenemos el Parlamento más diverso y más representativo de nuestra historia”, dijo May. “Mientras afrontamos los difíciles retos que tenemos por delante, unámonos en un espíritu de unidad nacional”.