El yihadista invisible
El atacante y su familia no dejaron huella en el humilde vecindario donde residían en el sur de Mánchester
Pablo Guimón
Mánchester, El País
Precintada por la policía, la pequeña calle de Elsmore, en el sur de Manchester, parecía este miércoles un plató de televisión, con cámaras a ambos extremos que retrasmitían en directo para todo el mundo un siniestro reality show que bien podría haberse llamado Su vecino puede ser un terrorista suicida. Sucede que Salman Ramadan Abedi, el joven de 22 años que se hizo volar por los aires el lunes tras el concierto de Ariana Grande en el Manchester Arena, era el vecino de enfrente de la mujer en chándal que atraviesa con su mirada la nube de periodistas al otro lado del precinto que identifica a su calle como “escena del crimen”. En el adosado con jardín donde creció Abedi entraban y salían este miércoles agentes de policía vestidos con inquietantes monos blancos.
La calle de Elsmore, de apenas 50 metros de largo, forma parte de un pequeño vecindario humilde de casas adosadas de ladrillo viejo, probablemente construidas en la primera mitad del siglo XX, de tres o cuatro habitaciones y pequeños jardines delanteros cercados con vallas de madera. El paso de los Abedi, según algunos de los vecinos consultados, no dejó una huella indeleble en el lugar hasta que el pasado lunes los teletransportó a las televisiones de todo el mundo. La vida social en la calle escasea en este vecindario, aunque muchos residentes se habrán cruzado con Abedi en las angostas callejuelas, flanqueadas por vallas de madera, que surcan serpenteantes los jardines. De un tiempo a esta parte, explica una anciana vecina, apenas hay bares y los únicos restaurantes sirven comida a domicilio.
“Yo les veía alguna vez cuando iba a correr por las mañanas”, asegura una vecina joven, que no quiere revelar su nombre. “Él parecía antipático, un chaval mal encarado. En los últimos tiempos habían colocado una bandera, creo que negra, verde y negra [probablemente libia]. Y solían tener un coche aparcado en la calle, pintado a mano con los mismos colores. Solo piensas que es libertad de expresión. Tienen todo el derecho a estar orgullosos de sus colores. Nosotros también ponemos a veces banderas de San Jorge”.
Se cree que Salman y su hermano mayor, Ismael, que fue arrestado el martes por la mañana en un supermercado cercano y permanece bajo custodia policial, vivían solos en la casa al menos desde el otoño pasado. Sus padres habían regresado a Libia con otra hija y el hijo menor que, según las autoridades libias, fue arrestado el miércoles en Tripoli.
El padre, un trabajador de seguridad llamado Ramadan Abedi, y la madre, Samia Tabbal, nacieron en la capital libia pero se trasladaron a Reino Unido, primero a Londres y luego a Mánchester, huyendo del régimen del coronel Muamar el Gadafi. Antes de regresar a Libia hace algunos años, el padre era un hombre muy respetado en la comunidad musulmana local e implicado en la mezquita de Didsbury. Este miércoles, él también ha sido arrestado en Libia, según ha informado Reuters.
Salman Abedi era un joven aficionado al cricket y fan del Manchester United, fumador de porros y consumidor de alcohol, que llegó a matricularse en Administración de Empresas en la cercana universidad de Salford en 2014 antes de abandonar los estudios y ponerse a trabajar en una panadería. Diversos testimonios de conocidos, recogidos por la prensa británica, hablan de un proceso rápido de radicalización.
El imán de la mezquita de Didsbury, Mohammed Saeed El-Saeiti, aseguró en el diario The Daily Telegraph que Abedi le “mostró una cara de odio” después de un sermón contra el ISIS. Testimonios de amigos coinciden en que en los últimos tiempos Abedi comenzó a mostrarse más devoto y reservado.
Mánchester acoge a una de las más numerosas comunidades libias de Reino Unido. Varios disidentes de Gadafi, miembros de un grupo armado islamista, vivían en la proximidad de Abedi. Entre ellos estaba Abd al-Baset Azzouz, experto en fabricación de explosivos, que se trasladó de Reino Unido a Libia oriental, donde fue acusado de dirigir una red terrorista vinculada a Al-Qaeda.
También se cree, según The Times, que Abedi estuvo en contacto con Raphael Hostey, que reclutó desde Mánchester a docenas de jóvenes británicos para luchar con el Estado Islámico antes de fallecer en un ataque con drones el año pasado. Las hermanas Zahra y Salma Halane, apodadas “las gemelas del terror”, que fueron reclutadas por Hostey, estudiaban con honores en el instituto de Whalley Range, muy cerca de la casa de Salman Abedi. La policía cree que Abedi viajó en varias ocasiones a Libia. Del último de los viajes habría regresado hace apenas unos días. El Gobierno francés señaló el miércoles que también habría viajado a Siria.
Pero todo ello parece haber pasado inadvertido en la pequeña calle de Elsmore. Abdel Ghaffar, jubilado de origen paquistaní, asegura que ni siquiera conocía a sus vecinos los Abedi. “Este es un buen sitio para vivir, es una zona muy tranquila con gente amable”, explica. “Me produce una profunda tristeza saber que ese asesino vivía aquí. No es justo que se dijera musulmán cuando lo que hizo va contra las enseñanzas del islam”.
En una avenida cercana, Eddie, iraní llegado a Manchester hace seis años, decora las farolas del exterior de su peluquería con globos rosas, como los que sujetaban las adolescentes en el concierto de Ariana Grande. “Este es un barrio agradable lleno de gente buena”, defiende. “Lo que hizo ese bastardo es espantoso. Pero que haya un monstruo no nos convierte a todos en malos”.
Pablo Guimón
Mánchester, El País
Precintada por la policía, la pequeña calle de Elsmore, en el sur de Manchester, parecía este miércoles un plató de televisión, con cámaras a ambos extremos que retrasmitían en directo para todo el mundo un siniestro reality show que bien podría haberse llamado Su vecino puede ser un terrorista suicida. Sucede que Salman Ramadan Abedi, el joven de 22 años que se hizo volar por los aires el lunes tras el concierto de Ariana Grande en el Manchester Arena, era el vecino de enfrente de la mujer en chándal que atraviesa con su mirada la nube de periodistas al otro lado del precinto que identifica a su calle como “escena del crimen”. En el adosado con jardín donde creció Abedi entraban y salían este miércoles agentes de policía vestidos con inquietantes monos blancos.
La calle de Elsmore, de apenas 50 metros de largo, forma parte de un pequeño vecindario humilde de casas adosadas de ladrillo viejo, probablemente construidas en la primera mitad del siglo XX, de tres o cuatro habitaciones y pequeños jardines delanteros cercados con vallas de madera. El paso de los Abedi, según algunos de los vecinos consultados, no dejó una huella indeleble en el lugar hasta que el pasado lunes los teletransportó a las televisiones de todo el mundo. La vida social en la calle escasea en este vecindario, aunque muchos residentes se habrán cruzado con Abedi en las angostas callejuelas, flanqueadas por vallas de madera, que surcan serpenteantes los jardines. De un tiempo a esta parte, explica una anciana vecina, apenas hay bares y los únicos restaurantes sirven comida a domicilio.
“Yo les veía alguna vez cuando iba a correr por las mañanas”, asegura una vecina joven, que no quiere revelar su nombre. “Él parecía antipático, un chaval mal encarado. En los últimos tiempos habían colocado una bandera, creo que negra, verde y negra [probablemente libia]. Y solían tener un coche aparcado en la calle, pintado a mano con los mismos colores. Solo piensas que es libertad de expresión. Tienen todo el derecho a estar orgullosos de sus colores. Nosotros también ponemos a veces banderas de San Jorge”.
Se cree que Salman y su hermano mayor, Ismael, que fue arrestado el martes por la mañana en un supermercado cercano y permanece bajo custodia policial, vivían solos en la casa al menos desde el otoño pasado. Sus padres habían regresado a Libia con otra hija y el hijo menor que, según las autoridades libias, fue arrestado el miércoles en Tripoli.
El padre, un trabajador de seguridad llamado Ramadan Abedi, y la madre, Samia Tabbal, nacieron en la capital libia pero se trasladaron a Reino Unido, primero a Londres y luego a Mánchester, huyendo del régimen del coronel Muamar el Gadafi. Antes de regresar a Libia hace algunos años, el padre era un hombre muy respetado en la comunidad musulmana local e implicado en la mezquita de Didsbury. Este miércoles, él también ha sido arrestado en Libia, según ha informado Reuters.
Salman Abedi era un joven aficionado al cricket y fan del Manchester United, fumador de porros y consumidor de alcohol, que llegó a matricularse en Administración de Empresas en la cercana universidad de Salford en 2014 antes de abandonar los estudios y ponerse a trabajar en una panadería. Diversos testimonios de conocidos, recogidos por la prensa británica, hablan de un proceso rápido de radicalización.
El imán de la mezquita de Didsbury, Mohammed Saeed El-Saeiti, aseguró en el diario The Daily Telegraph que Abedi le “mostró una cara de odio” después de un sermón contra el ISIS. Testimonios de amigos coinciden en que en los últimos tiempos Abedi comenzó a mostrarse más devoto y reservado.
Mánchester acoge a una de las más numerosas comunidades libias de Reino Unido. Varios disidentes de Gadafi, miembros de un grupo armado islamista, vivían en la proximidad de Abedi. Entre ellos estaba Abd al-Baset Azzouz, experto en fabricación de explosivos, que se trasladó de Reino Unido a Libia oriental, donde fue acusado de dirigir una red terrorista vinculada a Al-Qaeda.
También se cree, según The Times, que Abedi estuvo en contacto con Raphael Hostey, que reclutó desde Mánchester a docenas de jóvenes británicos para luchar con el Estado Islámico antes de fallecer en un ataque con drones el año pasado. Las hermanas Zahra y Salma Halane, apodadas “las gemelas del terror”, que fueron reclutadas por Hostey, estudiaban con honores en el instituto de Whalley Range, muy cerca de la casa de Salman Abedi. La policía cree que Abedi viajó en varias ocasiones a Libia. Del último de los viajes habría regresado hace apenas unos días. El Gobierno francés señaló el miércoles que también habría viajado a Siria.
Pero todo ello parece haber pasado inadvertido en la pequeña calle de Elsmore. Abdel Ghaffar, jubilado de origen paquistaní, asegura que ni siquiera conocía a sus vecinos los Abedi. “Este es un buen sitio para vivir, es una zona muy tranquila con gente amable”, explica. “Me produce una profunda tristeza saber que ese asesino vivía aquí. No es justo que se dijera musulmán cuando lo que hizo va contra las enseñanzas del islam”.
En una avenida cercana, Eddie, iraní llegado a Manchester hace seis años, decora las farolas del exterior de su peluquería con globos rosas, como los que sujetaban las adolescentes en el concierto de Ariana Grande. “Este es un barrio agradable lleno de gente buena”, defiende. “Lo que hizo ese bastardo es espantoso. Pero que haya un monstruo no nos convierte a todos en malos”.